31. No estoy loco
Sparks - Coldplay
13 de mayo, 2011
Kosuke
No es que tuviera todo meticulosamente preparado para este día, claro que no. Para eso, tendría que estar loco.
¡Joder, qué coincidencia!
Déjenles a los maniacos la tarea del romanticismo.
A las ocho en punto, estoy fuera de la casa de Darla, de traje y corbata, como prometí. Ella y su vestido largo de color negro no decepcionan. Es la criatura más hermosa y no acepto discusión.
Su pálida piel hace un bello contraste con la tela que se ciñe a su cuerpo de forma sutil, lo suficiente como para quitarme el aliento. La delicada manera en que las ondas de su cabello acompañan cada curva es increíble y, sin duda alguna, el hoyuelo solitario en su mejilla es la razón por la que me levanto todos los malditos días.
Cuando la saludo a ella y a su abuela, que me esperaban detrás de la puerta, le entrego a Darla el ramo de lisianthus rosados que le tengo de regalo. Enseguida descubro que combinan perfecto con el tono con el que se tiñen sus pómulos con la vergüenza.
La de ojos verdes le entrega las flores a quien me ha dicho que es Emily, su niñera y ahora ama de llaves. Aprovecho ese minuto para preguntarle a su abuela si puedo hablar con ella en privado.
Díganme anticuado, pero si quiero que hoy sea perfecto, debo contar con la aprobación de la persona más importante para Darla. Por ello, me aseguro de articular bien mis palabras.
La mujer nota que estoy nervioso y es raro, ya que no parece conmovida por ello y, a la vez, sus modales aristócratas me inspiran seguridad para hablar. Sin duda que es una persona enigmática.
—Espero que sepas lo que haces, Kosuke —dice Sophie Lefevre, cuando estamos a solas en la terraza, ante la mirada inquisitiva, pero lejana de su nieta—. Porque quiero que tengas claro que yo sí sé quién eres tú, querido.
Suspiro.
—Claro —respondo, con un leve asentimiento, dándole a entender que soy consciente de las implicancias de su insinuación. Sé que la familia Leloquetier es considerada casi nobleza en Canadá y que los padres de Darla invierten más dinero del que yo podría deletrear. Por lo tanto, es obvio que investigarme para ver si tengo antecedentes criminales (o de cualquier otro tipo) debió ser lo primero en su lista cuando estuve en su radar—. Yo también sé quién es usted.
—Perfecto. Te escucho, entonces, corazón.
—Quisiera pedir su aprobación para salir con Darla, señora Lefevre —señalo, con seguridad—. Créame cuando le digo que intenté esperar el mejor momento. Sé que no soy la persona más confiable y que su nieta merece muchísimo más.
—¿Mucho más que un paciente psiquiátrico?
El tono de su pregunta, extrañamente duro, pero conciliador, no me intimida. Al contrario, es como si ella no diera crédito de lo que acabo de señalar sobre mí mismo, pero también entendiera perfectamente la razón de mis aprensiones y quisiera ponerlas sobre la mesa: igual de absurdas que preocupantes.
—Muchísimo más —repito.
—Oh, cielo...
—No se preocupe. De verdad que no —pido, ofreciéndole una sonrisa—. Sé que cualquier informe médico o académico que haya visto no me define como persona. Lo menciono únicamente, porque quiero que sepa que no me escondo, ni estoy intentando tapar el sol con un dedo. Sé cuáles son mis carencias.
"Pero también conozco mis fortalezas" continúo. "Y si hay algo que le puedo asegurar es que nadie va a querer a su nieta como yo. Por eso, quiero pedirle que sea exigente conmigo. No me deje fallar... Yo le prometo que, después de todo lo que Darla ha pasado, la cuidaré con mi vida".
La elegante mujer me coge ambas manos y, sin abandonar su garbo, me sonríe.
—Cuento contigo, entonces —dice, acariciando con naturalidad una de las cicatrices que tengo en mi mano. Llevo mi mirada hacia su tacto y cuando vuelvo a su rostro, la abuela de Darla parece conmovida—. Con tu vida.
—Estoy haciendo una promesa grande, lo sé —contesto.
—¿Por qué tengo la impresión de que estoy accediendo a mucho más de lo que en realidad estás pidiendo, Kosuke?
—Porque usted, al igual que su nieta, es muy aguda.
De hecho, la manera en que me suelta las manos para cubrirse la boca y reprimir la risa que le causa mi comentario, me recuerda mucho al mismo gesto que hace Darla.
—De acuerdo —señala Sophie—. Sin embargo, no te demores tanto en cerrar el siguiente trato, cariño. Yo no me estoy volviendo joven y me gustaría llevar a mi nieta al altar.
—Delo por hecho.
Le doy un apretón de manos solemne, pero ella lo interrumpe con un abrazo que me toma por sorpresa.
—Cuida de mi niña, Kosuke.
***
Unas horas más tarde, luego de haber ido al ballet a ver una presentación de Romeo y Julieta que estaba en cartelera, caminamos de la mano por el Boston nocturno. Lo ideal sería que pudiera conducir, pero no es hasta el próximo mes que mi equipo médico evaluará si estoy preparado para tal responsabilidad y renovar la licencia. Así que ajusto el plan a una misma zona.
La llevo a cenar y ella se muestra receptiva a mi manera de abordar la velada, ofreciéndole siempre opciones claras y soluciones inmediatas, cuando veo que algún pensamiento la pone ansiosa. Creo que he aprendido a descifrar la forma en que ella trata de enmascarar las cosas que le preocupan y eso me hace sentir victorioso.
Cuando se da cuenta de que el restaurante al que la traje, permite que cada persona arme su plato y lo decore a su antojo, veo cómo sus hombros se relajan notoriamente y apunto mentalmente cada detalle, cada aspecto que le permite relajarse y ser ella misma, sin el temor a que sus compulsiones la invaliden a mi lado.
Sé que es posible que no sea capaz de cumplir con esta intención el cien por ciento de las veces, pero eso no quiere decir que voy a dejar de intentarlo. Sé de primera mano lo que es mirar a tus seres queridos, en medio de una crisis, y darte cuenta de que tienes que consolarlos a ellos porque ves en sus rostros la dolorosa frustración de no poder ayudar. Y no quiero que Darla se sienta así, no deseo que ella reprima lo que le aqueja por temor a que no la entenderé.
Porque, aunque no entienda los aspectos subterráneos, ni los contrastes de su personalidad, estoy dispuesto a amarlos.
¿Acaso no lo hago ya?
Instantes luego de terminar la comida, retomamos nuestra caminata de la mano y la invito a pasar a un bar, conocido por tocar música en vivo y tener karaoke. Darla acepta, sin importarle lo lleno que está el recinto, ni que estamos demasiado elegantes para un sitio de estas características.
Charlamos por lo que parecen las horas más increíbles de mi vida. La observo beber champaña, sonrojándose cada vez que las burbujas le cosquillean los labios y la nariz. Se ve cómoda y muy feliz, lo cual termina de darme el empuje que necesito para lo que tengo planeado a continuación.
Una de las meseras pasa, preguntando si nos apetece anotarnos para cantar una canción y Darla se niega, pero cuando la chica se dirige hacia mí, sus ojos casi se salen de sus órbitas.
—¿Kosuke Uchiha? —inquiere. Se me hiela la espalda unos instantes, porque no sé de dónde diablos la conozco, si me pregunta. No obstante, la mesera se apresura a agregar—: Eres el Ko de los Dark Wolves, ¿verdad?
—Ah. Sí. —Vaya. Había olvidado esto de que te reconozcan en público—. Hola.
Ella sonríe.
—No puedo creerlo, de verdad eres tú. ¿Vas a cantar?
Asiento y busco en el catálogo en sus manos la canción que quiero. Cuando se la indico con la mano, la mesera suelta un chillido y mira a Darla con una expresión de anhelo. Antes de retirarse, me pide que le firme el delantal con su sharpie.
—Siento que tengo que ponerme al día con tu banda —indica la de ojos verdes, haciendo un puchero—. Es una herejía que todavía no los haya visto tocar en vivo.
—Pronto volveremos a los conciertos. Estaré encantado de llevarte a alguno.
Antes de que pueda responder, la mesera vuelve con un micrófono, es decir, mi señal para ir al escenario. Le doy a Darla un casto beso en los labios y me dirijo a la tarima al fondo del local.
Cuando la banda encargada me da el tempo y los primeros acordes de Sparks de Coldplay, me aseguro de afianzar el contacto visual entre la única chica que amaré por el resto de mi vida y yo.
Me percato de que, mientras canto, otras personas me reconocen y sacan sus teléfonos para grabar. No me distraigo, porque el único foco que realmente importa es Darla y la emoción dibujada en sus ojos. La misma que siento yo en este momento tan crucial.
My heart is yours
It's you that I hold on to
Yeah, that's what I do
And I know I was wrong
But I won't let you down
(No, yeah, I will. Yeah, I will.)
Intento transmitir lo mismo que sentí cuando, en medio de la desesperanza, mis ojos se encontraron con los suyos en medio de la improbabilidad de un hospital psiquiátrico. Trato de demostrarle que, al igual que ese día, no he sido capaz de mirar a otro lado cuando ella entra a la habitación.
O a mi corazón.
Una hora más tarde, cuando el taxi nos deja nuevamente fuera de su casa, saco la caja de color vino tinto que tuve guardada desde el inicio en el bolsillo interior de mi chaqueta.
Cuando se la ofrezco, la expresión de sus ojos me encandila.
—Te atrapé —dice, visiblemente tocada por el vino espumante que tomó durante la cena y el karaoke—. Me estás sobornando, Ojos Violeta.
—¿Eso crees?
—¡Más obvio imposible!
Doy un paso hacia ella.
—¿Y está funcionando? —pregunto, enarcando una ceja.
Darla entrecierra los ojos y frunce la nariz. Es tan adorable, maldita sea. No obstante, por más ganas que tengo de besarla, le doy el espacio de que abra mi regalo sin interrupciones.
Los dedos le tiemblan un poco y cuando extrae la pulsera de plata con el dije de una crayola, soy yo el nervioso. Me muerdo el labio, jalando el piercing mientras espero su reacción.
—Es... Bellísimo —murmura.
—Para que recuerdes que da igual las veces que falles, yo siempre estaré para recordarte lo valiosa que eres.
Intento permanecer sereno y le ayudo a ponérsela en la muñeca derecha. Juntos, solo con la iluminación artificial de las imponentes farolas de la entrada a la propiedad de su familia, observamos la manera en que luce la delicada joya en su piel.
Con la emoción contenida, acerco mis labios a su mano y la beso.
—Quiero hacerte una pregunta —digo.
—Sí.
—Todavía no la hago.
Darla ríe, tapándose la boca con el dorso de la mano.
—Me refiero a que puedes preguntar.
—Ah. —Chasqueo la lengua, algo mortificado—. Joder.
Ahora somos los dos los que reímos. No obstante, después de un momento, procuro tomar aire y mandar la torpeza al carajo. Darla me espera pacientemente.
—El día que te conocí, pensé que eras un ángel —comienzo, tratando de articular las palabras, tal y como las tenía pensadas—. Y fue extraño sentir que estaba en el infierno, pero que aun así la vida me permitía un poco de lucidez para verte. Sé que en estos casi nueve meses he cometido errores, te he hecho sentir mal y no he estado a la altura de lo que mereces... —Darla parece querer interrumpirme, mas no se lo permito—. Pero también he entendido que mi tristeza es cíclica, estacional. Tú me ayudaste a entender que el sufrimiento es temporal, porque lo único que no ha muerto desde que te conocí es la certeza de que estoy loco por ti.
Ella emite un sonido que mezcla una risa con un sollozo.
—No estás loco —discrepa.
—Si te doy la razón, ¿aceptarías ser mi novia?
—Solo si lo dices.
Cojo su rostro entre mis manos y apoyo mi frente en la suya.
—No estoy loco —susurro—. Estoy enamorado de ti.
Sus mejillas se tiñen de rosa cuando comienza a asentir, incapaz de responder con palabras cuando las lágrimas desbordan sus ojos. Yo la abrazo, aniquilado por su fragilidad.
—¿Es un sí?
—Sí —hipa.
—Oh, cariño, no llores. ¿Dije algo malo? ¿Hice algo?
—N-no. —Se separa un poco de mi abrazo, lo justo como para verme a la cara otra vez—. Es que nunca había sido tan feliz. No creo que la vida se pueda poner mejor que esto.
Aparto con suavidad un mechón de su rostro y le ofrezco una sonrisa digna de la indecencia que pasa por mi mente cuando ella me da apenas un milímetro de ideas.
—Créeme, sí se puede mejorar.
La candidez con la que parpadea las lágrimas de sus ojos, completamente ajena al doble sentido, lo es todo. Mucho más cuando afianzo mis brazos en su cintura y la aprieto contra mí.
—¿Cómo...? —inquiere.
—Podríamos olvidar que soy un el mismo idiota complicado de siempre y esta vez sí podría darle un uso a esa boca.
No digo más, ni desperdicio otro segundo, aun cuando me podría quedar viendo la timidez decorar de sus mejillas por horas, simplemente cumplo mi palabra y la beso.
La beso hasta que no existe una diferencia entre sus labios y el aire que necesito para respirar.
____
ALABADO SEA ESTE MOMENTO <3 *llora por sus bebés* ¡Al fin! ¡Aleluya! HAHAHAHA UN APLAUSO PARA ESTA PAREJA QUE ESTÁ ENAMORADA <3
¿Les gustó? ¿Qué creen que les depara la vida a estos tortolitos?
Quedan cada vez menos capítulos, pero no teman. Lo mejor esá por venir.
Gracias por leer. Les tkm, Cali;
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top