22 "Tacos"
- Pero si ya les he preparado todo en Los Cabos, es uno de mis regalos para ustedes. –lo dice tan tranquila mientras se lleva la taza de té a los labios con la elegancia de la reina Isabel.
- Mon quería las montañas abuela.
- E irás querida ¿Qué tal para su primer aniversario?
Miro con terror a Benedict ¿un año? y él sonríe sardónico.
- Sabes que probablemente no tengamos que llegar al año, deja de asustar a mi futura ex esposa.
Y zas, esas palabras dolieron. futura ex esposa se sintió tan mal. Ya sé que me invadió el pánico al oír que quizás tendría que estar casada un año, pero fue porque no creo tener la fortaleza mental, física, etc. para ello sin caer irremediablemente en un estado donde Benedict sea el mundo y yo su luna girando a su alrededor, feliz de hacerlo. Bebo el asqueroso té, le han puesto leche y para mí es una bebida de sabor insípido con lácteos. Pero me lo trago para que a su paso se lleve la bola que se formó en mi garganta. Apuro una galleta para quitar el sabor anterior. Respeto a quien lo tome, pero yo no puedo.
- Lily te ha comprado un montón de cosas para que te las lleves a tu luna de miel.
- No sé si me atreva a preguntar qué compró.
- No será necesario, lo verás.
Alcanzo a ver una sonrisa que esconde tomando más té.
- Mónica odia el té.
- Cállate. –lo regaño.
- Oh, querida siempre lo olvido. Es que a mí me gusta tanto.
- Y nunca te dice que no, me toca ver su cara de sufrimiento en cada trago.
- No lo odio. –me defiendo.
- No, lo aborreces. –me quita la taza y pide café para los dos. A él tampoco le gusta el té.
- Entonces ¿Los Cabos? Tenemos una casa allí, con vista al océano. Es hermosa, lástima que no podemos ir tan seguido como nos gustaría.
- Sí abuela, Los Cabos está bien. –me rindo ¿Qué caso tiene?
- ¿Por qué cedes con ella tan fácilmente y conmigo no?
- No te pongas celoso de la abuela. –me burlo y él solo niega con la cabeza.
- Vivirán en tu departamento Benedict ¿no es así? –él asiente. - ¿No es muy pequeño?
- Es enorme. –digo.
- Deberías buscar casas.
- Abuela deja de espantarla por Dios. –pide exasperado. Ella sonríe y luego se pone seria.
- Solo lo digo porque las mujeres ocupamos y necesitamos espacio.
- Estaré más que bien no te preocupes.
- Además, viajaremos por Europa volviendo de Los Cabos. Lo que lleve en las maletas le bastará perfectamente para los pocos meses que estemos juntos. –se levanta viendo su teléfono. –Tengo cosas que hacer. –y se va.
También eso lo sentí como un golpe llamando a la realidad. Una realidad que pensé estaba viviendo sin problema alguno. Y no, porque de pronto me siento rara, extraña y algo dolida. Esto no está bien. Tengo que hacer algo o como dijo Minho la única que saldrá perdiendo de todo esto seré yo. Bebo mi café, él ni siquiera esperó el suyo. Quiero salir de allí y despejarme un poco, detenerme a pensar, armar un plan para protegerme.
- Mi nieto no es un hombre fácil. A simple vista puede parecer que es un hombre sin complicaciones. Pero tiene carácter, él es más de lo que a veces demuestra. –Mira por donde se fue. -Como lo han comprobado quienes se atreven a subestimarlo. Y después de mí y sus hermanos creo que quien lo conoce mejor eres tú. No podría haber pedido a alguien mejor para él que tú de hecho, no lo repetiré, pero me temo que no te merece. Así sea esto algo temporal. Merecías algo real Mónica desde el principio y me disculpo profundamente por esto. Nunca tendremos como pagártelo.
Parpadeo como loca intentando no llorar, pero no lo consigo y me limpio las dos traicioneras lágrimas que se cuelan en mis mejillas.
- Gracias desde lo más profundo de mi corazón cariño. -Añade y yo me levanto y la abrazo. No puedo decir nada. Le doy un beso en su cabeza blanca y me voy porque no puedo estar un minuto más allí.
**************
- ¿De cuál quieres de la que pica o la que no pica?
- ¿En serio preguntas eso? –miro al hombre con una ceja alzada.
- De la que pica entonces ¿segura? –me ve con ojo crítico.
- Nací aquí pero mi madre me entrenó desde pequeña. – veo al taquero servir salsa roja a mis tacos. Quería ir a emborracharme, pero el aroma de este puesto callejero me detuvo de mis ideas alcohólicas.
Había caminado sin rumbo fijo por las calles durante un tiempo, perdí la noción en realidad. Solo el aroma característico me detuvo. Cuando vi que había también tacos al pastor vi al cielo y di las gracias. Aun así, no esperaba mucho, ya me había dado muchos chascos pensando que encontraría sabor auténtico y nada. Odio Taco Bell para que quede registro. Comida mexicana agringada, tacos de tortilla dura, un sacrilegio.
Me pasan mi plato y trato de exprimir el limón en uno de mis tacos, está seco y miró al taquero.
- Experiencia completa. –me dice y me río a carcajadas. En México no puede faltar que encuentres limones sin jugo en las taquerías.
Llega la hora de la verdad y doy un bocado ¿acaso hay fuegos artificiales? Mi cabeza explota con lo que recibe mi lengua y gimo audiblemente, el taquero me guiña un ojo.
- Me casaría contigo si no estuviera ya comprometida. –exclamo convencida con la boca llena.
- Lástima. –contesta y sigue atendiendo a la enorme cantidad de personas que se aglomeran.
¡Comer esto es como darle un beso de lengua a Henry Cavill! Gloria pura. Me como todo lo que pedí y acabo con mi coca cola de vidrio. Es curioso como mejora el panorama para mí con el estómago lleno. La sensación de tristeza e incertidumbre ha disminuido un poco. Mi teléfono vibra y no es la primera vez, pero ahora sí le hago caso. Es él. Suspiro y contesto.
- Si.
- ¿Dónde estás? Se supone que te llevaría a casa y desapareciste ¿Qué te dijo la abuela?
- Solo me dio las gracias.
- Dijo que saliste como alma en pena.
- ¿Qué?
- ¿Qué pasó?
- Solo tenía hambre. –miento.
- Mónica no me mientas.
- ¿Algo más? –me grita en el momento justo y preciso el taquero y quiero lanzarle un beso de agradecimiento.
- Uno de asada y uno al pastor. –grito en respuesta.
- ¿Es en serio?
- Tacos. –digo por toda respuesta. – ¡Los tacos son arte, cultura, pasión y encontré un lugar donde los hacen como debe ser! –imprimo toda la alegría que puedo a mi voz.
- ¿Dónde estás? Iré por ti.
Volteo a todos lados y no sé en donde estoy. Por supuesto que lo averiguaré porque regresaré una y otra vez.
- No sé. Tomaré un taxi o el metro. –no veo una parada cerca, pero es posible que haya una. No quiero tenerlo cerca en estos momentos.
- No, es peligroso.
- Y no voy a exponerme innecesariamente. Te veo mañana Ben. –corto. Llegan mis otros taquitos y me los como con lentitud. Pregunto dónde estoy y hay una parada de metro a dos calles.
- ¡Vuelve pronto! –me dice mi nuevo amigo cuando me voy y asiento con una enorme sonrisa.
- Lo haré.
En el vagón que voy veo a una pareja haciéndose arrumacos y de pronto, la alegría de los tacos desaparece.
- Tengo que tener en mente que cuando tienes hambre desapareces y deambulas por las calles hasta que encuentras lo que quieres. –Al día siguiente Benedict no me mira mientras habla. Está firmando documentos y Minho está al lado, pero me mira con la pregunta en sus ojos.
- Tacos. –respondo a la pregunta no dicha.
- ¿Buenos?
- Los mejores.
- ¿Mejores que el jajangmyeon?
Amo ese plato coreano pero mis amados tacos no tienen comparación. Así que asiento en silencio cuando Benedict me dispara una mirada. Minho se va y le paso las ideas que hay para la campaña de Bianik.
- No vuelvas a desaparecer así. –pide.
- Bien.
- ¿De verdad me harás caso? Podrías avisarme cuando estés muriendo de hambre Mónica no soy un sádico.
- Bien. –hoy me siento a salvo usando palabras cortas. Frunce el ceño, pero deja el tema.
- ¿Alguien sabe porque Bianik de pronto deja su compañía de publicidad de toda la vida y vino con nosotros?
- Somos los mejores. –me encojo de hombros. No, no voy a pensar que es por mí. Nos hemos visto que ¿dos, tres veces? Hizo una elección basada en la inteligencia al buscarnos.
- No deja de ser extraño.
- No creo. Su pasada campaña funcionó porque la marca tiene arrastre por sí sola. Pero la he analizado a detalle y fue más de lo mismo.
- Salimos en la misma noche de la boda a Los Cabos. –me dice.
- Bien.
- Es tu tercer bien en menos de cinco minutos ¿Qué pasa?
- ¿Tengo algo porque he repetido esa palabra? - no estoy en mi mejor momento, siento una nube gris encima de mi cabeza. Siento que voy derecho a un maravilloso y caótico desastre.
- Sí. –entrelaza sus manos y apoya los codos en el escritorio mirándome. Abro los ojos sorprendida porque, aunque sé que es inteligente, pensé estaba actuando como siempre.
- No he desayunado. –cierra los ojos como sabiendo que me estoy agarrando a una excusa estúpida. Se levanta de golpe y azota las manos en el escritorio haciendo que de un respingo.
- Vamos. –me toma de la mano y va rápidamente afuera.
- ¡Hay trabajo!
- Vamos a que desayunes. Porque por lo visto estás tan famélica que no eres tú misma.
- Bueno, tanto así... Oye, no quiero ir a la cafetería de aquí.
- ¿Temes a las miradas cotillas?
- No, la comida es horrible.
- No sabía eso.
- Claro que no, porque el Jefe/Dueño jamás ha probado un bocado allí, un lugar para nosotros los mortales. –tuerce la boca y aprieta el botón de la planta baja. Antes de llegar entran varios empleados y saludan obsequiosamente al Jefe por supuesto, uno de esos es James quien saluda, pero mira nuestras manos unidas para luego ver a otro lado. Miro a Ben y sonríe con una mezcla de cinismo y satisfacción. Hombres.
Vamos a la cafetería de la papucho. Así la bauticé después de aquella llamada donde la chica babeaba con Ben y se indignó cuando le recité la frase famosa de Shrek. Oigo que Ben pide dos cafés enormes, sándwiches y una variedad de pastelitos y panes. La misma chica atiende y rememoro esa mañana cuando vi el video de Young anunciando su compromiso con mi ex ¿Cuánto tiempo tiene eso? Parece que ha pasado demasiado. Muchas cosas cambiaron. Lo que no ha cambiado es la cara de tonta que pone al ver a mi futuro ex esposo. Pongo cara de fastidio, pero no la culpo. Él viene a la mesa y recompongo mi expresión por una de hambre. Lo peor de todo es que si desayuné, no sé cómo voy hacer para comerme todo lo que pidió. El televisor está encendido y no sé qué fuerzas oscuras complotan contra mí que justo cuando estoy viendo algo en la pantalla sale un asunto relacionado conmigo. Es que no es normal, es hasta espeluznante.
El ex novio de Melissa Young ha abierto su canal de YouTube y ha anunciado en sus redes sociales que hará un video el cual subirá en las próximas semanas explicando las razones de su ruptura con la famosa.
Al final ha dejado una criptica frase: "Al corazón no se le puede engañar, siempre fuiste tú".
- ¡Maldición! –espeto por lo bajo.
- ¿Tu ex? - Benedict ha oído la noticia.
- Sí.
- Así que... siempre fuiste tú.
Tomo mi café y le doy un largo sorbo. Niego con la cabeza.
- Tiene siglos que no sé de él. –Estoy preocupada. Connor es un idiota y seguramente para limpiar su imagen saldrá con una tontería. Que no me involucre es lo único que pido. –Puede referirse a cualquiera.
- Claro. Come. –me extiende lo que ha traído y no sé ni por dónde empezar.
Mi estómago se queja horas después, está saturado y me está castigando por haberlo atiborrado. Pongo la cabeza en el escritorio mientras busco algo que me ayude en el cajón superior, encuentro algo que promete quitar dolor y acidez. Me lo meto a la boca y me quejo. Ya casi es hora de salir, pero Benedict está en una reunión, Kirk chismoseando en la cafetería y solo queda Minho. Me quiero levantar, pero el dolor me dobla y quedo con medio cuerpo tendido en el escritorio en una rarísima posición. Oigo pasos y luego la voz de Minho.
- ¿Vas a dormir así?
- A veces te odio.
- Es reciproco. –contesta, pero oigo diversión en su voz.
- Creo que debo ir al médico. –admito cuando intento pararme y el dolor vuelve a doblarme.
- Ok.
- ¿Eso es todo? Ser insensible. Necesito ayuda aquí.
- No creo que haya nada que pueda hacer.
- Ah, pero fuera Kislev ya irías corriendo con ella a tu espalda en busca de un médico. –acuso.
- No estamos viviendo en un K-drama Mon.
- Voy a morir. –me quejo.
- Fueron los tacos.
- No, fui yo.
- No entiendo.
- No hace falta. Llévame, aunque sea a un taxi.
Lo oigo respirar profundo, pero aun en mi posición digna de una mujer poseída logro ver que se pone el abrigo.
- Vamos. –me dice sin mover un dedo en mi dirección.
- Estás despedido.
- No puedes despedirme Mon. –sonríe.
- Espera a que me case con el Jefe. –gruño.
- ¿Quieres ayuda o no?
Me levanto como puedo y me doblo cuando otro retortijón llega. Tengo ganas de vomitar, menos mal otro síntoma no aparece, pero sé que es cuestión de tiempo para que el inodoro me llame. Soy un patético desastre. Quiero llorar. Pero logro ponerme el abrigo y el bolso en mi hombro.
- Buena chica.
- No soy un maldito perro.
- Shhh, tranquila.
Y lo miro como si lo fuera a morder. Al menos me ayuda pasando un brazo por mi cintura hasta llegar al ascensor. Una vez dentro me suelta y por poco me caigo si no fuera por la pared, hubiera pasado. Lo miro con autentico odio producto de mis dolores.
- Me las pagaras.
- Te estoy ayudando. –llegamos al último piso y toma toda mi fuerza de voluntad caminar derecha. Pero estoy pálida por el esfuerzo cuando llego a la calle. Minho para un taxi y me mete en él. Da una dirección al conductor y dice que él irá en otro taxi, quiero preguntar por qué, pero tengo a por lo menos una docena de personas observando desde el edificio.
Pensé que me llevaría a un médico normal. Estoy en un consultorio naturista, el hombre asiático de pelo blanco me ha pinchado el dedo gordo sacándome sangre y justo cuando iba a insultarle he sentido un ligero alivio. Así que sí funciona eh, pensaba que era mentira esta clase de remedios. Minho espera afuera y lo escucho charlar en su idioma natal con la recepcionista.
- Mucho estrés. –me dice en un inglés chapurreado el cabeza de algodón.
- Voy a casarme en unos días.
- Mucha tensión. Cuello rígido, cuerpo rígido, no habrá bebés pronto si sigue así.
- Menos mal. –me llevo una mano a la boca y corro al baño a vomitar.
- Saque todo. –dice el hombre y no tengo remedio, no es como si pudiera contenerlo. Puaj, la idea me pone a vomitar más. Quedo agotada. Me lavo la boca con enjuague bucal que me pasan.
Me da unos diez botecitos de diferentes colores. Me hace tomar una cuarta parte de uno y me explica que es para aliviar la tensión y el estrés, que debo tomarlos de a poco, una toma de cada uno al día. También me dio para la energía y para que pueda concebir un bote color rojo, tomo nota mental de que no debo tomar ese. Me despido y pago afuera.
- ¿Estás embarazada? Te oí vomitar.
- No, comí demasiado.
- No lo compliques. –dice y sé a qué se refiere.
- ¿Me estás diciendo que no tenga sexo con mi marido?
- Si quieres hacer más grande esto, adelante. Complicarás todo y no podrás salir indemne.
- Siempre tan catastrófico. Ya me dan escalofríos escucharte. –me sacudo literal. -Kislev me aconsejó lo contrario.
- Tu hermana es demasiado dulce e ingenua por lo que veo.
- Otro me dijo que así acabaríamos con la tensión existente.
- Sí y crearían una mayor ¿No has pensado en eso? Terminarías yéndote de la Empresa y perdiendo un empleo en el cual puedes crecer enormemente de manera profesional. Eso solo por mencionar una de las consecuencias.
- No me atrevo a preguntar por las demás.
- No digo que todo necesariamente va a salir mal, solo que las posibilidades de lo contrario son mayores.
- Lo sé.
- Solo cuídate.
- Lo hago.
- No parece.
- Me vas a extrañar si me voy ¿verdad? –solo lo veo mover la cabeza, pero se asoma una sonrisa en su bonito rostro.
Llego a casa y ni siquiera espero a Kislev, me duermo enseguida.
- ¡Bajaste de peso! –Chilla mi hermana días después y Lily da un grito ahogado. El vestido me queda algo flojo producto de esos días enferma del estómago.
- ¿Cómo paso? Si siempre ha sido de buen apetito.
- Estuvo enferma.
- ¿Qué hacemos?
- Tienes que recuperar el peso. –dice Lily y la veo como si hubiera vuelto loca.
- Falta una semana. –y sigo algo inapetente. –No lo voy a lograr. Además, no quiero enfermarme de nuevo.
- Vamos con las costureras del sitio donde compramos. –anuncia Kis y me veo arrastrada hacia allá. Es sábado y pierdo ese día con los ajustes del vestido, con elecciones de última hora, detalles y mil cosas más. Yo quería dormir. Hemos tenido días llenos de trabajo. Benedict más que nadie, casi no lo he visto y sé que también está muy cansado. Espero los días en Los Cabos le ayuden a descansar. Así sean solo tres días. Recuerdo los paquetes de bikinis, ropa interior sexy y los escandalosos pedazos de tela según para las noches. Ten cuidado con lo que deseas me digo, no quería tener unos centímetros de más y ahora tengo menos pero el costo no me gustó. Los siguientes días pasan en medio del más absoluto caos. Y de pronto estoy en una silla siendo maquillada y peinada para mi boda. Me veo en el espejo, pero aun no puedo creerlo.
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