CHAPTER 11: αστέρι

Fui criada por manos de mi maestro, Uranus, él no procedía de φως, él procedía de Dunkelheit. Cuando el CHAOS se apoderó de ella, hubo gente que fue remplazada por especies extrañas y sus habitantes se vieron obligados a escaparse a otras naciones. Pero, fue Schmetterling la que la secuestró antes, debido a eso, le intentaron lavar la cabeza en mi mismo orfanato, del que poco después se llegó a escapar y fue a pedir ayuda a la nación de la Tierra, donde se crio y creció hasta ahora. En su momento formó un círculo en el que se trata de, salvar a los niños perdidos o secuestrados, junto a él y sus compañeros. Yo fui una de ellas, pero aparte de salvar a gente del orfanato, le daban una segunda oportunidad de vida a más niños que lo necesitaban.

Desde que Uranus me salvó del orfanato, me he criado en Aarde, la Nación de la Tierra. Fue el que me ayudo a protegerme ante peligros abundantes, y entre otras cosas, me enseñó física hasta poder exprimirlo, convirtiéndome en la física con más conocimientos junto a él y haciéndome conocer sobre la astrología y creer en ella, hasta lo más conspiratorio.

Habían pasado un par de años desde que Uranus me salvo, había progresado bastante bien respecto al trauma, y el maestro me enseño muchas otras técnicas tanto para, poder controlar mi poder, como poder empuñar una espada y controlar el arco.

Estaba ensayando contra un compañero al cual salvaron, concretamente ensayando esgrima. La gente me conocía mayoritariamente por mi agilidad y mi rapidez al poder manejar la espada. Siempre que venía gente a vernos, como, por ejemplo, gente de la monarquía, siempre resaltaban mi nombre. Uranus estaba muy orgulloso de aquello.

Al fin, pude ganar a aquel compañero, como el maestro me enseñó, al finalizar la batalla, me incline haciendo un saludo, por cortesía y educación. Después de eso me dirigí corriendo a Uranus, que me cogió en brazos con una sonrisa:

- ¡Lo has hecho muy bien! Estoy muy orgulloso de ti y de tu esfuerzo, con esto podrás llegar a mucho, pequeña. – me dio una ligera palmada en la espalda

- Ya no soy aquella pequeña que rescataste hace cinco años de aquel orfanato. – dije retorciendo la boca molesta.

- Más tarde iremos a los jardines Bloemem, hace mucho tiempo que no vamos, ¡y sé que te gusta ir ahí!

- ¡¿En serio maestro?! – exclamé.

Uranus y yo solíamos salir a pasear por las noches cuando el sol se ponía, y la luna asomaba su esplendor. Normalmente, paseábamos por los Jardines Bloemem, unos jardines que están a las afueras de Aarde, y en los que la paz acecha. Una pequeña brisa, impactaba mi cara mientras en los ojos de Uranus, se reflejaba una esfera solar naranja, poniéndose sobre la línea del horizonte. Uranus me dirigió la palabra:

- Αστέρι, has procesado mucho desde que te salve del orfanato, tu poder antes estaba en un porcentaje de un 20%, ya que el CHAOS se apoderó de él, para que no lo pudieras controlar y controlarte ellos a ti. Has sabido defenderte y empuñar la espada bastante mejor a hace un año. Estoy muy orgulloso de ti.

- Maestro, ¿está tratando de hacer una despedida? – dije dudosa mirándolo

- No, no es eso – sollozó – es que estoy muy feliz de la persona que te has convertido en un tiempo limitado, aunque aún te cueste salir de tu zona de confort.

- Está seguro, ¿padre?

- ¿Padre? – se sorprendió, mientras sus lágrimas aquel río de su rostro.

- Sí, padre, usted ha sido, aparte de Uranus, mi maestro y un padre para mí. Aunque hayan pasado solo un par de años, usted ha sabido sacar la mejor parte de mí y me ha ayudado cuando lo he necesitado. Solo hace cinco años, todo era diferente, padre. – pude ver su rostro, y sus ojos, algo lagrimosos, marcaban una fría despedida.

Al día siguiente me desperté de mi cama, Uranus no había venido a despertarme, cosa que me pareció raro. Cuando bajé al comedor, en pijama, estaban todos los compañeros reunidos en silencio, serios, llorando, en silencio. Posé mi mano en el hombro de una de mis compañeras, así abriéndome paso en la multitud, para preguntarles así, qué había pasado:

- Perdonen, ¿saben qué ha pasado aquí? Justo acabo de...

No me dio tiempo a acabar la frase, cuando una de mis compañeras me digo:

- ¿No se ha enterado, compañera? – dijo con la cabeza agacha. Los demás negaron.

- ¿Hay algo que me estéis tratando de ocultar?

- El maestro Uranus ha muerto...- rompió a llorar.

Blanco y negro.

Me llevé las manos a la cabeza, no me lo podía creer. Enseguida mis ojos se convirtieron en un río de lágrimas.

Empecé a correr por todos los pasillos, subí aquellas inmensas escaleras, para mí el tiempo se había detenido, hasta que llegué a la habitación del maestro. La cual estaba protegida por guardias.

- ¡MAESTRO, ABRA LA PUERTA, ¡SE QUE ESTÁ AHÍ! – dije golpeando la puerta cerrando mi mano como un puño.

- Señorita, usted no puede entrar a este despacho, está...- dijo un guardia

Sangre.

En el suelo.

- ¡PADRE! SE QUE ESTÁ AHÍ, NO SE ESCONDA, ¡IREMOS AL JARDIN BLOEMEM JUNTOS DESPUÉS DE ESTO!

Empecé a golpear la puerta sin control, la rabia de mi interior se apoderaba de mí. Un guardia me cogió por los brazos y me alejó de la puerta. Yo haciendo berrinche, me negaba.

Puerta.

Ventana rota.

Cadáver.

Suicidio.

A partir de ese momento, cada semana, iba al cementerio a contarle mis dramas a padre. Lo echaba tanto de menos... Siempre pasaba por mi cabeza, que era una imbécil por no haber podido hacer nada cuando él más lo necesitaba. La culpa siempre recaía sobre mí, aunque no la tuviera.

Si el maestro supiera que lo único que llegó a ver, fue la mitad del camino de mis cumplidos, estaría aún más orgulloso de lo que estaba cuando yo tenía nueve años. Él fue mi fuente de inspiración, y lo sigue siendo. 

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