15. Lo que está roto
Stay - Post Malone
1 de enero, 2011
Kosuke
—Excelente forma de partir el año —mascullo.
—Podría ser peor —contesta Joseph, abrochándose las zapatillas—. Tu novio de años podría haber cortado la relación antes de irse a su país, a cuidar de su madre moribunda, ¿sabes?
Como tengo un humor de recién salido de un psiquiátrico, es obvio que esta competencia no la puedo perder.
—¿Ah, sí? ¿Estuviste tres meses internado en el loquero?
—No, pero mi mejor amigo quiso darse el descanso eterno, ¿cuenta? —contraataca Seph.
Golpe bajo. Pero no tanto.
—No, porque está vivo y tiene que aguantar tu lloriqueo.
La risa de ambos resuena en el recibidor de mi casa, mientras nos preparamos para salir.
—¿Dónde está Kao? —pregunta mi mejor amigo, con tono casual, pero mirando para todos lados. Dios, es igual que Futoppara cuando lo voy a sacar a pasear.
—Salió con...
Mierda. No.
Lo primero que me dijo Kaoru cuando me presentó a su mejor amiga, Danka Huntzberger, es que no puedo contarle a Joseph de su existencia, ve tú a saber por qué. No pregunté, pero si Kao pide, es ley. Además, la chica es muy simpática.
—¿Qué? ¿Salió con el novio? —interrumpe mis pensamientos.
Se me hiela la espalda.
—¿Novio? —inquiero—. ¿Qué novio?
—¿Qué novio?
—Joseph Alexander Poiteirs...
—No hay novio —dice, gesticulando como rata electrocutada, como cuando está nervioso—, pero es que pusiste una cara de pánico y tuve que lanzar alguna conjetura consistente con el contexto.
Pongo los ojos en blanco.
—Idiota —respondo.
—Sí y ese es el punto de todo esto —indica, mientras salimos de la casa—. En mis momentos más desquiciados, puedo ser un estúpido de proporciones. En la cena de año nuevo, tomé más cerveza de la conveniente y terminé llorándole a Eve.
¿Joseph quejándose frente a su hermana menor?
—¿Y eso? —pregunto.
—No sé, medio borracho le pregunté qué hacían las chicas para superar una ruptura —rememoró, negando con la cabeza como si volviera a sentir la misma mortificación—. Y ella me dijo que se suele hacer un cambio de look, cortarse el pelo, teñirlo y esas cosas.
—No está tan mal —lo apaciguo—. ¿Lloraste por eso?
—No —murmura, ahogado—. Es que le dije que podría teñirme el pelo de color azul y luego recordé que ese es el color de los ojos de Adam y ya todo fue patético de cojones. —No puedo evitar reírme—. Sí, esa fue la misma respuesta de Eve.
—Lo siento, es que no es propio de ti. Debió ser divertido de presenciar —digo, dándole unas palmaditas en la espalda. Sin embargo, la alegría se tiñe de nostalgia cuando recuerdo que no fui a ninguna fiesta, porque aún no me siento cómodo entre demasiada gente y porque no puedo beber alcohol mientras esté tomando psicotrópicos—. Si pudiera, me emborracharía contigo. Necesitas estar pedo y molestar a Daniel porque otra revista de mierda le dijo "inmoral".
—"Casquivano" —agrega Seph.
—Si supieran que a Dani le pone duro que hablen de él.
Joseph se rió tan fuerte, que un tipo en la esquina se dio vuelta a mirarnos.
—Te extrañaba, Ko —dice, finalmente, mi mejor amigo.
—Sí, bueno, soy el alma de la fiesta cuando estoy maniaco. ¿No te había dicho? —En defensa de Seph, el golpe que me dio, me lo merecía un poquito—. Yo también te extrañé, gay.
—Mejor. Pero no soy gay.
—"Te extrañe, bisexual" no suena tan dramático.
Volvemos a reír, pero ya hemos llegado a la calle donde debemos separarnos. El corazón me da un vuelco, al despedirnos. Joseph se percata de ello y me dice:
—Estarás bien, Ko. No hay nada que no puedas hacer —me anima—. Aquí estaré para cuando lo necesites.
Lo abracé, previo a marcharme, agradeciéndole su apoyo. Después de todo, hoy íbamos a tener algo en común y quizás yo acabara con el cabello teñido de verde, tal como el color de los ojos de Annisse.
***
Es irónico pensar que, en esta fecha, el año pasado nos habíamos conocido y yo estar ahora, frente a su puerta, sabiendo que lo que tengo que hacer nos va a joder, acaso un poco más de lo que ya estamos.
Esto de que tu cerebro no procese la felicidad como corresponde, siempre me tiene con las emociones a flor de piel y, aunque los medicamentos adormecen un poco mis instintos, cuando Anns abre la puerta, el salto al vacío que da mi estómago es evidente. Ella también lo sabe. Y eso no me da ninguna tranquilidad.
Sus ojos, como siempre, hermosos e implacables, se posan sobre mí, junto con un montón de palabras que tarde o temprano sé que me dirá, porque no es de las que se queda con cosas pendientes. Pero, primero me hace pasar a su nuevo hogar, el apartamento que alquiló junto a Liz Langdon y Mayra Agnitios, su prima por parte de madre.
El padre de Annisse falleció hace bastante tiempo y siempre he sabido que, como consecuencia, la relación con su madre se fue al carajo, ya que esta última se sumió en una depresión horrible que la imposibilitó de hacerse cargo emocionalmente de su hija. Le hizo mucho daño. Anns tuvo que hacerse cargo de ella y de sí misma, hasta que la decisión más sabia fue alejarse definitivamente.
Suspiro. El parecido con la situación que enfrentamos es escalofriante. No quiero replicar lo que su madre. Intento no pensar en ello, mientras deambulo hasta la sala.
—¿Estás sola? —pregunto.
—Sí —contesta, escueta como siempre.
Entonces, me acerco a ella y le doy un breve beso en los labios. Se siente extraño. No mal, sino lejano.
—Sobakasu —la saludo, ofreciéndole una débil sonrisa.
—Ko —dice, dándome la impresión de que tiene que morderse la lengua para no decir una palabrota—. ¿Quieres algo para beber? ¿Agua, jugo...?
—¿Algo más fuerte no tienes? —bromeo.
—Ja. Muy gracioso —ironiza ella—. Mi habitación es la puerta que está al fondo, a la izquierda. Ve. Te llevaré agua.
Las comandas, salidas de su boca con ese tono tan autoritario, siempre han hecho estragos con mi retorcido deseo de ser un jodido perro faldero, pero no dejo que ella lo note y simplemente obedezco, antes de que me entren las ganas de estrenar el sillón que tengo enfrente, con mi cara entre sus piernas.
Cuando abro la puerta, todo en la habitación huele a Annisse y es embriagante. Dudo si seré capaz de estar tan cerca de ella y no estar dispuesto a que todo me importe una mierda.
Anns llega y yo sigo de pie, mirando a mi alrededor, explorando la forma en que ha decorado todo. Pienso en darle mi opinión sobre lo bonito que le ha quedado, pero me parece un poco forzado. Por eso, cuando ella me ofrece el vaso y se sienta a los pies de la cama, me congelo sin saber qué decir.
—¿Te parece si acabamos de una vez con esto?
—Joder, sobakasu, no...
—No me vuelvas a llamar así —me interrumpe, bruscamente—. Entre más rápido te acostumbres, mejor.
Sin anestesia, directo al grano. Muy Annisse.
¿Cree que me va a asustar? Nunca me alejaría de una tormenta. Después de todo, la lluvia, intensa o no, te limpia. Y yo estoy maldito por todas partes. Su caos no me amedrenta. Si hago esto no es porque no la ame. Todo lo contrario.
—¿Y por qué tengo que acostumbrarme?
—Porque estoy terminando contigo, Kosuke.
Vaya. Y yo tratando de buscar la mejor manera de decirlo.
—Annisse...
—Es definitivo. Esto se acabó.
—Vale, pero tenemos que hablar —consigo decir.
—¿Hablar qué? —espeta, perdiendo levemente la paciencia—. ¿Que, por más que queramos o lo intentemos, toda esta mierda está destinada al fracaso? ¿De que, si no fuera por mí, no habrías tomado éxtasis y quizás no te habrías pasado tu vida por el culo? Pues te jodes, mejor hablemos de cómo está escrito en tu puta cara que vienes a cortar conmigo y prefiero hacerte el maldito favor, en lugar de seguir viéndote sufrir a mi costa.
La manera en que esta mujer ve a través de mí es abrumadora. Suspiro, ya que puede que tenga algo de razón en lo que dice. Sí me acobarda la posibilidad de hacerle daño, pero...
—No necesito que hables por mí —digo.
Annisse exhala y, apoyando ambos codos en cada una de sus piernas, oculta el rostro entre sus manos.
—Lo sé. —A pesar de todas las alarmas en mi cabeza que me dicen que debo mantener una distancia prudente de ella, mi cuerpo se mueve por sí solo y me siento a su lado, dejando el vaso intacto en el escritorio—. Cualquiera diría que con mi madre debí ganar kilos de empatía y sutileza, pero esto me supera.
La jalo de la muñeca y la acerco a mi pecho en un abrazo.
—Si ella te la quitó por completo, yo tengo la que haga falta por los dos. —Y le doy un suave beso en la coronilla, antes de sumirnos en un largo silencio—. No he sido el novio que mereces.
Antes de que pueda añadir otra cosa, ella se separa lo justo de mí, para clavar sus ojos en los míos, frunciendo el entrecejo con genuina irritación. Casi me rio, porque, joder, es tan hermosa.
—Ya cállate, estúpido.
—Habla la que se echa la culpa por una decisión mía, llevándose todo el crédito —indico, con suavidad—. ¿Quién es la estúpida?
Anns gruñe y vuelve a refugiarse en mi abrazo.
—Bien —dice.
—Bien. —Luego, se me sale—: Hay algo más.
Apenas estoy diciéndolo y todo lo que pienso es: Darla. Y como mi ahora ex jamás ha sido dada a la cháchara, la imito y voy al grano.
—Ya conocía a la vocalista que eligieron —admito, sintiendo cómo los latidos de mi corazón reverberan en la mejilla de Ronfeldt—. En terapia, cuando estuve internado, ella también participó de actividades y... Supongo que podía inventar algún pretexto u omitir la información, pero...
Annisse se yergue y súbitamente el aire se vuelve denso entre los dos.
—No serías tú.
—No —confirmo.
—¿Estás con ella?
—¡¿Qué?! ¡No, por supuesto que no!
—Entonces, ¿por qué carajo la nombras? —sisea, dolida—. ¡Y no me quieras hacer estúpida! Porque en mi narrativa, estar en un maldito triángulo amoroso no tiene ni una puta gracia.
Para que fuera un triángulo amoroso, yo tendría que estar dispuesto a seguir jodiendo la vida de la gente y no es el caso. Sé lo que siento, pero también tengo claro que está mal. Por lo tanto, este sería un triángulo estático en el tiempo, a punto de romperse para que ellas puedan alejarse de mí.
—Porque prefiero que sepas ahora que Darla significa algo para mí, a que después nos sigamos topando los tres y pienses que quiero intentar algo con ella, cuando no es así —revelo—. Y, no sé, supongo que también quiero que me odies un poco, a ver si así esto se vuelve más fácil para ti, lo siento.
—Eres un...
—Lo sé.
—Te mereces una patada en las bolas ahora mismo.
—Lo sé —repito.
—Que te jodan —dice Anns, antes de eliminar la distancia entre nosotros y besarme con ímpetu, haciendo que todas las emociones que estaba tratando de contener, estallen entre nosotros, porque si hay algo que adoro de Annisse Lilith Ronfeldt, es la pasión con la que ama.
Sin embargo, me aparto luego de unos segundos.
—No, Anns, esto no está bien.
—Soy perfectamente capaz de decidir qué es lo mejor para mí sin tu ayuda, Kosuke —suelta, acercándose a mí nuevamente.
—Pero acabamos de terminar.
—¿Y? Corta el rollo de mierda —murmura, llena de ansias en su voz—. No te voy a odiar porque me des un montón de información innecesaria. Podríamos jugar a que somos demasiado maduros al respecto, pero no me sale del coño. ¿Pensaste que terminaríamos y que te daría un apretón de manos y cada uno por su lado?
—¿No? —dudo.
—Entonces dejemos la hipocresía —sentencia y me vuelve a besar. Esta vez no la detengo. No me van a oír quejándome de un beso de Anns. Jamás.
No obstante, cuando ella se sienta a horcajadas sobre mí y comienza a quitarse la camiseta, me entra el pánico.
—No —jadeo—. No vine a... Yo no te haría esto.
—¿Y qué tal si yo quiero que me lo hagas?
—No te entiendo.
—Agh, Ko, a veces eres tan tonto, que no sé por qué te amo tanto —se queja y yo hago una mueca de dolor ante su brutal honestidad. Luego, ella toma con sus dientes mi labio inferior, amenazando con aniquilar mi maldito autocontrol.
Pierdo la batalla interna de forma garrafal. La atraigo hacia mí y la beso con el dolor consumiéndome, lo que, por alguna razón que no me atrevo a confesar, hace que todo sea más excitante. Cuando ella se quita al fin la camiseta, mis manos intentan memorizarla por última vez.
—Por favor, Ko —suplica Annisse, frotándose contra mi cuerpo—. Necesito que el cierre sea este: tu cariño, tus manos, tus besos. No tu condescendencia o tus sentimientos por alguien más. ¿Podrías darme eso? ¿Podrías hacerlo por mí? ¿Mentir, aunque sea un poco?
—No puedo —gimo, cerrando los ojos, luchando por no llevar esto más lejos que unos cuantos besos, pero mi cuerpo no coopera. Tomo uno de sus pechos y lo aprieto, como un adicto a la dopamina en síndrome de abstinencia.
—¿Por qué?
—Primero, porque no hace falta fingir nada, sabes que no se deja de amar a alguien de la noche a la mañana —respondo, sofocado—. Y, segundo, porque no es justo que yo esté enamorado de otra persona.
—¿Enamorado? —casi vomita las palabras.
Mierda, ¿yo dije eso?
—Joder, lo siento mucho.
Cuando Annisse me avienta contra la cama, no es gentil. Tampoco lo son las lágrimas que salen de sus ojos, ni los empujones con los que me hunde cada vez más en el colchón de la pura frustración. Con toda la fuerza de mis brazos, la tomo por las muñecas para detener sus manotazos al aire que no tienen intención ni fuerza, sino que más bien son parte de un lamento desgarrador. Entonces, cuando consigo contenerla, la acuno en mi pecho nuevamente para sostener su llanto. La abrazo lo más fuerte que puedo, al mismo tiempo que la tela de mi camisa se humedece.
Sus lágrimas se impregnan por cada capa de mi piel, hasta llegar de forma certera a mi corazón en una punzada de culpa.
—No llores, por favor, Annisse —susurro.
—No seas hijo de puta. No me quites este momento, Uchiha —solloza, con la voz amortiguada contra mi regazo.
El silencio vuelve a llenar la habitación, porque, qué mierda más vas a decir para seguir cagándola, Kosuke. El convencimiento de que soy la peor basura que pisa la Tierra, hace que no solo el llanto de Anns se haga presente, sino que también el mío.
Nos quedamos mucho tiempo así, escuchando la respiración agitada del otro, sin saber de quién son los espasmos que nos sacuden. La mezo en mis brazos, esperando que la pena remita.
Una vez volvemos a quedarnos en silencio, la suelto.
Annisse se vuelve a remover sobre mí, buscando mi boca y ya no decimos nada. En el transcurso de las siguientes horas, cuando ella da un paso más cerca o me despoja de una prenda, yo obedezco. Me dejo llevar por la melancolía del momento.
La beso por última vez. Veo su cuerpo por última vez.
Tal como ella me pidió, dejo que todo acabe con esto. Aparto cualquier pensamiento que no tenga que ver con la chica pelirroja de ojos verdes de la que me enamoré hace un año. Si ella pide más fuerte, se lo doy. Si ella quiere que la haga correrse hasta que se aburra de mí, lo hago. Sobre ella, detrás o debajo. Si ella quiere atar mis manos al respaldo de la cama y montarme hasta dejarme seco, acato. Porque, a diferencia de muchos hombres que disfrutan dominando la situación, yo no tengo ningún maldito problema con reconocer que me comporto como la mierda y necesito que me pongan en mi jodido lugar.
Estar juntos es como una droga. Me entrego a ella, sabiendo que la adrenalina que siento cuando Anns clava sus dientes en mi pecho, causándome dolor en medio del orgasmo, se transformará en un abismal vacío mañana.
Cerca de la una de la madrugada, Annisse duerme. Solo entonces, me siento ajeno, como si observarla desnuda sobre la cama, fuera de otra vida.
No merezco pasar la noche, ni disfrutar contando las manchitas y pecas que llenan su espalda. Y el corazón se me sube hasta la garganta, porque dejarla ahora, así de vulnerable, sin promesas y una cama vacía, puede que sea lo que ella necesita para aceptar que aquello que está roto no merece la pena.
Quizás no me odie ahora, pero cuando despierte, sí.
Me visto y salgo de la casa en silencio. Camino, camino sin rumbo, hasta que me duelen los pies. Pienso en cómo siempre me las arreglo para destruirlo todo. Quiero comprar alcohol o algo que me dé el cortocircuito que necesito, pero luego decido que estar sobrio, mientras cargo con las consecuencias de mis actos, es el castigo perfecto.
Al llegar a casa, tengo la idea fija de abrirme la piel hasta que la sangre me haga entrar en razón. Lucho contra ello en silencio y cuando siento que voy a perder y ver todo negro, cojo el teléfono en su lugar y llamo a Joseph.
Él contesta al primer tono, aunque ya son más de las tres de la madrugada. No le pregunto por qué está despierto, solo lloro, porque, de las cosas que tenía que hacer al salir del hospital, esta es una de las que más me ha dolido.
Sé que debería sentirme bien de no haberme cortado para mitigar el dolor, pero esto no se siente como una victoria ni por asomo.
_____
Ya les dije que iba a estar intenso. Espero que no me funen a mi niño por cómo lleva las cosas... Ya pronto las cosas irán tomando su lugar.
(Si no recuerdan, "sobakasu", que es el apodo que Ko le tiene a Anns, significa "pecas" o "pecosa" en japonés uwu)
Ko modo sensual a mí me puede JAAJAJA upssss. Espero que a ustedes también.
Nos vemos la próxima actualización. Les quiero mucho.
Cali <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top