El acecho

Pistolas de aire comprimido, katanas, machetes, lanza llamas, rifles caseros de distintos calibres, un par de bazucas lanza objetos, fabricados caseramente. ¿Objetos?.

Sí.

Manel lanza como proyectiles los cierres de la parte superior de las latas que ha ido trayendo y acumulando en casa como si las coleccionara por pura afición. Puede parecer sencillo, pero no lo es. El calibre de los cierres es muy fino, por lo que dispararlos, con una fuerza capaz de realizar algún daño en la presa, es más complicado de lo que parece a primera vista. Debe prensarlas. Todas iguales, más de diez juntas ya toman cuerpo, ya cogen el grosor y el peso correctos para dañar a la presa. Después debe afilarlas, casi cortan y se clavan en la víctima con una eficacia parecida a la de un cutter. Manel adora la caza y por eso caza desde que tiene uso de razón. La cosa es rara, extraña, porque no hay tradición o afición en su familia. Pero a él le apasiona.

Hoy, como cada sábado por la mañana se marcha, armado con sus propias armas, elaboradas en su casa con objetos de lo mas triviales y comunes. Sabe dónde encontrar las piezas más deseables. Comienza el acecho.

Escondido, se le ha echado la noche encima. Espera varias horas, sabe que tarde o temprano le podrá dar caza. Su vestimenta es completamente oscura, incluidos guantes, botas, pasamontañas... Sabe abrir puertas sin problemas, lleva años haciéndolo. De hecho cuando era joven robaba coches para salir de marcha en ellos, pero lo hacía solo, nunca confió en nadie.

La casa está a oscuras. Todos duermen. Silencio. Es un bungalow de las afueras. Y como esperaba, en el segundo piso está la pieza. Lo mira desde una distancia prudencial. Se posiciona. Piernas abiertas, hombros alineados con el bazuca lanzatapas de conserva, mirada penetrante a través del objetivo, armoniosamente construido por él mismo...

Bang!

Sangre. Silencio. El cuello de Noel ha sido reventado de un solo disparo. Las sábanas se empapan en un fluir incesante y carmesí. La carótida es una arteria principal. La muerte es inmediata, aunque sus ojos están asombrosamente abiertos.

Manel observa la escena acariciando el rojizo pelo del muchacho objeto de su deseo.

Minutos antes ha terminado a machetazos con el resto de la familia. No puede cometer ningún fallo. Nunca los comete. Le gusta disfrutar de su momento.

Y vualá, ya puede recoger su trofeo.

La cabeza forma parte de su verdadera colección. Le encanta la taxidermia. La niña de las rubias coletas ya está esperando en el salón, es hermosa, pero este pelirrojo era su trofeo más preciado porque no abundan en demasía. De ahí su nerviosismo. Ahora está tranquilo, sereno, casi le entra un sueñecito de satisfacción cuando, sentado en su sofá, observa las más de veinte cabezas humanas que cuelgan en su pared.

No sabría decir, a ciencia cierta, si disfruta más cazando o disecando. Aunque él, se siente generoso, y piensa en todos nosotros. Algunas partes del cuerpo de Noel, las usará como carne para cocido en la fábrica donde trabaja. Otras, las cocinará y degustará en casa.

Y el lunes, a trabajar.

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