19 "Perra"

Parezco un repollo, uno con muchas capas. La abuela me ve con ojo crítico y yo quiero matarme. Lástima que no estamos en un segundo piso. Podría tirarme desde allí, aunque con este vestido estoy segura que aminoraría el impacto. O saldría rebotando. Creo que parezco una cebolla más que un repollo.

- No, no es ella. –dice a la empleada y es el décimo vestido.

- Pareces una cebolla. –menciona Kis a las carcajadas, le saco el dedo medio cuando la abuela no me ve.

- Probemos otro querida. –me dice la abuela y no puedo negarme.

Estoy muy cansada. Ya no quiero probarme nada. Que tortura esto de casarse. Dado lo apresurado del evento, tengo que encontrar algo que me quede y no ocupe tantos arreglos. Me invaden las ganas de quejarme con el principal responsable de esta situación, pero me detengo. No me ha llamado ni mandado mensajes, ya sé que solo ha pasado un día, pero esperaba más agradecimiento de su parte por todo lo que estoy haciendo por él. Ingrato desagradecido. Un Vera Wang aparece frente a mis ojos, es totalmente lisos sin adornos, el escote es en forma de corazón y la falda parte de la cintura y es medianamente esponjosa pero lo justo para no verse como un repollo. Lo toco y tiene la suavidad de una nube.

- Tiene bolsillos. –Me dice la chica.

- Es perfecto. Este es.

Me lo pongo y veo brillar los ojos de la abuela.

- Abuela ¿Qué pasa? –me bajo de la plataforma en donde estaba posando. La veo secarse una lagrima. Como puedo me pongo a su altura. –No te pongas así que me haces sentir culpable.

- Estás divina. –añade mi hermana con voz suave, pero a leguas emocionada. Inhalo profundamente para que no me contagien. Esto no es real me repito.

- Tranquilas chicas. –les pido regresando a la plataforma, pero cuando me ponen el velo, la abuela solloza y oigo gritos en la sala.

- ¡Me muero! ¡Qué belleza! –grita Lily entrando con una botella en cada mano. - ¿Verdad que se ve como un sueño? –corre a abrazar a la abuela y a mi hermana y tengo tres pares de ojos emocionados viéndome. A este paso me pondré a llorar.

El vestido tuvo un sí rotundo. Y ya está en mi departamento porque me quedó exacto. Kis me compró una báscula ya que no debo subir ni bajar un kilo a riesgo de que no me quede bien el día de la boda. Estamos en el piso de mi pequeña sala acabando con la segunda botella de champán y ya estamos un poco achispadas. Me levanto por una botella de tequila, limones y sal. Ya he dado mi versión edulcorada de como Benedict y yo nos enamoramos y Lili me ha creído. Ha adelantado su viaje porque según sus palabras, la tristeza la estaba absorbiendo.

- Dinos que pasó con el diplomático. –Pido para cambiar de tema.

- ¿Desde cuándo te gustan mayores?

- ¿Quién dice que era un viejo? –se sirve un trago de tequila, se lo toma y después chupa el limón arrugando la cara, pero disfrutando el proceso.

- Perdona la idea estereotipada, pero si me mencionan diplomáticos me imagino gente mayor, con canas, quizás gorditos de aire inteligente y culto dado por los años y la experiencia.

- Créeme Mon que este no tenía un gramo de grasa en todo su esculpido cuerpo. Sí es inteligente y culto, habla no sé cuántos idiomas y nunca me dijo, pero creo está emparentado con una poderosa familia. Solo sé que representa a un bloque de naciones no solo a su país de origen el cual nunca supe cuál era porque nunca quiso decirme. Y yo no insistí en saber.

- ¿No es un viejo?

- Nop, para nada. Ronda los 30 años aproximadamente. Es encantador, carismático y por lo poco que supe puede manejar prácticamente cualquier situación, me atrevería a decir que tiene entrenamiento militar. A veces desparecía y nunca decía donde había estado. Muy misterioso, creo eso me atraía más y más de él. –nos sirve tequila y se toma otro ella. –Y me volvía loca.

- ¿Por qué no te decía nada?

- Iba a decir que me volvía loca en la cama, pero sí, también fuera de ella. –se ríe.

- ¿Llegaron a vivir juntos Lily? –le pregunta Kis.

- Claro que no. Él no es de esa clase de compromisos. Mientras estuve en Turquía afianzando la filial, fue que pasó todo esto. Estuvo de manera intermitente durante un tiempo. Siempre que llegaba estábamos juntos o al menos una parte del tiempo. Nunca se quedaba a dormir, pero fueron tres meses y medio a su lado. –se bebe otro tequilazo. –Y luego estúpidamente quise más. Debí haber sido paciente.

- Hombres así no creo cambien cariño. –le acarició la mejilla al ver que sus ojos se llenan de lágrimas.

- Oí que hablaba con una mujer y resultó ser su hermana. Me dijo que ella iba a casarse y se iría para estar con ella. Pregunté si podía acompañarle y me vio como si me hubiera vuelto loca. Allí empezó todo, discutí porque él no discute, él no pierde el control ni los estribos nunca. Y con tranquilidad me recordó que lo nuestro no era serio y que lamentaba profundamente que yo me hubiera hecho otra idea. Ese día me dejó claro que hasta allí llegábamos y no lo volví a ver. Días después quise saber de él y ya no tenía el mismo número y supe que ya no volvería al país porque su labor en Turquía había terminado. –finaliza y llora.

- ¿Cómo se llama?

- No quiero ni mencionar su nombre.

- Ten. –Kis le pasa la botella y yo se la quito regañándola con la mirada. Ya está más que borracha.

- No, dámela. –me quita la botella y toma directamente.

- ¿Tienes alguna foto? –pregunta Kis y la verdad es que también me gustaría saber cómo es.

- Nunca quiso tomarse una foto conmigo. –hipa. –le tomé una estando dormido y cuando terminó todo descubrí que la foto ya no estaba.

- No era para ti Lily.

- Lo sé, pero aun así duele.

- No diré que no. Pasa el duelo, vívelo y luego adelante. –Algo me dice que yo también tendré un duelo cuando todo acabe.

Horas después las tres estamos desparramadas en la alfombra totalmente borrachas.

FP: ¿Lily está allí?

Escribe Benedict al día siguiente muy temprano. Me siento al oír mi teléfono vibrar y noto un terrible dolor en la espalda. Como no, quedé dormida encima de una botella.

No sé porque pregunta, Lily le dijo a la abuela que se quedaría con nosotras.

Mon: Sí.

FP: Pasaré por ti a las ocho.

Mon: Puedo llegar sola.

FP: No, ya no. –Y corta la comunicación. No puedo con este hombre.

Me levanto como puedo y acomodo a las dos borrachas del suelo para que estén más cómodas. Tengo una hora para dormir y me desplomo en mi cama. Faltando poco para las ocho estoy lista. Sé que estaré en la mira de muchas personas así que tuve que maquillarme cuidadosamente para ocultar los estragos no solo de ayer sino de los últimos días. Me pongo un traje pantalón color malva que sé me hacer ver elegante y profesional. Pateo a mi hermana para que se levante, debe ir a trabajar. Cuando ve la hora corre como loca al baño. Me bebo mi segunda taza de café, ya tomé aspirinas y ruego porque lo que me taladra el cerebro me deje en paz.

- Lily –le susurro. –ve a dormir a una cama. –ella niega y se abraza a un cojín. Dejo café y pan para ella. –Me voy. –le grito a Kis y salgo ya que son las ocho en punto. Pongo un pie en la acera de mi edificio y Ben está llegando. Abro la puerta y me subo sin decir una palabra.

- Buenos días a ti también. –Me dice arrancando. - ¿Estás molesta o con resaca?

Quiero decir que las dos, pero me quedo pensando ya que mis neuronas no dan para más.

- ¿Por qué crees que estoy con resaca? –Elijo responder.

- Lily dijo claramente que se emborracharían.

- Sí, lo hicimos.

- ¿Te sientes mejor?

No preguntaría tan tranquilo si nos hubiéramos emborrachado fuera de casa.

- Me siento peor ¿Por qué me habría de sentir mejor?

- Pensé que la convivencia con mi hermana ayudaría a disminuir tu pena por tener que casarte conmigo.

Me masajeo las sienes y me pongo los lentes de sol ya que la claridad del día está acabando conmigo.

- Ya asumí que tengo que casarme Ben. Deja de ponerme en el papel de mártir.

- Claro, de todos modos, después del divorcio puedes buscar a Juan.

Lo miro recordando las palabras de mi hermana diciendo que quizás estaba celoso.

- ¿Qué tienes tú con Juan?

- ¿Yo? Nada. Eres tú la que tiene algo con Juan. –Nuevamente esa seriedad.

Debería enojarme, pero me entran ganas de reírme y ahora menos que nunca le diré que significa en realidad el tal Juan.

- No tengo nada con Juan.

- No parece. –Dice sorteando en el tráfico.

- ¿Podrías ir más despacio? Me estás mareando. Y deja de mencionar ese tema.

- ¿Por qué? ¿Acaso pongo el dedo en la llaga? – Insiste pero baja la velocidad.

Miro hacia la ventana y aprieto los dientes porque me está costando mucho trabajo no reírme.

- No, no pones el dedo en nada. Simplemente que no tiene ningún caso mencionarlo. Yo no te menciono a la rusa con la que salías hace poco.

- Hace mucho.

- Como sea, no te la saco en cara. –Ni siquiera tenemos ese tipo de relación así que esta conversación en un sinsentido, pero me meto de lleno en ella. - ¿Por qué la dejaste?

- ¿Por qué dejaste a Juan? –contraataca.

- Yo pregunté primero.

- No fue nada serio. Claro que ese no fue tu caso. Toda tu familia lo menciona así que eso lo dice todo.

- Así que nada. No tengo nada con nadie.

No responde, el resto del camino nuevamente vamos en silencio. Parecemos una pareja con pleitos normales y cotidianos. Aun así, creo que está molesto solo porque quiere estarlo. Al final de cuentas va a perder su libertad por una maldita clausula. Al llegar al estacionamiento me quito el cinturón y lo halo del brazo haciendo que me mire.

- Vamos a entrar a la empresa donde todo el mundo estará pendiente de los dos. Deja esa cara de amargado que llevas.

- No estoy amargado.

Me quito los lentes para verlo mejor.

- Parece que acabas de enojarte conmigo. Y somos una flamante pareja recién comprometida ¿no? bebiendo de las mieles de la felicidad. –Alzo una ceja burlona.

- Está bien. –Sale del auto y hago lo mismo, pero sigue serio.

- Oye, ya. Sigues con la misma cara. –Digo al detenerlo y atrayendo su mentón hacia mi cara con mi mano. Al menos no la quita.

- No tengo otra.

- ¿Qué hay que hacer para que entres en el maldito papel que tú mismo te asignaste?

- Estoy estresado. –Me dice y lo suelto.

- Lo sé. Pero no es mi culpa. Al contrario, he hecho todo para ayudarte.

- Y lo agradezco.

- Pues no parece.

- Lo lamento Cookie. –Y veo que lo dice de verdad. -Cuando me estreso necesito desfogar toda esa mala energía.

- ¿Qué sueles hacer?

- ¿En serio quieres saberlo?

- Ejercicio supongo.

- Sí, algo así. –Sonríe por primera vez y lo hace con picardía.

- No quiero saber más. –sé por dónde va. Y no me apetece tener presente que cada que se estresaba se iba a revolcar con alguna tipa.

- También funcionan los abrazos.

- Allí hay un poste, puede ayudarte con eso. –se lo señalo.

- ¿Estás diciendo que me abrace al poste?

- Sí.

- Necesito contacto humano. –Abre los brazos en mi dirección, lo ignoro y voy al ascensor que nos lleva a la primera planta del edificio. Sin embargo, me atrapa al pasar y termino con él a mi espalda abrazándome por la cintura. Pone su barbilla en mi cabeza y me aprieta.

- ¿En serio esto te quita el estrés? –No me retiro porque, aunque me cuesta aceptarlo se siente tan bien estar así.

- Totalmente. –dice a mi oído y yo paso saliva.

- Vamos a llegar tarde.

- Soy el dueño Cookie.

- Pero yo no y no voy a aprovecharme de que voy a casarme contigo. –Justo las palabras de mi hermana resuenan en mi cabeza: Aprovecha.

- Pues deberías ¿Qué perfume usas?

- No me puse perfume. –Y la resaca se esfuma pero me deja borracha de su cercanía.

- Hueles rico.

Tú también. Cierro los ojos brevemente para percibir mejor su aroma. Ni siquiera puedo describirlo, pero me rodea, me atrapa y me pone tonta.

- Mi gel de ducha. – respondo como puedo y él mete su nariz en mi cuello e inhala y yo empiezo a intentar salirme de su agarre, pero no me deja. –Ya fue suficiente que me uses de cargador de batería humano. –Le digo agitada muy a mi pesar. Me da la vuelta y me besa la frente, toma mi mano y entramos al ascensor. Espero que no alcance a oír como mi corazón está sonando como un tambor.

Estoy acalorada y quizás roja. Esa es la imagen que doy al entrar al primer piso. Todos nos miran y todos susurran y cuchichean. Nos saludan a nuestro paso y veo caras chismosas, emocionadas, felices y algunas decepcionadas. Estas últimas del personal femenino. Veo a James de finanzas y le sonrío, pero me voltea el rostro y me sorprendo. Él suele ser amable.

- Pobre James. –Benedict suelta una risita por lo bajo.

¿James estaba interesado en mí? Me pregunto. Suelo ser bien lenta para esos casos. Una que otra cara seria me topo y considero que piensan que soy una trepadora.

- ¿Cuántos corazones rompiste con el anuncio de nuestra boda Cookie? –Pregunta Ben viendo una notificación en su reloj.

- ¿Yo? Definitivamente ese es tu caso.

- Mmm... claro.

- Casi todo tu personal femenino va a odiarme.

- ¿No puedes con ello?

Claro que puedo pienso, pero ya no contesto. Entramos a la oficina y Kirk me abraza emocionado por el anuncio oficial. Minho como siempre de pocas palabras va donde Benedict y lo pone al día.

- Es un cuento de hadas. –Exclama Kirk.

De hadas malvadas.

- No tanto así. –Veo un enorme arreglo de rosas en mi mesa. Uno más pequeño al lado.

- Mira lo que te mandó.

Frunzo el ceño, no esperaba nada. Ha habido muchas felicitaciones y se han recibido flores, pero en la casa de la abuela Mackenzie porque casi nadie sabe de mi dirección. Miro a Ben, pero está concentrado en los datos que le pasa Minho. Kirk va conmigo listo para leer a mi lado las tarjetas que traen las flores, pero Minho le llama y se va haciendo un puchero.

Tomo la primera, la del más grande y leo.

Felicidades por tu boda. Sé que lo harás feliz. Lamento haber llegado tarde.

Pd. Más que encantado si puedo ser quien vista tus hermosos pies ese día.

A tus órdenes. B.B

¡Es de Benjamín Bianik! Tan lindo. Adjuntó su número también.

Tomo la otra tarjeta y veo rosas de color negro. Se ven tétricas y me da un escalofrío cuando leo la única palabra que aparece en la tarjeta: Perra


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