Sueños ocultos 🍁
🍁🍁🍁
Una luz resplandeciente me ciega por completo.
En el momento en el que mis ojos se recuperan del resplandor y vuelven a abrirse con dificultad, me encuentro frente a decenas de cámaras fotográficas que disparan una gran cantidad de destellos dolorosos de flash en mi cara, y me persiguen, rodeándome a donde quiera que vaya, asfixiándome y dejándome sin salida. La gente de mi alrededor está gritando. El ruido tan molesto llega mis oídos, golpeando severamente contra mis tímpanos. Cada una de las personas que se encuentran más allá del límite establecido para la 'alfombra roja' [3] estallan en júbilo, gritando mi nombre a los cuatro vientos. Me miran a mí de tal forma que como si lo estuvieran haciendo con un pedazo de carne, atado a una cuerda en medio de tanta gente, y me congelo.
Estoy en una alfombra roja. Ese lugar en el que siempre quise estar cumpliendo mi sueño, sonriendo a las cámaras mientras la gente aclama mi nombre con fulgor, pero nunca imaginé que me sentiría así... sintiéndome rodeada e incómoda entre tanta gente.
Intento apartar las cámaras de mi cara, pero ellas me persiguen. Los otros siguen gritando cada vez más fuerte, haciendo que mi desesperación crezca y mi pánico aumente.
El pánico se enrolla en mí, un destello de asfixia se clava justo en mi pecho. Estoy tan quieta que la escena luce casi como si todo estuviera pasando en cámara lenta. Las luces tintinean, los aplausos misteriosamente aparecen, la lucha que hacen los periodistas para acercarse a mí incrementa. Me muevo entre la gran masa de personas que se ha acumulado en el paso, pero no consigo a donde ir, no consigo ni siquiera calmar mi mente. Me siento tan mal. El mareo pronto no tarda en hacerme sentir liviana. Estoy mirando un fondo negro. Mis piernas fallan, están temblando como un edificio a punto de caer, y eso hace que la posibilidad de huir se borre. Todo marcha tan lento, tan rápido..., no lo sé. No puedo dar un paso, es como si estuviera pegada al duro concreto del suelo. Quiero lanzar un grito de frustración, pero no puedo, no puedo hacer nada.
Todo el mundo parece callarse en un solo segundo.
Estoy mirando fijamente hacia arriba, con las pupilas dilatadas desgarradas por el miedo: un monstruo hecho de oscuridad aparece en mi campo de visión; es una mancha negra de dimensiones colosales que va consumiendo todo lo que encuentra a su paso está ahí. Es tan surrealista, tan lejano de entender. Pero está ahí. Tragándose a las personas, a las cosas, envolviendo a todos. Quiero salir de aquí, quiero irme de aquí...
La oscuridad va tragándose a todos.
Incluso hasta de mí.
🍁🍁🍁
Llego media hora después a desayunar, a diferencia de los demás. A pesar de que todos se encuentran sentados en la vieja mesa de la cocina, ninguno ha comenzado a merendar todavía, y el olor a pan tostado y jugo cítrico llega a mi nariz, fusionándose con el gran apetito que traigo y con la emoción de ver por primera vez en tanto tiempo un desayuno decente. Margareth le reclama algo a Leonardo en el oído, y a pesar de que me inclino para escuchar aunque sea una sílaba, ella es tan experta en mostrarse cautelosa ante los demás.
Sara comienza a servir el desayuno en un curioso silencio, sólo escuchándose el golpeteo que hace con los platos y las tazas cada vez que se chocan, y la observo entrecerrando mis ojos. El sospechoso comentario que hizo anoche y luego el extraño ruido que se escuchaba en la sala me hace llegar a pensar que ella fue la causante de eso. ¿Pero porqué? Ella quiere asustarnos, seguramente no nos quiere en su casa, quizás no le agrada la idea de tenernos aquí y piensa que con ello nos iremos. Pero ahora, pienso, le será mucho más difícil, ella no podrá asustarme, no lo hará, ni siquiera después de esa horrible pesadilla que he tenido.
Remuevo mi café y tomo un sorbo, sin ser parte de la conversación que están teniendo los demás, notando a Sara ausente. Aunque ella está en físico, no lo está en verdad. Tiene la mirada perdida y sus ojos están entristecidos.
Aparto mi vista de ella y me pongo a pensar en cómo estarán los demás al otro lado.
¿Todo seguirá bien? Es tan irónico pensar en un lugar en el que pasé tanto sufrimiento, pero es mi hogar y el hogar donde están todas las personas que conozco, mi familia a pesar de todo, donde yo nací y di mis primeros pasos. Donde, y a pesar de tantos recuerdos dolorosos, yo quiero estar. No quiero vivir aquí, sintiéndome como la cucaracha olvidada de la familia, viendo como todos son felices, ajenos a mi sufrimiento, ajenos a todo lo que tuve que pasar para que Margareth esté aquí, ajenos a mi dolor. No, no quiero eso en mi vida. No quiero ser parte de una familia que no me llama, de una familia de la que no me siento parte. He vivido por tantos años sintiendo ese vacío en mi pecho y ahora está creciendo. Por mucho tiempo me convencí de que era la ausencia de mi padre la causante de esa sensación tan abrumadora, tan desesperante; pero no es eso. No puedo definir con exactitud lo que es ni a que se debe, pero es asfixiante.
Todos reanudan su charla una vez puesto el desayuno sobre la mesa. ¿Es posible esto?, ¿así será para siempre? No puede serlo, claro que no.
Verdaderamente, ¿las personas extrañas que hablan entre sí son mi familia? Parecen desconocidos, personas que entraron a mi vida y una vez se perderán. Porque eso es lo que le pasa a todos. Nos acostumbramos a la gente, y luego se van. Muy lejos. Casi nunca se quedan.
Ignoro la actitud protestante de mi madre sobre primero bañarme y luego desayunar, y comienzo a desmenuzar la rebanada de pan salvajemente en un acto que pretende ser grotesco. Margareth se queja y ahogo una carcajada estruendosa. Lo hice para molestarla, porque me gusta ver como se enoja cuando alguien se pasa por el trasero sus reglas. Me gusta saber que cualquiera puede ir más allá de su autoridad tan dominante. Ha sido así desde que nací. Y a pesar de que Nicolle diga que no es mi presencia la que detesta, sé muy bien que Margareth vio su vida devastada cuando yo llegué al mundo. Se sumergió en el alcohol y más tarde fue a terapias que finalmente terminaron en un fracaso. Fue gracias a un acuerdo de palabras que hicimos, que ella prometió no volver a agredirme físicamente, pero lo que no vi venir era que me obligara a trabajar en la calle vendiendo cualquier chuchería que encontrara por ahí tirada. Gracias a eso, dejé de estudiar, y me dediqué al trabajo. Sólo al trabajo. Aunque todos los fines de semana asistía a clases para ponerme al corriente con mi vida escolar, a pesar de que ella me dijera que la educación no servía para nada.
Mientras siguen hablando mi bebida se evapora al instante, después de sólo tres sorbos, escuchando que el padre de Leonardo menciona algo de un ataque terrorista ocurrido en algún lugar mientras extiende el periódico semanal, pero estoy lo suficiente aturdida como para seguir escuchando a un anciano fanático del diario local. Leonardo se despide después, alegando que va tarde al trabajo. No sé que es lo que hace y no me importa saberlo. Mientras menos sepa sobre lo que hizo cuando yo estaba muriéndome de hambre, mejor. El siguiente en irse es el anciano, quien sale a dar un paseo matutino; y así finalmente nos hemos quedado nosotras tres en la sala.
—Desde que era pequeño, mi Leo ha dado su vida por trabajo. En realidad, lo ha hecho todo para apoyarnos. Se preocupa mucho por nosotros, pero últimamente, ha pasado los últimos años en ello.
Sara toma una respiración profunda y parece resignada, sin embargo ya ha escapado del estado en el que estaba antes. Le cuenta a Margareth lo infeliz que se siente por no tener a su único hijo tan cerca como cuando él era pequeño. Ha dicho que espera que se mantenga más en casa ahora que estamos nosotras: "su familia", y anhela que ponga más atención en el ambiente hogareño en el que se ha criado. La conversación de ellas continúa entre risas y lamentos mientras miran el álbum de fotos que Sara ha sacado de algún sótano extremadamente viejo. Entres las dos, se las ingenian para sacarme de mi sitio y llevarme hasta el sofá para compartir el momento.
No hay nada interesante, hasta que llegamos a una foto.
Es un Leonardo pequeño, quizás de unos siete años. Mira a la cámara con el rostro explotando en llanto, mientras Sara lo consuela con una sonrisa.
Y el tiene un cuchillo.
Veo alarmada la foto, con los ojos bien abiertos. La foto es tan perturbadora que incluso Margareth se incomoda.
Sara tapa la foto y cierra el álbum de un golpe, poniendo una sonrisa calmada.
—Fue su primer Halloween, lo disfrazamos de Chucky.
Pero hago las cuentas en mi mente. Esta foto es de 1975, y la primera película aun no había sido estrenada...
🍁🍁🍁
Salgo de la casa sin decirle a nadie.
Hasta ahora me doy cuenta de lo presa y torturada que me sentía ahí; por Sara, Margareth, por todos...
Caminando por la calle, observo el ambiente tan diferente que se proyecta. No es una zona rural, por lo menos no tanto como lo es el lugar donde actualmente vivo, hay mucha gente recorriendo las pequeñas tiendas y las abarroterías, que hoy de manera tan extraña se encuentran repletas de personas comprando. El sol está brillando tanto, el verano muestra su presencia de la mejor manera, haciendo que todos se encuentren despiertos, recibiendo los rayos de luz de la tarde. Hay poco espacio en el camino, y tras algunos empujones y unos cuantos reclamos, consigo llegar a una librería que está cerca del parque. Afortunadamente, hay pocos compradores y decido echarle una ojeada a la tienda por dentro —sólo por diversión, porque después de todo, no compraré nada— Cuando termino, la dueña del lugar se muestra decepcionada y trata de empujarme de nuevo hacia adentro, alegando que hay libros recientes para ayudar a los estudiantes en este año escolar. Niego la oferta y sigo adelante, sin saber que hacer y sin saber a donde ir.
Decenas de edificios inmensos se posan ante mis ojos mientras camino. Tengo entendido que esta es la zona comercial de los pueblos que quedan cerca, también hay pequeñas empresas que se encargan de manejar la comercialización hacia otros lugares. Margareth ha mencionado muchos datos, por supuesto que innecesarios, sobre el pueblo donde ahora vivimos. Sé que hay un parque cerca, a sólo unas cuantas cuadras de aquí, así como también hay un mirador que atrae a miles de turistas al año.
Durante la tarde, este sitio se vuelve un paraíso. Las flores que adornan los jardines han despertado desde la mañana, los perros ladran al otro lado de la calle, una mariposa pasa revoloteando en mi cara. La luz dorada del sol de la tarde me golpea el rostro mientras camino. Veo por unos segundos un teléfono público en la acera y la tentación de llamar a Nicolle me envuelve, deseando esperanzada que me ayude a salir de aquí, que haga lo que sea para apartarme de ellos. Pero vuelvo a la realidad, y descubro que no he traído ni un solo centavo conmigo, y también recuerdo la conversación que tuvimos aquella vez. Entonces sigo de largo, pisoteado duramente contra el asfalto.
Paso caminando durante minutos, relajado mi mente y borrando mis pensamientos nerviosos. Unos pasos adelante y un cartel llama mi atención sobre los centenares de los otros, apareciendo en mi campo de visión de repente, anunciando que el edificio en el que está puesto es un teatro público.
La actuación ha sido en lo que he mantenido mi mente relajada durante años. A veces, imito las muecas de mamá cuando está alterada, furiosa por todo, aprovechando que ella está de espalda respecto a mí. Llegar a la televisión como una actriz profesional ha sido mi sueño oculto desde que era una niña, cuando veía los casetes de las películas viejas que habían en el mueble. La única que lo sabe es Nicolle, incluso ella al estar en contacto con personas del medio, me ha prometido ayudarme con eso.
Un grupo de personas ha entrado al edificio, y me las ingenio para hacer lo mismo sin mucho esfuerzo. Entro a una sala en el que hay varias personas sentadas y frente a ellas hay varios de pie. No tengo ni idea si es prohibido estar aquí, pero aún si me mantengo en el mismo sitio, admirando los distintos tipos de arte y figuras de actores famosos que lucen en las paredes rojas del teatro.
—Pero chicos, tienen que decirme donde está Barbara, por favor —ruega con forzada suavidad un hombre joven, siendo rodeado por un grupo de adolescentes, tal vez de mi misma edad.
Sentándome, al encontrar una silla vacía en medio de tantas otras, escucho que alguien a mi lado dice que hoy no habrá ensayo. Aparentemente, los jóvenes que están junto al hombre son parte de los actores juveniles del teatro y él es su maestro, el público que está sentado en las sillas son los padres de familias que han venido a los ensayos.
—Maestro, ya le hemos dicho que Barb no va a venir. El viernes se fue junto a sus padres a Canadá de vacaciones. No va a venir a tiempo para la obra —explica uno, intentando mantener a su maestro al filo de la calma.
—¡Increíble! ¡Y nadie de aquí se sabe el guion! ¿Saben que? Deberíamos de cancelarlo todo —Un giro dramático y después suelta los papeles al suelo.
—No deberíamos entrar en pánico. Estoy segura que encontraremos a algún reemplazo de Barbara antes de la función.
—Jill puede hacerlo —Opina otro.
Unos se carcajean. —¡Claro que no! ¡Jill tiene cara de ser la jodida villana y no la protagonista bonita!
—Que alentador, gracias. Tomaré tu consejo y destriparé tus tripas —Amenaza quien creo que se llama Jill, una sonrisa engreída surge en su rostro.
—Que asqueroso. Ahórrate los comentarios, Jill.
—No es momentos para sus juegos, chicos —Interrumpe el profesor, casi tirando de su cabello. —Tenemos que encontrar a alguien con la personalidad suficiente para hacer del personaje principal y eso es antes del martes.
Unos cuchicheos se escuchan antes de lamentaciones y más protestas.
—Debe ser rubia, bonita y manejar el guion —alguien enumera, casi filosofando al aire—. Lo comprendo. Hay de esas chicas por todas partes, no nos preocupemos tanto.
—Y estoy viendo a esa chica ahora —murmura otro y todos sus pares de ojos se enfocan en mí.
En ese momento, me quedo de piedra. La silla se encoge hacia atrás, yo junto con ella. Y puedo asegurar que saben que los estaba escuchando, así que ni siquiera puedo fingir que no. Mi corazón está marchando muy rápido.
—¿Ella? No parece ser actriz, estoy segura que no comprende nada de teatro —escucho a otro decir y quiero gritarle al chico..., quien quiera que sea, que es una completa mentira.
La que se llama Jill les chasquea la lengua, bajándose de la mesa en la que estaba sentada tan cómoda, y sus ojos me ven directo a mí.
—La traeremos —dice, y mis mejillas arden aún más —. ¡Hey, chica rara! —¿Está llamándome... a mí ? —¡Sí, tú, la rubia! ¡Ven!
No reacciono en el primer instante, pero me doy cuenta que tengo que hacer algo o sino pareceré una estúpida, así que comienzo a levantarme.
Mis pasos son tortuosos, pesados y cargados. Cuando dejo la silla, sé que no hay vuelta atrás. Mis pies avanzan sobre el suelo, que se ha convertido en una rampa difícil de subir, y se detienen hasta que mi rostro queda lo suficiente cerca como para preguntar para que demonios me quieren, aunque ya lo he escuchado.
—¿Cómo te llamas?
—E-Emely.
El maestro da un suspiro, echando la cara hasta su mano, en una acción que desprende cansancio y hartazgo. —Dime, por favor, que estás aquí porque disfrutas de ver las obras teatrales.
Lo miro media extrañada.
—Sí.
Un rubio de brillantes ojos océano lo interrumpe, girándose hasta mí —¿Sabes algo del teatro?
—Sí —vuelvo a responder —¿Pero porqué me lo preguntan?
El rubio y el maestro comparten miradas.
—Sucede que la protagonista de la obra que vamos a realizar no puede venir, y estamos escasos de tiempo. Si no encontramos a alguien capaz para tomar su papel... estamos perdidos.
Mi boca se abre y cae en picada sin nada que decir.
—Oh... ¿y yo que puedo hacer?
El profesor del teatro me da los papeles, que antes había tirado al piso, y me pregunto a mí misma como diablos fue que me metí a este problema.
—Toma esto. Léelo. ¿Puedes intentar practicarlo?
Muevo la cabeza, afirmado.
—No es tan difícil —los rostro de todos lucen aliviados —. Pero el contenido de esto es algo... singular.
—¿Has visto algún error?
—Esto parece más una comedia aburrida —quiero decir, pero me abstengo.
—Gramatical está perfecto. El problema es que hay un agujero en la trama —digo, ya ganándome un poco de confianza al hablar —¿Cómo es posible que la hermana de la protagonista cae a un túnel y luego Esther dice que su amiga murió calcinada?
Alguien me quita el guion a velocidad de la luz, sin siquiera dejarme decir algo más.
—Eso es imposible. ¡Revisé el guion! Pasé toda la noche verificando si había algún error. No es posible... —se lamenta el chico con pesadumbre.
—Deberías ser más cuidadoso, James —lo regaña su tutor de teatro.
—No hay problema, en realidad —le sonrío —. Es sólo un error que se corrige con lápiz y un borrador —James me devuelve el libreto —. También me resulta algo decepcionante que Marlene haya muerto. Sé que es la villana, pero ellos siempre pierde. ¿Porqué no hacer perder a los buenos esta vez?
—¿Por que el cliché atrae a la gente? —pregunta con tono de obviedad un alumno.
—Las atrae, pero no las atrapa —los demás escuchan —. No hay nada mejor que una obra, una película o un buen libro te haga mostrar los sentimientos y emociones de las personas cuando suceden cosas inesperadas. Por ejemplo, la muerte de alguien de forma impactante.
El profesor se rasca la barbilla, interesado.
—Podríamos intentar cambiar el libreto —expresa —, podríamos... ¿Puedes intentar actuar?
Asiento indecisa. Es la primera vez que alguien verá como actúo y siento que voy a arruinarlo.
—De acuerdo —miento, esbozando una sonrisa tensa.
La primera línea empieza con una exclamación de la villana interpretada por Jill, luego entra mi personaje como protagonista hasta que el desarrollo de la obra empieza a verse y los demás personajes entran a interactuar. Cuando termina, estoy hecha un manojo de nervios y a penas puedo levantar la mirada. Espero por escuchar un "Eso fue terrible, retírate de la actuación, Emely", pero nunca llega. En cambio, lo único que escucho son aplausos y ovaciones.
—Eso fue grandioso —exclama con impresión James —¿Has actuado alguna vez antes?
—Nunca, en realidad.
Una sonrisa tira de los labios de James.
—¿Te gustaría actuar el día de la obra como la protagonista? —el profesor me mira y mi mundo se detiene.
—No creo que pueda hacerlo bien —me alegro esta vez por no tartamudear.
—¡Claro que podrás hacerlo!, ¡eres brillante! —dice una chica con emoción. Mis mejillas se sonrojan y aclaro mi garganta.
—No lo sé, sinceramente...
—Tranquila, te pagaremos bien —habla con diversión en su voz Jill.
—No empieces, Jill —amenaza el maestro, lanzándole una mirada cargada de de amenaza.
—¿Qué? Estoy intentando ayudar. Si una persona no quiere hacerlo por dinero, dudo mucho que se deje manipular.
—¡No la estamos manipulando! —De repente parece furioso.
—Que ella lo opine —bufa, señalándome con la palma de su mano.
Me doy cuenta que esta vez debo tomar mi decisión. Es la oportunidad perfecta para cumplir mi sueño, no puedo desaprovecharla, aunque me esté muriendo de los nervios, no puedo dejarla.
—¿Será el martes, verdad? —mi pregunta hace sacar del balance a todos.
—Será el martes por la noche —me responde el hombre —. Tenemos dos días para ensayar.
—No hay problema —le susurro al profesor.
Así, la pequeña discusión finaliza, y todos empiezan a marcharse a casa no sin antes despedirse de nosotros. No sé que es lo que hice ni como, pero hoy, he logrado algo que nunca logré en tantos años.
—¿Tus padres te darán autorización? —me pregunta el maestro.
Asiento.
—Creo que sí.
—Bien. Puedes traerlos el día de la función. Los boletos serán gratis para ellos —se ajusta la correa de la mochila y juntos salimos hacia la puerta.
—Claro. Adiós.
La oscuridad de la noche me golpea cuando me he quedado sola, y la luna muestra su luz, reflejándola en los cristales de los grandes almacenes. Era apenas el comienzo de la tarde cuando decidí caminar sin dirección alguna por las calles, y ya son las siete de la noche y aún no he llegado a casa. A Margareth no le importa, así que no me preocupo tanto por ello.
A penas salgo del establecimiento, el frío golpea mis costillas, y una sonrisa boba se dibuja en mi rostro. Quizás no sea tan malo estar aquí...
Suprimo una carcajada y me lanzo a las calles directo a casa. Alguien toca mi hombro de repente y giro rápido, viendo que se trata de Jill junto a James y otro chico que me parece haber visto en el ensayo.
—¡Hey, rubia! ¿Vas de salida? —me grita Jill con burla.
—Iré a mi casa. Ya es muy noche —Trato de pasar por su lado, pero me detienen.
—Queríamos invitarte a comer con nosotros para conocernos mejor. Ya sabes, ahora que seremos compañeros de trabajo... —Una risa por parte del chico que no conozco.
Entonces, Jill agrega:
—¿Quieres venir?
Volteo a ver hacia los dos lados de la calle con un poco de incomodidad, sin embargo sé que ellos me están invitando de buena manera, aunque nunca nadie me ha invitado a ningún lado.
Ni siquiera sé en lo que estoy pensando y probablemente mi mente se encuentre en blanco cuando digo:
—Voy en seguida.
—————————————
[3] Alfombra roja: La alfombra roja, como su nombre lo indica, es una alfombra utilizada modernamente en eventos y actos públicos de celebridades y otras personas famosas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top