13 "Sí"

- Parece que tiene Botox en la cadera. –le digo a Kislev y me mira de inmediato. –Sí, míralo. Está todo tieso. –Señalo con la cabeza al sujeto al que me refiero, me levanto de mi asiento y trato de imitar al pobre tipo, ella no puede más y estalla en carcajadas, ahogándose en el proceso porque estaba tomando su bebida, así que escupe liquido verde por todos lados. - Iuuuuu, que asqueroso Kis. – Pero mi cara de regaño cambia y se ilumina divertida al ver nuevamente hacia los que bailan al son de la música. –Mira, mira, aquel todo lo hace estilo cumbia. –Kis voltea a ver a mi nuevo objetivo y aunque suena Stayin' Alive de los Bee Gees él hace pasos de cumbia. Ríe y tose al mismo tiempo.

- Eres malvada. –Me dice entrecortadamente.

- ¿Malvada? Malvada la que me recomendó esto. –Veo con desprecio mi enorme vaso de sabrá Dios qué, es marrón y según era alfalfa, pero sabe a hierbas a un paso de la pudrición.

- Este estaba bueno. –Mi hermana termina hasta la última gota de su jugo verde.

No, no encontramos el sitio árabe. En una era de tanta tecnología, con GPS, redes sociales, UBER y un largo etcétera no pudimos ubicar el lugar. Nos bajamos del UBER después de dar vueltas por interminables minutos y quedamos en medio de la acera mirando una hilera de gimnasios y restaurantes veganos. La música hizo que entráramos a un gimnasio. Ya estábamos allí ¿Qué más daba? La noche estaba arruinada. Pese a la hora el sitio estaba lleno y tomamos asiento frente a una especie de cafetería donde solo vendían cosas fitness. Tomamos los brebajes y nos giramos a ver la clase de zumba que daban frente a nosotras. Lo mejor de todo, fue que nadie cuestionó nuestra vestimenta. Así que nos pusimos a beber esas pócimas del infierno y encontré entretenido, primero que nada, que aún se siguiera usando zumba como método de ejercicio. La vez que la probé subí un kilo una semana después. Le grité al entrenador y me fui.

No admitiré que comía algo antes de ir y después de la quema de calorías por la sesión comía un poco más. Una semana nos pesó y repitió 7 días después, había subido un kilo completo. Pero fue más culpa de él que mía y no diré lo contrario.

Ambas tenemos teléfonos apagados, de lo contrario hubieran reventado por las llamadas de los paranoicos Mackenzie.

Benedict mandó mensajes, llamó y no dejo de preguntarme cómo es que el poco tiempo que tiene libre lo usa para perderlo de esta manera. Agito la cabeza para mejor concentrarme en el tipo con Botox.

Tristán fue mandado a buzón por Kis igualmente. Pero de reojo veo que rebusca en su bolsa.

- Ni se te ocurra checar tu teléfono.

- ¿No deberíamos decirles que estamos bien al menos?

- No. Claro que no.

- Tienes razón. –Se desinfla. –Necesito otro de estos. –Mueve su vaso ya vacío.

- Y yo unos dos litros de agua para quitarme este horrible sabor. –Nos giramos para pedir algo más pero ya están cerrando. Veo mi reloj y son casi las once de la noche. Que alguien me explique porque alguien bailaría zumba a las once, pero bueno, aquí estoy yo ¿no? O estamos más bien.

- Mira eso. –dice Kis con la voz emocionada.

Levanto la vista y veo unos seis chicos preparándose para irse y que al parecer estaban entrenando, aunque la ropa de ejercicio es escasa. Todos llevan pecho al aire y todos parecen modelos de ropa interior.

- Son de Aquarius. –nos dice la chica de los brebajes. - ¿No conocen Aquarius? – nosotras negamos con la cabeza, pero sin dejar de verlos. –Es una empresa que ofrece shows privados y públicos. Ya saben, despedidas de solteras y esas cosas. Ellos son algunos de sus bailarines. Entrenan aquí.

- Ya veo. –comenta mi hermana. –Seguro nos niegan una foto ¿verdad?

Volteo a verla asombrada.

- ¿Quieres una foto?

- Sí.

- ¿Y eso? –Digo tratando de ocultar que quiero reír. Ella no es así, no es que sea mojigata, pero es la más tranquila y sosegada de las dos. Jamás pediría fotos a desconocidos que prácticamente van desnudos. Me causa gracia e intriga.

- No sé. Quiero subirla a Instagram.

- ¿No sabes? pero quieres... -la miro más intrigada.

- Ahí vienen, calla. Chicos ¿podría pedirles...?

Rato después mientras vamos por el pasillo hacia la puerta del departamento no dejo de mirar a mi hermana quien ha ido directo a la red social. Pidió la foto y por supuesto le dieron el visto bueno de inmediato y accedieron, me vi arrastrada a varias selfies y no es que no quisiera, pero no salía de mi estupor por lo que Kis había hecho. En retrospectiva, lamento no haberme avispado y disfrutado de verme apretujada entre esos enormes cuerpos trabajados. Ninguno era feo, lo juro. Al menos sonreí. Ahora, me divido entre la admiración y la sospecha, por lo que he dejado que pasen los minutos.

- ¿Quieres ver la reacción de Tristán cierto? –oigo su suspiro mientras entramos y enciendo la luz, me giro a verla con los ojos entrecerrados.

- No es así.

- No mientas.

- Sólo quiero que vea como sigo adelante sin andar babeando cada que lo veo.

- Tú no babeas cada que lo ves. –la defiendo de ella misma.

- Sé que sabe, siento que lo sabe.

- ¿Qué has estado enamorada de él? –uso el pasado a propósito.

- No he salido de allí completamente Mon. – se desploma en el sofá y hago lo mismo. –No me ayudan esas miradas devoradoras y ardientes que me lanza a veces, aunque sé que prácticamente son su marca registrada y no soy la única receptora de ellas. Pero una vez decidido algo, sabes que no me echo atrás. Quiero que se olvide de que alguna vez me derretía con solo mirarlo. Que vea que, de una vez por todas he decidido dejarlo en el pasado. Suena tan cliché ¿cierto? –suspira.

Estoy a punto de contestarle cuando escucho el sonido de una notificación de su teléfono. Ella lo ve con gesto cansado.

- ¿Es él?

- Sí, un mensaje privado por Instagram. No voy a leerlo. –lanza el teléfono al otro extremo del sofá y yo brinco por él. - ¿Qué haces?

- Siento que yo sí debo leerlo.

- No quiero saber. –se tapa la cara con un cojín.

Abro la aplicación y leo no sin antes ver la enorme cantidad de llamadas perdidas y mensajes.

¿Dónde rayos están Kislev? No quiero ir a recoger sus restos a un maldito antro de mala muerte.

- ¡Apaga la luz! –grito.

- ¿Por qué? –Kis se levanta enseguida.

- Tristán es capaz de venir a checar si ya llegamos aquí.

- Mejor le contesto.

Trato de impedirlo, pero es rápida y me quita el teléfono. Me pongo cerca para ver que le escribe.

Estamos muuuy bien. Gracias por tu preocupación. Pero, en serio, ya basta.

Y vuelve a apagarlo.

- ¿No vas a encender el tuyo? –me dice.

- No lo creo. Puede inventar algo para que vaya a la oficina ahora mismo. –miro mi teléfono con temor. –Buena respuesta, por cierto.

- Espero baste. Me voy a la cama. –Anuncia un tanto triste.

- Oye, vas por buen camino. Un día esto solo nos provocara risas.

- Lo sé. Buenas noches Mon.

- Buenas noches Kis.

Maldito jugo descompuesto de alfalfa, me hace levantarme poco después con un terrible dolor de estómago. Miro la hora y son casi las tres de la mañana. Corro al baño y la verdad, casi no llego. Gimo mientras regreso a mi cama, espero que ya haya pasado lo peor. El dolorcillo va deteniéndose y un rayo de luz que se cuela por mi ventana da justo a mi teléfono. La curiosidad y otras cosas más a las que no pondré nombre porque ni yo sé que siento exactamente me hacen encenderlo.

Saltan de golpe las notificaciones, muchas llamadas perdidas y su buena cantidad de mensajes. Sin poderlo evitar abro la app.

-¿Qué no deberías estar cansada descansando en tu casa por tanto trabajo?

-Debería darte más cosas que hacer, ¿verdad?

-No se te ocurra ir a emborracharte estando solo con Kislev.

-Necesito me mandes cosas ¡Ya!

Empiezo a leer y me tapo la boca para no carcajearme.

-Voy a despedirte.

Amenaza y no me preocupo mucho. Si lo llega a hacer será al menos hasta que regrese de Londres y para entonces, seguro ya se le pasó un poco. O eso espero, realmente quiero que lo de la cuenta Moriarty se arregle ya.

Sigo leyendo sus amenazas y por lo visto decide cambiar de táctica y opta por otra.

-En serio Mónica, no tienes cabeza para el alcohol.

-¿Es en serio que vas a acabar en cualquier cama con cualquier estúpido?

No me puedo detener y respondo una sola palabra a eso último, corta al grano, precisa, clara y contundente.

-Sí.

Y oprimo enviar. Otro feo dolor se cuela en mi estómago, como si quisiera ahorcarme por dentro. Aviento el teléfono a la cama y corro al baño. Regreso media hora después aproximadamente, he tenido que buscar medicamento y hasta me hice un té, uno fuerte y doble receta de mi abuela, las reacciones secundarias son aletargamiento y sueño, pero ocupo dormir. Realmente espero que esto pare porque si no mañana seré una zombie con todas las letras. Y no por haber tenido una noche loca con un guapo extraño, sino por haber consumido una bebida podrida. Y eso que no tomé demasiado, me arrastro por la cama buscando mi almohada. El teléfono suena y en un acto reflejo contesto sin ver.

- ¿Sí? –digo con voz pastosa y medio agitada. Realmente me siento agotada.

- ¿Dónde estás? –escucho a lo lejos la voz enfadada de Ben.

- En la cama.

- ¿De quién?

Mi cerebro medio registra que es una pregunta rara, pues estoy en mi cama ¿Cómo que en la de quién más? Realmente me estoy cayendo de sueño, el té es un mazazo en toda regla.

- ¿Eso que importa? –respondo arrastrando las palabras?

- Maldición, Mónica.

- Tengo mucho sueño.

- ¿Producto de qué? –me gruñe.

- ¿Cómo?

- ¿Gracias a qué actividades es que tienes tanto sueño?

Es por el té de la abuela quiero decirle pero otro pensamiento me atraviesa ¿y si quiero ir al baño pero estoy profundamente dormida? ¿Será posible que termine ensuciando la cama? ¡rayos no! No, no. El té es efectivo para parar los problemas de estómago me recuerdo.

- ¡Mónica! Sal de donde malditamente estés y ve a casa. No, mejor enviaré a alguien por ti. Dime dónde estás.

- En casa.

- ¿Qué?

- Estoy en mi casa.

- ¿Sola?

- Claro que no. –río como boba. Estoy con mi hermana y él lo sabe. Que lento anda, en serio. –Mira, tengo sueño. Adiós. –cuelgo sin más y lo dejo en vibrador. No tengo fuerzas para nada más. Entro al sueño profundo y no sé de mí en horas.

- ¡Mon! ¡Vas a llegar tarde! –Mi hermana está encima de mí en la cama zarandeándome. Me siento de golpe haciendo que ella caiga de costado. - ¡Oye!

- ¿Qué hora es?

- Tienes como quince minutos para... ¿Qué te pasó? Luces como si te hubieras emborrachado anoche para después tener una orgía.

Río ante la idea y le cuento mis problemas estomacales.

- Creo que Benedict llamó. –digo de pronto. Pero aún no se me aclara el cerebro, así que corro a la ducha y en tiempo récord salgo con el pelo húmedo. Tapo como puedo mis ojeras y opto por unos lentes de sol. 

Kislev me dice que mi teléfono ha vibrado en repetidas ocasiones y que ella ya no contestó los mensajes de Tristán. No tengo tiempo ni de mirar. Debido a la carga de trabajo, yo estoy llegando una hora antes, Kis aún tiene tiempo.

Derrapo en la oficina y con curiosidad noto que soy la primera, pero eso no puede ser me digo. Así que me siento y tomo con calma mi enorme vaso de café con leche y unos bollitos. Para tratar de empezar con buen pie el día me voy a la historia que estaba leyendo mientras engullo mi desayuno.

-No, no sé de lo que hablas, no sé nada de tu mundo. No soy de nadie. –Susurró Mónica a su Jefe.

- Lo sabes, sé que puedes sentirlo. –él puso su enorme mano en su cuello y bajó su pulgar a donde latía una vena desbocada en su cuello. –Me sientes, me reconoces. Aunque tú dices que no, tu cuerpo dice otra cosa distinta.

-Estoy aterrada.

-No, ya no lo estás, lo que estás ahora es húmeda.

De sudor por la carrera que dio la pobre huyendo pienso apretando los labios para no soltar una carcajada. Pero bueno, no soy experta en temas de lobos. Su naturaleza es distinta a los humanos ¿no? y ella se derrite como helado al sol con tenerlo cerca y se humedece y así. Esta vez río al pensar que ha pasado del terror a la lujuria en segundos.

Callo al ver que entran Kirk y Minho con una maleta de viaje cada uno.

- ¿A dónde van? –pregunto yendo hacia ellos.

- Vamos, más bien ¿Qué no viste el memorándum? –me dice Kirk. - ¿Dónde está tu maleta?

- No vi nada. –empiezo a sentirme nerviosa. Me llevo las manos a la cabeza.

- El Jefe sabía por lo visto que esto pasaría. Me pidió le avisara a tu hermana que te traiga tu maleta para el viaje. – Contesta Minho viendo su teléfono. –Viene ya para acá.

- ¿Alguien me puede explicar a dónde vamos? –pido y miro mis mensajes. Kis diciéndome que viene con mi maleta lista. Benedict ladrando ordenes de que debo estar en Londres lo más pronto posible.

- A Londres por supuesto. –Me dice un emocionado Kirk.

- No veo en que podemos marcar diferencia estando todos allá.

- Creo hay más problemas de los que imaginamos en un principio. Esta es una lista de lo que llevaremos en físico ¿podrías checar con Kirk si está todo en orden?

- Solo soy enlace entre departamentos ¿Por qué debo ir?

- ¿Estás loca? ¡Es Londres! Veremos a la reina.

- No Kirk, dudo que saquemos las narices más allá de aeropuerto y las oficinas. Y ¿crees que la reina sale diariamente a saludar o qué? –Lo veo hacer un puchero e ir por los documentos que llevaremos. –No sé por qué debo ir. –repito frustrada.

- Ordenes son órdenes.

- Solo espero Kis haya empacado correctamente.

Me masajeo las sienes pensando en el viaje, el trabajo, pero sobre todo en que lo veré y no precisamente del mejor humor. Curiosamente me siento ligeramente, solo ligeramente emocionada pero no por ver a la reina, sino porque lo veré a él. Estoy mal, muy mal. 

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