8. Last Word (Final)


—¡¿Qué fue lo que pasó?!—Fue lo primero que pudo preguntar, o más bien gritar, cuando llegó, alcanzando a ver la silueta pequeña de la omega, de pie en la sala de espera. Su respiración apenas mantenía un ritmo, y sentía como la ira se acumulaba en cada parte de su cuerpo cuando la vió allí, con los ojos un poco enrojecidos por lágrimas ahora ausentes, reemplazadas rápidamente por una expresión de pánico.

—C-Catra... y-yo—Intentó empezar, pero antes de que la morena se acercara un par de pasos más, el beta se interpuso entre ambas, con los brazos abiertos intentando defender a la omega.

—¡¿Qué le hiciste?!—Volvió a gritar, aunque ya no veía el rostro de la pelirosa. Bow la incitó a controlar su respiración, y, lentamente, lo consiguió.

—No estoy seguro de qué sucedió...—Explicó el moreno, con expresión indescifrable.—Cuando llegué Glimmer estaba a punto de irse, y luego todo lo que supe es que estaba llamando a una ambulancia porque Eden estaba inconsciente.—La castaña jadeó al escuchar eso, y se obligó a calmarse lo suficiente como para no decir todo lo que tenía en mente.

—Glimmer...—Farfulló apretando los puños con fuerza.—Juro que si no desapareces de nuestras vidas, haré lo imposible para que nunca más veas la puta luz del sol.—Amenazó con voz hostil, usando sus feromonas lo mejor que podía para que le quedara claro. Ya no le importaba controlarse, ya no le importaba nada.

Apretó las manos con una fuerza indescifrable, sus nudillos volviéndose casi blancos a causa de la presión mientras su corazón latía desbocado en su pecho al sentir la furia cegando sus sentidos. Todo lo que quería hacer era abalanzarse sobre esa omega y golpearla hasta morir. Incluso sabiendo que terminaría en la cárcel por violentarla, realmente no le importaría con tal de asegurarse de que esa mujer jamás volviera a ponerle una mano encima a su familia.

Su expresión se torció en una mueca horrenda de repugnancia y odio. ¿Cómo pudo haber amado a alguien tan retorcido como Glimmer? ¿Cómo fue capaz si quiera de dejarla entrar en su maldita vida y arruinarla cada vez?

Su respiración se volvía cada vez más frenética, los vellos en su cuerpo se erizaron al sentir como empezaba a avanzar, lista para sacar de su camino al moreno y poder aliviar el clamor de sus puños por destrozar el redondo rostro de la pelirosa.

—Catra.—Llamó Bow, intentando hacerla entrar en razón. La alfa sonrió amargamente, respirando nuevamente para disipar su ira. Si bien realmente no tendría problemas en repartit un par de puñetazos, se obligó a recordar que estaban en un estúpido hospital y que su hija estaba en peligro en ese preciso momento.

—Olvidaba que tú también estás de su lado, flechitas.—Comentó. El pelinegro intentó abrir la boca para hablar, pero la de ojos bicolor no se lo permitió.—Anda, díselo.—Instó, observando como los ojos de Bow se hacían más grandes debido a la sorpresa. Ambos sabían perfectamente a lo que se referían; la expresión congelada de el moreno lo hubiera hecho obvio para la omega, de no ser porque Glimmer no podía verla.—No tiene nada más que perder ahora.—Finalizó, sin dejar tiempo para que alguno de los dos pudiera decir algo.

Quizá podría vagar por el hospital un momento antes de regresar. Realmente le hacía falta tiempo para pensar.

(...)

—Presenta un cuadro de displasia broncopulmonar.—Explicó el omega a cargo. Antes de que la alfa pudiera preguntar, continuó.—Probablemente se deba a que al nacer sus pulmones no funcionaban bien y necesitó oxígeno para que pudiese respirar.

—Pero está bien, ¿verdad?—Cuestionó la morena, interrumpiendo casi con desesperación.

—Lo estará.—Aseguró con una media sonrisa.—El tratamiento suele ser efectivo, pero deberá continuar en chequeos constantes para asegurarnos de que está totalmente fuera de peligro.—Ante esto, la castaña terminó por soltar el suspiro de alivio que no sabía que estaba conteniendo y sintió que su corazón casi pudo continuar latiendo como siempre.

—Gracias.—Fue todo lo que pudo decir. El omega asintió.—Si todo sale bien, le daremos de alta hoy por la noche.—Informó tranquilamente.—¿Dónde está la otra madre?—Inquirió, y justo cuando terminó de preguntar supo que había cometido un error al hacerlo.

Catra apretó los puños, en una mezcla de ira y desolación, en donde no se podía distinguir dónde empezaba y donde terminaba cada una de esas emociones arremolinándose con expresión torcida.

—Solo estoy yo aquí.—Sentenció, su mirada perdida en algún lugar del vacío a pesar de la situación. El contrario decidió no preguntar nada más.

—Sígame, por favor. Debe firmar algunos documentos antes de poder llevarse a su hija de vuelta a casa.—Indicó, pero su cerebro terminó deteniéndose en esa simple oración:

De vuelta a casa.

Finalmente, despertando de esa pesadilla.

Eden estaría de vuelta con ella.

Podía empezar de nuevo, podía darle a esa pequeña todo el amor que necesitaba y otorgarle la vida que merecía.

Pero para eso había una última cosa que hacer.

Tomó su teléfono con decisión, deslizando suavemente la pantalla con la imagen de su novia, y marcando el número que permanecía en su historial de llamadas.

Glimmer no iba a volver a ver a su hija, de eso estaba segura.

Y naturalmente, en el fondo le dolía. Sentía una presión casi insoportable en el pecho al pensar en el futuro de Eden sin la omega. Sabía que aún necesitaba de su madre, quizá más que de la morena, pero no quería arriesgarse a dejarla en manos de la pelirosa, y menos cuando necesitaba tantos cuidados.

Menos, cuando sabía que, de alguna manera u otra, Eden terminaría viviendo una vida vacía, quizá como la de ella misma. No dudaba que tendría todo lo que necesitara. Dudaba de la omega en sí misma.

La amargura se asentó en su pecho cuando el arrollador pensamiento pasó por su cabeza, dándose cuenta de lo irónico que resultaba el hecho de que su propia madre era quien la ponía en peligro vez tras vez, que sería ella quien la llevaría a tomar caminos equivocados para huir de sus retorcidas intenciones si no hacía algo para cambiarlo. 

Por un momento, quiso gritar con toda la fuerza de sus pulmones, quiso arreglar todos sus problemas sin tener que alejar a Eden de su madre aunque sabía que ya se había vuelto imposible. Quería, de vez en cuando, volver al pasado y evitarlo todo, pues así al menos estaría segura de que la pequeña castaña no tendría que sufrir tanto sin ser consciente de ello.

Por un momento, mirando al vacío, se preguntó si realmente podría criar a su hija, si sería lo suficientemente buena para hacerlo sola.

Entonces, una pequeña notificación en su teléfono la regresó a la realidad y se lo recordó todo, sin necesidad de más que un emoji de corazón.

Sonrió.

Era cierto, Catra no estaba sola.

(...)

—¿No deberías dejarla en la cuna?—Preguntó la rubia en un murmullo, somnolienta. La morena negó, aferrándose más que nunca a su pequeña, descansando plácidamente sobre uno de sus brazos, ajena a todo su alrededor. Adora sonrió apenas, enternecida por la imagen apenas visible debido a la tenue luz de la luna entrando por las cortinas.—Se acostumbrará demasiado.—Dijo, acariciando suavemente la mejilla de una Eden durmiente. 

Catra negó una vez más, esta vez atrayendo más cerca de sí a su novia y respirando su tenue aroma, ese que la calmaba, que le recordaba que no era la única en esa solitaria cama, que le decía, sin decírselo, que estaba allí.

—Tengo miedo.—Confesó en medio de un suspiro.—Tengo miedo de que, si la dejo sola, no podré verla de nuevo. Tengo miedo de perderla, Adora.—Soltó rápidamente, casi sin respirar, con un nudo en la garganta y un par de lágrimas que no había podido retener del todo amenazando con huir de la presión de sus párpados. La rubia depositó un suave beso en la cabellera castaña esparcida sobre la almohada.

Decidió apoyarla en silencio, pues aún no encontró las palabras adecuadas para expresarse.

Habían pasado poco más de dos semanas desde aquel incidente, pero la morena no podía dejar el pasado atrás. No cuando su hija estuvo tan en peligro, no cuando Glimmer casi se la había llevado para siempre.

No cuando ella misma no fue capaz de protegerla de su propia madre.

Cuando más le dolía eran esas noches, en las que Eden lloraba sin remedio, buscando, quizá, el aroma de la pelirosa, quizá el calor de la ausencia de una madre que no podía volver a acercarse jamás.

Realmente no fue tan complicado alejar a Glimmer de sus vidas; no cuando todo estaba en su contra. Recordó la expresión de la omega cuando vió que lo había perdido todo. Tan... desolada que casi sintió lástima por ella, por esos ojos que parecieron perder todo el rastro de brillo cuando vió a la morena con la pequeña entre sus brazos, descansando, sin saber que sería la última vez que contaría con la presencia de una de sus madres.

A veces deseaba haberse quedado para siempre en la misma burbuja de ignorancia en la que estaba Eden en ese momento.

—Recuerda que tienes una orden de alejamiento, Glimmer.—Comentó la morena sin mirarla, para luego clavar sus ojos heterocromáticos directo en los de ella, brillantes y amenazantes.—Tienes suerte de tener a Angella a tu lado, pero vuelve a aparecer en nuestras vidas y juro por todos los dioses que vas a parar a la maldita cárcel por el resto de tu miserable vida.—Siseó con odio antes de alejarse, sin importar el llanto que brotaba de los orbes rosas.

Miró hacia su hija en sus brazos, y prometió que nunca más iba a dejar que algo así ocurriera de nuevo.

—Lo sé.

Esas fueron las últimas palabras que oyó de la boca de la pelirosa.

Y no necesitó oír más.

(...)

—Es solo que... no quiero que Eden piense que la alejé de ella porque sí.—Explicó.—Pero tampoco quiero decirle que su propia madre intentó secuestrarla y que casi muere por su irresponsabilidad. Otra vez.

Porque aún lo recordaba. Recordaba vívidamente la desesperación, el llanto. Todo el pánico arrollándola hasta dejarla en el suelo cuando pensó que su hija podría morir.

¿Y qué le diría a Eden cuando creciera lo suficiente y decidiera preguntar al mirar fotos viejas en un álbum polvoriento: "dónde está mamá"?

—¿Soy demasiado estúpida al preocuparme por algo que aún no pasa?—Inquirió, con un tono de voz muy suave, casi débil.

Rodeó a la rubia y a la pequeña de piel canela con sus brazos, sintiendo sus aromas en el aire y relajándose un poco ante el pensamiento de que no estaría sola. De que Adora estaría con ella, sin importar qué.

Una mano cálida acunó su mejilla y su corazón se llenó de un sentimiento abrumadoramente hermoso cuando sus miradas se encontraron, de alguna manera más brillantes con la luz tenue, casi extinta de la luna.

—¿Qué clase de madre no se preocuparía por eso?—Replicó dulcemente, y la alfa pudo sentir un atisbo de sonrisa escapándose de sus labios al escuchar aquella voz.—Sé que ella lo entenderá, sabrás cómo decírselo cuando llegue el momento.—Y lo dijo con tanta convicción que fue imposible no creerle. Casi creyó que podría hacerlo todo con tan solo esas palabras, empapadas de sentimientos que a veces no eran capaces de contenerse y se desbordaban en momentos tan pequeños, casi insignificantes, pero que terminaban grabándose a fuego en su memoria, únicos e inigualables, como lo era la rubia para ella.

La apretó aún más contra su cuerpo, sonriendo inevitablemente cuando el pensamiento se asentó en su cabeza, permaneciendo inmutable y acompañándose con los latidos de su corazón. Se removió un poco en su lugar hasta llegar hasta los labios de la omega, que rozó con delicadeza, deseando mantenerse atada a la realidad que la sostenía.

Allí, con los suaves labios de la rubia moviéndose sobre los suyos y la cálida respiración de la pequeña a su lado, envueltas en una burbuja de perfección, en lo único que podía pensar era en esa felicidad rebosante, burbujeando en su pecho como nada nunca lo había hecho.

—Te amo.—Susurró, como si fuera un secreto que se debía guardar para siempre, con la complicidad de dos adolescentes que empezaban a descubrir el mundo. Y en parte era así; Catra estaba descubriendo el mundo que yacía en Adora, un universo inexplorado lleno de cosas que deseaba conocer, hasta que no quedara nada por saber de la rubia, y que, aún cuando lo supiera todo, nunca terminaría de entender; pero que, a su vez, podía usar miles de años para intentarlo, sin considerarlo una pérdida de tiempo.

Quería descifrarla, quería amar cada rincón de ella, cada parte desconocida.

Adora era su mundo.

—Yo también te amo.—Le susurró ella. La castaña sentía el calor en las mejillas de la rubia, viendo apenas esa sonrisa tímida pero igual de preciosa formándose en sus labios y adornando su expresión.

Supo, cuando dijo esas palabras de vuelta, con su corazón latiendo desenfrenadamente en su pecho, como si quisiera salir de sí misma para encontrarse con su otra mitad, descansando en el pecho de la omega, que para la ojiazul, ella también era su mundo.

Cerró sus ojos, dejándose llevar por la inmensa calidez; por el amor, lentamente cayendo en los brazos de Morfeo cuando los labios de la rubia acariciaron su cabello.

Y entre sueños, sonrió.

Porque nada podía ser más perfecto.






Fin.


(N/A: La displasia broncopulmonar es una enfermedad pulmonar crónica que afecta a bebés prematuros que han recibido ventilación mecánica y oxígeno. Se caracteriza por el desarrollo anormal y el daño de los pulmones, lo que dificulta la respiración)


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Hey! Soy yo de nuevo actualizando a media madrugada!

Asies, sentí que no debía poner nada más para este final, realmente era una historia bastante corta y quedé satisfecha con el resultado, me gustó mucho explorar esta posibilidad y espero que ustedes también hayan disfrutado leerlo :3

No quiero alargarme demasiado ya que todavía nos queda un epílogo, así que por ahora los dejaré, no sin antes ofrecer una disculpa por haber desaparecido tanto tiempo, las tareas literalmente me están matando KAJKAJKA

Esta vez no puedo ofrecer nada interesante sobre mi vida personal, así que nos leeremos en el próximo capítulo!

Cuídense, báñense, tomen awita y recuerden que su vida la manejan ustedes, así que no se dejen llevar por las demás personas y hagan todo de corazón 

Lxs quiero <33

Atte: Heiwa.

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