Verdadera naturaleza 🍁

🍁🍁🍁

Jill me manda un mensaje a mi teléfono barato que acabo de conseguir tras reunir unos cuantos pesos, diciéndome que nos necesita a todos reunidos en un lugar después de la escuela. Al principio quiero rechazar la invitación ya que no me encuentro de humor para lo que sea que quiere Jill, pero luego recuerdo que hoy es viernes y que no hay tantas tareas pendientes y termino asintiendo.

Llego al lugar destinado y me encuentro ya a todos reunidos, pero esta vez hay algo diferente: esta vez hay otro chico más joven acompañándolos.

Aún sin saber que es lo que realmente estamos haciendo aquí, avanzo hacia ellos dudando en si irme o no, el arrepentimiento de haber venido llega a mí.

—Hola —le digo a todos.

—Hola.

El lugar donde estamos es una pequeña colina cubierta de césped brillante, donde hay un precipicio, que es lo suficientemente grande para que alguien que caiga se rompa los huesos. Hay algunas cosas tiradas en el suelo como estacas, palas y cuerdas. Estamos al aire libre, el viento chocando sin parar sobre nosotros, pareciendo que nos va a derribar. ¿Qué tiene en mente Jill hacer un día como este?

A pesar de la confusión, me quedo parada en el lugar observando a los demás. Ethan y James conservan el mismo animo de siempre, Jill parece estar un poco más relajada que de costumbre, sin embargo el chico para ser el más contento de todos. Incluso escucho su voz alborotada, incitando a los demás a unírsele también.

—Jill, ¿Quién es ese chico? —pregunto con cautela.

Jill parece restarle importancia, como siempre. —Ah, un amigo. Lo acabo de conseguir.

Frunzo el ceño. —¿De conseguir? ¿De qué hablas?

Me sonríe. —Ya lo verás.

Ella se aleja y baja al precipicio con cuidado, mientras le da indicaciones a los demás para que la siguen. Ahora sólo quedamos el chico y yo.

—Tú debes de ser Emely. —Me dice él con una sonrisa.

Mirándolo fijamente, me doy cuenta que este chico pertenece a la misma escuela donde estudiamos, y que lo he visto con Jill un par de veces. Creo que es de primero o algo así. Aparenta unos doce después de todo.

—Sí... —Aguardo un segundo —¿Cómo te llamas? —pregunto, intentando seguir el hilo de una conversación normal.

—Soy Steven —Él se presenta con una sonrisa brillante, los hoyuelos apareciendo en la esquina de sus labios —. Estoy tan feliz de estar con ustedes.

—¿Sabes que estamos haciendo aquí? —le pregunto, y le echo una mirada a Jill que está trayendo un trampolín junto con los demás.

—Claro que sí, hoy es el día de la prueba —dice alegremente.

—¿De la prueba? —pregunto confundida.

—De la prueba que hará Jill para que yo pueda entrar a su grupo.

Jill deja el trampolín en el suelo y luego trae unas estacas que coloca abajo del precipicio. Tan tarde, entiendo lo que va a hacer.

—¿Qué te pidió Jill exactamente? —pregunto ya totalmente alarmada.

—Aún no me lo ha dicho —sube los brazos, se nota emocionado —¡Pero quiero ser parte del grupo de los malos!

Esto no puede ser. ¿Qué diablos le sucede a Jill? Ha perdido la cabeza. No creo que arriesgue a este chico así.

—Jill... ¿Qué vas a hacer? —le pregunto, pero ella me ignora.

Ella llama al chico hacia adelante y empieza a explicarle en que consiste la prueba para entrar a su grupo. En último minuto, Jill ha decidido quitar algunas de las estacas de la superficie de abajo. Aún así, sigue siendo muy peligroso.

Steven retrocede, listo para lanzarse hacia el fondo en una caída fatal, que aunque logre hacerlo bien, las estacas lo lastimaran lo suficiente.

Siento mi pulso acelerarse. De ninguna manera lo va a hacer... ¿o sí?

El horror me golpea cuando él corre y salta hacia adelante. El reloj se ha detenido en un colapso. Hay un sonido doloroso de algo siendo aventado contra el suelo.

Me voy asomando poco a poco hasta ver hacia abajo. Ahí está él. A salvo.

Suspiro. El alivio pronto se transforma en furia.

—¿Lo ves? —Jill está a mi lado sonriéndome —. Todo fue tan fácil.

Giro de lado para ver su rostro. De la noche a la mañana, la imagen de Jill ha cambiado rotundamente desde mi perspectiva.

—¡Estás demente! ¡Ese niño pudo morir! ¿En qué diablos estás pensando?

Ella me mira mitad ofendida y mitad confusa —¿Insinúas que soy la mala o través?

—Emely... —advierte James, como si supiera las consecuencias de revelarse ante Jill.

—¡Estás actuando peor que alguien malo! ¡¿Qué diablos te sucede?!

Jill me obsequia otra mirada de confusión, casi como si no entendiera la razón por la que le estoy gritando.

—Sólo, míralo, Emely, ¡míralo! —señala hacia abajo donde Steven parece estar celebrando —¡Está feliz! ¡Eres la única paranoica que me está gritando!

Doy un paso hacia adelante —¿Sabes porqué Jill? ¿Sabes porqué? De no ser porque ese niño tuvo la suerte de sobrevivir, ¡hubiera muerto todo por tu estupidez!

—¡¿A dónde vas?! —me grita cuando paso caminando a su lado.

—¡A buscar a su madre, a decírselo!

Jill sonríe malvadamente —Oh, no lo harás.

Me detengo bruscamente, tiesa.

—¿Qué?

—¡Que no lo harás! —grita de nuevo —Esto está dentro de nuestro círculo. Lo que pase aquí se queda aquí, ¿me entiendes? Si vas y se lo dices a alguien, ¡también estarás metida!

Hay algo pesado contra mi pecho, la ira y el asombro contenido.

—¿Qué me estás queriendo decir? —la miro, esperando una explicación.

—Emely... —intercede o través James.

—No. Quiero que ella me lo diga —lo interrumpo y vuelvo hacia Jill —¿Qué es lo que estás insinuando?

Niega con la cabeza —No estoy insinuando nada, no te estoy insinuando nada.

Doy otro paso hacia adelante —¿Entonces qué? ¿Estás advirtiéndome algo?

—Sólo estoy diciendo lo que podría llegar a pasar si se lo cuentas a alguien —sus manos se han convertido en puños —. Esto es sólo un juego, Emely, nadie va a resultar lastimado. Deja de preocuparte por estupideces.

¿Ella en serio está haciendo esto? Primero me dice que no se lo diga a nadie y luego que esto es solo un juego. No es posible.

—Por un momento creí que bromeabas, pero veo que no es así. ¿Qué harás después? ¿Seguir con lo mismo con otros chicos? ¿Arriesgarlos hasta romperles los huesos como tú dices? —el recuerdo de lo que dijo Tina llega a mí.

No me contesta. El silencio llena el lugar.

—Ese niño vino con esperanzas de que lo dejarás entrar al grupo, estaba dispuesto a hacer lo que sea con tal de eso —continuo —. Lo pusiste en peligro. ¿Qué hubieras hecho si algo malo le pasaba?

—No le iba a pasar nada malo —asegura.

—¿Y tú como sabes eso?

Steven regresa con una gran sonrisa en el rostro, completamente feliz. Me quedo mirándolo. El luce alegre, contento... ¿Y si esto es sólo un poco de diversión? ¿Y si Jill tiene razón y estoy exagerando?

—Niño, bienvenido al grupo —le dice Jill. Veo como lo dos chocan los cinco.
Ella lo abraza de lado y coloca sus manos encima de sus hombros, me mira fijamente y de manera seria —¿Qué decías?

Un balde de agua fría ha caído sobre mí. Él está a salvo y feliz, los demás también. Yo estoy de sobra y para colmo exagerando y gritando de manera paranoica. Es sólo un juego, algo de infancia. No es culpa de ellos ni de nadie que yo no la haya tenido.

Viéndolos frente a mí celebrando, me doy cuenta cuanto he estado exagerado. Quizás he sido siempre así, alguien que nunca conoció lo que era divertirse

Pero ahora, lo único que hago es irme de ahí.

🍁🍁🍁

Las matemáticas parecen ser mucho más dolorosas ahora que estoy frente a ellas. Incluso mis ojos ya observan borrosos los números frente a mí después de horas de estar buscándoles sentido. Estoy por dormirme hasta que oigo a alguien tocar la puerta, el golpe me hace sobresaltarme como gelatina en la silla. Abro la puerta, un rostro conocido se asoma.

—Hola. ¿Cómo estás? —dice una voz chillona. Es Steven. ¿Qué diablos hace aquí? —¿Sabes? Jill me dijo que viniera a visitarte, así que aquí estoy —saca una manzana de su bolso y me la ofrece —. Toma.

Me quedo anonadada, viéndolo sin saber como reaccionar.

—¿Cómo sabías que vivía aquí?

—Jill me lo dijo, te lo acabo de decir —él camina sin previo aviso hacia dentro y toma asiento —. Eres muy distraída —rueda los ojos —. Ella me dijo que ya sabía dónde vivía tu padre. O sea, aquí.

—Ok —digo, porque no tengo nada que decir —¿Entonces qué es lo que quiere?

Él se acomoda mejor en la silla. Gracias a Dios Leonardo y sus padres han ido a la clínica a supervisar el progreso de Margareth y me han dejado sola.

—Quiere que vuelvas a su grupo —dice —. También me mandó a asegurarme de que no estuvieras todavía enojada.

—¿Ella cree que de la noche a la mañana voy a cambiar de parecer? —de pronto soy consciente de que estoy comenzando a enojarme, pero me recuerdo que estoy hablando con Steven y no con Jill.

Se encoge de hombros, su sonrisa infantil apareciendo —No lo sé, pregúntaselo tú.

Agito la cabeza, tomando en cuenta de que esto es ridículo —Está bien. Dile que recibí tu mensaje... —vacilo un momento —y dile que no volveré.

—¡¿Qué?! —sé levanta de la silla, me mira con alarma —Pero esa no era la respuesta correc...

—Sólo díceselo — Lo empujo afuera.

Estoy harta de hablar sobre Jill. Jill, Jill, Jill... ¿Qué es más interesante?

—Oye... ¿Sabes algo? —detiene la puerta con su brazo cuando está a punto de cerrarse —Jill realmente no parece ser una mala persona. Ayer solamente estábamos divirtiéndonos. Sé que estabas preocupada por mí y sé que le gritaste por eso —hay un espacio de silencio, pero aún así, él sonríe —. No deberías estar enojada, estoy bien.

Me quedo mirándolo un segundo. Aún cuando ha comenzado su adolescencia, él es sólo un niño inocente. No estaba consciente realmente sobre el acto peligroso que estaba cometiendo, sólo quería divertirse. ¿Cómo podría debatir con él sobre eso? No lo entendería, yo tampoco lo entiendo a él. A su edad yo no tenía amigos, trabajaba en la calle, enfrentándome a peligro diversos a diario, él tiene una infancia, unos amigos y es normal que la disfrute. No encuentro nada que decirle, así que sólo asiento.

Veo como él se despide con su mano con una sonrisa y se aleja. Cierro la puerta, demasiado cansada para seguir...

🍁🍁🍁

El gran día de la función llega de repente, el horror de llegar a encontrarme a Jill comienza. Y aunque no quiera ir, debo hacerlo. Sería quedar mal frente a todos, frente al profesor. Y no puedo hacerlo, no después de que creyó en mí y me consiguió un lugar en el teatro. Sería defraudarlo, defraudarme a mí misma. Y actuar es la única cosa que más disfruto haciendo. Debo ir. Aún así, me pregunto cómo seré capaz de compartir escenario con ella. Soy la Caperucita roja en la obra, ella el lobo feroz. Casi tan literal como la realidad.

El edificio está encendido en luces, la música retumbando las paredes blancas. En camerinos, las personas ya se han ido, la desilusión filtrándose en mi pecho. ¿He llegado tan tarde?

Me asomo por la cortina del show, viendo luces y figuras parpadear, y distingo el traje de Caperucita que me iba a poner, pero que ahora es Jill quien lo está ocupando.

🍁🍁🍁

Jill me ignora el resto de la semana y ahora actúa como si yo fuera la mala, haciéndome saber de esa manera que estoy equivocada. Ahora estamos en grupos distintos: ella con James, Ethan y ahora Steven, y yo con dos chicas de mi clase. Es como si estuviéramos dentro de una guerra fría, aún sin otro confrontamiento directo, puedo notar las miradas duras de Jill cada vez que se cruza conmigo en su camino y yo trato de esquivar sus ojos, aún sintiéndome culpable.

 ¿Culpable de que? 

Tenía que intentar pararla, no podía conceder el hecho de que alguien se arriesgara por una cosa tan estúpida frente a mis ojos, y sobre todo, siendo un niño. Hice lo que pude, quizás le grité mucho más fuerte de lo que pensaba, quizás debí habérselo dicho mucho más calmada, y aún así, ¿iba a escucharme? Posiblemente no. Jill hace lo que se le da la gana, trata a los demás como a esclavos, una de las razones por las que decidí no volver, ella sólo da órdenes y mandatos. ¿Es eso una amiga? Claro que no.

El jueves, durante la hora de recreo, Steven se acerca a mí y me dice las siguientes palabras: "Jill quiere hablarte".

No estoy nerviosa, no estoy nerviosa. ¿Estoy nerviosa? ¡Claro que no! ¿Cómo si Jill pudiera hacerme algo? ¿Tirarme por las escaleras como a Tina? De acuerdo, eso no sonaría tan descabellado, puesto que el lugar donde tengo que ver a Jill es al final del pasillo de las escaleras. Pero de cualquier manera creo que no podría hacerme nada. Las demás escucharon, si no llego en veinte minutos, entonces buscarían ayuda. Aunque creo que sería innecesario, sólo hablaremos.

Jill está de espaldas como la otra vez cuando voy hacia ella, su largo cabello negro azabache sobre sus hombros, está mirando hacia el vacío, esperándome.

—¿Steven te dio el mensaje? —pregunta, yo asiento —Bien, sólo olvídalo, Emely.

La resignación llega a mi pecho. Ella nunca podrá afirmar lo que hizo.

—¿Cómo quieres que lo olvide? —susurro —. Sé que quizás yo también haya exagerado un poco, pero fuiste tú primero quien puso en peligro a Steven.

Por fin, se ha dignado a verme. Soy intimidada por sus ojos negros viéndome atentamente. Busco con mi vista una salida, miro hacia las escaleras de abajo, temiendo lo peor.

—Emely, no estaba poniendo en peligro a nadie —aclara —. Esa eras tú inventándote cosas.

Hay un estrecimiento involuntario en mi cuerpo —¿Qué estás...?

—¿Crees que no me doy cuenta? —pregunta, y contengo el aliento —. Te desmayaste una ves, el otro día te echaste a llorar sin una razón aparente, la mayor parte del tiempo estás fuera de este mundo y a veces incluso actúas como si estuvieras asustada —dice, y hay un nudo en mi garganta.

Ni siquiera mi propia madre lo había notado antes.

—No tengo ningún problema, Jill —respondo a como puedo, mi voz refleja algún tipo de cansancio.

—Todos tenemos algún tipo de problema o alguna presión que nos hace pensar que ya no podemos más, y yo intento ayudarte —me da una mirada afligida, casi con compasión. El sentimiento me hace sentir ofendida —¿Cuándo vas a aceptar mi ayuda?

Ella está desviando el tema hacía mí para que olvide lo otro, quizás quiere hacerme sentir mal para que al final le de la razón.

Me las arreglo para sonar fría, para que no vea mi dolor:

—No me interesa —digo, sorprendiéndome a mí misma —, no me interesa tu ayuda.

—Emely, quiero ayudarte —insiste.

Mi corazón da un ligero vuelco. ¿Cuántas veces quise escuchar eso? Quiero ayudarte, sin embargo, nunca lo había escuchado antes. Y ahora que lo hago, lo estoy rechazando, porque me doy cuenta que ni siquiera sé cómo alguien pueda ayudarme.

—No es tu problema —digo en voz baja.

Yo sólo quiero irme de aquí, sólo quiero irme de aquí.

—¿Te das cuenta que estamos discutiendo otra vez por estupideces? —Jill levanta la voz, luego menea la cabeza en negación al darse cuenta —. A veces soy consciente que me paso en algunas cosas y quizás esa sea la razón por la que termino espantando a todo el mundo, pero tampoco soy tan insensible. Debes creerme, Emely.

—No lo sé —susurro.

Ella cierra los ojos —Emely, tienes que saberlo.

Vuelvo a suspirar —Realmente no lo sé, Jill.

Ella luce desesperada, casi enojada —Sólo di "está bien", sólo eso. Solo un "disculpa aceptada".

Trago saliva. ¿Y qué pasa si le digo que no...? ¿Va a lanzarme por las escaleras también? El pensamiento hace alarmarme. Podría decirle que sí, fingir un par de días y luego volver a salir del grupo.

—¿Vas a seguir poniendo en peligro a la gente? —pregunto, poniéndola en duda para que no sospeche.

—No. No lo haré —dice de forma decidida —. Y con respecto a tu papel...

Alzo la ceja —. Mi papel, ¿qué?

—Llegaste tarde y todos estábamos alarmados. Yo era la única que me sabía el guion. Tuvimos que reemplazarte y fui yo quien lo hizo —me mira fijamente, buscando en mis ojos algún indicio de tristeza —¿Te hace sentir mal?

Está bien, lo presentía. De hecho, esa fue la razón por la que a pesar de haber querido actuar al principio, al final ni me importó.

—No, realmente no tenía tantas ganas de ir —digo sincera.

Parece no creerme —¿En serio?

—Sí —hay varios tensos segundos de silencio —¿Y cómo te fue?

—Fue horrible —arruga la nariz, luce muy graciosa. Me recuerda al gesto que suele hacer Leonardo cada vez que algo le desagrada —. El vestido no me quedaba.

Suspiro, la miro seriamente. —De acuerdo, pero te prometo que si vuelves a exponer así la vida de alguien o tan sólo lastimarla, seré la primera en darte un buen golpe, Jill.

Jill me sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos —Hecho. Pero que no sea un golpe, que sean dos...


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