CHAPTER 8: Ya basta de juegos por hoy.

Cuando Κρύσταλλο nombró aquello de los perros del demonio, no pude evitar, una sensación de escalofríos que circulaba de pies a cabeza por todo mi cuerpo. Logré entrelazar miradas con Λάμψη, y mentalmente, nos leímos el pensamiento.

La historia de ambos, se la llegué a contar a Κουδούνι la noche del día que fuimos a casa de aquella familia numerosa. Ya que, cómo sabía que, al hablar del tema, algo se iba a comentar de aquellos astutos perros, prefería contárselo, a que no se quedase impactada con la situación.

Esto viene ya, de hace ya unos cuantos años atrás, cuando mis padres, aún, no habían fallecido. En aquel entonces, la familia de Λάμψη y la mía tenía muy buena relación entre ellas. Cada semana, intentábamos quedar aproximadamente una o dos veces; a comer, a cenar, o simplemente, a tomar el té. Su familia era una familia en la que tenían bastante dinero. Tenían un chalé con un jardín enorme, en uno de los picos de las montañas con mejores vistas a la ciudad. Pero un día, no fue todo de color de rosa... Tenía yo aproximadamente cinco años, y él tenía cuatro. Era un viernes por la noche, y la familia de Λάμψη se quedaban a cenar junto a nosotros.

Estaba en mi habitación, pintando, no recuerdo el qué exactamente. Pero recuerdo de pintarme a mí junto a Λάμψη. Justo cuando estaba pintando, un guardia picó a la puerta:

- Perdoné, señorita, pero vuestros invitados de esta noche ya están de camino a palacio, será mejor que se ponga sus mejores galas y baje a salón. – dijo él mientras abría la puerta de mi habitación, una vez ya le habría dado yo la orden.

- Vale señor, muchas gracias por avisar, ¡enseguida bajo! - dije entusiasmada, por poco tiempo.

Fui corriendo al vestidor, escogí el mejor vestido de mi armario, un vestido corto y rosa palo, me acuerdo perfectamente, forma de campana. Bajé las escaleras tan rápido como pude, y salí disparada al salón, mientras todos los guardias me decían, que tuviera cuidado porque lo más probable era que me cayera. Pude ver a Λάμψη y sus padres en el vestíbulo. Salí cómo una bala hacia él, para poder darle un abrazo enorme. Pero me duró poco...

- Καθρέφτης..., ya sabes que la futura reina al trono, no es educado saludarles de esa manera, y ni mucho menos, a darles un abrazo... — dijo mamá

Papá solo hacía que reírse por lo bajo. Enseguida pude ver a mi madre dándole un codazo a papá para que se comportara él también, y dejara de hacer el ridículo.

- Perdonen, está aún aprendiendo...- dijo mi madre para intentar disimular la vergüenza que sentía - pasemos al comedor, ahí podremos charlar con más tranquilidad.

Nos sentamos en el salón, para poder hablar y comer con más tranquilidad. Λάμψη era un niño muy independiente para aquella edad que tenía, sus padres siempre lo habían enseñado a hacer cosas él solo, con algún adulto mirando, por eso, él comía con las manos, eso sí, dejando toda su silla, y de vez en cuando el suelo, de por medio. Yo, en cambio, comía igual que él, pero de forma más ordenada. La batalla de mamá y papá, por mi leche nocturna, era constante, me acuerdo de ello. Mamá me la quería quitar lo antes posible, básicamente por comodidad, pero, en cambio, papá le decía a mamá que aún era muy pequeña para poder dejarlo. Mamá solo lo ignoraba y decía que una niña al trono no podría estar hasta los cinco años, tomando leche nocturna. Lo bueno, era que ellos no se tenían que preocupar de mucho, ya que, normalmente, me la daban las limpiadoras o asistentes de palacio. Cosas de adultos, supongo. La madre de Λάμψη lanzó un tema de conversación:

- ¿Y qué, pequeña Καθρέφτης?, ¿cómo va en el colegio de la realeza? - mi madre enseguida contestó.

- Comparado con el principio, ha progresado de manera medianamente ascendente, pero se le tiene que recalcar los comportamientos de vez en cuando - dijo mamá lanzándome una mirada.

- Supongo que eso, como todos. Λάμψη tampoco es perfecto en todos los aspectos —dijo mirando al desastre de su hijo con la comida, y luego, a él - de todas formas, solo son niños pequeños que no saben cómo va el mundo. El día que sepan todos sus secretos, vete a saber si estamos vivas aún.

- No digas esas cosas mujer, claro que lo estaremos - dijo mi madre soltando una leve risa.

La cena ya había finalizado, después mis padres y los suyos se quedaron hablando mientras tomaban el té en el salón, con la calidez de la chimenea, que calentaba, medianamente, la sala.

- ¡Mamá! ¡Λάμψη y yo iremos a jugar a fuera al jardín! - avisé

- Vale corazón, tened cuidado, es muy de noche, no tardéis. — dijo mientras conducía la taza a sus pálidos labios para darle un sorbo al té.

Salimos por la puerta trasera, mientras le daba mi mano para que no se perdiera, que daba a nuestro enorme y amplio jardín, aquello parecía un laberinto, lector. Estaba acostumbrada a jugar con Λάμψη, siempre jugábamos a un montón de juegos, pero la última vez, dejamos una partida de escondite a medias. Una leve brisa enfriaba el exterior. Procedí a preguntarle que juego quería jugar:

- Bien, ¿a qué te gustaría jugar esta vez? - pregunté

- Podríamos continuar aquella partida de escondite que dejamos a medias la última vez - sonrió

- Bien, esta será la definitiva, así qué quien pierda... emm... le tendrá que regalar un ramo de flores al ganador. ¿Te parece? - dije

- ¡Me parece bien! - dijo él - bien, contaré yo mismo hasta veinte! - se giró y empezó a contar, sorprendente que sepa contar hasta veinte con solo cuatro años, cosas de niños prodigio, aunque también te digo, que eso solo le duró hasta los siete años, ahí, ya cambiamos inteligencias.

Me escondí dentro de un arbusto, había muchas hojas, así que era difícil encontrarme. Escuché de lejos un leve gruñido, y un olfateo, descarté que fuera Λάμψη, ya que en ningún momento se pondría a olfatear algo, era inteligente, pero no tanto. Pude escuchar a alguien gritar, giré la cabeza desde donde procedía la voz, era Λάμψη, ya había acabado de contar.

- ¡Quién no se haya escondido tiempo ha tenido! – gritó

Cuando pude girar la cabeza, tenía un perro frente de mi cara, pero no era un perro normal, era de pelaje negro y ojos lilas. Pude ver su mandíbula babosa, con una intención relativamente maligna. Se me lanzó para intentar morderme, mientras veía sus babas y aquellos dientes grandes y negros, finalmente, pegué el grito de mi vida.

En ese momento Λάμψη me encontró, entró en un shock absoluto, y su mente, se quedó en blanco, y sus ojos también, a la vez que sus lágrimas rozaban sus mejillas al compás. Mientras él ahogó un grito mientras veía al perro, encima de la que sería la futura reina. Obviamente, imité a Λάμψη haciendo que yo también me pusiera a llorar. Una imagen borrosa se apoderó de mis ojos, aquel paisaje negro... haciendo que no viera prácticamente nada, lo que no sabía era que aquel paisaje negro se convertiría en mi peor enemigo.

Pude oír las pisadas que compactaban con aquella tierra húmeda, poco después, barro. Eran guardias, junto a mis padres y los de Λάμψη. Mamá y papá se los cargaron por arte de magia, literalmente, con magia de la pura. Pude ver como los padres de él se llevaban las manos a la cabeza y a la boca. Lo último que pude escuchar fue:

- Ya basta de juegos por hoy, vamos a la cama Καθρέφτης, mañana hablaremos. – dijo mamá mientras mi padre, por otra parte, me cogía con mi vestido lleno de barro. Después de eso, se me acabó la diversión.

Mamá me hizo un plan estricto de estudio, tenía que estar seis horas diarias estudiando, y a la semana, cuarenta y dos horas, sin contar los domingos, que, por suerte, eran de descanso.

Papá tiró todas mis muñecas por orden de mamá, lo hizo por mamá, pero sé, que le costó hacerlo. Me consiguió niñeras que tenían que estar disponibles obligatoriamente las veinticuatro horas, los siete días a la semana, primero porque mis padres andaban de arriba abajo con el reino cargando cuesta arriba. Acompañándome a cada rincón que iba, hasta el baño. Entrenamientos tanto de artes marciales, judo, esgrima, clases de comportamiento, todo eso, durante toda la semana.

Conforme me iba haciendo más mayor, aun sin morir mis padres, mis padres no tenían que estar tan encima de mí, sobre todo mama, ya que se vio obligada a tenerme porque no tenía otra opción, sobre todo por tema de sangre real. A día de hoy sigo sin entender por qué tomó la decisión de tenerme, sin gustarle los niños. El caso, era que mi relación con ellos, por decirlo de alguna manera, mejoró, pero a la vez se volvió fría y distante. Cuando murieron mis padres, las reglas se relajaron. Pero ya era demasiado tarde para aquella niña risueña, ya había madurado, y ya era fría y distante cómo ellos lograron convertirme. Ahora un reino manchado de tristeza me tocaba reinar.

- ¡Yo, Καθρέφτης, me comprometo a sacar a este reino adelante, poniendo mi sangre y a vosotros de testigos, la subdiosa, e hija de la mismísima Hémera, salvará esta nación del miedo y terror que nos acecha el CHAOS! 



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top