14 "¡Todo el mundo se divorcia!"
- Aquí es cuando tienes que decir "sí" cariño. -Oigo a lo lejos a Ben diciéndome eso arrastrando las palabras, sé que es una mezcla de irritación y curiosamente nerviosismo. Pero yo lo veo parpadeando como si eso me ayudara a enfocarme en lo que sucede. Aun en medio de todo no puedo evitar pensar no por primera ocasión que se ve guapísimo. – Mónica... -insiste mirándome con determinación, pero no sin cierta ansiedad. Que cosas de la vida, no creí asociar nunca nervios y ansiedad con Ben. Miro el anillo y lo miro a él, oigo el murmullo de la gente que nos observa.
- Esto es repentino. – Le susurro al fin.
- Ya lo habíamos hablado. –responde igualando mi voz baja sin dejar de extender el anillo hacia mí en su cajita.
- ¿Por qué en público?
- También habíamos hablado de eso.
- Bueno, si querías espectáculo ¿Por qué no estás de rodillas? –Lo veo apretar la mandíbula y sonrío abiertamente, me estoy quitando esa neblina que me cubrió debido a que no me lo esperaba, bueno sí. Pero no de pronto. Creo que aún no acabo de creer lo que estoy a punto de hacer, estamos más bien. Y el hecho de que vaya a realizar tamaña tontería no significa que se lo pondré todo fácil. Con sorpresa veo que se pone en una rodilla, me llegan fuertes y claros los awwwwwwwww de las mujeres presentes y casi pongo los ojos en blanco, pero me detengo justo a tiempo.
- ¿Quieres... casarte conmigo amor mío? –Me dice luchando para que el enfado no se note y yo me empiezo a reír por lo que me tapo la boca de inmediato y finjo que lloro y asiento repetidamente con la cabeza como si de la emoción no pudiera hablar, trato de verme como Jane cuando acepta a su amado en esas escenas finales de Orgullo y Prejuicio la película del 2005. Aunque ni soy rubia ni me sale una sola lagrima real.
Ben se levanta me pone el anillo que me queda exacto y me abraza.
- Poniéndomelo difícil ¿eh Cookie? –Me dice al oído.
- Siempre. – respondo. Los aplausos llegan y yo mando una enorme sonrisa a la bola de chismosos que están viendo la escena. Tomo a Ben de la mano para largarnos de allí en cuanto oigo que algunos empiezan a corear la palabra beso en francés. No sin antes fijarme que montones de celulares nos han hecho video. – No quedamos en que sería tan público. –ataco ya lejos de los mirones.
- Eso no te impidió hacer un show ¿verdad? –dice cruzándose de brazos molesto.
- ¡No me lo esperaba!
- Vinimos a Paris a comprar tu anillo ¿Y dices que no te lo esperabas?
- Podrías haberme dicho: Oye Mónica iremos al Louvre y a la salida te propondré matrimonio delante de toda la gente habida y por haber.
- ¡Pensé que lo dabas por hecho!
- Yo solo quería ver a la Mona Lisa. Esto no va funcionar.
- No va a ser real Mónica.
- De igual forma, nos vamos a matar.
- Solo unos meses.
- Dijiste tres.
- Bueno...
- ¿Por qué titubeas? –preguntó espantada.
- ¿Tan difícil va a ser para ti estar casada conmigo? –Vuelve ese gesto enfadado y esta vez no me contengo de poner los ojos en blanco.
- ¿En serio crees que va ser agradable ser una divorciada después?
- ¡Todo el mundo se divorcia!
- ¡No en mi familia! Mis padres van a matarme, mi abuela, mejor no sigo. Los conoces Benedict.
- Prometo ir a disculparme en persona cuando eso pase. Me echaré toda la culpa. –dice en tono conciliador.
- ¿De verdad?
- Lo juro Mon. Además, te daré lo que quieras. Tú solo ponlo por escrito.
- No quiero nada del dinero de los Mackenzie. –Respondo letalmente seria.
- Igual lo tendrás, vas a casarte con uno.
- Pero no de verdad, será de mentiritas.
- ¿Será de qué? No ubico bien esa palabra.
- Que será mentira. –repito sentándome en un banco sintiéndome cansada.
- Ah, ya. Bueno sí, pero como mi esposa llevarás mi apellido.
- No.
- ¿No qué?
- No voy a cambiarme el apellido. –Se pasa una mano por la cara y se sienta a mi lado.
- Sería lo ideal. –Insiste.
- ¿Afecta en algo tu plan?
- Bueno, no. Pero yo preferiría que lo llevaras.
- Explícame por qué.
- Porque todo parecería más auténtico y real.
- Podemos hacer que lo parezca sin que yo me cambie el apellido, imagínate todos los trámites para recuperar el mío.
- ¿Flores para la dama? –Nos dice una señora a la que entiendo gracias a las seis frases que me sé en francés. Está frente nuestro con una canasta llena de tulipanes rojos y yo los veo encantada. Me fascinan los tulipanes.
- No, no los merece ahora mismo. Pero tenga. –Ben dice en inglés moviendo la cabeza negando y le da un billete que la señora se niega a aceptar mientras yo suelto un largo suspiro de frustración.
- Déjalo. Vete lejos de él. –Me dice la señora en un mal inglés y eso aligera el ambiente al menos para mí, la veo irse molesta y yo rio quedamente.
- Ese fue un buen consejo. –Lo veo burlona.
- No puedes dejarme ahora mismo.
- Sigo presionando y verás.
- Te encontraría Cookie. - Me dice serio.
- Lo dudo. Pero ya, por favor. Punto uno: No me cambiaré el apellido.
- Negociemos después.
- Lo básico al menos ahora, que solo escuché tus razones para hacer esta locura.
- Bien, si eso quieres. Punto dos: Tendrás que firmar un prenupcial.
- ¿Me vas hacer firmar un prenupcial? –Exclamo fingiendo estar ofendida.
- Es lo usual. –dice lentamente. –pero si tanto te molesta no lo haremos.
Aprieto los labios para no dejar caer mi boca abierta.
- ¿Protestas porque cambie mi apellido, pero claudicas en el prenupcial?
- Confío en ti. –dice encogiéndose de hombros y yo siento una extraña sensación esparciéndose por mi pecho. ¿En qué rayos me metí?
Dos días antes. En un avión a Londres. Con Mónica leyendo...
Con un nuevo y renovado horror Mónica notó que en efecto estaba húmeda. Benjamín sonrió ampliamente y ella vio sus caninos resaltar. Se apartó temerosa aun de todo lo que estaba viviendo.
- No tengas miedo...
- No entiendo nada.
- Yo haré que entiendas todo. –dicho eso se la echó al hombro y se la llevó por el pasillo. Estaba aún en shock por lo que ni siquiera pudo protestar.
Si alguien te lleva en su hombro comprime tu estomago lo que en mi caso hace que quiera vomitar. Un ex lo intentó y fue un fracaso absoluto. No diré a donde fue a parar mi desayuno esa mañana. Giro la cabeza y veo a Kirk enfrascado en una serie de Netflix sobre asesinos seriales. Estoy a punto de criticarle solo para molestar, pero recuerdo lo que justo estoy leyendo: una historia sobre hombres lobo. Me revuelvo en mi asiento no por primera vez, volar no es mi actividad favorita, aunque no es que tenga una fobia o algo parecido. Sin embargo, estoy más nerviosa de lo usual. Aun no tengo claro porque vamos todos y sobre todo porque voy yo. Lo que sí está claro es que Ben tiene sus niveles de estrés por las nubes y cuando eso pasa, él es una máquina de concentración, dinamismo y eficiencia.
Ya lo he visto así. Había una batalla por los derechos de la empresa cuando se suponía que ya todo había quedado legal en el testamento del abuelo. Lo cual era francamente desagradable. Pero si hablamos de gente desagradable inevitablemente el nombre de Peter Morris sale a flote. El primo incómodo. La principal razón por la que ahora vamos todos a Londres.
Esa vez Benedict tenía un pequeño ejército de empleados en casa para evitar filtraciones y todos se movían como un reloj suizo. Él hablaba y todos corrían. Nunca lo había visto tan serio como ese día.
No estoy tranquila, ni siquiera mi novela lobuna me ayuda a calmarme. Me pongo en la orilla del asiento para espiar a Minho quien teclea con rapidez en su laptop.
- ¿Qué tanto haces? –le digo.
- Cosas de última hora. –responde sin despegar la vista de la pantalla.
- ¿Puedo ayudar?
- No, es información que yo manejo por lo general.
- Bien. –suspiro derrotada. –No sé qué rayos voy a hacer a Londres. –digo no por primera vez. Kirk da un brinco y yo doy otro espantada, cuando veo la razón me calmo un poco, en su pantalla sale una cabeza en estado de descomposición se le ven los dientes y está de color negro. Me siento mareada de pronto. - ¡Qué asco! ¡Quita eso!
- No lo veas. –replica quitándose uno de sus audífonos.
- Es asqueroso.
- Es interesante. El mataba debido a problemas de su infancia.
- No me interesa. Estaba loco y punto. Me estoy mareando. –con calma Kirk me pasa una bolsa de papel y lo fulmino con la mirada.
- ¿Qué te tiene tan inquieta?
- No me gusta volar. –verdad a medias.
- Cálmate. Llegaremos y la pasaremos bien.
- ¿Enterrados en montañas de documentos? Ya, claro. Termina de ver tu serie porque allá no habrá tiempo.
- Pesimista. –dice mientras se pone su audífono de nuevo.
Horas después llegamos a Heathrow. Estoy cansada pero alerta ¿Estará muy cansado Ben? Bueno, seguro sí. Por eso estamos aquí ¿no?
Un chofer con un cartel con el nombre de Minho nos espera y subimos a una camioneta.
- ¿Lo sientes? –dice Kirk inhalando fuertemente. –Hasta el aire huele diferente. Aire londinense.
- Solo huelo el humo de ese auto que acaba de pasar. –dice Minho seco.
- Déjalo experimentar su primer viaje al extranjero. –le digo.
- ¿Tú ya has salido antes fuera del país? –Me pregunta un entusiasmado Kirk.
- Sí, México por mi madre, tres países de Europa porque la abuela quería hacerme mis XV años y yo preferí huir...
- ¿XV años? –Inquiere Minho curioso.
- Los mexicanos hacen una gran fiesta a las chicas cuando cumplen sus quince años. –Kirk parece saber más sobre eso que yo. -He ido a una y es tan grande como si se tratara de una boda, pero sin el novio, solo la chica que hace sus quince ¿Por qué huiste? A mí la fiesta se me hizo muy divertida.
- Puedo ser extrovertida pero no manejo bien ser el centro de atención, créeme. Además ¿Por qué gastar todo ese dinero en alimentar a tanta gente una sola vez? Muchos de ellos solo van a viborear, criticar todo. Prefería un viaje a Europa. Mi querida abuelita aun no me lo perdona.
- ¿Kis si tuvo su fiesta de XV? - Pregunta Minho.
- No, de hecho, eligió lo mismo que yo y fue al extranjero. Pero ella fue a Asia.
- Oh, ¿en serio?
- Japón, China y Corea. Así es.
Minho va en el asiento delantero, pero alcanzo a ver una sonrisa de soslayo. Así que sí le gusta mi hermana eh. Sonrío interiormente.
- Mira las luces, es impresionante.
No le digo a Kirk que en Nueva York parece haber más y mucho más escandalosas. Él está feliz y de los tres creo es el único. Minho parece saber más de lo que dice. Pero se calla. La situación presiento es más complicada de lo que parece. Y yo siento como mis nervios se van incrementando. Son más de las diez de la noche, no será hasta mañana que vea al Jefe. No es que eso me ponga nerviosa, sino toda la situación en general.
Llegamos a un enorme hotel en un lugar que ni de broma me hospedé cuando viajé a Londres en mis quince años.
- Que elegancia. –exclama Kirk sacando fotos. - ¿Cuántos años de antigüedad tiene este lugar? –pregunta al chofer.
- Unos veinte.
- Esperaba más. –dice decepcionado.
- Pero es de los mejores. –le dice el chofer.
Lo cual constatamos al entrar. Por dentro el techo asemeja una cúpula de cristal y el piso es de un brillante tono negro, muebles de madera oscura decoran todo el lugar. Después de recibir las llaves electrónicas y dado que estamos agotados elegimos ir a nuestras habitaciones y ordenar algo para cenar. Quiero darme un baño, pero antes pido una hamburguesa con papas fritas y un café descafeinado. Salgo minutos después envuelta en un esponjoso albornoz, cepillo mi cabello y me aplico mis cremas. A este punto casi prefiero que ya la cena no llegue. Solo quiero meterme en esa cama que luce deliciosa. Pero debo comer algo, así que hago un recorrido por la habitación admirando los detalles. Alguien aporrea la puerta una, dos y tres veces.
¿Dónde está la amabilidad inglesa? Me pregunto. Vaya manera de anunciarse del que me trae la comida. Voy molesta y abro de golpe, abro los ojos sorprendida por quien está en el pasillo enfrente mío.
- Hola Cookie. –dice con voz y sonrisa cansada.
- Hola. – Ben se mete a la habitación sin darme tiempo a reaccionar. - ¿No es un poco tarde para visitas nocturnas?
- Me alegra verte también. –revira mientras se quita la corbata, luego va el saco y los avienta a una silla.
- ¿Viniste a desnudarte a mi habitación? –Increpo.
- Eso te gustaría ¿verdad? –me guiña un ojo y yo me quedo sin nada que decir. La puerta nuevamente es tocada pero esta vez suavemente.
- Mi cena. –me apresuro a la puerta sintiéndome torpe. Doy propina y el amable empleado se retira. - ¿Qué haces aquí Ben?
- Tus bienvenidas siempre son tan cálidas. –se burla ya sentado en un sillón del cual apenas me percato de su existencia.
- Disculpa si no estoy fresca como una rosa inglesa como para no hacer esta clase de preguntas.
- De hecho, te ves tan fresca como una rosa. –me dice con una voz que para mi sorpresa me pone chinita la piel.
- Ben...
- Bien, bien ¿Qué tal el viaje?
- Cansado. Estoy cansada. Y tengo hambre y sueño.
- Combinación letal. Sé que podría morir aquí. Aun así, me atreví porque estoy desesperado y eres la única solución. –se levanta con rapidez del sillón y viene hacia mí.
- ¿Yo? ¿solución de qué? Estás empezando a asustarme. -Se ha dejado la barba a veces lo hace y le luce demasiado bien, más mujeres se lo quedarán viendo pienso aun en medio de todo mi cansancio.
- Hice todo lo que pude. No quería que fuera de esta manera. –dice parado frente a mí.
- ¿Vas a despedirme?
- ¿Por qué haría que vinieras solo para despedirte?
- ¡Yo qué sé! No entiendo nada.
- De hecho, tendrás otro trabajo, uno más complicado y difícil.
- Bien, puedo con lo que me des.
- Tienes que casarte para salvar la Empresa.
- ¿Qué? –me echo a reír. –Ya, sí como no...
- Busqué todas las alternativas y lo siento. –me dice realmente abatido. Mi risa se detiene de pronto. Y le creo, lo conozco, habla malditamente en serio.
- ¿Casarme? ¿Yo? ¡Pero porque yo! Oh, por Dios ¿quieres que me case con tu nefasto primo?
- ¿Qué? Maldición ¡No!
- ¿Con quién entonces? Y pregunto solo por curiosidad porque estás a punto de ser lanzado por esa ventana.
- Es piso doce Mon.
- Lo sé.
- Conmigo, tienes que casarte conmigo.
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