Texas 🍁

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Todos los presentes, miembros de la familia, de esta reunión forzada se encuentran ingiriendo alcohol mientras hablan de cualquier cosa que se les ocurra, intentando aguardar las apariencias como siempre. Ruedo los ojos y intento apartarme a toda costa de la multitud, ignorando a la gente que me llama cada vez que paso cerca de ellos. Mi vista se extiende hasta llegar a ver a la pareja que se encuentra conversando muy tranquilamente a pesar del alboroto generado a su alrededor. Margareth luce más serena de lo normal. Ha dejado la botella desde hace semanas e incluso ha comenzado a vestirse bien. Su cabellera normalmente tiesa y desordenada ha sido peinada, incluso ha estado usando maquillaje. No me pasa por desapercibido que todos esos cambios los ha estado haciendo por Leonardo. ¿Porqué nunca lo pudo hacer por ella? Siempre le dije que se levantara y que cambiara por ella, por nosotras, pero al parecer la opinión que vale más es la del hombre que la abandonó embarazada.

Desde que Leonardo se apareció por primera vez, han habido demasiados cambios a nuestra vida: mamá ha dejado de embriagarse y yo he dejado de trabajar. Para guardar apariencias le hemos dicho a Leonardo que sólo asisto a clases durante los fines de semana; aunque realmente lo hago ya que es el único horario que me ha permitido estudiar mientras trabajo, también hemos mentido diciendole que Margareth se encuentra en desempleo por lo cual siempre se mantenía en la casa. Él entonces se ha ocupado de los gastos, lo que ha hecho a mamá más que feliz.

Leonardo, sin embargo, ha tenido curiosidad de nuestra vida. Nos ha preguntado una gran variedad de cosas que no sé cómo nos las hemos arreglado para saber responder. Él también ha dicho que quiere ser responsable de nosotras, se ha disculpado por habernos dejado y me ha pedido que lo perdone, que si alguna vez lo he odiado, que deje de hacerlo. Nos ha dicho que quiere acogernos como su familia y que vayamos a vivir con él a su casa en Texas junto a sus padres. Ese día, recuerdo bien, mi madre se quedó en silencio y luego aceptó. Desde ahí comenzó el infierno.

Yo, por mi parte, sigo aborreciendo a mi padre. No puedo evitar este horrible sentimiento, pero lo he tenido desde que era pequeña. Cuando recuerdo mi infancia, si es que tuve, recuerdo las humillaciones en la escuela de los otros niños, todos se burlaban porque yo era la única que no podía llevar a mi padre a los actos del día del padre. Y cuando quería que alguien me abrazara, que me arropara... yo tampoco tenía a nadie. Y sin embargo ella quiere que lo ame, que lo acepte, que lo respete. ¿Cómo puedo querer a alguien que toda mi vida estuvo ausente, que fue un fantasma y ahora, de repente, aparece de golpe? Ella está equivocada, no puedo cambiar mis sentimiento por nada. Por nada...

Me recuesto en el suelo, en una esquina muy alejada al resto. Aquí el bullicio es menor. Los demás están tan ajenos a la realidad que no se dan cuenta de que estoy aquí sentada, pero por mí está bien. Siempre odié las multitudes y el ruido molesto de la gente. Estar en un lugar cerrado con muchas personas me hace sentirme como un pez dentro de una bolsa de plástico, y nuestra casa, normalmente poco espaciosa, hoy es similar a una caja de cerillos.

Las risas falsas de las personas llenan la sala. Todos están actuando en su monólogo, fingiendo felicidad por los demás cuando ni ellos mismo pueden ser felices por ellos. Una de mis tías, Paulette, está comentando estupideces sobre cómo debe de educar a los hijos y ser una buena esposa a su hermana, aún cuando ella misma se ha divorciado tras un matrimonio infeliz lleno de infidelidades, y ahora tiene que mantener a una hija y soportar el duro trabajo de una abogada fracasada de treinta y cuatro años.

Todos los demás son como un espejo; mi abuela Amelia luchando constantemente por la perfección, intentando crear la fachada de la familia perfecta ante el mundo, cuando ésta se está desboronando por dentro, sus demás hijas siguiéndola, todos actuando tan iguales como las manecillas de un reloj, persiguiéndose con desespero en un intento de atraparse.

La gente se mueve por lo quieren, por lo que tienen, por lo que desean obtener. Todos son hipócritas y falsos. Están sonriendo, pero detrás de sus caras hay una fiero sentimiento que podría matar.

La relación que tienen con Margareth tampoco es la mejor.

Que mi madre jamás se haya ido de un sitio tan peligroso como el nuestro no es por casualidad; en toda su vida, nunca le gustó vivir con su madre y sus cuatro hermanas, así que tan pronto cumplió los veinte decidió independizarse y comprar esta casa. Cuando los crímenes aumentaron le rogué para que nos fuéramos, pero ella simplemente me dijo que no quería volver al nido de ratas de su familia y que mejor me acostumbrara a vivir así, algo que hago desde que tengo memoria.

Mi familia materna consiste en mis abuelos; Amelia Belrose y Ethan Abhervé, mi madre, mis cuatro tías, (una de ellas desaparecida), y mis tres primas llamadas Emma. Como venimos de una familia francesa tradicional, una de las características que compartimos es el mismo nombre que debe de tener cada niña que nazca según su generación. Las cuatro hermanas de mi bisabuela se llamaban Marie, por ejemplo, mi abuela Amelia nunca tuvo otros hermanos como para seguir con la extraña regla, y mis tías y mi madre rompieron la tradición. En nuestra generación ha tocado el nombre Emma, sin embargo para distinguirnos nos llaman muchas veces por nuestro segundo nombre, aunque yo suelo ser conocida como Emely ya que me gusta que me llamen así. La familia es grande, eso sumado a los esposos de mis tías y a la familia de mi abuelo.

Hoy la casa está disfrazada. Ha sido limpiada de arriba a abajo con tanto esmero que el piso resplandece. Han ocultado los muebles viejos, las telarañas, las alfombras manchadas... Una casa sucia disfrazada de limpia. No lo está. Esta casa está pudriéndose por dentro, nosotros estamos pudriéndonos con ella. Aunque esté limpia, en su interior todos estamos podridos.

Miro el suelo rojizo, deseosa de que ya todos se vayan y esto termine, sin embargo, en cambio escucho como las suelas de los zapatos altos de alguien se arrastran en mi dirección y segundos más tarde veo el rostro de Nicolle asomarse.

-Es muy fastidioso que te preparen una fiesta de despedida cuando no quieres irte -dice, viéndome desde arriba, sonriendo -. Aunque al menos han hecho un buen trabajo con los bocadillos; probé uno. Demasiado azúcar para mi gusto, pero está bien.

Le sonrío de vuelta, y ella se sienta a mi lado. Es la segunda más joven de las hermanas de mi madre. Siempre he admirado que a pesar de haberse vuelto una cantante famosa en toda Nueva York, su humildad y comprensión hacia los demás nunca cambia. No le importa sentarse en un piso como éste, ni estar perdiendo su tiempo aquí conmigo en vez de estar celebrando. Para mí ella es una gran persona.

-Gracias por venir hoy. Hubiera sido un tormento estar un segundo más aquí sin nadie con quien hablar -Le digo en un susurro.

Ella me esboza una pequeña sonrisa y sus ojos del color de la hierba brillan. Me gustaría ser tan alegre como ella, pero sé que también la ha tenido difícil y que muchas veces tiene que ocultar ese dolor.

-Sabes que tu tía Nicolle siempre estará para ti -dice con voz suave, acariciándome el cabello. Cuando deja de hacerlo, su expresión se torna seria -. La noticia de que iban a mudarse nos sorprendió a todos, Emely. Nunca creí que ese hombre que tienes como padre regresaría después de tantos años.

Su voz suena preocupada, y la entiendo. Es decir, ¿Qué hombre regresaría buscando a la mujer con la que tuvo una aventura juvenil para nada seria luego de tantos años?

-Sí, lo sé. Pero aparentemente regresó a buscar a Margareth y luego se llevó la sorpresa de que tenía una hija -expreso, pensando que tiene razón.

-Aún así esto sigue siendo sospechoso para mí -comenta algo pensativa también -. Sobre todo el viaje y que quiera a tu madre en su vida nuevamente. La única respuesta razonable que tengo es... -Sus palabras quedan al aire y niega con la cabeza, confundida.

-¿Es?... -intento seguirle la corriente, es como si ella supiera algo más.

-No, no lo creo -Habla para sí misma y la miro confundida, sin embargo no digo nada.

Nicolle se queda en silencio, mirando fijamente hacia la pared, y me pregunto que está pasando por su mente ahora mismo. Siempre ha sido una persona cuyo silencio tiene más significado que sus palabras, así que por eso no puedo evitar despegar mi mirada de ella, sin embargo aún permanece callada.

Miro de nuevo hacia Margareth y Leonardo y me doy cuenta de lo cerca que están ahora. Una sensación agria se instala en la boca de mi estómago, la bilis subiendo hasta mi garganta.

-¿Tú crees que, ya sabes, inicien una relación? -Me cuesta mencionar la palabra "relación".

Nicolle y yo mantenemos nuestros ojos puestos en ellos, mirándolos cada vez más cerca. Hay algo apretando muy dentro de mi pecho. ¿Dónde quedó el odio que Margareth le sentía?

-¿Sentimental? Es lo más probable -dice de pronto, como una bala explosiva, sorprendiéndome. -Sólo mira a tu madre. Nunca la había visto tan feliz.

Mi vista vuelve hacia ellos y ahí está esa espina clavada en mi pecho que me impide estar tranquila.

-¿Qué sabes de su relación? -Me atrevo a preguntar -Me refiero a cuando eran jóvenes y esas cosas. ¿Eran novios?

-Nunca lo fueron -Niega -. Tuvieron una aventura mientras tu madre trabajaba de camarera en un bar de 'Willy's Spoon' [1] Ella estaba muy ilusionada con él a pesar de no ser novios oficialmente. Yo era apenas una niña cuando salió embarazada de ti. Una semana antes... la había dejado.

Lo más lejos que Margareth me ha contado es hasta la forma en que se conocieron. Casi nunca hablaba del tema, y cuando lo hacía, era para lanzar blasfemias de su nombre. Siempre se lo preguntaba, pero ella me decía que no necesitaba saberlo. Me conformó con decirme que debía de odiarlo por lo que nos hizo.

Todo este tiempo he vivido preparándome contra el sentimiento de vacío producido por el abandono de mi padre, y ahora, cuando de pronto aparece, esa barrera que he construido se ha quebrado.

Ahora ella se ha contentado. Leonardo ha regresado por ella, le ha hecho una propuesta de mudarse juntos, le ha susurrado palabras bonitas al oído, pero, ¿qué hago yo con este odio y dolor que he albergado en mi pecho, y que por supuesto, no cambiará ya que he crecido con él?

-Ella..., -me detengo un momento, con la duda de preguntarlo -¿me quería?

Y entonces el nerviosismo y la ansiedad se han enroscado en mí al igual que el nudo en la garganta. La probabilidad de escuchar un "no" como respuesta me aterra. Y lo hace aún más, el silencio que se ha reproducido en la conversación.

Porque ella sigue buscando una falsa respuesta a mi pregunta.

-Por favor, Emely, ¿qué pregunta es esa? ¡Claro que te quería! Se preocupaba mucho por ti.

¿Se preocupaba mucho por mí? Por supuesto que nunca lo ha hecho. Mucho menos cuando el alcohol y el dinero iban de por medio. Ella siempre me ha visto como un mecanismo para obtener su preciado líquido, cuando en realidad lo único que me faltaba era una madre que pudiera entenderme y ayudarme a soportar mi patética inestabilidad emocional.

-Eso no responde a mi pregunta -digo con un nudo en la garganta. Incluso ella lo sabe -. Siempre he notado la actitud de Margareth hacia mí. Nunca me ha tenido afecto, a veces... -Mi voz se está rompiendo, las lágrimas amenazan con salirse de mis ojos -a veces pienso que soy sólo un estorbo para ella -De repente quiero llorar.

Nicolle toma mi mano, sus ojos me miran destellando comprensión y gentileza. A diferencia de Margareth, ella siempre ha estado conmigo. Lo ha hecho desde que yo era niña, cuando había comenzado con mis ataques de llanto, cuando llegaba bañada en lágrimas del colegio por los insultos de los niños, cuando simplemente quería hablar con alguien. Ha estado en mi vida por tantos años, y es la única persona en la que podría confiar, pero a pesar de eso, hay varias cosas que no me atrevo a contarle: como el maltrato en el que he vivido gracias a su hermana, que ella me obliga a trabajar en la calle, que me ha sacado del colegio... Todo permanece espléndidamente oculto ante la vista de toda la familia.

-Tú no eres un estorbo para nadie, Ems -Su voz me brinda tanta calidez, que me hace por un momento desear que ella fuera mi madre -. Cuando yo era pequeña, Margareth también solía tratarme mal. Nunca mantuvimos una relación de hermanas a pesar de serlo. Ella inventaba cosas sobre mí y mi madre le creía -Con una ligera sonrisa agrega: -Ella te quiere, aunque no lo demuestre, en el fondo te quiere mucho; muy en el fondo...

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Deambulo entre la inmensa cantidad de personas que han llenado toda la casa. Es difícil encontrar un solo ladrillo que no esté ocupado por alguien. Con gran cautela me muevo por toda la sala hasta obtener un vaso de agua con el objetivo de no ser notada, sin embargo Margareth me ve y mi pequeña misión secreta fracasa en un minuto.

-¿Qué sucede contigo, Emely? -ella me frunce el ceño -Tu padre y yo te hemos estado buscando, pero tú lo único que haces es huir de nosotros. Ya hemos hablado de esto, necesitas...

-Mamá, mamá, mamá, basta -interrumpo su guion dramático -. Tienes razón, ya hemos hablado de esto. ¿Puedes por favor dejar de molestarme?

Sin embargo, su expresión no cambia, y me preparo para una larga discusión. Aunque sorpresivamente ella esta vez no me responde con un insulto.

-Lamento si no te gusta socializar, pero hoy comienza nuestra nueva vida como familia. Tú eres nuestra hija y deberías de estar con nosotros.

No lo entiendo. Todos estos años odiándolo, rogando en sus oraciones que un camión le pasara encima y acabara con su vida, para que ahora ella lo defienda y me diga que no tengo ningún derecho a odiarlo. Como si mi desprecio no tuviera ninguna justificación, como si odiarlo fuera una aberración. Y aún cuando ella también lo hacía, ahora es la primera en irlo a recibir con los brazos abiertos.

Margareth no puede soportar la idea de que yo lo odio, cuando ella también lo aborrecía; ella fue la que me inculcó que debía odiarlo con todo mi ser, que él no era nadie, que no lo necesitábamos. ¿A dónde fue todo ese odio tan grande que le tenía, que también me lo contagió a mí?

Una de las escasas conclusiones a las que he llegado es que Margareth siempre se ha sentido sola y abandonada, ocultando sus sentimientos bajo esa capa falsa de odio hacia él, así que no sería extraño que apenas este hombre volviera a aparecer, se abalanzara a sus brazos en busca de recuperar eso que tanto quiso: un amor de juventud perdido y que lo único que dejó fue una estúpida niña a la que tenía el lujo de explotar. Entonces, nunca ha sentido odio directo hacia él porque se fue, sino odio hacia él porque por su culpa se quedó conmigo.

Hay un estrecimiento en mi pecho, como algo quebrándose. No puedo soportarlo... No puedo soportar la idea de que ella me odie, cuando ella es la única persona que me podría amar; como lo hacen las otras madres con los niños cada vez que paso cerca del parque y lo miro. ¿Por qué mi madre no me puede amar de esa forma?

Doy un paso hacia el frente, mirándola. Ya no sólo siento tristeza, siento rabia. Todo este tiempo se ha aprovechado de mí y ahora quiere que lo olvide, sin importarle todo el sufrimiento en el que he vivido. Y yo siempre he sido tan estúpida, nunca he tenido en valor de defenderme, de decirle algo, maldecirla aunque sea. Ahora que está de frente a mí, quiero decirle tantas cosas. De pronto, es como si tuviera el valor suficiente de hacerlo. Como si todas las palabras que he tenido atoradas en la garganta se aflojaran y estuvieran a punto de explotar.

-¿Qué pasa contigo, mamá? ¿Acaso crees que porque ese hombre regresó a buscarte ya somos la familia más ejemplar? -No dice nada -Dices que soy tu hija pero nunca has hecho nada para demostrarlo. ¿Qué pasó cuando yo quería que alguien estuviera conmigo en los momentos más difíciles de mi vida?, ¿qué pasó cuando deseaba que alguien me diera un abrazo o tan sólo las buenas noches?, ¿y que me dices sobre que pasó cuando yo iba a las calles a trabajar?, ¿acaso mi madre me decía que no era necesario porque éramos una familia y lo íbamos a solucionar juntas? Nunca has hecho nada para que esta "familia" fuera una como tal. Porqué tú nunca has sido esa maravillosa madre que presumes ser.

Al principio parece sorprendida, pero luego su rostro se endurece tanto que me arrepiento de todo. Sin embargo, hay una pizca de satisfacción que hace sentirme bien conmigo misma por haberle gritado.

No es el mejor momento, la gente ha empezado a vernos, pero no tienen ni idea de lo que estamos hablando. Leonardo parece querer interceder, sin embargo también con temor de hacerlo. Los demás ahora están mirando, analizando cada movimiento para ver como la reunión familiar se rompe en pedazos.

Margareth permanece en silencio, su ceño está fruncido más de lo normal, clavando sus uñas en las palmas de sus manos en forma de puños, el gesto me hace darme cuenta de que está tratando de controlarse y fingir ser una persona pacífica frente a la familia para que la situación sea favorable para ella.

Mis pulmones están sin nada de aire, mis manos están cubiertas de sudor frío y pegajoso. Nunca me he alterado así con ella, de hecho, nunca me he alterado así con nadie. Me da miedo pensar en cómo terminará esto.

-Sé que no soy una gran madre, pero aunque no lo creas, intento serlo -exclama y lanza un chillido desesperado -¡Y por el amor de Dios, Emely! Te prometo que ya nunca más tendrás que trabajar. Olvidemos todo y sigamos adelante. Sólo necesito que pongas de tu parte, por favor.

Ha dicho en voz baja lo de trabajar, y está musitando cada palabra con calma, intentando tranquilizarme y mantener la situación a raya. Como siempre, Margareth actuando en su papel de manipulación y engaño.

-Creí que si te dejaba tomar iba a hacer las cosas más fáciles, creí que si te dejaba hacerlo algún día te ibas a aburrir y lo ibas a dejar. Que tonta fui... -hablo con pesar, y ahora mismo, puedo sentir como los ojos de todos nos están quemando, pero me da igual -Aparecieron las consecuencias cuando me comenzaste a golpear, y yo me dejaba porque mantenía la esperanza de que decidieras cambiar. Incluso pensé que yo tenía la culpa, que era justificable que me golpearas por eso -estoy luchando para no llorar -. Pasaron los años y tú nunca lo hiciste. Ya no puedo seguir esperando tu cambio, mamá. He esperado mucho.

Estoy sintiéndome deshecha. Lo he revelado frente a ella, por fin. Le he revelado como me siento, todo lo que sentí durante estos años, sin embargo al levantar la mirada y mirarla me doy cuenta que su expresión se mantiene igual, que no le ha importado todo lo que le he dicho, que lo único que le interesa es ganar la discusión sin siquiera escucharme.

Es imposible, mis ojos están inundados en lágrimas a punto de derramarse mientras lo pienso. A ella nunca le he importado. Ni siquiera cuando me convencí a misma de que algún día eso cambiaría. Soy solo un estorbo para ella.

Pretendo marcharme de una vez por todas, pero ella toma mi brazo presionándolo, sus uñas clavándose en mi piel tensionada.

-¡Tienes que creerme! He pasado por tanto también -Exclama.

-¿Qué? ¿También te obligaban a trabajar cuando eras niña? -me burlo y recibo una mirada asesina a cambio.

-Emely...

La interrumpo -Si ese hombre nunca hubiera regresado no estuvieras dándome este discurso -Aseguro -. Las cosas seguirían igual, y me refiero a yo trabajando, yo soportando tus berrinches, yo aguantado tus maltratos. ¡Antes no considerabas que yo era tu familia hasta que ese tipo regresó! Ya te he dicho mi opinión acerca de irnos, no quiero hacerlo. Déjame a mí y vete con él, porque a ese tipo sí lo consideras familia a pesar de que te abandonó después de que tú te abriste de piernas para él.

Lo último creí haberlo tenido en pensamientos, pero cuando me doy cuenta, al ver su mirada asesina pronunciarse mucho más, sé que no fue así. Por un momento creo que va olvidarse del público y pegarme, pero no lo hace.

-¡Eres una maldita desagradecida! ¡Intento arreglar las cosas contigo, pero tú sólo me insultas! -Su rostro adquiere un tono rojo intenso, las arrugas disfrazadas de maquillaje al descubierto.

-¡Entonces deja las cosas como están y lárgate! ¡Vamos, vete con tu amante! -Me oigo decir.

Una gran euforia me invade, sintiendo como la adrenalina corre en mí como un choque eléctrico. No me importa la gente que nos está viendo, no me importa nada.

-¡Ojalá fuera tan fácil! -grita ella de nuevo -¡Sé que si lo hago tu maldita sombra va a perseguirme por siempre!

Me quedo en silencio, mirándola con sorpresa, dejando caer finalmente las lágrimas que tenía aprisionadas en mis ojos. El horror y la tristeza se mezclan, volviendo todo a mi alrededor de color gris. Al fin, ella ha aceptado que quiere deshacerse de mí, ha dicho lo que siempre temí escuchar.

Limpio con la manga de mi chaqueta las lágrimas, y entonces doy la vuelta. Pero antes de irme digo:

-No te preocupes por mi sombra. Ella jamás va a perseguirte.

🍁🍁🍁

Pierdo la cuenta de la cantidad de veces que me he cortado con la vana intención de acabar con mi vida. Todo este tiempo lo he hecho porque me he sentido la peor basura de este mundo y creía que lo mejor era no seguir viviendo, los problemas crecieron y los cortes cerca de mis muñecas aumentaron. Nunca he tenido el valor de hacer el corte fulminante, el corte que hiciera apagar mi vida, y lo único que he logrado es que el dolor aumente cada vez más.

Apenas el filo hace contacto con mis brazos sé que las cosas mejorarán pronto. Porque cada vez que me siento expuesta al dolor emocional, el dolor físico extingue al de los sentimientos.

Cuando el color carmesí, el de la sangre espesa que nos da la vida, se resbala alrededor de mis brazos, cierro los ojos y me concentro. Lo mejor sería morir aquí, lejos de ellos, lejos de todos, y despertar quizás en un lugar mejor.

Pero mi deseo no se cumple porque no me atrevo a cortar la parte mortal.

Abro los ojos, el dolor insoportable me trae de regreso. Miro mi brazo cubierto de sangre aún saliendo de las líneas dibujadas en mi piel. Las marcas están produciéndome un ardor cada vez que respiro, como si mi piel se estuviera quemando con ácido, pero es un dolor aceptable, lo único que me puede quitar este sentimiento.

Me pregunto en que estarán pensando ellos allá afuera. Probablemente, decidan irse juntos a Texas y dejarme, lo que Margareth dijo que haría. El pensamiento me hace aliviarme y ponerme con pesadumbre a la vez.

Voy a la sala y descubro una habitación en silencio. La basura está acumulada en los rincones, la música ahora está apagada, los muebles tirados en diferentes lugares, el viento silbando golpeteando las cortinas. Todos los rastros de personas que alguna vez inundaron la casa son sólo desperdicios, y este lugar está completamente desolado, llenándome de un sentimiento de vacío y soledad en mi pecho.

O través, en esta casa, estoy sola.

La fuerte presión sobre mi pecho está ahí todavía, obligando a mi mente y cuerpo a sentirse intranquilos. Finalmente lo hicieron, finalmente me abandonaron.

Tomo una bocanada de aire, soplando con fuerza mis lágrimas. Es lo que merezco, quedarme sola. Pero ahora que lo siento, tengo tantas ganas de llorar.

Abandono la sala y voy hacia habitación, el lugar donde ella puede estar. Sin embargo, al encontrar a Nicolle escucho como está llorando, lo que me hace detenerme y preguntarme si debería entrar o no.

-¡Hey! -Ella levanta la vista y veo sus ojos verdes que están inyectados en sangre, las lágrimas asomándose en las esquinas, y el delineador manchando sus mejillas -¿Qué haces aquí? -No contesta, su mirada manteniéndose en el suelo -¿Estás bien?

-No -susurra de pronto, con un jadeo ahogado.

Decido sentarme en la cama, al lado de ella. Mientras su vista está dirigida hacia el suelo, me pregunto cuál es la razón por la que está así de afectada. Cuando ella era más joven solía estar de esta forma. Yo la acompañaba y pasábamos buenos momentos conversando en su habitación. Ella me compartía su amor por la música y me mostraba las canciones que había escrito; pero más allá de eso, era sólo una chica rota y sola; creo que por eso nos volvimos tan unidas. A pesar de la diferencia de edad, nos podíamos entender.

-Puedes decirme. Cómo en los viejos tiempos, ¿recuerdas? -Su vista está atenta a la pared como si fuera importante. Tratando de recordar algo, talvez...

-¿Ves ese cuadro de ahí? -Me pregunta y asiento-. Lo pintamos las dos. Recuerdo que yo te solía decir que ese póster iba a ser la portada de mi álbum -Se ríe y yo la sigo.

Por un momento, se me olvida todo el dolor que llevo clavado en mi pecho, una pequeña pizca de alegría que eclipsa mi tristeza.

-Pero lo lograste -Le recuerdo -. Eres una gran cantante, la ídolo de muchas personas -Me acomodo mejor en la cama.

Voltea a verme, su rostro está sonriendo, pero percibo en ella gran desesperación.

-Él no cree eso -Niega con su cabeza.

-¿Quién?

Suspira: -Tu padre.

Suprimo el aliento -¿Qué te dijo ese tipo?

Vuelve a dirigir su mirada hacia el frente, no me pasa desapercibido como su labio inferior tiembla. Por un segundo creo que va a llorar.

-Vino hacia mí como un loco. Estaba totalmente fuera de sí mismo -Su voz tiembla -. Me pidió dinero, yo no se lo di -Ahora está sollozando -. Me trató de ramera. N-no sé como sabe de la relación que tengo con Zion, pero lo mencionó. Cree que estoy con él porque soy una zorra interesada.

Pongo los ojos en blanco. Zion -un hombre mucho mayor que ella, con el cual sale -verdaderamente es su punto más sensible.

Suelto un bufido, alejando mi vista de la de ella. Me concentro en un punto lejano, apretando las sábanas con fuerzas. Ni siquiera me sorprende que Leonardo haya hecho eso.

-Estoy segura que Margareth se lo contó para obtener un poco de dinero -Aseguro unos segundos después -. Pero no deberías de ponerte así, Nicolle. Ellos pueden decirte cualquier estupidez para que te sientas mal y lograr lo que quieren. ¿Todo está bien, Ok?

No parece convencida, pero igual asiente.

-Ok.

-¿Te enteraste de la pelea que tuve con Margareth? -pregunto haciendo de un lado el tema -Estaba furiosa, casi echaba humo por las orejas. Me arrepiento de haber armado un escándalo, pero a la vez no. Sentí como me libraba de toda la tensión que tenía dentro -sonrío recordando el momento en el que por fin pude gritarle -¡Hubieras visto la cara de la abuela y de todos!

A pesar de lo que le dije para tranquilizarla, su ánimo no cambia y sigue mirando el cuadro fijado en la pared. El intento de dibujo de una guitarra es lo más importante para ella en este momento.

-Oh, ¿enserio?

-¿No estuviste ahí?

-En realidad me quedé aquí cuando me aburrí de la fiesta -Asegura mordisqueando su labio vagamente -. Creo que me perdí la diversión.

-¿Sabes dónde están ellos ahora?

Se encoje de hombros.

-Oí que estaban alistando el auto afuera. Al parecer comentaban algo de: "ir por Emely".

Cierro los ojos y los abro de nuevo con esfuerzo. Van a llevarme de todas formas, sin importar el escándalo que hice allá.

No quiero irme, no quiero abandonar este lugar en el que por tantos años me costó acostumbrarme, no quiero estar con ellos.

-Nicolle -La llamo después de un momento -. Si hubiera una forma de que me quedara aquí..., ¿me ayudarías?

-Claro que lo haría, Ems -Ella no duda en contestar -¿De qué forma piensas?

-¿Crees que podría quedarme con alguno de ustedes? -Mi voz suena tímida y baja, no quiero que ella piense que me atemoriza la idea de vivir con Margareth.

-Emely, ya lo he intentado -dice ella, sorprendiéndome -. Cuando eras más pequeña, y veía la manera en la que Margareth te trataba, le dije a ella que si no se sentía capaz de cuidarte podía brindarme tu custodia. ¿Sabes que me dijo? Que era una estúpida. Que no solucionaba nada. Que el problema era de ella y no me metiera. Aunque quisiera que te quedaras conmigo, ella podría mandar el caso a la justicia y yo no lo ganaría porque ella es tu madre.

A la justicia. La palabra resuena en mi mente, pensando que la única manera de deshacerme de Margareth es denunciarla. Pero no puedo hacer eso. No tengo pruebas. Y soy tan cobarde como para hacerlo.

Fuerzo una sonrisa y me escondo en el refugio que he creado con mis piernas. No hay ninguna solución.

-Verdaderamente no quiero irme -Pienso en mis recuerdos y estos golpean mi frente -. Me da mucho miedo pensar en que ahora mi vida será diferente y estaré más alejada del resto... con ellos.

Hay una respiración pausada. Nicolle está viéndome con un rostro de pena, sabe que Leonardo no me agrada, sabe que Margareth siempre ha sido una mala madre, pero no imagina que tanto.

-Tu madre sólo está encantada porque alguien por fin le llevará el dinero a la boca tan fácil -me dice después de unos cuantos segundos -. Pero te aseguro que Margareth pronto se volverá una molestia para Leonardo. Su luna de miel se destruirá pronto.

Asiento, un mal presentimiento me golpea. ¿Porqué me siento mal de todos modos? Irá bien, todo irá bien.

🍁🍁🍁

-Llegaremos dentro de cinco minutos -Anuncia Leonardo al volante. Mi mirada se encuentra con la suya a través del retrovisor y lo veo con furia.

Veo pasar grandes paisajes por la ventana del auto y lanzo un suspiro, al borde del agotamiento físico y mental.

La despedida no ha sido sencilla. De los pocos familiares que se quedaron, una de ellas tuvo que ser la abuela. Se lanzó a llorar y exclamar que no quería que nos fuéramos, pero le alegraba que ahora nuestra vida iba a ser mucho mejor. No dudó en advertir sobre mi comportamiento, por supuesto, todavía afectada por los sucesos de hace unos momentos.

Lo único que espero es que esta decisión de mudarnos no nos afecte, sin embargo, hay algo dentro de mi pecho, parecido a angustia, que no deja de preocuparme.

Dejo de ver por la ventana y noto un pequeño movimiento: Leonardo ha tomado la mano de Margareth con disimulo, acariciándola con suavidad mientras sigue conduciendo.

Volteo a ver hacia otro lado tan rápido como mis ojos pueden hacerlo, sin poder ceder a la idea de que esta sea la misma Margareth que antes lanzaba insultos hacia el hombre que ella amó y que la abandonó. Aunque, según Leonardo, él nunca lo hizo. Margareth sabía en lo que estaba, sabía que no era una relación seria, por lo tanto, yo fui un accidente.

Ese pensamiento hace recorrer el miedo en mis venas. Ellos están tan felices, reanudando su amor de juventud, sin importarles que tienen una hija.

-¿Porqué le pediste dinero a Nicolle? -Interrumpo su momento, apoyando mi cabeza en el vidrio de la ventana de la camioneta, esperando la posible respuesta que él podría darme.

Mientras se tarda en contestar, observo algunas similitudes que tenemos: él no tiene el cabello rubio como yo, pero el suyo es de un tono tan claro que bien puede pasar por un castaño miel, sus ojos no son verdes como los míos tampoco, son de un extraño color café que al estar reflejados por la luz del sol emiten un brillo amarillo. A pesar de todas esas diferencias, me doy cuenta que nos parecemos en muchas de nuestras facciones: como el tamaño estrecho de nuestra frente, en la curva inclinada del puente de nuestra nariz, en la mirada nostálgica y vacía que damos. Las similitudes, a pesar de que quiera negarlo, están presentes.

-¿Qué? -Su respuesta es tan simple que me hace querer girar los ojos.

-Por favor, no te hagas el tonto -Murmuro en un susurro bajo, y veo como su mandíbula se aprieta.

-¿Qué hiciste que? -Interrumpe Margareth, abriendo bien los ojos en un intento de fingir verse sorprendida.

-No sé de qué hablas -Se excusa él, siempre mirando el camino mientras conduce.

-Si, bueno, felicidades, lograste que se sintiera mal.

-¿Me estás acusando de haberle pedido dinero a tu tía? -De repente parece ofendido.

Margareth trata de refugiarse en otra cosa para evitar la discusión, algo que me hace recordar las palabras de Nicolle, mi madre se llevaba muy mal con ella cuando eran niñas y trataba de hacerla quedar mal frente a la abuela Amelia de cualquier forma posible. ¿Porqué no hacerlo otra vez y tal vez ganar un poco de dinero?

-Nop, te estoy acusando de haberla insultado -Me recuesto más en el asiento.

-Estás exagerando -Dice mi madre de manera descuidada, con un movimiento en la mano -. Primero me insultas y luego mientes sobre tu padre. ¿Qué te está sucediendo?

Aspiro fuerte, tratando de aliviar la tensión que se ha creado alrededor. Hemos tenido peleas así desde que Leonardo llegó a nuestra vida, aunque no han sido nada graves, mamá las camufla para intentar simular que somos la recién formada familia perfecta. Leonardo en cambio siempre guarda silencio en todas ellas, ha dejado muy en claro que no es fanático de las discusiones y prefiere mantenerse en el margen. A pesar que él es la principal razón por la que discutimos, mi madre siempre intercede por él, defendiéndolo.

-¡Olvídalo! No tengo ganas de discutir más.

Mamá le da una sonrisa forzada a Leonardo. Veo otra vez por la ventana el campo que se ha dibujado en ella. Parece un lugar tranquilo, casi en completo silencio. Con lentitud, me desflojo el cinturón de seguridad y salgo.

Casi me caigo de rodillas. El aire pronto se vuelve más pesado, como si estuviera cubierto por una neblina dolorosamente asfixiante. La garganta se me seca, y lucho por encontrar oxígeno con que llenar mis pulmones. No estoy muy segura, pero de repente siento las ganas de huir muy lejos, fuera de aquí.

Oh, cielos, estoy en Texas. Realmente estoy en Texas.

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[1] Willy's Spoon: Restaurante ficticio.

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