II
Desperté con el aroma del café, alrededor de las once de la mañana en la cama de mi hermana, luego de habernos desvelado tanto hablando la noche anterior.
Abrí las cortinas y ví a mamá y Camila discutir en el jardín trasero. Bajé rápido la escalera para espiar por la ventana de la cocina. Oí a mi hermana decir sollozando:
- mamá no quiero regresar con Miguel. ¿No puedo quedarme aquí?...-.
- hija tienes que volver con él. Piensa en el bebé que esperas. El niño debe crecer con su papá. Es un derecho que no le puedes negar -.
- y ¿qué hay de mí?, ¿Dónde queda mi felicidad?, ¿Dónde quedo yo? -.
Ante la desesperación y frustración de mi pobre hermana mamá con su usual resignación le contestó:
- tu hijo será tu felicidad-.
Me llenaba de rabia ver que mamá le insistiera en aceptar una vida infeliz, después de todo ya no estamos la época de sumisión a la desgracia. Estaba a punto de ir a decirle eso cuando dijo algo que me partió el corazón:
- la maternidad es sacrificio. Yo estuve a punto de dejar a tu padre la primera vez que me enteré de sus engaños. Tu tenías apenas once meses de edad. Sabía que si lo dejaba, sería muy difícil criarte yo sola. Y si me quedaba a su lado al menos podría darte una mejor educación y oportunidades.
¿Acaso no estás agradecida de haber crecido en una casa bonita, haber ido a una buena escuela, incluso la academia de ballet?...-.
Camila se quedó sin palabras. Solo lloraba. Mamá la abrazó fuerte y la despidió diciendo:
- es cierto que tu padre me ha hecho sufrir mucho todos estos años, pero he sido feliz por tu hermana y por tí. Ustedes son mi más grande felicidad. Me olvidé de mí para vivir para ustedes y no me arrepiento en absoluto-.
Ambas se abrazaron y lloraron juntas. Yo corrí a mi habitación sin que lo notaran. Saber lo que realmente sucedía era todo un impacto para mi vida.
Mis padres me habían defraudado. Aquella situación me volvía loca. Poco después entró Camila a mi cuarto y yo me dí la vuelta para que no me viera llorar.
- Melina, sé que estabas espiándonos. No estés triste, así es la vida-.
Me dijo suavemente. Se acercó y se sentó junto a mí en la cama. Pasó su brazo por mis hombros a manera de consuelo, la miré y le dije:
- así que estás embarazada. - pregunté.
- sí. Debí decírtelo antes, ¿cierto? - me sonrió para animarme aún con sus ojos llorosos.
Aunque me sentía afligida y abrumada por todo, esa hermosa noticia me hacía muy feliz y por un momento borró mi tristeza. Nos reímos y nos dimos un gran abrazo.
Entonces mamá vino a anunciar que Miguel ya había llegado y esperaba a Camila afuera para regresar a San Cristóbal. Recuerdo claramente la expresión de mi hermana al oír eso. Como de quién recibe una sentencia de muerte.
Volvería con su esposo a casa. Se resignaría a vivir con un hombre que no la amaba, y que ella odiaba, aceptando una vida insufrible por guardar las apariencias. No podía ni imaginar lo insoportable que eso sería. Era tan triste e indignante.
- ¿no vas a esperar a despedirte de papá?-. Le pregunté.
- No. En realidad no quiero verlo. Además va llegar muy tarde. Está ocupado con "unos negocios". Sabes a lo que me refiero, ¿Cierto?-.
No respondí nada. Porque por primera vez, empezé a entender lo que sucedía en casa. Fue como si una venda cayera de mis ojos.
Esos viajes de negocios para ver clientes...eran mentira y ¡mamá lo sabía! Siempre supo de sus infidelidades y estuvo dispuesta a callar y soportar aparentando ser feliz. ¡Que humillante! Y mi hermana vivía exactamente igual.
Entonces me juré a mí misma que mi vida nunca sería como la de ellas. No tenía sentido renunciar a mi derecho a ser feliz.
Antes de irse, Camila me recordó lo que hablamos en la pasada noche.
- Melina, para mí ya no hay opciones. Mi vida se ha terminado. Pero tú si puedes hacer mucho más con tu vida. Ahora que lo sabes todo no cometas el mismo error que yo -.
Ella insistió en que me lo decía por mi propio bien, porque me amaba y quería que fuera feliz. No podía dudar ni un poco de sus palabras. Sentí su sinceridad y su honestidad al hablarme.
Sabía que las palabras de Camila eran sinceras, pero de vez en cuando me ponía a pensar: ¿y si mi hermana se equivoca aunque sea un poco?, ¿Y si está exagerando todo?, ¿Cómo es eso que el amor no existe?.
Me decidí a preguntarle a mamá. Le conté parte de lo que Camila y yo hablamos. Me aseguró que nada de lo que dijo era verdad, que todo lo estaba exagerando y no debía darle importancia, que era normal que ella tuviera sentimientos encontrados y que estuviera sensible por su embarazo. Me pareció razonable su explicación y no lo mencioné más.
Luego de unos días de terminar mis estudios en el colegio, quise trabajar para ganar mi propio dinero así que conseguí un empleo pronto.
Una señora mayor muy amable, me contrató para pasear un par de perritos adorables: Napi, un french poodle y Bollo, uno de raza pug. Era algo bastante simple, tan solo debía pasearlos tres días por semana en una bonita plaza cercana donde la gente acostumbraba ir a ejercitarse.
Era una calurosa mañana de verano y yo caminaba distraída con Napi y Bollo. De pronto los perritos se fueron corriendo hacia un tipo raro a unos metros delante de mí. Fue tan repentino que solté la correa con el brusco movimiento de los perros. Tuve que correr para alcanzarlos.
El tipo se agachó para recibirlos con los brazos abiertos mientras que los perritos jugueteaban a su alrededor muy contentos.
Desconfiada me acerqué. Me pareció extraño que los perros actuaran así con él. A simple vista solo era un tipo alto, más flaco que un fideo y con raras facciones y una postura un tanto encorvada. Pensé que se parecía a un buitre. Me sonrió y amigablemente se presentó:
- Hola. Me llamo Saúl Martínez. Conozco a estos perritos porque son míos. La señora Lulú para la que trabajas es mi tía.
¿cuál es tu nombre?-.
- Me llamo Melina Herrera. Mucho gusto en conocerte -.
Luego de presentarnos y un apretón de manos, tomó a los perritos en brazos y nos sentamos en una banca cercana bajo un árbol y empezamos a platicar un poco.
Me contó que vivía con su tía, pero que debido a ser ella una señora mayor y enferma, no podía llevarlos a pasear así que buscó a alguien que lo hiciera por ella. No platicamos mucho tiempo pero simpatizamos enseguida.
Él solía ir a correr en esa plaza, así que nos encontramos varias veces. Se convirtió en rutina hablar un poco cada vez. Cada día hablábamos más, yo paseaba menos a los perros y él se ejercitaba menos tiempo.
Cómo disfrutaba nuestras conversaciones sobre sus viajes, mis proyectos, y la vida. Al cabo de unos meses nos hicimos amigos.
El punto sin retorno surgió el día en que discutíamos nuestros gustos sobre películas. Le comenté que odiaba las películas románticas. Él no podía creer que a una chica no le gustara el romanticismo. Con toda incredulidad me cuestionó:
- a todas las mujeres les gusta el romanticismo, los príncipes y esas cosas, dime ¿porqué a tí no? -.
Saúl me miraba con mucha curiosidad esperando respuesta. ¿Qué debía decirle?, ¿La verdad o una mentira?.
Todas las personas a las que les contaba mi opinión me consideraban una loca amargada y se alejaban de mí. Temía que Saúl hiciera lo mismo. Sin embargo lo más importante era que un amigo me aceptara como soy.
Me arriesgué revelándole mi idea de que el amor no existe. Le comenté que el amor es un sentimiento temporal del que no puede depender la felicidad o el futuro. Que es inevitable que el amor tarde o temprano se convierta en odio. Por eso era mucho mejor vivir para uno mismo, cumpliendo los sueños que uno tenga.
Saúl me miraba mientras escuchaba con toda atención cada palabra mía. Se quedó callado por unos eternos segundos en los que deseaba a morir una reacción favorable. Rompí el silencio diciendo:
- crees que soy una loca amargada, ¿Verdad?-.
- "No. Para nada creo eso. Es que me sorprende encontrar a alguien que piense igual que yo. Siempre me sentí raro por pensar así. Pero veo que no soy el único"-.
Escuchar eso fue una verdadera sorpresa. No me lo esperaba. Al fin conocía alguien compatible a mis ideas que no me juzgara como una rebelde radical. Ahora estaba más interesada en saber el porqué de su opinión. Así que ansiosa le pedí que me contara más sobre eso.
- "yo creo que el matrimonio también es un error para los hombres porque impide que sean felices. Casarse significa trabajar como esclavo todo el día todos los días. Estar cansado y fastidiado de la rutina. Pero sin salida ni más opción que eso. Y ¿dónde queda la libertad?, ¿Dónde quedan los proyectos y viajes?, ¿Dónde queda la diversión?, ¿Cómo podría alguien ser feliz al renunciar a su vida de esa forma?"-.
- ¡exacto!. Estoy de acuerdo-. Concordé con él.
Nos miramos sorprendidos y reímos juntos. Éramos los amigos ideales. Encontrar a alguien que te complemente de esa manera tan perfecta era algo simplemente divino.
Me encantaba pasar tiempo juntos. Contaba los días para vernos. Nos gustaba mucho ir a correr y pasear en la plaza o montar la bicicleta. Otras veces íbamos al cine o tomar un helado.
Nos divertíamos como niños y nos reíamos del amor y de los enamorados que veíamos en las calles. Esa tontería del amor destruiría sus vidas pero a nosotros no nos pasaría eso y nos sentíamos orgullosos de que así fuera.
Casi cuatro meses pasamos juntos sin darnos cuenta. Y llegó el momento de tomar una decisión. Me pregunto aún después de tantos años si tomé la decisión correcta. De todas formas ya no hay nada que pueda hacer al respecto. Aún si me arrepiento el tiempo no puede volver. En ese tiempo de juventud no sabía lo que ahora sé:
El amor es una trampa de dos caras.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top