9 "Abuela, Hot Cakes y bolas de nieve"
Dormí como un hurón, esos animalitos que supuestamente duermen como benditos. Me desperté despeinada y con restos de maquillaje por la cara, miré a mi alrededor y no estaba en la habitación de invitados, estaba en la de Lily la que suele usar cuando está en la ciudad. No recordaba haber llegado allí. Me arrastré sin embargo hacia el baño y di un pequeño grito al ver mi reflejo en el espejo. Parecía que había ido a matar a Batman. Después de un rato en la ducha y envuelta en una esponjosa toalla le mandé un mensaje de texto a Lily prestándole ropa. Ella es la persona más generosa que se pueda uno encontrar, me dice que tome lo que quiera de lo que hay en su armario. Viaja constantemente y no tiene residencia fija, así que no es que haya mucha ropa aquí, pero los Jeans y una sencilla camiseta me bastan. Menos mal es sábado y no tengo porque ir a la oficina. Voy bajando las escaleras siguiendo el aroma del café cuando me entra una llamada de mi hermana.
- ¿Qué tal amaneció mi provocadora favorita eh?
- Buenos días a ti también. – Es curioso, el latente dolor de cabeza que sentía se incrementó por mil, como si estuviera allí agazapado esperando una alusión a la noche anterior. –No es gracioso.
- Hay noticias por todos lados.
- ¿Qué?
- Bueno, al menos en esos sitios chismosos de internet.
- ¿Qué dicen? –Aprieto con fuerza el teléfono.
- Bah, no te preocupes. Solo que la organización de Melissa fue un desastre y que alguien le gritó urraca.
- Guacamaya, dije Guacamaya.
- Como sea.
- Dios, seguro subirá un video explicando esto con una duración de dos horas al menos.
- Hay rumores de que Connor terminó con ella.
- Maldición. –He llegado a la planta baja y voy directa a la cocina.
- No se menciona tu nombre por ningún lado hermana. Deja de preocuparte.
- Me preocupa que Connor crea que con eso puede volver conmigo. –A juzgar por su actuación de anoche, es posible.
- Dije que dejes de preocuparte ¿dormiste bien al menos? Benedict me dijo que te llevaría a casa de la abuela Mackenzie.
- Sí aquí estoy yendo hacia el café.
- Salúdamela de mi parte.
- Bien y tú salúdame a tu guapo y amable jefe. –Oigo su risita y me emociona ver que al parecer le gusta. Nos despedimos prometiéndonos una larga sesión de chismorreo entre las dos por la noche, ella hoy tuvo que trabajar. – Hola ¿Cómo está mi segunda abuela favorita? –digo al ver a la abuela de Ben en el comedor que está antes de girar hacia la cocina.
- Solo tienes dos por lo que sé. –Me gruñe. Sonrío y le doy un beso en la mejilla que recibe gustosa, sin embargo. –Has tardado una eternidad en venir.
- Lo siento, abuela. Ahorita nos ponemos al día iré por mi café.
- No, no. Que lo traiga Benedict ¡Ben! –grita. –trae el desayuno a Mónica.
- ¿Algo más? –dice socarrón desde la cocina.
- ¡Aspirinas y un vaso de agua! –grito en respuesta y la abuela ríe quedamente. En segundos él sale y me da el vaso con las píldoras. –Pero que eficacia, estoy sorprendida.
- Sabía que ibas a necesitarlas. –se encoge de hombros mientras me los da.
- ¿Dormiste aquí Mónica? – pregunta la abuela mirando detenidamente mi cabello húmedo. No encontré la secadora por ninguna parte.
- Si.
- Igual que Ben. -mira su pelo húmedo también. Ben asiente y se encamina a la cocina de nuevo. - ¿Durmieron juntos? – casi oigo derrapar los pies de Benedict al detenerse y yo me atraganto con el agua y las pastillas de paso.
- ¡Claro que no! –respondo tosiendo.
- Solo la deje en la habitación de Lily. –Ben alza las manos como si solo con eso se pudiera alegar inocencia.
- Bien. Ve por el desayuno. Anda, ha de tener hambre. -La abuela tiene personal pero siempre ha dado libres los fines de semana.
Él se aleja y me siento a un lado de ella.
- Abuela pero que cosas dices.
- Entonces no pasó nada.
- No.
- Que mal.
- ¿Qué?
- ¿Creías que me ofendería de ser así?
- Bueno, sí.
- No querida. –palmea mi mano. –Estos nietos míos han salido con una lista interminable de buenas para nada. O quieren el dinero o el estatus. Quizás la exposición o quizás solo sus cuerpos que sé que están muy bien hechos y que seguro saben usar muy bien.
- Bueno, no sé qué decir a eso.
- Si estuvieran con una de ustedes sé que sería para ir en serio y eso traería paz a este viejo corazón.
- ¿Sabes? De acuerdo a las novelas de mi otra abuela, tú deberías estar intimidándome asegurando que jamás estaré en la vida con un Mackenzie. Que mi posición tan baja es tan pero tan baja que sería la cosa más ridícula del planeta.
- ¿Ah sí?
- Sí, quizás aventándome un vaso de agua con ira y ...
- ¿Le sugieres métodos a mi abuela para echarte de la casa?
Ben entra y pone un plato enfrente de mí y una enorme taza de café.
- Oh, amo los hot cakes de plátano. –Lo miro feliz. Finge una mueca de cansancio, pero sonríe. Sé que son de esa fruta porque el plato lleva rodajas bañadas en leche condensada.
- Lo sé, pero los hice porque a mí me gustan no porque a ti te encanten además...
- No me importa, me gustan y aquí están, ya cállate. –Los parto en trozos triangulares con cuidado antes de llevarme un bocado. Ben se sienta justo enfrente de mí.
- ¿Qué era eso de que le ibas aventar agua? -Pregunta a su abuela.
- Métodos curiosos para alejar chicas creo.
Me llevo un trozo por fin a la boca y mastico con cuidado.
- Le falto plátano. –aseguro.
- Dámelos si no te gustan. –se estira para retirar mi plato y lo retiro antes de que lo alcance.
- Que sensible ¡Dios! Dije que le faltaban, pero están bien.
- A la otra hazlos tú. –Me apunta con el tenedor y hasta entonces lo miro bien. El pelo húmedo se le cae un poco por la frente, la camiseta gris o le está chica o los músculos le han aumentado, pero parece querer reventar en la zona de los brazos, sobre todo, un asomo de barba que suele afeitar pero se deja cuando se estresa por lo que he intuido. Luce fresco y demasiado guapo para mi paz mental. Hace poco yo lucía como el guasón, estoy segura de que él se levantó de la cama tal y como lo estoy viendo. Mi cabeza late dolorosamente, pero aun así le saco la lengua en respuesta a lo último que dijo y respiro profundamente para centrarme.
- Los hace mejor que tú. –Dice entonces la abuela y yo le sonrío triunfante.
- ¿Quién es tu nieto aquí? – La mira fingiendo estar herido.
- Tú cariño, pero debes reconocer que estas niñas cocinan bien.
- Nunca ha cocinado nada para mí.
- ¿Y todos esos pasteles que te has comido hechos por mí? –reprocho mientras sigo dando cuenta de mi plato.
- Los cocinaste para todo el mundo, no específicamente para mí.
- Da igual.
- ¿Le sueles cocinar a tus novios Mónica? –pregunta la abuela entonces y Ben se detiene de comer para oír mi respuesta.
- Suelo hornear galletas o alguna tarta.
- Exclusivos para ellos supongo.
- No abuela, por lo general convido a más personas.
- Quizás a tu esposo sí le cocines.
- Si él cocina igualmente para mí, lo pensaré.
- Buena respuesta. –la abuela me guiña un ojo. –Ben, necesito hablar contigo antes de que te vayas.
- ¿Todo bien?
- Sí ¿acaso algo debe estar mal?
- No, claro que no ¿Entonces me esperas Mónica? Te llevo a tu departamento al terminar.
- Oh, no te preocupes voy a ir a dejarle algo de comer a Kis y me queda muy cerca de aquí. –Improviso. No quiero que su charla se apresure por mi culpa.
- Me la saludas y dile que ya quiero verla. Tiene siglos que no sé de ella.
- Estuvimos aquí hace un mes abuela.
- Eso es mucho tiempo. –asegura y estoy de acuerdo con ella.
- Vendremos más seguido. –prometo.
- Seguramente sí, esperemos que sí. –responde en voz baja mirándome atentamente poniéndome a pensar porque la seriedad repentina.
Minutos después salgo de la enorme casa y me dirijo a una cafetería para comprar algo que llevarle a Kis. Así no me veré como una mentirosa. El dolor de cabeza empieza a menguar y mientras espero mi orden veo las redes sociales. Los artículos sobre lo de anoche dicen básicamente lo mismo: organización fallida y rumores de rompimiento de Melissa y su prometido. Mi nombre no aparece por ninguna parte. No creo que marcara una diferencia en caso contrario pero ¿Quién quiere ver su nombre involucrado? Nadie.
Sonrío encantada al llegar donde Kis pues la veo muy cerca de Caleb, sus cabezas muy juntas mientras leen un viejo libro.
- Hola. Lamento interrumpir, solo les traje esto. –Muestro la bolsa de la cafetería y los dos cafés. Caleb me dedica una enorme sonrisa y Kis me ve curiosa. –Discúlpame de nuevo por lo de anoche. –le digo a él.
- Ha sido una excelente y divertida introducción a la sociedad neoyorkina. –ríe.
- Sí, en serio espero lo olvides. –pido acercándome.
- Para nada, eso es difícil de olvidar. Y ¿Por qué querría? Fue realmente hilarante...Guacamaya. –remata recordando y me pongo roja.
- Estás hecha un tomate. –mi hermana toma los cafés y le da uno a Caleb. - ¿Nos tomamos unos minutos? –pide a Caleb y tomo un segundo café esa mañana con ellos. Veo que se llevan bien, lucen preciosos juntos, pero algo no termina de encajar y eso que no soy Team Tristán. Mi hermana está cómoda a su lado, pero como lo estarías con un amigo. Casi suspiro infeliz, ya me los imaginaba juntos y todo. Mientras rumio mi desilusión me llega un mensaje.
Ben: ¿Dónde estás?
Mon: Nos acabamos de ver. Si es trabajo, es sábado. Olvídalo.
Ben: ¿Te vuelvo a recordar quien es el Jefe aquí?
Mon: Aquí hay algo raro.
Ben: ¿De qué hablas?
Mon: Te tenía bajo el nombre JDI y desapareció. –Recién me doy cuenta.
Ben: Lo cambié.
Mon: Pero ¿cómo? ¿en qué momento? - ¿Cómo rayos ha vulnerado mi seguridad? voy a matarlo. Y se lo digo. –Voy a matarte. –Tecleo con furia.
- ¿Todo bien? –pregunta mi hermana. Me levanto, pues quiero ver a Ben y saber cómo y porqué pudo entrar a mi teléfono.
- Sí, cosas del trabajo. Debo dejarlos chicos.
- Claro, claro. –dice Caleb y me despido de ambos.
Mi teléfono suena y sé quién es.
- Tú misma me diste tu teléfono cuando me quedé sin batería para hacer una llamada.
- ¿Y te pusiste a husmear? –Le increpo recordando.
- Solo busqué como me tenías registrado y justo las iniciales JDI me llamaron la atención y bingo, era yo ¿Qué es JDI?
- Jefe del infierno. –Oigo su risa ronca y profunda y me desinfla el enojo.
- ¿Eso soy para ti? –pregunta aun entre risas.
- ¿Qué surgió en el trabajo para que llames en sábado? –Voy al punto.
- No encuentro el archivo de los Moriarty en mi laptop.
- Porque me pediste que lo dejara en tu computadora de la oficina. No lo quisiste en la nube.
- Cierto. Tendrás que ir por él.
- ¿Qué? ¿Te recuerdo que día es?
- Esto es urgente Cookie.
- Ve tú. Para mí está cerrado, para ti no. Eres el dueño, puedes abrir.
- Y tú puedes entrar si le digo al Jefe de seguridad. Ve a mi oficina, saca el archivo en un USB y tráelo a mi departamento. No lo quiero subido a internet.
- Eso es abuso de autoridad.
- En serio Mon, es urgente. Iría yo si pudiera y no confío en nadie más.
- Te odio ahora mismo.
- Te compensaré.
- Más vale. –cuelgo molesta.
En realidad, estoy a unas diez manzanas de allí así que camino sin apresurar el paso. Los Moriarty son una de las cuentas más grandes que tenemos. Suelen trabajar con la filial en Inglaterra al ser una marca europea, últimamente se están adentrando a terrenos americanos y por ello hemos trabajado más de cerca. Por ello sé que la filial la maneja un primo tercero de los Mackenzie un tal Peter Morris. No hay apellido compartido, pero si existe lazo familiar. Se dice que Peter maneja la filial como quiere y desea pues hay una famosa clausula dejada por el abuelo de Benedict en donde se la legaba sin que nadie de los Mackenzie pueda hacer nada al respecto. Si la filial aún está en pie pese a la no tan brillante dirección, es por la cuenta Moriarty que aporta millones a la empresa. Y sobre todo por los viajes de equipos de trabajo de aquí que viajan a Londres cada que hay una campaña Moriarty. En pocas palabras, aquí se hace el trabajo de ambas filiales y Peter Morris es un grano en el trasero. Así que sí, puede que se esté cociendo algo muy grande respecto a esa cuenta y la filial. Pero bueno, es algo que seguramente Ben, Tris y Lily manejarán a la perfección. Llego y corro al ascensor, lo único que quiero ahora es irme a mi departamento y no hacer nada. Ya en la oficina introduzco el USB y mientras espero a que cargue el enorme archivo me llama la atención un documento que sobresale de una carpeta en la mesa de Ben, solo se alcanza a ver una pequeña parte que dice Clausula 9, mi intención es meter bien el documento, pero mis ojos no pueden evitar leer: En caso de matrimonio de cualquiera de las demás partes interesadas. La cláusula anterior sería revocada enseguida y todo pasaría a manos del reciente contrayente. Si llegara a existir una unión legal matrimonial esta a su vez deberá cumplir con los requerimientos expresados y solicitados.
Cosas de gente millonaria pienso un tanto contrariada. Mi fértil imaginación se figura enseguida a alguien casándose para evitar que el malvado primo se quede con la empresa. Mi abuela amaría ese argumento. Meto el documento controlando las ganas de leer más. El archivo se carga y tomo el metro para ir donde Benedict, en mi cabeza aparecen imágenes de telenovelas con narrativa cliché y me río de mí misma y mis locas ideas.
Él sigue con la misma camiseta gris y esos jeans que le hacen tan buen trasero. Me abre la puerta y trato de no mirar hacia esa parte de su anatomía así que trato de imprimir enfado a mi mirada y así evitar que la lengua se me salga cual personaje de caricatura babeando.
- Te quedaba cerca. –dice por segunda vez.
- Todo es tan Pinterest. – Miro a todos lados viendo la decoración refunfuñando porque mi pequeño espacio llamado hogar no grite tan buen gusto como lo que ahora veo.
- Contraté a alguien.
- Lo sé. No tienes tan buen gusto. –No es la primera vez que estoy allí, ya en otras ocasiones me ha pedido cosas de último minuto para entregarle y he tenido que hacerlo. Entro, curioseo, critico solo por incordiarle y tomo alguna bebida de su enorme nevera. –Toma. –le doy el USB y giro a la salida de nuevo.
- ¿No vas a asaltar mi nevera esta vez?
- Solo quiero llegar a casa.
- Relájate un poco, además quiero hablarte de la cuenta Moriarty.
Eso me aviva la curiosidad así que voy por mi bebida obedientemente. Abro la puerta y veo una organización tipo de las que salen en esos videos de gente acomodando todo con precisión milimétrica, lo miro frunciendo las cejas.
- Tengo a alguien que limpia y llena eso. –Aclara.
- ¿Es Mary Kondo versión nevera? - tomo una lata y voy a sentarme en un cómodo sillón cerca de él. -Habla. –doy un sorbo al té helado.
- Iré a Londres personalmente por la última campaña Moriarty.
- ¿La de la ropa para esquiar?
- Sí.
- Pero es algo pequeño ¿no?
- Con Moriarty nada es pequeño. Son el 30% de nuestros ingresos anuales.
- Entiendo. Tráeme la más preciosa bola de nieve que encuentres.
- No voy de compras Mónica. –Dice con una media sonrisa, pero luego se pone serio. -Peter se está volviendo un problema mayor a cada momento que pasa. El sí es una maldita bola de nieve cuesta abajo. – No es sorprendente que él me diga cosas así, no soy miembro del consejo de dirección ni nada parecido, pero su confianza en mí siempre ha sido grande. Quizás porque me considera familia.
- Despídelo. –aventuro.
- No puedo. –suspira cansado.
- ¿Por qué es familia?
- Para mí no es nadie, pero para mi abuelo sí lo era. Y solo hay un maldito modo de sacarlo de la empresa. Pero es muy complicado, difícil y sacado de una cabeza senil.
- ¿Matándolo?
- Muy graciosita.
- Pero tu abuelo ya no está.
- Dejó unas cláusulas realmente...
Al oír eso me siento derecha y aguzo mi oído.
- ¿Cláusulas?
- Trataré de sacar la campaña y de paso sacarlo a él. Me iré unos días.
- Bien, pero ¿de qué tipo de cláusulas hablamos? –Insisto.
- Nada que quieras saber.
- Pero quiero saber. – replico.
- Entonces, nada que debas saber.
Le arrugo el ceño desilusionada. Sonríe pícaro.
- Quizás lo único que debas saber es que tengo muy presente que cuento con tu ayuda.
- Claro, estaré pendiente de todo esos días que no estarás.
- Por supuesto, pero me refería a Moriarty.
- ¿Quieres que vaya contigo?
- No, no. Quizás no necesite de ti después de todo. Solo que quede claro que cuento contigo.
- Eso ya lo dijiste.
- Es cierto. –sonríe un tanto enigmático y mi instinto me dice que algo pasa y no sé qué es.
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