1. When it all comes down.
(N/A: esta es una historia alternativa a los hechos sucedidos. Sigue una perspectiva distinta a si los eventos desde la mitad del capítulo 3 en adelante no hubieran ocurrido. Honestamente, no sé qué estoy haciendo, solo quería explorar un poco esa idea)
Un hombre vestido con una bata blanca llamó a Catra para informarle sobre su esposa. La cara de incertidumbre del hombre fue todo lo que bastaba para alarmar aún más a la morena.
—¿Está... ¿Está ella bien?—Preguntó.
—Perdió mucha sangre, pero pudimos salvarla. Si la hubieran traído unos cuantos minutos más tarde no sé qué hubiera pasado.—La casi felina suspiró aliviada al escuchar las palabras pronunciadas.—En cuanto al cachorro... las posibilidades de que sobreviva son muy bajas, pero pudimos evitar que muera, al menos por ahora. No puedo asegurarle nada.
—P-pero, ¿por qué? Glimmer hizo todo lo que nos dijeron, seguimos todas las indicaciones, ¿cómo pudo pasar eso?—Cuestionó, lágrimas bordeando sus ojos.
—Al parecer no lo hicieron. ¿Ha salido su esposa de casa?
—No, ella no ha salido desde hace más de tres meses.—Dijo confundida.
—Según la señorita que la trajo aquí, su esposa se encontraba caminando cerca de un edificio cuando se desmayó. Para ese momento la señora Applesauce ya había presentado pérdida de sangre.—Informó, con la vista fija en sus documentos.—Les daré nuevas indicaciones, pero esta vez procure seguirlas. Su esposa estará internada aquí hasta determinar la salud del cachorro, si es que sobrevive.
La morena se derrumbó en el suelo, devastada, no pudiendo ni queriendo detener las lágrimas que brotaban como el agua de una cascada.
Estaba herida por no haber protegido a su omega otra vez, pero ahora también a su cachorro. Su vida prendía de un delgado hilo, y tampoco era posible saber si podía continuar después. Si lo perdía, ¿qué más le quedaría?
—Todo es mi culpa.—Murmuró. De repente sintió unos brazos envolverla cálidamente y el suave aroma que se había convertido en uno de sus favoritos en poco tiempo.
—No es tu culpa, Catra.—Susurró la rubia de vuelta.
—Pero no pude protegerlos. Soy inservible, no merecía ser alfa de Glimmer ni madre de ese cachorro.—Dijo con la voz rota y la vista nublada por las lágrimas que no paraban.
La rubia suspiró. Tenía miedo de que la morena se alejara por lo que iba a hacer. Adora no era su omega, pero si no hacía algo Catra no se calmaría y un alfa herida no era algo bueno con lo que lidiar, y su esposa la necesitaba.
Por eso, con miedo, soltó sus feromonas en un temeroso intento de calmarla.
Sorpresivamente para ambas, cuando el dulce olor de vainilla y limón llegó a las fosas nasales de la morena, quien se calmó un poco y se aferró a la rubia, extrañada de que no le molestara.
—No es tu culpa.—Repitió la rubia, llevándola hasta el sofá.—Tú solo has tratado de proteger a tu familia. Eso lo sé muy bien. Glimmer tiene suerte de tenerte como su alfa y esposa.—Aseguró con calidez.
—Ojalá tú fueras mi esposa.—Murmuró abrazando a Adora. La ojiazul lo escuchó, pero prefirió no decir nada al respecto.
(...)
Durante más de cuatro horas la morena estuvo aferrada a la omega hasta que logró calmar sus sollozos un poco para ir a la habitación de su esposa, que ya había sido trasladada a la misma.
—¿Te quedarás?—Preguntó antes de salir de la sala de espera.
—Si me necesitas, lo haré.—Catra asintió con una débil sonrisa para luego irse.
Mientras más cerca de la funesta habitación se encontraba, los instintos de la alfa se enfurecían cada vez más. Muchas sensaciones se arremolinaron en su estómago. Se sentía herida, molesta. Pero tenía solo una cosa clara; porque todo era culpa de Glimmer.
Era incapaz de contenerse.
Caminó a paso firme hasta llegar a la habitación de su esposa. Ella la miró sin ninguna pizca de emoción, y eso la enfureció aún más.
—¿No tienes nada que decir?—Inquirió, no obteniendo una respuesta.—¡¿En qué estabas pensando al hacer eso?! ¡Te pusiste en peligro, a ti y a nuestro cachorro!—Gritó furiosa. Ya no le importaba. Había tenido suficiente para entender todo. Cómo era Glimmer en realidad. Era dolorosamente obvio, como si hubiera estado allí todo el tiempo.
Si Glimmer alguna vez la había amado, no duró mucho, y el resto de su "perfecta" vida era mentira. Todo era mentira, y no iba a soportar un segundo más. Si las cosas eran así... si su cachorro iba a morir, entonces todo podía irse a la mierda, no le importaba en absoluto.
—¡¿Qué demonios quieres que responda?!—Rebatió la pelirosa, intentando continuar, pero Catra la detuvo. No iba a repetir lo mismo de nuevo. No iba a escuchar a la de ojos rosas victimizarse, no iba a escuchar nada de lo que tenía que decir. Había tomado una decisión, y la cumplió casi con aterradora tranquilidad.
Ardor, como si quemara. Como si su cuello hubiera sido expuesto a ácido puro. ¿Así se sentía deshacer una marca? La omega se congeló en su lugar por un momento. Ella también lo había sentido. Y despacio, muy lentamente, empezaron a salir palabras de su boca.
—Mira, Sparkles.—Farfulló entre dientes, lo más alto y claro que pudo, maldiciendo internamente por el apodo que salió como si nada. Prometió no volver a hacerlo.—Estuviste a nada de matar a tu hijo.—Reclamó.—Si mi cachorro no sobrevive por tu culpa, esto es el final.—Soltó con el dolor amortiguado en una esquina de su pecho, casi eclipsado por la ira que la movía a actuar.—Y aún si lo hace, no creas que voy a dejar que te quedes con él. Estoy harta de intentar arreglar algo que no rompí sola. Prometiste poner de tu parte. ¿Así es como lo haces?—Cuestionó con una risa amarga.
No era que quisiera reír, solo que ya, ya no sabía qué más hacer.Ya no quería seguir en ese lugar horrible. Quería regresar a los días bonitos, donde nada importaba. Lástima, la suerte nunca estuvo de su lado.
—C-Catra, yo...
—Guárdatelo, ¿quieres?—Dijo poniendo sus ojos en blanco.—Estoy harta de ti, Glimmer.—Espetó, saliendo bruscamente. Hizo una nota mental para tomar todas las cosas de la omega y transladarlas a ese cuarto vacío mientras esperaba que todo terminara.
Después de eso, Scorpia apareció, preguntando si todo estaba bien. La morena le explicó lo que pasaba y la peliblanca no pudo estar más de acuerdo con ello. Le aseguró que la ayudaría en absolutamente todo. Ella se sintió un poco más aliviada.
Entonces llegó Adora, con su clásica torpeza, con un café, donas y una expresión preocupada que ni siquiera intentaba ocultar.
Catra juró que estaba bien, que solo necesitaba descansar, pero no pudo sostener su mentira por mucho tiempo y terminó contándole todo aquella noche, tratando de ignorar el ardor persistente en lo que antes era su marca. La ojiazul también se mostró a favor de la decisión de la morena, diciéndole que lo mejor era esperar.
Solo esperaba, no podía hacer nada. Y eso la frustraba.
A la mañana siguiente estaba de vuelta con las cosas que necesitaría su omega, y mientras salía, se encontró con un rostro peculiarmente familiar.
Ojos helados, vacíos, oscuros y verdes. Facciones ensombrecidas, cabello negro y largo, expresión dura. Vestía un traje, como siempre. Se preguntaba cuántos años realmente tenía, pues se ocupaba en su trabajo desde hacía muchos años.
—¿Weaver?—Cuestionó ella, sorprendida.
—¿No te he dicho que esa no es manera de tratar a tu madre?—Preguntó en cambio. Su voz fría, pero artificialmente endulzada con tono suave le recordaba muchas cosas. Por ella había decidido quedarse. Porque no podía permitir que su descendencia viviera como ella lo hizo cuando era una niña.
—¿No te he dicho que no eres mi madre?—Le respondió, exactamente como la mujer hizo. Antes de que pudiera defenderse, añadió:—¿Qué haces aquí?
Sabía que no había motivos para encontrársela precisamente allí, y dadas sus circunstancias, sabía que venía con un propósito. Lo supo también porque, aunque no sonreía, podía ver ese destello en sus ojos como si lo hiciera, con arrogancia, con superioridad.
—Si quieres que la omega pueda terminar ese embarazo y dar a luz a tu cría, deberías volver a marcarla.—Aconsejó. Pero Catra había tomado su decisión.
La morena sabía lo que había en esas palabras. La razón por la que Weaver había cooperado y apresurado todo, era porque la pelirosa era una omega pura. Teniendo eso en cuenta, era extremadamente raro que alguien en tal condición no pudiera tener hijos, pero aquella cualidad seguía haciéndola mejor a sus ojos para el único propósito que los omegas tenían para ella. Y no, la de ojos bicolor no pensaba así.
—No lo haré. Ni siquiera sabemos si sobrevivirá. Solo vete, ¿quieres? Tu brillante saco de cría está estable, no necesitas saber más.—Sentenció con firmeza. La pelinegra entrecerró sus ojos, pero, al cabo de unos minutos, se fue.
¿Que si se sintió mal por haber dicho lo que dijo acerca de Glimmer?
No. Ni un poco.
Y con ese pensamiento, dejó el hospital.
(...)
—Su cachorro sigue vivo.—Le informó el doctor. Un par de semanas después, finalmente habían estabilizado la situación, según lo que logró entender.—Quizá su desarrollo sea lento, pero sigue aquí.—La morena quiso saltar.
Si era un milagro o cosa del destino, no lo sabía. Pero eso era todo lo que le daba un sentido a su vida. Sonrió, agradeciendo torpemente, sintiéndose extremadamente aliviada, como si hubiera soltado un suspiro que contuvo por mucho tiempo.
Eso fue, hasta que exactamente un segundo después, la realidad le cayó como un cubo de agua fría. Las cosas no iban a arreglarse solo con esa noticia. De hecho, estaban lejos de eso.
La alfa no perdió tiempo, apenas un día después de lo sucedido buscó a su abogada regular, reunieron pruebas suficientes y tenía documentos esperando simplemente para ser firmados. Según Mermista, ella tenía grandes posibilidades de quedarse con su cachorro, y, en cuanto a su divorcio... no sabía si iba a hacerlo o no. Después de todo, su hijo necesitaba a sus madres, juntas.
El solo pensamiento la llenó de escalofríos.
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