30. Resignificar

Redecorate - Twenty One Pilots

12 de mayo, 2011

Kosuke

No soy un héroe, ni tengo los cojones de ser un villano decente. Estoy listo para inmolarme por ella, lo mismo que lucho por no hacerlo. Soy el único verdugo de esta historia, intentando no aventarme contra un precipicio y vivir a su lado un día más.

¿Han despertado alguna vez?

No hablo del simple hecho de abrir los ojos por la mañana, sino de ese momento en que, de cara a la realidad, esta se vuelve prístina, sin filtros ni juegos mentales; cuando eres absolutamente consciente de qué está pasando. Cuando tienes los ojos abiertos y todo tiene sentido.

Bueno. Yo acabo de despertar.

Después de casi veinte años de vida, al fin me siento lo suficientemente lúcido. Casi no quiero hacer demasiada consciencia de ello, para que mi cerebro no active el modo catastrófico y me disocie; porque es imposible que la sensación de serenidad y plenitud sea real, ¿verdad?

A alguien como yo siempre le ocurren cosas.

Acomodarse en la felicidad no es posible.

No debo confiar en mí mismo cuando se trata de ello.

La felicidad siempre es prestada, ¿no es así?

En algún momento tiene que pasar algo, el hechizo se tiene que romper. O, bueno, el efecto de las pastillas tiene que terminar, para una versión menos sacada de un jodido cuento de hadas.

Sin embargo, cuando abro los ojos y el reloj marca las siete de la mañana, nada ocurre, salvo que tengo a Darla completamente dormida en mis brazos, aferrándose a la tela de mi camiseta con tanto ímpetu, que no permite que siquiera considere la idea de que no es real. Inhalo sobre su cabello y vigilo su profunda inconsciencia, por fin entendiendo por qué esperé tanto para acceder estar con ella.

Estoy acabado.

Yo lo sabía casi desde el minuto en que me preguntó dónde demonios quedaba el lobby de Psicoterapia meses atrás, pero el hecho de poder ceñir mis manos a su cintura y acariciarle la espalda mientras duerme lo deja muchísimo más claro: nunca más miraré a nadie. Nunca más volveré a enamorarme.

Estar despierto implica que no puedo volver atrás.

Mis ojos ya no pueden dejar de ver.

Y me quedo las dos horas que hacen falta para que suene mi alarma para tomarme el litio, dándole vueltas a la certeza que me inunda. Procuro no moverme demasiado. Solo registro el calor de su cuerpo, los puntos de contacto de nuestra piel y las zonas donde no nos estamos tocando parecen quemar aún más, producto de una necesidad silenciosa.

Cuanto el tono de notificación de mi celular irrumpe la quietud, estoy obligado a moverme y, con ello, la despierto contra toda mi voluntad, que exigía que el momento se estirara al borde de lo infinito, por más contradictorio que eso suene.

Pero, claro, el litio no es algo a lo que pueda renunciar, mucho menos ahora que le prometí cuidarla.

La observo estirarse, con los ojos entrecerrados y parece un gatito cuando, con el dorso de su mano, se limpia la comisura de los labios.

—Babeas. Tierno —digo, sonando ronco de cansancio.

Darla abre los ojos de súbito y suelta un chillido ahogado.

—¡No puede ser! —exclama, roja de la vergüenza y el ejercicio de aguantarme la risa se vuelve cada vez más difícil, al verla hiperventilar, escondiéndose entre las sábanas—. ¡Ay, no, tu camiseta está mojada! ¿Por qué no me moviste?

Con una mano la jalo por la cintura y con la otra, le levanto el mentón con suavidad.

—Porque no me importa...

—¿Seguro?

—...puedes marcarme como quieras.

La pausa, el silencio y la tensión con la que sus ojos deambulan por mi rostro, indecisos entre mis labios y el resto de mi complexión, hacen imposible seguir otro camino que besarla. Acuno su rostro y lo acerco al mío, sin dejarle tiempo para avergonzarse por algo más. Ella me recibe tímidamente y me separo antes de perderme en el momento.

—Buenos días, Elo.

—Buenos días, Ko —responde ella, con una sonrisa.

—¿Mucha resaca?

Lo piensa un momento.

—No —señala—. ¿Será que ya estoy haciéndome resistente?

Exhalo una risa, porque es realmente adorable.

—Toda una chica cool —bromeo—. Yo creo que es porque botaste todo el alcohol por la saliva y ahora está en mi pijama.

Darla vuelve a tener esa expresión de incredulidad, mezclada con pudor, que me da siglos de vida.

—¡Te odio! —Y trata de deshacerse de mi abrazo en vano.

Somos todo risas, hasta que vuelve a sonar mi celular, en el segundo recordatorio de mi pastilla, el cual ya no puedo ignorar. Por lo tanto, me excuso y me levanto hacia el escritorio. Tomo el frasco que corresponde y me llevo la píldora a la boca lo más rápido posible.

A través del espejo, capto sus ojos verdes siguiendo mis movimientos, en el reflejo, por lo que me doy media vuelta y le digo:

—Es una mierda, pero tengo que tomar estas cosas para estar bien.

Leloquetier frunce los labios, como si estuviera decidiendo lo que quiere decir.

—Es una forma de verlo —murmura y cuando estoy a punto de preguntarle a qué se refiere, ella se abstrae observando mi habitación con detenimiento. No la interrumpo, pero llega el momento en que sus ojos se posan en el suelo. En esa mancha de sangre que nunca salió y que yo me rehusé a que reemplazaran toda la alfombra—. ¿Eso es...?

—Mi sangre, sí.

No creo que lo medite demasiado, porque la forma en que sale de la cama y se arrodilla en el suelo no es tan mesurada como la cadencia de sus movimientos habituales.

—¿Aquí fue? —inquiere.

Por una razón, necesito que lo diga.

Necesito saber que tiene claro en lo que se está metiendo.

—¿Qué cosa? —susurro, inmóvil en mi posición.

El semblante de Darla empalidece, pero no duda.

—¿Aquí fue tu intento de suicidio?

—Sí.

—¿Cómo puedes dormir aquí?

—Se lo debo a mi familia —respondo, con un nudo en el pecho que amenaza con cortarme los cables del cerebro—. Lo de intentarlo, me refiero. Estar aquí, demostrarles que ellos nunca fueron el problema. Que esta casa nunca lo fue. —Suspiro—. Pero me cuesta un infierno, siento que me ahogo. Necesito volver a sentirme autónomo. Que ellos también puedan tener su proceso de volver a amoblar este espacio, no lo sé.

—Por eso te vas a mudar.

Asiento.

—¿Puedo probar algo? —pregunto, tímidamente.

—Claro.

—Bien. Quédate justo donde estás, por favor.

Vuelvo a suspirar, esta vez con más trabajo.

No sé si es correcto o saldrá como espero. Las palmas me sudan, pero quiero intentarlo.

Resignificar. Redecorar mi memoria.

De a poco, avanzo hacia ella y, con el corazón latiéndome en la garganta, me acuesto sobre la mancha de sangre, adoptando exactamente la misma posición que aquel día. No lo había intentado antes, por lo que se siente inmenso.

Como una pésima ocurrencia de mi parte.

—Joder —me quejo, cuando comienzan los flashbacks. Entonces, giro mi mirada hacia ella, que me observa en un silencio solemne.

Intento mirar el techo otra vez, pero la sensación de vacío total vuelve de forma tan tangible a mi pecho que, cuando regreso mis ojos hacia ella, simplemente no puedo retener las lágrimas.

Darla se inclina sobre mí y su cabello, como el oro más puro, nos protege del exterior, de mis recuerdos.

—Aquí estoy —dice, y una lágrima cae de su rostro al mío.

—Te veo.

—Aquí estaré —agrega—. Siempre.

De pronto, una verdad abrumadora me atropella.

Sollozo como un niño ante la violencia de tal colisión.

—Y pensar que nunca te habría conocido si yo... Mierda.

Darla me coge en su regazo y me aprieta contra su cuerpo.

—Pero estás aquí —dice—. Estás vivo, esforzándote. Y, por más que me duele imaginarte así de desolado; aunque daría lo que fuera porque el punto de inflexión que nos une fuera otro... Es porque estamos rotos. Por eso estamos aquí. —Se aparta un poco para mirarme a la cara y acomodarme el pelo en una suave caricia—. Y yo no te cambiaría nada, Kosuke.

—Ven aquí —pido, y Darla encuentra mi beso a medio camino.

Esta vez el contacto es suave, pero intenso. Nos quedamos así, ella sosteniéndome y yo tratando de sosegar mi respiración, no sé por cuánto tiempo. Sin embargo, en un determinado momento, la puerta se abre de golpe y con ello, la avalancha que es Futoppara se estrella sobre nosotros.

—Oh, dios mío —escucho a Kaoru—. ¿Qué...?

Es automático. Me pongo de pie y voy hasta mi hermana pequeña. Reconozco ese tono. Y si alguien puede entender de flashbacks cuando se trata de lo que acabo de intentar, esa es Kaoru.

—No pasa nada, pollito —digo, mientras la abrazo—. Estoy bien. Todo está bien.

—Maldita sea —jadea—. Pensé que... Ay, dios, Ko.

—Lo sé. Perdón.

Ella se queda sin palabras por un momento, pero la conozco muy bien, está tratando de ordenar sus pensamientos y regular sus emociones para no demostrarme demasiado. Por mi parte, escojo no presionarla, porque no soy nadie para juzgar los mecanismos de defensa de mi hermana.

No obstante, cuando su expresión se serena y hace la matemática necesaria para dar cuenta de la presencia de Darla en mi habitación. Con mi ropa. Despeinada. Gloriosamente hermosa... Es ese el momento en que Kaoru se desprende de mi abrazo y exclama:

—¡Y YO PENSANDO QUE ERA PÉSIMA AMIGA PORQUE ME EMBORRACHÉ Y TÚ SEGURO ESTABAS DURMIENDO EN LA TINA O, PEOR, EN UNA ZANJA!

Darla y yo reímos.

—Casi duermo en la tina —miente.

—Sí, claro, y yo soy el Burro de Shrek.

—Un poco sí lo eres —digo.

—¡Ese no es el punto! —señala Kao—. El punto es que ustedes no me cuentan que tengo cuñada al fin, me las van a pagar. —Le habla a Darla—. Voy a empezar contigo, señorita. Me vas a contar todo con lujo de detalles, ¿sabes? Bueno, no necesito tantos detalles, porque nadie quiere saber el tamaño de la polla de su hermano y esas cosas, pero...

Dejo de seguir el hilo de los disparates de mi hermana, mientras esta arrastra a Darla fuera de mi habitación. Antes de que esté fuera de mi alcance, me acerco a ella por un último beso que ella recibe, también ajena a la verborrea de Kaoru.

—Te veo luego —dice.

—De hecho, ¿tienes planes para mañana en la noche?

El rubor en sus mejillas es inmediato.

—No, ¿por?

—Pasaré a buscarte a las ocho donde tú me digas —indico, teniendo que sacar mi cuerpo al pasillo, conforme Kaoru intenta meter a Darla a su dormitorio—. ¡Usaré esmoquin para la ocasión!

___

¡Hola hola! <3 Tanto tiempo sin vernos... Como que entré en un bloqueo creativo y no lo quise admitir jaja. Pero salió algo bueno de todo esto. Dividí en varias partes lo que tenía escrito, así que tendremos varias actualizaciones jeje.

¿Les gustó este momento? Yo, como persona que se identifica con Ko en este tema, volver al lugar donde todo tendría que haber terminado es un paso enorme... Y estoy muy orgullosa de que nuestro chico lo haya hecho.

Ya les he dicho que quedan pocos capítulos y me da nostalgia. No quiero dejar ir esta historia. Pero lo que se viene... ufff. Na mas esperen y verán jeje

Les tkm, Cali;

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