4 "Hugo Boss"

- Usabas la camiseta vieja del uniforme de la cafetería cuando lo conociste ¿verdad? –mi hermana me mira achicando los ojos.

- No...

- ¡Mentirosa! Seguro no te quitó los ojos de encima o más bien del torso. Quería colarse bajo tu ropa. El mal nacido. Sé que no es tu culpa, pero en serio Mon, deberías dejar de usarla atrae idiotas.

- ¡No había otra camiseta!

- Siempre dices lo mismo.

- Mamá nunca nos ha dado nuevas.

- Porque dice que casi nunca nos ponemos en el mostrador cuando los visitamos. –Y era cierto, preferíamos ponernos a hornear que atender. Si bien disfrutamos de ver a los antiguos amigos y vecinos, disfrutamos más hornear. –Y creo que sabe que vendemos más cuando usamos esas.

- Mamá es toda una especialista en marketing. Y una experta en saber cuándo algo no va durar. No le caía bien Connor ¿Ya viste el video de él con Young anunciando su compromiso?

- ¿Qué ellos qué? –Casi grita. –Maldita vieja miserable hija de la chin#$%&... -maldice en español y yo me la quedo viendo sorprendida.

-Wow... te salió del alma.

Kislev busca el video y suelta la mayor sarta de groserías que le he oído nunca. Vaya con mi hermanita, pero no deja de resultarme gratificante ver cómo está siempre de mi lado.

- Le escribiré un comentario. –dice cuando el video termina.

- ¡No! –grito y pasamos buenos minutos forcejeando hasta que le quito el aparato. –Solo lograrás que disfrute más con lo que hizo. –digo jadeando por el esfuerzo. Tengo que ir al gimnasio.

- Es una perra.

- Lo es. Aun así, no lo hagas eso quiere.

Mi teléfono suena y lo tomó de la encimera de la cocina y respondo sin ver aun jadeando.

- ¿Sí? –veo a mi hermana venir hacia mí. –No, espera. Solo un momento. –le digo a Kis.

- ¿Interrumpo algo? - se desliza la voz de mi Jefe por el auricular como si arrastrara cada palabra. Mi hermana pregunta quien es en voz baja.

- Es Benedict. –le respondo.

- ¡Hola Ben! –grita Kis y me arrebata la computadora.

- No pongas nada Kislev o te mato. –amenazo.

- Solo leeré que le dicen, lo juro.

- ¿Qué hacen? –pregunta Benedict.

- Pelear ¿Qué más? ¿Qué quieres? –digo entonces recordando mis estropeadas botas.

- Buenas noches a ti también. –me dice en voz baja conteniendo al parecer la risa. No me gusta nada que baje la voz, suena más intenso, no sé, casi sexy y a veces me pone el vello de punta, eso sucede cuando ando hormonal no es la gran cosa.

- No tienen nada de buenas, pesqué un resfriado gracias a que me mandaste por un café bajo la lluvia torrencial y encima de eso mis... -me callo. Si le digo de las botas es capaz de arrastrarme por toda la quinta avenida y comprarme un par o varios.

- No pareces enferma.

- ¿Preferirías que estuviera en el hospital? Así me creerías supongo. –digo y oportunamente estornudo.

- Fue tu culpa.

- ¿Enfermarme? ¡Sí, claro! –lo oigo suspirar.

- No, no debiste haberme hecho caso. Solo quería molestarte.

- Y dicen que las mujeres somos las difíciles de entender. No vuelvo a realizar ninguna de tus tareas personales para eso está Minho y el dulce Kirk.

- ¿El dulce Kirk?

- Ajá.

- Te faltó decir: Y Minho el futuro nieto político de la abuela Armendáriz.

- Eso depende de Kis.

- ¿No de ti?

- No. Y a todo esto ¿Por qué me llamas?

- Tengo que ir a la celebración anual de la Asociación en pro de los derechos de los animales este viernes por la tarde. Irás conmigo.

- Deja ver si entendí ¿llamaste para ordenarme que iré contigo?

- Si te lo pidiera ¿irías?

- No.

- Entonces sí, llamé para ordenarte que irás conmigo. –remata muy tranquilo.

- Tienes un asistente, un secretario y una constante horda de mujeres que sin ofender están locas porque te ven como partido de oro, que podrían ir contigo.

- Precisamente porque no pienso ser partido de nadie no iré con cualquiera y no creo que Minho o Kirk se vean bien en un vestido de coctel.

- No.

- No volveré a mandarte por café.

- No.

- No te haré pagar la carísima máquina de café que descompusiste.

- No fui yo.

- Mentirosa. Te compraré todas las botas que quieras.

- ¿Qué?

- Minho me dijo que estabas furiosa porque quedaron en mal estado.

- Quedaron inservibles y no me vas a malditamente comprar nada.

- Puedo hacerlo y lo sabes. –más diversión en su voz. –Vamos Mon, es tu Beneficencia favorita del año.

Aprieto la mandibula con fuerza.

- No puedes obligarme a ir. -insisto.

- Puedo despedirte.

- Hazlo. –un suspiro largo en la línea. Hasta lo imagino mirando al cielo pidiendo inspiración.

- ¿Cómo puedo sobornarte? –claudica y yo sonrío triunfante.

- Bien, ya vamos hablando claro. No más encomiendas personales de tu parte.

- Hecho.

- Apenas empiezo.

- Lo sabía...

- Dame mis vacaciones del año.

- Te necesito por unos meses más después te daré los días que quieras.

- No hay trato.

- Te lo juro. Solo unos pocos meses más. Te daré dos semanas.

- Cuatro.

- Tres o nada.

- Bien.

- No más horas extras.

- Eso es imposible y lo sabes.

- No más horas extras los viernes al menos.

- Ok, acepto ¿es todo?

- Sí. –digo dudosa. La mente se me quedó en blanco para pedir más y me estoy maldiciendo interiormente.

- ¿Vamos de compras mañana?

- ¿Qué vamos a comprar? –pregunto con desconfianza. Juro que si dice que algo para mí le colgaré. Ya me cansé de fingir que no me molesta.

- Lo que ocuparé para ese día.

- ¿Para ti? En tu casa el espacio para tu ropa ocupa todo lo que es mi departamento.

- Y quizás el de al lado. –admite como si nada. – Tengo una imagen que dar, Mon.

Y tiene condenada razón.

- Hasta mañana Cookie. –finaliza y cuelga de inmediato impidiendo que le conteste.

Miro al teléfono y siseo por lo bajo.

- ¿En serio nunca te ha gustado Benedict? –suelta mi hermana de pronto.

Giro mi cara hacia ella cual niña poseída.

- ¿En serio preguntas eso?

- Nadie te hace reaccionar como él. –dice mientras se acomoda en el sofá con toda tranquilidad con la laptop en sus piernas sin dejar de observarme. 

- Son reacciones asesinas Kis, asesinas. –voy al sofá y me desplomo a su lado. – ¿Ya hiciste mi perfil en la app?

- No cambies el tema. –pero teclea de nuevo mirándome de reojo.

- Siempre peleamos. Siempre me molesta y yo le devuelvo sus provocaciones. Me fastidia como nadie ¿y tú me preguntas si me gusta?

- Con pocas cosas te veo tan viva y llena de energía como cuando está él cerca de ti. No te pasó con Connor o alguien antes de él. Bueno, tampoco hubo muchos antes de Connor.

- Debiste verme bien cuando descubrí su engaño. Toda esa energía asesina...

- Allí estaba ¿lo olvidas? En Providence cuando te llamó y confesó. Vi tu enojo y todo el despliegue violento donde los pobres cactus de papá sufrieron cuando los pateaste.

- La que sufrió fui yo. Me quedaron espinas en la planta del pie. Me las merecía, los cactus no tenían la culpa. –admito.

- Y aun así te calmaste enseguida y aunque juraste venganza comiste tranquilamente la comida de mamá poco después.

- Era pozole verde. Jamás diría que no a esa comida. –le ruedo los ojos.

- El caso es que con Ben todo es distinto, eres más intensa, te ves más energética, viva por mucho que te quejes. Pareces disfrutar cada segundo.

- Quizás porque me deleita la idea de ser violenta con él. Y basta con tus raras suposiciones. Es más que suficiente una Cohen tratando de que su corazón olvide a un Mackenzie. Apúrate con eso.

- Bien, bien. –alza las manos en señal de rendición y prosigue escribiendo.

Monique. Recién salida de convento de monjas. Echada por perversa. Dispuesta a todas las emociones que me he perdido estos años. Contáctame.

Leo lo que Kis escribió y nos carcajeamos con ganas. Abajo pone que es una broma y que el buen sentido del humor es una de mis cualidades. Envía todo y poco después nos vamos a dormir.

A la mañana siguiente...

Voy a matarlo. En serio, juro que lo haré. Es el séptimo traje que se prueba y mientras se pavonea frente a los enormes espejos estoy sentada mirándole con cara de pocos amigos. Su desfile por supuesto, ha hecho las delicias de las féminas cercanas. Sin embargo, nada parece satisfacerle, el hombre es sumamente selectivo con lo que compra. Somos polos opuestos en eso. Yo suelo saber qué es lo que quiero antes de ir a comprarlo. Prefiero las compras en línea y todo aquello que me evite interminables horas de andar de tienda en tienda. Lo hago por Kis y porque estando con ella suelo divertirme, pero definitivamente no es mi ocupación favorita ir de compras. Y Benedict bueno, no es que siempre ande comprando o pierda su valioso tiempo en ello, pero no ayuda nada que sea demasiado quisquilloso y tampoco ayuda que no sea la primera vez que soporte esta tortura de compras junto a él.

- ¿Qué? ¿Qué tiene de malo este? –casi escupo las palabras.

- ¿Perdiendo ya la paciencia Mon?

- Llevamos aquí horas.

- Solo una y lo sabes. La tela, no me gusta como la siento sobre la piel. –estira una manga rozándola en su antebrazo.

Debo admitir que sí tiene problemas con ello. Hay tejidos que le provocan ronchas. Nunca me ha dicho cuales exactamente, creo que tiene temor que lo use en su contra. Chico listo.

- ¿Un Hugo Boss te provoca picazón? –me levanto y con brusquedad tomó la manga para ver la etiqueta con el precio. – A mí esto me provocaría, pero un infarto. –digo al leer el exorbitante precio. –Todo sería más fácil si me dices que tejidos no te sientan bien.

- No sé, si te lo digo creo que encontraría la oficina tapizada con lo que precisamente mi piel no soporta.

Alzo la mirada de la etiqueta que aun observo como si el precio fuera a disminuir de pronto. Él está sonriendo, tiene esa sonrisa destinada a derretir rodillas y yo miro rápidamente a otro lado buscando a las chicas que tan diligentemente nos han atendido. Hay tres en una esquina mirándonos y cuchicheando. Nunca me habían brindado semejante despliegue de profesionalismo y atención, casi se han peleado por atenderle desde que llegamos. Suele pasar cada que tengo la desgracia de acompañarle.

Alzo una ceja en su dirección y con un dedo llamo a quien se digne a venir. Las tres se enderezan y corren dándose codazos para tratar de llegar antes que las demás. Cierro los ojos brevemente y niego.

- ¿De qué materiales está hecho el traje? –pregunto tratando de oírme amable. Lo último que deseo es ser grosera con ellas.

- De materiales de la más alta calidad. –me dice una enseguida.

- Lo sé, pero quiero saber cuáles.-ellas parpadean.

- Es un Hugo Boss. –dice otra como si eso explicara todo y la verdad es que debería.

- ¿Tiene poliéster? –pregunto.

- ¡Cielos no!

- ¿Entonces?

- Bueno... -dudan todas.

Calma Mon, calma. Me digo.

- Agáchate un poco, quiero ver la etiqueta. –le digo a Benedict y él ni tardo ni perezoso lo hace. Las chicas no pierden detalle. Me estiro un poco y la busco.

- Dice seda mezclada con lana virgen Ben. –le digo leyendo. - ¿Qué problemas tienes con lo virgen? –le digo aun leyendo y oigo su suave risa.

- ¿Yo? Ninguna.

- Pues eso parece. –dejo de leer y lo miro alzando una ceja. –déjame sentirlo. –toco la tela que cubre su antebrazo y paso la mano suavemente. No cabe duda que es tocar un trozo de nube. Hasta casi suspiro. –Podría dormir encima de esto o vivir aquí adentro. –digo sin pensar.

- ¿Ah sí? – me dice lentamente.

Lo miro seria, pero intento reprimir lo que me pasa cuando baja la voz ¿en qué día estamos? Estas hormonas. No ayuda que él me vea sin perder detalle y estoy a punto de tragar saliva porque algo siento atorado allí.

- ¿Lo llevas o no? –lo suelto rápidamente.

- ¿Te gusta?

- ¿Me tiene que gustar? quien lo va usar eres tú. No yo. Y si te provoca esas reacciones en la piel entonces -miro a las chicas. - ¿algo parecido pero que no tenga mezcla de tejidos?

- Sí, sí. –dicen y las tres salen disparadas.

Todo sería más fácil si se tratara de un esmoquin pienso, pero no es un evento que inicie en la noche, es más bien una especie de coctel, buenas bebidas, aperitivos y discursos.

- No te va bien con la mezcla de ciertos tejidos ¿verdad?

- No pienso decirte nada. –responde tranquilamente y yo bufo.

- ¿Tan mala crees que soy?

- Conmigo sí. Fuera Minho o el dulce Kirk seguro no.

- ¿Qué clase de declaración fue esa?

- Entonces ¿este no? –pregunta ignorando lo anterior y viéndose en el espejo de cuerpo completo.

- La verdad es el mejor de toda la veintena de trajes que te has probado.

- Pensé que no te habías fijado en ninguno de los anteriores.

- Estoy aquí, tengo ojos.

- Estabas totalmente abstraída en tu libro. –parece reclamar y yo miro al cielo pidiendo un meteorito directo a él. Las chicas llegan y ponen un traje idéntico de pura seda enfrente nuestro. Es también azul oscuro y extiendo la mano para tocarlo, me gusta la sensación y lo apruebo con un movimiento de cabeza.

- Este. –digo sin más, pero ellas lo miran a él expectantes.

- Lo que ella dijo. –Ben confirma.

- Quiero ver esas corbatas. -digo entonces señalando las más cercanas. Sé que querrá una nueva para su colección infinita y no pienso perder más tiempo. Me las llevan y las miro críticamente elijo una en tonos azules y burdeos. La deslizo entre mis manos y miro de cerca la etiqueta. También es seda. – Esta. –digo y esta vez me hacen caso sin rechistar. - ¿Nos podemos ir? –me giro a verlo.

- Lo que la señorita quiera. 

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