XXXV. STUCK IN THE MIDDLE.

GENEVIEVE.


-La limusina nos espera fuera -me informó Bonnie, dando brinquitos sobre la punta de sus zapatos de tacón de aguja de quinientos dólares.

Había llegado el día de mi fiesta no tan sorpresa como Bonnie hubiera querido y mi mejor amiga se había presentado puntualmente en mi casa para comenzar con el ritual que siempre hacíamos cuando teníamos pensado salir; Bonnie había traído consigo un armamento de maquillaje para poder ponerme a punto. Mi mejor amiga había elegido para la ocasión un atrevido mono de color negro y con un pronunciado escote en forma de pico y se estaba mirando en el espejo desde distintos ángulos para ver si le favorecía o no; yo, por el contrario, había encontrado en el fondo de mi armario un vestido de color crema que me pareció el adecuado.

Estaba inclinada sobre el espejo, tratando de hacerme una raya más o menos decente, cuando vi que Bonnie me miraba fijamente; apenas unos momentos antes me había dicho que la limusina estaba allí y estaba dándome toda la prisa posible para que no llegáramos tarde.

-¿Crees que ha llegado el momento de confesarme qué es lo que te pasó ese fin de semana tan misterioso que pasaste con Dios sabe quién? -inquirió Bonnie, mirándome fijamente.

El lápiz de ojos se salió debido al espasmo que me dio en la mano por aquella pregunta tan directa. Bonnie sonrió con satisfacción y se acercó para quitármelo de las manos y coger un poco de algodón para arreglar el estropicio que yo solita había montado; le dejé hacer, ya que no sabía muy bien cómo comportarme. ¿Cómo había conseguido adivinar que no había sido Patrick la persona con la que había estado?

Obedecí cuando Bonnie me dijo que cerrara los ojos y contuve el aire mientras buscaba una excusa creíble que darle. Odiaba tener que mentirle, pero no creía que Bonnie viera con buenos ojos lo que estaba ocurriendo en realidad.

-Soy tu mejor amiga -me dijo, hablando con seriedad mientras pasaba el algodón sobre mis ojos-. Sabes que jamás en mi vida iría contando tus cosas.

Se me escapó un suspiro.

-Es difícil de explicar -le confesé sin entrar en muchos detalles.

Escuché a Bonnie chasquear la lengua.

-Vamos, Vi -me animó-. Te prometo que no me escandalizaré.

Bonnie era mi mejor amiga. Siempre había estado en cada paso importante que había dado en mi vida, al igual que yo para ella; no podía negar que me había separado de Bonnie en estas últimas semanas debido a que mis padres habían insistido en que saliera con Patrick, pero ella no me lo había reprochado. Ahora me estaba comportando como una auténtica desagradecida al callarme algo que Bonnie tenía que saber porque, en el fondo, ella era la única que me comprendería.

Yo había estado allí cuando el antiguo novio de Bonnie le había hecho tanto daño.

Ella no me abandonaría ahora, si le contaba mi historia, ¿verdad?

Le pedí a Bonnie que dejara las cosas y abrí los ojos, tomando una decisión. Mi mejor amiga me miró con un brillo de confusión, creyendo que había sucedido algo realmente malo.

Pero no me dio oportunidad porque Michelle irrumpió en mi baño en ese preciso momento con su sudadera favorita y un moño improvisado. Me quedé sorprendida de verla así, ya que creía que iba a acompañarnos.

-Mamá me ha pedido que os dijera que es hora de marcharos -nos explicó a ambas y yo la miré con desconcierto.

Aún seguía sin poderme creer que mi hermana hubiera decidido no asistir a mi fiesta de cumpleaños y, más aún, que no me hubiera dicho nada; miré a Bonnie, que parecía tan descolocada como yo, y me aclaré la garganta.

-¿No... no vas a venir? -pregunté, tragando saliva.

Tenía la sensación de que no me iba a gustar lo que iba a escuchar y el gesto de culpabilidad que puso mi hermana tampoco ayudó mucho. Después de haberse desahogado conmigo, de haberme contado que estuvo saliendo un tiempo a escondidas con Kendrick, nuestra relación había mejorado e incluso había llegado a salir en alguna ocasión con alguna compañera de trabajo; la Michelle huraña y ermitaña que había sido estos últimos años parecía estar desapareciendo, devolviéndome a mi hermana.

Sin embargo, aquel gesto por su parte me estaba demostrando que la Michelle encerrada en sí misma estaba poniendo trabas para desaparecer por completo.

-Me han surgido unos asuntos a última hora -me explicó Michelle y parecía arrepentida de no poder venir-. Pero Teo podría asistir en mi lugar...

Se me formó un nudo en la garganta al escuchar a mi hermana. Bonnie, que se mantenía a mi lado, percibió mi inquietud y se encogió de hombros imperceptiblemente mientras componía una de sus mejores sonrisas. Ella era la única que conocía el temor que sentía hacia mi primo por todo lo que me había hecho.

-Debo reconocer que me dolió en lo más profundo que no se me invitara a la fiesta -nos interrumpió la voz de Teobaldo desde la puerta.

Contuve un gemido mientras mi primo se nos acercaba y nos repasaba con la mirada a todas; Michelle le devolvió la sonrisa antes de girarse hacia mí, con una mirada suplicante. Me estaba pidiendo que dejara que mi primo ocupara su lugar en mi fiesta; estaría cerca de mí y no estaba muy segura que pudiera salir algo bien teniéndolo en el mismo recinto en el que yo me encontraba.

Sin embargo, no podía oponerme porque, de hacerlo, tendría problemas con mi familia. Y eso es algo que Teobaldo tenía presente.

Al ver que no decía nada, Bonnie decidió tomar el relevo en la conversación:

-Bueno, cuantos más mejor -opinó, sin perder la sonrisa.

Teobaldo le dedicó una de sus mejores sonrisas. Esa sonrisa que usaba siempre que conseguía salirse con la suya.

-Estupendo. Tengo la sensación de que va a ser una noche inolvidable.

Le mantuve la mirada mientras lo decía.

Bonnie se encargó de relajar el ambiente cuando cerramos la puerta de la limusina. Me había despedido de mi familia y había sido consciente de las miradas y mensajes ocultos que iban dentro de las palabras de mis padres; Michelle, por el contrario, me había abrazado con fuerza y se había disculpado por haberme dado plantón.

Teobaldo había decidido salir antes que nosotras, en su Ferrari, y no pude evitar sentirme inquieta por ello.

Sin embargo, Bonnie comenzó a hablar sobre cómo había quedado al final todo y en lo emocionada que estaba con la fiesta; le había enviado antes un mensaje a R diciéndole dónde iba a ser la fiesta y él me había asegurado que allí estaría. No podía evitar sentirme un tanto inquieta ante el panorama que se me presentaba: una fiesta donde estarían Patrick, R y Teobaldo.

Estaba atemorizada por las cosas que pudieran salir mal en aquella noche.

Bonnie llamó mi atención dándome un par de palmaditas en el muslo. Sonreía abiertamente.

-Aún no me has dicho con quién pasaste este fin de semana -me recordó, alzando ambas cejas en un gesto bastante elocuente.

Me mordisqueé el labio inferior con indecisión. Antes tenía bastante claro que Bonnie debía saber toda la verdad, pero aquella limusina no me parecía el escenario apropiado para desembucharlo todo; ¿quién no podía asegurarme que alguien pudiera escucharlo todo y fuera contándolo por ahí?

Solté un suspiro.

-No me siento cómoda hablándolo aquí -respondí, esperando que captara la indirecta.

Los ojos de Bonnie resplandecieron con interés y un poco de decepción, pero no insistió en el tema; en su lugar comenzó a hablarme sobre los planes que podríamos hacer en aquel fin de semana si no tenía planes con Patrick. Lo había visto en aquella semana un par de días y, con la excusa de que tenía que estudiar en grupo, había conseguido escabullirme de mis padres y de Patrick para estar con R en su apartamento.

La limusina se detuvo y un chico ataviado con un elegante esmoquin negro nos abrió la puerta con una reluciente sonrisa; Bonnie, al parecer, se había guardado un par de detalles para sí misma y me quedé perpleja cuando vi una alfombra plateada y un grupo descomunal de fotógrafos ocupando ambos lados, disparando sus flashes y casi cegándome con ellos.

Bonnie fue la primera en salir de la limusina con su mejor sonrisa y yo la seguí, imitándola. Toda mi vida había sido así, mi madre nos había enseñado bien cómo debíamos comportarnos en público y todo aquello me salía de manera mecánica; saludé a la multitud congregada y acepté de buena gana el brazo que me tendía otro chico que había aparecido de la nada.

Avanzamos hacia la entrada del local que había alquilado mi amiga y Bonnie se despidió de aquella conglomeración con un pícaro guiño que quedó inmortalizado por la mayoría de las cámaras; yo, por mi parte, agradecí en mi fuero interno haber alcanzado la entrada y su bendita oscuridad. El portero nos reconoció a primera vista y nos tendió automáticamente un par de antifaces plateados mientras que nos abría las puertas.

El interior estaba más lleno aún. La gente se movía al ritmo de la música mientras las luces estroboscópicas iluminaban pedazos de carne descubierta, creando un efecto un tanto mareante; Bonnie me guió hacia la plataforma que había sobre la pista de baile y que estaba casi vacía a excepción de Patrick y de alguno de sus amigos. Me obligué mentalmente a soltar un chillido de emoción y ordenaba a mis piernas que se pusieran en marcha para lanzarme a los brazos de Patrick.

Mi novio me estrechó contra su pecho mientras depositaba un tierno beso en mi sien. Olía a humo y un poco a alcohol, por lo que supuse que llevaba aquí bastante rato; Bonnie les dirigió a todos un tímido saludo y llamó a voces a una de las camareras para que nos pusiera algo de beber.

Tal y como me había prometido, todo el mundo allí llevaba una máscara igual que la nuestra. Me asomé hacia la pista, tratando de descubrir a R si decidía aparecer; él me lo había prometido y, el último día que nos habíamos visto, me había asegurado que no pensaba faltar.

La zona en la que nos encontrábamos estaba poco concurrida y, por lo que adiviné, con un acceso un tanto restringido. La camarera volvió con una bandeja llena de distintos tipos de combinados y los depositó sobre la mesa mientras nos dedicaba una servicial sonrisa.

-Estás preciosa -me susurró Patrick al oído, cogiéndome por la cintura.

El antifaz plateado le quedaba estupendamente y sus ojos castaños parecían realzados con el color plata; la música tronaba por todo el local, al igual que el gentío que se había congregado ahí abajo. Jamás me hubiera llegado a plantear que tuviera tantos amigos, pensé con ironía.

Le sonreí a Patrick.

-¡Eh, allí está la cumpleañera! -gritó una voz femenina y me giré como un resorte.

Tuve un acceso de náuseas cuando vi a una provocativa Elsa Brooks, enfundada en un trozo de tela que apenas cubría su piel, que me saludaba con efusividad desde el otro lado. Iba sola, lo cual no supe cómo interpretarlo.

Cogí a Patrick de la mano y me acerqué hasta donde se encontraba. Bonnie me había pedido con la mirada al pasar junto a ella que me portara bien, y eso es lo que iba a hacer. Todavía no había olvidado cómo se había jactado de lo que había estado haciendo aquel sábado por la noche, cuyas palabras aún hacían que mi sangre hirviera.

Esbocé una sonrisa lo más falsa posible y ésta se vio atenuada cuando comprobé el repaso que le daba a Patrick, que estaba a mi lado.

Solamente le faltaba relamerse como una loba hambrienta.

-¡Elsa! -exclamé, infundiendo en mi voz un creíble tono de sorpresa.

Mi rostro se congeló cuando vi a cámara lenta cómo subía hasta allí mi primo Teobaldo. Caminaba de manera perezosa, sabedor que atraía las miradas de todas las féminas que le rodeaban; sus ojos castaños me observaron con malicia antes de desviar la mirada hacia Elsa, que aún no parecía haberse dado cuenta de su presencia.

Sin embargo, cuando lo hizo, sus ojos se abrieron como platos y entonces sí que se relamió el labio inferior mientras ponía en marcha su plan de caza. Me recordé que tenía que seguir con aquella farsa, fingiendo estar encantada con la presencia de aquellos dos allí, y recuperé la sonrisa antes de que alguno de ellos se percatara que eran personas non gratas en mi fiesta.

Y en mi vida, en general.

-¡Teo! -lo saludé y, entonces, caí en la cuenta de que podría deshacerme de aquellos dos a la vez si sabía cómo jugar mis cartas-. ¿Conoces a Elsa Brooks?

Elsa, que seguía muda debido a la sorpresa, se recuperó cuando escuchó que pronunciaba su nombre; sonrió pícaramente y parpadeó con coqueteo, tratando de llamar la atención de Teo. Mi primo, por el contrario, parecía tener la cabeza en otra parte...

-No, no tengo el placer de conocerla -respondió tras unos segundos en silencio. Cogió la mano de Elsa y le besó el dorso con una sonrisa aduladora; eran tal para cual-. Aunque espero que, tras esta noche, nos conozcamos mejor.

Aquello me pareció una insinuación de lo más clara sobre las formas en las que querría conocerla. Miré de reojo a Patrick, que seguía a mi lado, y caí en la cuenta de que aún no se lo había presentado.

-Patrick, éste es mi primo... Teobaldo -pronunciar su nombre me supo amargo, casi como hubiera chupado un limón o me hubiera tragado su zumo en litros.

Los ojos de mi primo se estrecharon cuando Patrick le tendió una mano amistosamente y sonriéndole con amabilidad. Esperaba que Teobaldo no lo convirtiera en otro de sus objetivos, aunque jamás haría nada contra Patrick: tenía bastante claro que mi relación con Patrick era el conducto que necesitaban para conseguir más poder.

Su avaricia no parecía tener final.

-Es un placer conocerte -comentó Patrick.

Un segundo después, el rostro de Teo se iluminó con una amplia sonrisa viperina y tuvo la osadía de abrazar a Patrick como si fueran hermanos; procuré que no se me notara el desagrado que me daba aquella actitud tan falsa por parte de mi primo pero, en el fondo, yo no era mejor que él.

Aquella certeza me quemó por dentro como si tuviera fuego corriendo por mis venas. Tanto mi primo como yo no éramos reales, cada uno nos comportábamos tal y como nos exigía nuestra familia. Sin ir más lejos, la relación que mantenía con Patrick era un simple juego en el que me había visto inmersa por ser un importante peón para mi padre y sus planes de futuro.

Elsa miró por encima de su hombro con un mohín descontento y luego volvió a adoptar ese aire coqueto que estaba utilizando para tratar de atrapar a Teobaldo entre sus garras pintadas de granate. El problema estaba en que Teobaldo parecía estar haciendo lo mismo con ella.

-Has conseguido un buen partido, Patrick -lo aduló mi primo y, en el fondo, aquello iba con segundas intenciones. Dirigidas hacia mí.

Patrick invitó a ambos a que se quedaran con nosotros un rato más mientras el resto de invitados disfrutaban de todos los lujos allí abajo; me desplomé al lado de Bonnie con un bufido de indignación y observé a Patrick cómo incluía en la conversación a Teo y a Elsa, que parecía encantada de estar tan pegada a Teobaldo.

-Los odio -le aseguré a Bonnie, sin despegar la mirada de aquellos dos-. Los odio tanto...

Mi amiga se encogió de hombros, aburrida, mientras yo alcanzaba otro combinado de la mesa y le daba un sorbo largo. Patrick parecía bastante cómodo con la presencia allí de esos dos y sus amigos tampoco parecían tener problema alguno; incluso Bonnie los toleraba bastante bien.

Aquello me estaba poniendo enferma, así que decidí salir del reservado para poder darme una vuelta por la planta de abajo. Además, tenía ganas de comprobar si R había decidido venir o no.

Le mentí a Bonnie diciéndole que iba al baño y me escabullí de aquel reservado sin tan siquiera llamar la atención de Patrick, Elsa o Teobaldo. Bajé las escaleras apresuradamente, notando cómo el ambiente que reinaba allí abajo me envolvía y no pude evitar sentirme un poco... frenética. ¿Y si R no venía? ¿Y si no lograba verlo en toda la noche?

Me dirigí hacia la zona de la barra, esquivando invitados y respondiendo con sonrisas a sus comentarios o alabanzas; sabía que aquella fiesta iba a ser el tema de conversación de mucha gente en las próximas semanas y, el hecho de que Patrick estuviera allí conmigo, haría que todo Bronx estuviera al tanto.

Se me escapó un suspiro de alivio cuando me senté en uno de los taburetes y dejé vagar la mirada por la pista de baile; cuerpos sudorosos y destellos de algunos vestidos formaban una danza caótica y sugerente que me invitaba a unirme a todos ellos como si fuera el canto de una sirena.

¿Dónde demonios se había metido R?

El barman se me acercó en varias ocasiones para ver si quería algo y, en todas ellas, la respuesta fue la misma: un Martini.

No tenía ni idea de cuántos había llegado a digerir mientras esperaba a R cuando noté que alguien me daba golpecitos en el hombro; ladeé la cabeza y mi boca se curvó en una amplia sonrisa.

R también sonreía, pero me hizo una seña para que me mantuviera en silencio y me cogió por la muñeca. Empezamos a movernos entre la multitud, atravesando la pista de baile hasta los baños; era imposible que alguien del reservado pudiera vernos allí y todos con los que nos habíamos cruzado que podían habernos reconocido estaban demasiado borrachos para poder recordarlo siquiera.

Estaba segura que aún tenía esa sonrisa de idiota y que R estaba disfrutando de todo aquello. Por un segundo, mientras me tomaba otro Martini, había llegado a creer que no aparecería... que habría vuelto a las suyas, olvidándose por completo de mí.

Pero me había equivocado...

Y yo notaba que estaba flotando en una nube.

-Has venido -dije y la voz me salió pastosa.

Incluso el suelo parecía haberse vuelto irregular. O quizá era a causa de los zapatos de tacón que había escogido para esta noche.

R me miró con el ceño fruncido, alertado por mi tono de voz, y yo imité a Elsa, batiendo las pestañas con coquetería.

-¿Cuánto has bebido? -me preguntó.

Hice un aspaviento con la mano y se me escapó una risita involuntaria.

-Perdí la cuenta -respondí.

Cerré la puerta del baño con el pestillo y me lamí el labio inferior, imitando de nuevo a Elsa; la camisa que llevaba R le quedaba como un guante, al igual que los vaqueros... y todo en general.

Noté un calor en el vientre que conocía bastante bien y me acerqué al borde del lavamanos para apoyarme en él para cruzarme de piernas de manera seductora, o eso esperaba. R me observaba con los ojos brillando de diversión, pero no hizo ningún ademán de acercarse a mí.

Y yo lo quería pegado a mi cuerpo en aquellos momentos.

Hice un mohín.

-¿No vas a felicitar a la cumpleañera? -le pregunté.

R sacudió la cabeza con una media sonrisa y finalmente cedió a mis deseos; se acercó hasta donde yo me encontraba apoyada y bajó la cabeza para que pudiéramos besarnos. Tuve que ponerme de puntillas para lograr alcanzarle, pero cuando lo conseguí me sentí en la gloria.

Pasó sus manos por mi nuca para ahondar en el beso y yo me decanté por su camisa. Mis dedos se mostraban bastante torpes para lograr desabrocharla y R tampoco parecía hacer mucho por la labor.

Gruñí de frustración.

-No vamos a hacerlo aquí -me aseguró R, separándose de mí para devolverlo todo a su sitio-. Y aún menos en tu estado.

Me enfadó muchísimo que se negara a hacerlo y que me acusara de estar borracha. Me crucé de brazos como si fuera una niña pequeña y fulminé con la mirada a R, que parecía estar bastante entretenido en abrocharse los pocos botones que había conseguido desabrocharle, y no me miraba para nada.

La negativa me picaba en lo más profundo de mí y no pude controlar lo que salió de mi boca a continuación:

-No puedes acostarte conmigo aquí pero con Elsa Brooks no pusiste tanto reparo, ¿eh?

La cabeza de R se alzó de golpe y vi que en sus ojos había miedo... y arrepentimiento. No pude evitar sentirme dolida y traicionada a partes iguales; me resultaba atroz que el comentario que había hecho Elsa en la Academia hubiera resultado ser cierto y que la persona con la que había estado R había sido ella...

Cuando aquello había sucedido entre ambos R y yo no estábamos técnicamente juntos... pero R había estado en la obligación de ser sincero conmigo. Me lo había prometido.

-¿Cómo te has enterado? -fue lo único que se le ocurrió decirme.

Una nueva punzada me atravesó cuando vi que R no lo había negado.

En su mirada había arrepentimiento... ¿pero de qué? Escondí la cara entre las manos sintiendo un enorme bajón por todo mi cuerpo. En mi cabeza se sucedían imágenes de lo que había podido suceder entre ellos aquella noche.

-Lo hice por despecho -escuché la voz de R-. Lo hice pensando que tú estabas haciendo lo mismo con Patrick y no podía soportarlo.

»Pero no significó nada.

Ni siquiera lo último que había dicho consiguió hacer que me sintiera un poco mejor. Mi respuesta estaba siendo desproporcionada, pero en aquellos momentos toda la energía y positivismo que había reunido en toda la noche se habían evaporado.

Cogí aire una y otra vez mientras me instaba a que dejara de comportarme como una cría y afrontara las cosas de cara; me había prometido a mí misma confiar en R y lo que había sucedido entre Elsa y R no conseguiría hundir lo que había conseguido.

No me lo permitiría a mí misma.

-No quiero perderte -prosiguió R y cuando lo miré parecía desolado.

Inspiré, tomando una decisión.

-Sácame de aquí -le pedí.

En este ambiente no podía pensar con claridad y el baño había comenzado a hacerme sentir claustrofobia; R me miró durante unos segundos para después tenderme la mano. Me la quedé mirando antes de decidir aceptarla.

R me condujo hacia la puerta y la abrió de un solo movimiento. Se me escapó un gemido ahogado cuando vi a mi primo al otro lado, apoyado cómodamente en la pared y con una sonrisa de victoria.

Los ojos de Teobaldo me taladraron cuando se clavaron en los míos.

-Vaya, Genevieve -empezó, paladeando cada palabra que pronunciaba y vertiendo veneno en cada una de ellas-, no sabía que te hubieras convertido en una puta -miró con desagrado a R-. Ah, perdón: en su puta.

Mis manos se cerraron en el aire al intentar detener a R, pero él ya se había abalanzado sobre Teobaldo, dispuesto a borrarle esa sonrisa de engreído y a hacerle tragar todo lo que me había dicho.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top