2| Las sonrisas de Bonnie
Yo soy Bonnie.
Bonnie Foster.
No hay segundos nombres ni tampoco apodos.
Yo soy simplemente, solamente y nada más ni nada menos que Bonnie. No tengo idea de donde mis padres sacaron ese nombre.
Algún día me has visto y yo te sonreí. Y si nunca en tu vida me has visto es porque yo no te conozco y tampoco te he visto.
En fin, muchos me devuelven la sonrisa, otros no.
Y esa sonrisa, la sonrisa que te di, la sonrisa que le doy a todos tiene nombre: «Todo está bien». Para eso son las sonrisas. ¿No?
No es porque yo soy feliz ni porque mi vida es color de rosa. Todo lo contrario, te sonreí porque quiero que tú seas feliz si yo no lo soy.
Ya que esta historia se trata de mis sonrisas, empecemos por la primera.
Supongo que se acuerdan de mi descabellado corte de cabello.
Descabellado. Cabello. ¿Entienden?
Lo siento, mal chiste. Continuemos.
En aquel entonces yo tenía cuatro años y yo vivía en una burbuja feliz. Mis padres eran muy unidos y pasaban mucho tiempo con nosotros. Y Noah, mi hermano, era mi mejor amigo.
Sí, en aquel entonces.
Y luego, de la nada, una leve brisa susurró.
Noelia, no sé si estás leyendo esto o si lo recuerdes, pero yo sí.
Yo sí recuerdo ese día cuando yo tenía cuatro años nosotros nos mudamos a tu vecindario. Al instante tú y Noah se volvieron inseparables.
Pasó el tiempo y yo no tenía a quien fuera mi compañero de aventuras.
Como ayer recuerdo el día en el cual fuiste a nuestra puerta preguntando por Noah. Yo te dije que no estaba y tu te decepcionaste.
Antes de cerrar la puerta te sonreí y logré que me devolvieras la sonrisa.
Ahí, ¿Lo notaste? Esa fue la primera de mis sonrisas.
Noelia, no te sientas afortunada, porque después vienen más de esas.
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