C3. Casualidades.
June se quedó de pie delante de la cama tratando de terminar de entender que era lo que estaba por hacer.
¿Se estaba volviendo loca? ¿O por qué había aceptado aquello?
Charles no decía mucho, June suponía que seguía con resaca y que muy en el fondo aunque no lo dijera, estaba asustado. Lo había encontrado observándola fijamente de vez en cuando.
Pero no podía juzgarlo. ¿Quién no estaría asustado en una situación así?
Ella también estaba asustada.
Volvió su atención al frente y largó un suspiro.
No podía negar que Andrea tenía buenos gustos. Y que era exagerada.
Si se suponía que solo estaría un fin de semana en Las Vegas con Charles ¿para qué quería tanta ropa?
—¿Estás lista?—June se giró sobre sus talones y lo miró un momento volviendo a la realidad—veo que no.
—No puedo decidirme por uno—murmuró mordiendo un poco el interior de su mejilla—Andrea tiene buenos gustos, es innegable.
Él se rio y tomó asiento en el filo de la cama—Los tiene—asintió sin dejar de mirarla—y no debería de haber ningún problema con lo que elijas, todo está pensado para ti.
—¿Para que de una buena impresión como la señora Leclerc?—bromeó y Charles se dejó caer sobre la cama. June se quedó observándolo un par de segundos y luego se recostó a su lado.
No podía negar que el hombre tenía buenos gustos en cuanto a perfumes se refería. Olía delicioso en verdad. Y que tenía un perfil demasiado precioso y varonil.
Y estaba muy segura que él lo sabía.
—No realmente.
—¿Entonces?—quiso saber. Él la miró otra vez de manera fugaz y luego ancló su atención en el techo.
—En realidad lo elegí yo—confesó—y no era para que le dieses una imagen a nadie, lo hice porque creí que te gustaría.
—Muchas gracias, Charles—murmuró avergonzada—te prometo que te devolveré todo el dinero en cuanto consiga un nuevo empleo...
—No tienes que devolverme nada, June y tampoco tienes que prometerme nada—respondió tomando su mano, esa donde un nuevo anillo de matrimonio descansaba sobre su dedo anular. Charles tenía uno igual—eres mi esposa.
—Tan escalofriante como suena ¿verdad?—la chica se echó a reír y Charles se unió a su risa un par de segundos después.
—No me suena escalofriante, loco sí pero escalofriante no—suspiró.
—¿Qué te preocupa?—cuestionó y un segundo después se dio cuenta de lo ridícula que sonaba su pregunta—de acuerdo, eso sonó tonto.
—Mamá llamó hace un rato—anunció y automáticamente la sonrisa de la muchacha desapareció—después de que todos los medios publicaran esas fotografías, obviamente Mónaco no iba a quedar exento así que después de darme el sermón de dos horas, me pidió que lleve a casa a mi nueva esposa para que ella y mis hermanos puedan conocer...te.
El terror en los ojos de June fue real.
—No.
—June...
—No, Charles—decidió—no. Es una mala idea.
—Por favor—murmuró—mira ya sé que es una locura pero te juro por Dios que si pudiese ahorrárnoslo, lo haría—añadió desesperado.
—¡No jures por dios!—lo señaló—¿crees que es lindo mentirle a tu madre?
—Bueno, técnicamente sí eres mi esposa y no le estaría mintiendo...
—¿Y le vas a contar que te casaste en Las Vegas bajo los efectos del alcohol?—preguntó alzando una ceja.
Charles chasqueó la lengua y negó—bueno, si lo pones de ese modo...
—¿Ves porqué es una mala idea?
—¿Y que se supone que le diga entonces?—replicó sentándose de golpe, ella también lo hizo—Hola, mamá. Fui un borracho irresponsable que me casé en Las Vegas, que lo olvidé por completo y que me enteré mediante las noticias igual que tú e igual que el mundo entero, mi esposa que legalmente sí es mi esposa se rehúsa a venir conmigo a Mónaco porque mentir es malo así que olvídate de la idea de conocerla porque no va a pasar—soltó en italiano.
Las mejillas de June se ruborizaron de inmediato y largó un gran suspiro.
¿Charles era consciente de lo sexy que se veía hablando en italiano?
—¿Y qué hago con mi vida, Charles?—susurró—también tengo una madre ¿sabes? Tenía un trabajo y tengo una vida en Estados Unidos, un tanto miserable si me lo pienso bien pero no deja de ser vida ¿no?
—Y no te estoy pidiendo que la dejes—respondió y aunque June sabía que él estaba haciendo lo posible por mantener la calma, ella sabía que la tarea le estaba resultando un tanto complicada—solo te estoy pidiendo que viajes conmigo a Mónaco para que mi mamá te conozca, se calme y una vez que eso pase, yo mismo te acompañaré a casa y si hay que calmar a tu madre, lo hacemos.
Ella lo miró en silencio. ¿Por qué era tan guapo?
—Sencillo—ironizó ella.
Charles le sonrió débilmente—¡cómo preparar café!
—Enséñame—pidió finalmente.
—¿Qué quieres que te enseñe?—pregunto dudativo.
—Se supone que soy tu esposa—comenzó—que antes de tomar la tan delicada decisión de casarnos, nos tuvimos que haber conocido—él asintió—eres un piloto famoso que corre para la escudería de Ferrari—repitió la línea que Tessa le había gritado un par de horas antes—jamás vi la Fórmula 1, para ser honesta, sin embargo, mírame aquí...casada con un conductor.
—Piloto—reclamó.
—El título es lo de menos—decidió y él la miró ofendido—el punto es que se supone que debería de saber cosas básicas de ti y antes de que digas cualquier cosa, cuando digo cosas básicas obviamente no me refiero a lo que hay en internet—pausó—y no, no te he googleado. Tessa lo hizo.
—¿Tessa?—alzó una ceja.
—Mi mejor amiga—asintió—vine con ella y prácticamente me lo gritó en la cara esta mañana.
—Te prometo que cuando volvamos al hotel hablaremos de lo que sea que quieras hablar ¿de acuerdo?—June asintió—ahora, creo que debes elegir uno, Andrea no tardará en llegar...
—¿Cuál es tu color favorito?—preguntó de repente.
Charles la miró—rojo, obvio.
—Entonces usaré el vestido rojo. Tómalo como un regalo de bodas.
—¡Charles! ¡Charles! ¡Charles!—la sonrisa de joven creció en sus labios una vez más y sus ojos esmeraldas volaron hasta la valla repleta de fans que lo llamaban a los gritos.
Él siempre había sido amable con ellos y aun cuando no tenía el tiempo suficiente para acercarse y hablarles un poco o hacerse fotografías con todo aquel que se lo pedía, lo encontraba. Y eran esos pequeños actos lo que lo convertían en uno de los pilotos más queridos de la parrilla.
Pero aquel día la situación era un tanto diferente.
Andrea le había prohibido acercarse a los fans, y es que sin duda, la noticia de que se había casado en Las Vegas se había regado como pólvora en todos lados y simplemente no era momento para ser cuestionado si ni siquiera él tenía muy claro lo que había pasado la noche anterior.
—Esto es...—Charles apartó la mirada de la multitud y le dedicó una sonrisa a June que caminaba a su lado sin soltar su mano.
La pareja del momento. Justo como Andrea los había denominado.
—¿Impresionante, verdad?—alardeó él.
—Ensordecedor—asintió haciéndolo reír.
—Tampoco es un estadio, no exageres—respondió encogiéndose de hombros.
—Tampoco eres Shawn Mendes, no exageres—el ojiverde soltó una carcajada.
Por lo menos tenía que admitir que su esposa era divertida.
—Así que te gusta Shawn Mendes—comentó sin dejar de mirarla.
—Ya sabes lo que dicen por ahí. Puedo tener malos ratos pero jamás malos gustos—añadió y arrugó su nariz—bueno, el único gusto feo que he tenido en mi vida has sido tú, mi amor.
—¡Oye! Eso es bastante cruel, June Leclerc—se quejó.
Ella lo miró dedicándole una amplia sonrisa y Charles juntó sus labios a los de la chica en un pequeño beso que aunque sabía que en algún momento pasaría –porque Andrea siempre parecía tener todo fríamente calculado-, la tomó por sorpresa.
Él lo notó pero ella no se apartó.
Los gritos aumentaron y cuando él se apartó de ella.
Un beso fugaz que había vuelto loco a la mayoría de los presentes.
—¿A qué hora nos iremos al hotel?—preguntó ella tratando de ignorar el ruido a su alrededor. Charles se rio y dejó otro pequeño beso sobre su frente.
—Debo hacer dos prácticas libres—le informó—mientras te puedes quedar en el garaje de Ferrari con Andrea—inspiró—creo que es lo más seguro por ahora.
—Debo confesar que me da un poco de terror—Charles se rio ante la declaración de la chica.
—Es Andrea—asintió—le pagan para darle terror a todo el mundo, pero créeme, por ahora es lo más sensato. Estando con ella nadie te va a molestar.
—Confío en ti—respondió apretando más su mano.
—Escúchame—susurró frenando sus pasos cuando llegaron a la entrada del garaje—sé que todo esto es nuevo para ti y que no tienes la obligación de estar aquí pero lo estás y te lo agradezco muchísimo, sé que no conoces a estas personas y que no es tu zona de confort así que si te hace sentir mejor, puedo pedirle a Andrea que le envíe a tu amiga un pase VIP para que te acompañe...
—No tienes que hacer eso, me las arreglaré—respondió sin dejar de mirarlo.
El piloto se quedó en silencio lo que para June apreció el minuto más largo del año y le sonrió débilmente. Ella también lo hizo.
—Hablaré con Andrea para que se ponga en contacto con ella.
June entornó sus ojos—¿Siempre eres así de necio?
—A veces.
—Pues ya te digo que es gro...—comenzó pero su voz se vio amortiguada en los labios de Charles unidos a los suyos.
El joven la tomó por las mejillas profundizando el beso y por un breve momento, Charles tuvo un recuerdo de su primer beso. Su primer beso de esposos.
Ella pasó sus brazos por el torso del chico y se dejó perder en el aroma de su perfume, en la suavidad de sus labios y en lo buen besador que parecía ser.
No sabía cuánto tiempo podía ser posible besar a June pero estaba segura que después de besarla por cinco horas seguidas, tendría ganas de seguir besándola.
Él apoyó su frente en la de ella -que parecía realmente desorientada- y le sonrió un poco—Trata de sobrevivir a Andrea ¿de acuerdo...?
—Mjm.
—Te veo en un rato, esposa.
—Éxito, esposo.
(...)
—¿Siendo el centro de atención?—Charles levantó la mirada y negó débilmente a Carlos que lo observaba con una pequeña sonrisa en los labios.
—Ni que lo digas—respondió en medio de un suspiro.
—Es linda, debes admitirlo—decidió el español—y dándote mi opinión que no has pedido, hacen una linda pareja—sonrió.
—No comiences con eso otra vez–pidió el monegasco—fue una metida de pata horrible y apenas tengamos la oportunidad, se habrá terminado.
—¿Tan malo es estar casado?—bromeó y Charles bufó—parece que sí.
—No es eso, June es agradable...soy yo realmente el problema—comenzó—por la puta madre, me casé completamente ebrio, tengo recuerdos fugaces de anoche y mamá me quiere castrar. Todo esto sumado que apenas y conozco a June y que...—Carlos lo cortó.
—Y que Alexandra sigue aquí—musitó señalando sobre su pecho. Un largo suspiro abandonó al monegasco y negó débilmente.
—Es un desastre.
—¿Y por qué en lugar de terminar con ello, no te das una oportunidad?—le preguntó—sé que puede parecer una locura pero vamos, casado ya estás. Te casaste en Las Vegas con una desconocida pero no puedes negar que la desconocida te gusta, de otro modo no habrías ido a la barra para hablarle—pausó—puedes no amarla y está bien, Roma no se construyó en un día pero ella es tu esposa ahora y nadie dice que con el paso de los días no podrás llegar a quererla aunque sea un poco ¿no?
Los ojos de monegasco lo miraron con fijeza. Claro que era una locura lo que Carlos sugería; sobretodo si June de alguna manera estaba de acuerdo con ello.
—No lo sé...
—Yo pienso que sí–musitó sin dejar de mirarlo—parece un conejillo asustado, Charles, pero está aquí. Y todas las personas allá afuera quieren saber de dónde ha salido y cómo demonios hizo para que te casaras con ella, está bien ¿de acuerdo? Mañana alguna estrella de Hollywood hará algo estúpido y será la nueva sensación del internet y ustedes estarán bien; pero no me puedes decir que June te es indiferente porque claramente no lo es.
Joder ¿por qué Carlos tenía razón?
—¿Y que hay de lo que yo siento por Alexandra?—el español largó un gran suspiro y negó un poco.
—Míralo de este modo–planteó—June es tu esposa, si bien no sientes nada por ella, quizás ella pueda ayudarte a que Alexandra se dé cuenta que ustedes están destinados a estar juntos.
—¿Usarla?—preguntó y Carlos negó.
—Claro que no, tampoco eres un idiota—pausó–bueno, quizás sí lo seas pero no un idiota que juega con las mujeres ¿verdad?
Negó—Creo que podemos hablar de esto más tarde, ahora mismo necesito concentrarme en el circuito, no en mis problemas.
—Oye, no puede ser tan malo, Leclerc—le recordó su amigo—¿verdad?
Y eso era a lo que él pretendía aferrarse. ¿No podía ser tan malo, cierto?
(...)
Charles detuvo sus pasos justo en el umbral de la puerta del baño y una pequeña sonrisa tiró de la comisura de sus labios. June permanecía sentada sobre la cama con las piernas cruzadas y la vista perdida en la pantalla de su celular.
No podía negar que era bonita.
Diferente a cualquier otra chica que él hubiese conocido antes pero bonita.
—¿Qué es lo que ves?—ella levantó la mirada y le sonrió un poco—¿sigues leyendo los blogs de chismes?
—No tengo mucho que hacer—respondió encogiéndose de hombros—además, en este han sido amables.
—No eres nada de lo que dicen estas personas—decidió quitándole el dispositivo de las manos, ella arrugó su nariz—deja de leer mentiras sobre ti, por favor.
—No me afectan—se encogió de hombros de nueva cuenta—ninguna de estas personas me conocen, entonces...
—Entonces no estamos aquí para esto, y sí, tienes razón en algo y es que no conoces a ninguna de estas personas, por lo tanto no les debes explicaciones de absolutamente nada—le recordó tomando asiento a su lado—¿quieres conocerme, no? entonces hay que conocernos.
—Cuéntame de ti—pidió y por un breve momento Charles se arrepintió de aquello.
No era nada nuevo que a veces le costaba expresarse sobre sí mismo y es que, ¿Qué podía contarle a las personas cuando parecía ser un libro abierto?
—¿Qué quieres saber exactamente?
—Pues todo lo que quieras contarme—respondió—eres mi esposo, se supone que debería saber lo básico de ti.
—Nací en Mónaco—comenzó y ella se rió—pero creo que eso ya lo sabes, vengo de una familia tradicional con padres que se amaron hasta el último momento y tengo dos hermanos—suspiró—me habría gustado tener una hermana pero bueno, mis padres decidieron que con tres niños eran suficientes, así que te podrás dar una idea de lo que fue mi infancia.
—Ruda.
Él se rio—demasiado—suspiró—cuéntame tú.
June inspiró con fuerza y luego dejó escapar el aire de sus pulmones de manera lenta—mi infancia fue bastante feliz a decir verdad, siempre fuimos mi hermano y yo ¿sabes? Era demasiado divertido y mamá que es la reina de las hippies siempre hizo de todo para hacernos felices.
—¿Tienes un hermano?—ella asintió—¿Y ni así conocías el mundo de la Formula 1? Me vas a disculpar pero no creo que haya algún hombre en el mundo que no le guste o no haya escuchado sobre este deporte, no es machismo, es como una lógica dadas las circunstancias—June se rio.
—Murió hace unos años—el color abandonó las mejillas de Charles y se quedó en completo silencio por algunos minutos que de a poco comenzaron a tornarse incómodos.
Dios, ¿Por qué nunca aprendía a mantener la boca cerrada?
—Joder, lo siento mucho—susurró.
—Tranquilo, Leclerc—suspiró ella jugueteando con su anillo—pasó hace un tiempo y está bien, no había manera de que lo supieras—negó un poco—dejó de doler hace un tiempo. Papá y él se fueron de manera repentina en un accidente de coche y superarlo fue un proceso bastante largo y doloroso; hasta que entiendes que realmente no se supera, solamente aprendes a convivir con ello.
—Conozco el sentimiento—confesó en voz baja—perdí a mi papá hace unos años—los ojos de June lo miraron con fijeza—no fue de manera repentina pero creo que aunque sepas que algo así puede pasar en realidad no te haces la idea de que pasará eventualmente porque siempre conservas aunque sea un poco de esperanza de que no suceda—explicó a toda prisa—eso fue lo que pasó con mi familia y cuando el momento llegó...
Y entonces una vez más, los ojos de Charles estaban llenos de lágrimas.
Y es que aunque ya no le pasaba muy a menudo, hablar de su padre todavía dolía.
La pregunta era, ¿alguna vez iba a dejar de doler? Y la respuesta ya la conocía.
June se acurrucó a su lado y aunque la posición era un tanto extraña, se las arregló para envolverlo entre sus brazos. El olor a frutos rojos del cabello de la chica se coló por sus fosas nasales y Charles decidió ignorar ese pequeño escalofrío de su espalda.
—Lo siento...—murmuró lentamente—lo siento muchísimo, Charles...
—Hacía mucho tiempo que no hablaba de él...—susurró sin despegar sus labios de la cabeza de June pero ella ni se inmutó.
—No siempre tienes que ser fuerte ¿sabes? Está bien romperse de vez en cuando.
—Desde entonces Lorenzo de alguna manera ha adoptado el papel de nuestro para Arthur y para mí, mamá todavía llora y el corazón definitivamente tiene memoria propia...—explicó siendo consciente de la mano de June entrelazando sus dedos.
El acto era pequeño pero en aquel momento significaba mucho más de lo que podía explicar con palabras.
—Lo sé, sé que el corazón no olvida esas cosas—ella se apartó un poco y sus ojos se encontraron—pero también tienes derecho a llorar y a tener días donde la tristeza te gobierne, eso no está mal en absoluto...
—No es el Charles Leclerc que las personas quieren ver—ella negó.
—Pero es el Charles real ¿no?—asintió—entonces creo que ese es el Charles que vale la pena conocer...
—¿Dónde estuviste todo este tiempo, June?—las mejillas de la chica se sonrojaron.
—¿Crees en las casualidades?—él negó.
June se acurrucó de nuevo junto al chico y soltó un suspiro. Charles pasó su brazo por detrás de su espalda y apoyó su cabeza en la de ella otra vez.
Era cómodo. Demasiado cómodo.
—Entonces creo que fue la vida quien nos puso a los dos ahí, ¿no?
—Me alegra haberte encontrado, June...
—También me alegra haberte encontrado, Leclerc...
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