Max fue el primero en darse cuenta de mi cambio, luego fue el resto.
Muchos me preguntaban si estaba enferma o si me sentía bien, en cambio Max no me preguntó, puede que no supiera mi historia pero supo como me sentía.

Él, alguna vez en su vida se sintió igual.

¿Puedes creerlo? El chico con la sonrisa más auténtica se sintió igual que yo. Entonces... ¿Por qué mi sonrisa nunca se parecía a la de él?

Cuando me dijo que él en su vida había vivido algo como yo —aunque yo nunca le había contado mi historia— le pregunté de inmediato.

—Entonces ¿Qué fue lo que pasó para que seas tan feliz?

—Él —. Es la primera palabra que dijo. Luego empezó a contarme de quién era ese «Él».

Escuché todo lo que Él había hecho en su vida desde que llegó. Max dejó de preocuparse de sus problemas, perdonó a aquellos que más mal le habían hecho y su vida cambió por completo.

Pensé que bromeaba. ¿Qué persona cambiaría la vida de alguien de esa forma. Esa persona no debe existir, es imposible que la historia de Máx haya cambiado de esa pesadilla que me contó a lo que es ahora.

Intenté ignorar ese tema por el resto del día.

Mis cargas son demasiado grandes para liberarlas de esa forma.

A la hora de almuerzo, me topé con Susy, la chica que siempre viste de negro. Ella nunca ha sonreído a nadie desde que recuerdo, pero no se nota que tenga problemas.

Estiró su mano para tomar una manzana ya que ella estaba detrás de mí en la fila. La manga de su blusa se subió un poco y vi por primera vez en mi vida unas marcas que solo creí que la tenían personas en películas o libros.

Según las historias era una forma de calmar los dolores de la vida. No lo creo, pero...

Dos ideas luchaban en mi cabeza por el resto de la tarde.
Escuchaba como si alguien me estuviera llamando, pero lo ignoré por ese momento.

Yo solo quiero un escape. Quiero escapar de mis problemas, quiero escapar de lo que se ha convertido la marca del grano que hace tiempo pellizqué.