3 "Tris"
Estoy hecha bolita en el sofá envuelta en una enorme manta peluda rodeada de todos los cojines de colores que tengo en una especie de fuerte improvisado mientras aferro una enorme taza de té que huele a tantas especies que me cosquillea la nariz. Solo miro a mi hermana ir de acá para allá en el pequeño departamento moviendo y acomodando sus cosas.
- Vaya día que escoges para enfermarte. –me dice con diversión.
Le gruño desde mi capullo peludo. La lluvia me caló de vuelta a la Empresa y mandé el maldito café con el asistente, el dulce Kirk. Donde Minho es toda eficiencia, responsabilidad y regaños a mi persona. Kirk es todo sonrisas, dulzura y amabilidad. A veces pienso que viene de la tierra de las hadas, lo considero mi pequeño hado padrino. Ni idea como ha sobrevivido al lado de Benedict, el cual tuvo la grosería de decirle que la encargada de llevarle el café era yo no él.
Cuando sí que es responsabilidad de Kirk hacer estos menesteres. Si no fui yo, fue porque temía no resistirme y echarle el café caliente en todo su ser y también porque el sonido de mis botas empapadas llamaba demasiado la atención, estropeadas sin aparente posibilidad de rescate y vaya que eso me dolió. Y pesqué un pequeño resfrío, pero nada que el té de la abuela no pudiera combatir. Además, que mejor momento para no hacer nada que durante la mudanza de tu hermana.
- Empiezo a sospechar que estás mucho mejor de lo que dices. –Kis se para en medio del saloncito. Y yo solo vuelvo a gruñirle. –Todo esto es por tus botas.
- Mi nariz roja no te dice nada ¿eh? –digo al fin.
- El té te lo quitará.
- Y también el sentido del gusto, está supremamente especiado. –toso después de dar un sorbo grande.
- Sabes que es efectivo. Bien, acabé. –se tira a mi lado y yo miro con ojos críticos las cajas precariamente apiladas en una esquina.
- Terminaré mañana. Esos son mis libros. La ropa y demás ya quedó.
Si a mí me gusta leer a Kis le fascina. Yo leo un libro al mes, ella puede leer uno o dos a la semana cuando tiene tiempo libre. De todos modos, ella siempre lee más que yo.
- No van entrar todos tus libros aquí. –le señalo con un brazo la amplitud del lugar.
El saloncito tiene un sofá grande color gris en forma de escuadra, pero es el único. En la pequeña pared de enfrente está la televisión. Una que cada vez utilizo menos. Arriba de ella hay fotos en blanco y negro de la casa de la abuela y de nosotras dos de niñas. Debajo hay dos estantes repletos de libros lo mismo que en la esquina libre a la derecha. A la izquierda hay una barra que es lo que divide la mini sala de la mini cocina. Un pasillo donde está el baño el cual es grande y le dio un gran plus al lugar. Más allá un cuarto, el mío. Donde Kis se quedará es una pequeña habitación tirando a minúscula que creo iba a ser otro baño grande y que está justo al entrar a casa hacia la derecha, al menos tiene una ventana que da a la calle. Yo la usaba para poner toda mi ropa. Kis ya la ha movido a mi habitación y ha hecho tan buen trabajo acomodando en los armarios semi vacíos que estuve tentada a pedirle que ejerciera su magia Kondo por todo el lugar, pero seguro me habría aventado un cojín.
- Pero si no traje todos mis libros. –me dice mirándome con el ceño fruncido.
- Deja de hacer eso o tendrás la arruga característica de la abuela. –la veo relajar la frente de inmediato.
- Hay espacio en esa pared.
Señala donde tengo una enorme maceta artificial cubriendo un buen trecho de espacio. Todas las plantas se me mueren, no había manera de lograr su supervivencia bajo mis cuidados. Y me gustan, pero no tengo el don de mantenerlas con vida pese a mis cuidados. Hasta les hablaba bonito y todo. Y morían las muy...
- No podemos sacar a Agatha de allí. –le digo seria.
- ¿Agatha?
- Así se llama.
- Le pusiste nombre a la planta... -afirma, no pregunta. No es necesario.
- Haz lo que quieras a su alrededor, pero no la muevas.
- Es artificial Mon.
- ¿Y qué? Sentirá el rechazo de todos modos. -insisto solo para molestarla y Kis rueda los ojos.
- Como sea, ya veré como acomodo todo. Gracias por dejarme quedar aquí.
- En realidad, no me preguntaste.
- Eres la mejor hermana mayor. –dice con entusiasmo y me abraza. Vuelvo a gruñir y ella se carcajea.
- Te regalaré unas botas mejores. –dice sabiendo que es eso precisamente lo que me ha cabreado el día.
- Luché tanto por ellas. –digo recordando esa pelea épica. –estaban rebajadas en 60% ¡60! Jamás las hubiera podido comprar de otra manera. Maldito Mack. –refunfuño ideando como vengarme.
- Quieres hacerlo pagar ¿verdad?
- Sí.
- Sé que si le dices te las compraría nuevas. –alza las cejas repetidas veces.
- Eran edición especial y no soporto me dé cosas como quien regala caramelos a un cachorro por buen comportamiento o por resarcir.
- Igual te da cosas.
- Que nunca le pedí. –Y miro la enorme televisión que abarca casi toda la pared. Nunca la pedí, me la dio un día que me quejé de la hora en que al fin me había dejado ir a casa. Debido a ello me había perdido el capítulo nuevo de una serie que veía entonces. Pregunto en donde la veía y en qué. Solo alzó una ceja cuando le dije que en mi laptop. Dos días después, el fin de semana llegaba la enorme pantalla con una nota escueta que decía "mira tu serie en algo decente por Dios". Y si creen que me pondría en plan No acepto cosas costosas porque soy muy digna. Gran error. Definitivamente odio que me dé cosas, pero él lo sabe. Así que aprieto los dientes y le doy las gracias con la cara tiesa. Él desea y lo sé bien, que pelee por ello y simplemente no le doy el gusto, aunque no se lo quito completamente pues sé que disfruta viendo como domino mis ganas de aventarle sus "premios".
- ¿Segura que te da cosas solo porque quiere iniciar una pelea?
- Es un enfermo. –termino el té y trato de escupir restos de algo terroso en mi lengua. Miro la cafetera digna de la más elegante cafetería en el mostrador de la cocina. El sofá es comodísimo y regalo suyo, hasta Agatha es obra de él. Una sensación incomoda me llena el pecho al ver cuánto de él hay aquí y como después del coraje inicial lo he aceptado como si nada.
- ¿Sabes que lo cabrearía al completo no?
- ¿La dulce Kiss diciendo groserías? –me rio y entre risas estornudo.
- Tú dices más que yo.
- Sí, pero yo lo admito con la abuela y con papá y mamá. Tú no.
Seee, no decimos groserías. En pleno siglo XXI pero así fuimos criadas. Soltamos de vez en cuando y si se fijan bien, en realidad decir "cabrear" no es grosería. Pero, qué le vamos hacer. Me siento a veces como el Capitán América, mirando seria a quien suelta una y regañando por su lenguaje. La verdad es que yo suelo decirlas, pero con quien tengo confianza, como Kiss por ejemplo y en casos puntuales. Lo cual me hace ser un poquitito hipócrita. Lo sé.
- Quieres saber que lo molestaría ¿o no?
- Bien. Dime, joder... -me burlo. Ella me saca la lengua.
- Vamos a Inferno. – me dice entusiasta. Alzo una ceja evaluando. – Sabes que no le gusta que vayamos. –Insiste.
- Quieres ir para que yo moleste a Mack o para que tú puedas ver al otro Mack. –pregunto con los ojos entrecerrados y la veo sonrojarse para luego dejar caer la cabeza en el respaldo del sofá mirando hacia el techo.
- Tiene mucho que no lo veo. –suspira.
- Tienes que superarlo Kis. –también pongo mi cabeza en el respaldo del sofá.
- Lo sé. –dice con voz triste.
- Las Cohen no están hechas para los Mackenzie.
- ¿Por qué no? –pregunta como por milésima vez aun sabiendo la respuesta.
- Porque nos ven casi igual que como ven a Lily. Nos criamos juntos. Somos dos hermanas más para ellos. Y eso no va cambiar. –giro mi cabeza para mirar su reacción.
- Qué bueno que tú nunca has tenido problemas con eso y yo he avanzado te lo juro. Ya no pienso en él a diario. Y eso es nuevo. Este empleo me tiene más enfocada y ¿sabes qué? Hice mi perfil en una app para citas justo hoy.
- ¿Qué? –me incorporo de inmediato.
- Sí. –dice orgullosa.
- Bueno, eso está bien. Pero, Kis tú no necesitas nada de eso.
Y no es porque sea mi hermana, pero es preciosa como ya había dicho antes. Tiene un estilo sexy sin siquiera tener idea de que lo posee. Es bibliotecaria y tiene un master en archivonomía. Su nuevo trabajo es en un famoso museo y clasificará, dará mantenimiento y cuidados a todos sus libros antiguos. Es dulce, pero tiene su lado aguerrido como cualquier Armendáriz, es decir como cualquier mujer del lado materno. Ese lado ella suele mantenerlo a raya mejor que yo. Buscará salida pacífica antes que la guerra y yo suelo hacerlo al revés. Su único defecto es haber babeado por Tristán Baird Mackenzie desde los cinco años.
- Si salgo con alguien terminaré por desterrarlo de mi sistema. –me dice.
- Pero has salido con otras personas ¿Qué diferencia habrá ahora?
- Nunca he salido en serio. Lo hacía solo para tratar de despejarme la cabeza de mis pensamientos románticos ridículos hacia él. Ahora sí quiero conocer a alguien de verdad. –asegura.
- Entonces ¿Qué fue eso de querer ir a Inferno?
Inferno es solo uno de los muchos clubs de los Mackenzie repartidos por el país y parte de Europa. Estar en uno es prueba de que no es tan malo como se asegura. Sin embargo, suelen ser algo salvajes. Nunca hemos estado allí sin que alguno de los Mack nos tuviera bien ubicadas y checadas. Odian que Lily o nosotras vayamos. Y lo odian más aún si lo hacemos cuando no está ninguno de los dos. Aunque él que suele estar a tiempo casi completo es Tristán, el chico con nombre de protagonista de novela dramática cargada de erotismo. Uno que hace honor al nombre en realidad. Menos mal que solo lo he visto como el Mackenzie de en medio. Al que quiero mucho y no suelo pelear como con Benedict. Tris como suelo abreviarle el nombre, pasa poco tiempo en la Empresa, es uno de los dueños pero es su hermano mayor el que se encarga y Tristán es quien está a cargo de los clubs. Y Lily es quien suele visitar las filiales en otros países.
- Debilidad ¿Qué más? Menos mal estás aquí para detenerme. Quería verlo solo una vez más y ya está.
- Mejor vamos una vez que hayas avanzado en tu nueva relación ¿Cómo ves?
- Primero debo iniciar una relación.
- Dime cómo puedo ayudarte.
- Saca una cuenta tú también. –me pide y la miro con ojos horrorizados.
- ¿Y eso como rayos puede ayudarte?
- Es que está la opción de citas dobles.
- ¿Qué?
- Sí, ayúdame ¿sí, sí, sí? Anda di que sí. –Pide y pone esos enormes ojos de cachorro y quiero ahogarla con un cojín porqué sabe que no puedo decirle casi a nada que no.
- Te odio. –la miró con rencor y ella esboza una enorme sonrisa, me da un beso en la mejilla y corre por su laptop, regresa y se sienta toda entusiasmada mientras busca la maldita página de citas. El enojo se me va enseguida al ver todo el empeño que está poniendo para sacarse a Tristán del corazón. Me enternece su entusiasmo y me enorgullece que ahora sí haya puesto manos a la obra en verdad con ese asunto. –Escribe que acabo de dejar el convento y quiero aventuras locas y salvajes. –me ve y hace una mueca divertida, pero asiente y teclea con rapidez. – Y que me gustan los chicos exóticos. No, eso no...
- ¿Por qué no?
- Me recuerda al idiota de Connor.
- ¿Aun sientes algo por él hermana? –Kis dejó de escribir y me vio con atención con preocupación en sus ojos.
- Mi orgullo es el único que está aún un poco herido y mi inteligencia o más bien la falta de ella. Sabes bien que Connor y yo no éramos el uno para el otro, pero por supuesto que eso no minimiza su traición.
- Aun no entiendo cómo es que saliste con él. –niega con la cabeza y se vuelve a la pantalla. Kis siempre supo que Connor nunca me volvió loca de amor. –Es tan blanco y rubio.
- ¿Estás discriminándolo por eso?
- Cielos no. Pero a ti no te gusta el típico gringo.
- Ni a ti ¿Por eso siempre te ha traído de un ala Tris?
Tristán tiene el cabello más claro de todos los Mackenzie cosa que de niño detestaba pues Lily y Ben tienen el cabello más oscuro, hizo las paces con eso y a veces se lo deja más largo de lo habitual, tez bronceada por la cantidad de tiempo que pasa en su motocicleta (seeee toda la pinta de chico rudo, guapo de portada de novela rosa), una barba que le queda demasiado bien y los mismos impactantes ojos azules de Benedict ¿dije impactantes? Omitamos eso.
- Debajo de toda esa piel musculosa, definida, tonificada y bronceada... hay un gringo también. –mira hacia la nada imaginándolo.
- Ok, deja de babear. Toma. –le paso un pañuelo de papel. Ella me frunce el ceño y yo sonrío. –Y salí con Connor porque insistió e insistió.
Su automóvil se había quedado sin gasolina justo enfrente de la cafetería de mis padres. Había entrado a tomar un café y a preguntar por la gasolinera más cercana. Era fin de semana y yo había ido a ver a la familia y atendía brevemente. Ahora que lo pienso creo que lo que llamó la atención del individuo es que traía la camiseta con el logo de la tienda que usaba cuando era adolescente, me quedaba ajustada y resaltaba mi anatomía superior. Sí, mis pechos. Lo recuerdo intentando sin éxito verme la cara. Conservó la vida porque no me resultó tan indiferente y porque luchó por dejar de ver mis niñas. Aun así, le llevó tiempo que le aceptara una cita y más tiempo le estaba llevando lograr que me acostara con él.
Casi me hinco de rodillas en agradecimiento cuando su traición sucedió y aún no había logrado llevarme a la cama. Aunque pensándolo bien, por eso bien pudo haberme dejado mmm....
No, no hay justificación.
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