La verdad que ocultan todos 🍁

🍁🍁🍁

Mi reflejo en el espejo no muestra ninguna emoción, más sólo cansancio. Es una mueca de indiferencia, de lejanía que trata de aislar todo lo que está a su alrededor ocurriendo. Un atisbo de una emoción que estoy acostumbrada a ver pasa por mi rostro, pero se va tan rápido como lo presencié.

Tristeza.

Un suspiro brota de mi garganta en medio del sigiloso cuarto que ahora tiene lámparas quemadas y casi agotadas, las únicas que consiguió Sara para alumbrar el cuartucho y reemplazar las velas, y que no ayudan a nada ya que a pesar de la luz los mosquitos se siguen filtrando a través del cuarto, desvelándome todas las noches, tratando de ahuyentarlos.

La habitación sigue siendo la misma desde aquel día; a pesar de que ya hay una mayor iluminación, la inquietud de ser observada por algo sigue ahí. Las sombras siguen formando figuras extrañas, jugando con mi mente de tal manera que muchas veces no puedo cerrar los ojos y relajarme, pensando que algo podría pasar.

Otra de las razones por las que no he podido dormir es por estar pensando en este día. Hoy, me integro a clases después de mucho tiempo. Es mi primer día en el colegio, el día en el que seré juzgada de pies a cabeza por todos.

Ese pensamiento me aterroriza. ¿Mis compañeros de clases van a aceptarme o a tratarme como a una basura repugnante?, ¿qué pasa si hago el ridículo en las presentaciones? Van a burlarse de mí. Ellos van a burlarse de mí.

Mi cabeza está inundada de pensamientos y trato de inmovilizarlos, de dejarlos inconscientes para que pueda seguir en paz. Entonces llego a la sala y me encuentro con mi madre sentada en la mesa de la cocina desayunando.

—Hablaré con tu maestra —dice ella, una taza de café caliente colgada en su mano, y después da un sorbo.

En un solo movimiento, agarro mi mochila, tomo lo necesario y busco lo demás.

—No es necesario —le digo apresuradamente mientras tomo las llaves y abro la puerta —. Hiré yo sola, mamá.

No dice nada, tan solo asiente en silencio. Ni un sólo "ten un buen primer día de clases" sale por su boca y tampoco lo esperaba. Aprendí por las malas que a Margareth Smith nunca voy a importarle.

—Cuídate —me da una última mirada de advertencia, y salgo.

La atmósfera que hay afuera es tranquila. Veo a personas regando las plantas en su jardín y otras conversando con sus vecinos. Troto un poco más rápido y me alejo lo suficiente de las personas para que no me detengan y pregunten cosas innecesarias. Este lugar es tranquilo, nada comparado con el bullicio de la ciudad. El silencio reina en cada rincón, por lo que muchas sonidos que serían imperceptibles se escuchan; como el suave silbido del viento que resuena en las casas, golpeando contra la ropa que está tendida en sus patios, el sonido de las copas de los árboles moviéndose hasta inclinarse, y pequeños saltamontes que se escuchan cantar en una ola de frenesí y plenitud.

El dulce aroma floral se distribuye por todo el pueblo, siendo la naturaleza un elemento importante. A la gente no parece importarle no cortar la hierba afuera de sus casas, dándole un aspecto salvaje y descuidado a este lugar.

Las casas están ubicadas en hileras, sin embargo están lo suficientemente separadas unas de las otras. Todas poseen el mismo diseño; tamaño reducido, un estilo rústico, techos que están por desplomarse, paredes de madera, y composiciones creadas con materiales que parecen ser inseguros. A pesar de eso, la gente parece feliz en el lugar donde se encuentran.

Las gallinas cacarean cuando paso, los pollitos pían corriendo a mi alrededor. El viento comienza a enfurecerse, llevándose con él a las hojas de verano marchitas por el sol, algunas crujen cuando paso pisándolas.

No me detengo mientras camino. Una suave brisa golpea contra mi piel y cierro mis ojos.

El lodo mancha mis zapatos. La espesa hierva toma mis pies enredándome, pero tomo fuerza y logro salir del pequeño charco del que me he metido.

Las calles son lodo puro, tierra más allá de mojada está en cada rincón del suelo. Hago una pausa y respiro.

El sudor cubre mi frente. Unos pasos más y llegaré. Al fin.

La escuela está pintada en blanco, con portones verdes que se alzan, pareciendo una muralla. Uniformes café y amarillo lo rodean todo y entran casi como si fuera una avalancha. Me quedo afuera, respirando profundo. Ganas de vomitar me abundan.

Entro a paso rápido, obsequiándole una sonrisa fingida al guardia. Éste asiente con la cabeza, dejándome entrar.

Exhalo aire por mi boca. Camino hasta llegar a mi aparente sección y paro.

Hay dos chicas conversando tranquilamente apoyadas en la pared de la sección pintada en naranja. Me acerco a ellas para preguntarles si de verdad es este el salón que me toca.

Toco con suavidad el hombro de una, mi estrategia al comenzar una conversación, y la chica voltea su cara, mirándome.

—¿Salón B? —pregunto, mirando el rostro de las dos fijamente.

—Es este —ella me señala el salón con su brazo —¿Eres la estudiante nueva?

Era claro que el ruido de que alguien iba a llegar a la escuela a casi mitad del año iba a sonar por todos lados.

—Eh, sí. Es mi primer día.

—Genial —dice sin dejar de sonreír —. Ella es Tina Wash y yo soy Lea Hemsworth.

Tina me saluda con un asentimiento de cabeza y sonríe brevemente.

—Hola.

—Ya sabes, cualquier cosa que se te ofrezca estamos aquí para ayudarte —dice Tina, sonando amable.

—Bien.

El centro de atención de ellas dos va hacia detrás de mí, cuando siento que alguien toca mi hombro esta vez.

—Emely. Hola —dice la voz detrás de mí.

Ver a Jill vestida con uniforme escolar y siguiendo las normas estrictas de un colegio es quizás una imagen que nunca creí apreciar. La falda marrón larga y la camisa blanca de botones azulados no hacen contraste con ella misma. Tal vez porque me acostumbré a verla lucir ropa demasiada oscura para mi gusto, o porque nunca la he visto así. De cualquier modo, me gustaría tener una cámara para capturar este preciso momento en el que se ve como alguien del resto y no como el punto oscuro que sobresale del montón.

—Hola, Jill.

Jill mira a Tina y Tina mira a Jill. Parecen haber puñaladas en sus ojos.

—Tina —murmura Jill hacia ella.

—Jill —su voz suena dura y da un inclinamiento de cabeza, mirando a su amiga —. Son amigas.

—Acabamos de conocernos y es mi vecina —me apuro a decir.

Tina levanta su ceja marrón examinándome.

—Entonces, Emely, no olvides lo que te dije —da un paso hacia el frente, mirando a Jill algo desafiante —. También te advierto que tengas cuidado con algunos alumnos. Son... peligrosos.

Nos dan las espaldas y se alejan de nosotras tan rápido como pueden.

—¿Qué pasa con ellas? —le pregunto a Jill una vez salimos del puesto junto a la pared.

Jill encoge sus hombros, pareciendo desinteresada —No lo sé. Creo que les caigo mal.

—Al parecer no son tus mayores fans —continúo, en voz baja.

Jill parece murmurar algo con molestia que no puedo escuchar, y nos detenemos en un lugar en el que no hay demasiadas personas para que ella pueda seguir hablándome con libertad.

—Tina, la del cabello mugroso, todavía está algo resentida por lo de hace dos años cuando la empujé por las escaleras —me dice ella con una sonrisa algo malvada.

—¿La empujaste por las escaleras? —casi me puedo escuchar hablando con asombro.

El rostro de Jill es casi indescriptible, mientas rompe con una sonrisa que al parecer estaba forzando para no dejar salir.

—Relájate. No fue grave. Ella llegó hasta mí para armar pleito conmigo por... —hay una pausa —, bueno, no recuerdo porqué —se encoge de hombros, mirando sus uñas —. Entonces me enojé y la empujé. Rodó por las escaleras, pero no se lastimó —se fija en mi rostro severamente consternado y hace una mueca—, descuida. La directora me suspendió por un tiempo, y ella al parecer aún no lo ha olvidado.

—Suena grave —murmuro.

—Fue divertido —una sonrisa malvada se dibuja en su rostro.

Levanto las cejas. —No creo que sea divertido que tus huesos se rompan.

Mueve la cabeza —No lo hizo. Ella está bien.

—Afortunadamente —le corrijo —. Ella está bien.

Llegamos a una fuente decorativa, en medio del patio de la escuela y aprovecho para sentarme en uno de los bancos que han puesto alrededor de esta. Jill sigue en pie, cruzada de brazos, alzando una ceja oscura y mirando todo con rostro serio. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que esta escuela es más grande de lo que parecía, y está comenzando a llenarse de una multitud de alumnos, lo que me está empezando a poner incómoda.

—Dejemos de hablar de ellas y dime, ¿estás nerviosa, asustada, harta de la vida o no te importa nada estar aquí? —su tono es burlesco mientras hace la pregunta.

Observo mi alrededor. La escuela por dentro es más aterradora que afuera, lo que aumenta mi angustia, provocando pellizcos en mi estómago.

Hay alumnos entrando, otros en pequeños y grandes grupos se pasean por todo el jardín como buenos amigos. Las secciones parecen alejadas unas de las otras, con colores pálidos como el blanco y el beige que cubren las paredes y, contrastan con unas pequeñas plantas que tienen colgadas desde el techo que le dan algo de vida a las aulas. El estilo minifalda de las paredes permanece en todas ellas, siendo cubiertas por grandes láminas de zinc que parecen que van a caer en cualquier momento.

Alguien saluda a Jill desde lejos, alzando la mano, y me inmuto levemente. Me pregunto si podré hacer las presentaciones y no arruinarlo todo.

—Digamos que un poco de todo —le respondo, encogiendo los hombros hacia atrás. Siento todo mi cuerpo rígido y robótico.

—Los maestros son un dolor en el trasero si se lo proponen —dice en tono serio —. Oh, y ten cuidado con el maestro de matemática, es un cretino.

Juego con mi dedo meñique, moviéndolo con fuerza varias veces al tiempo que la escucho hablar con sonido de advertencia, y me toma unos segundos saber el porqué lo está haciendo, así que me puedo escuchar preguntar, con sonido angustiante en mi voz:

—¿En qué sentido lo dices?

Me mira con seriedad esta vez. Tanto que me estoy llegando a preocupar por ver esa expresión en su cara.

—Seduce a las chicas y muchas dicen que las acosa en los baños.

Alzo una ceja con incredulidad.

—¿Porqué demonios no lo despiden?

Ella pone los ojos en blanco. —¿Qué se yo, Emely? Creo que es familia de los directores, y de cualquier manera, nadie va a creerle al grupo de fresas calenturientas de Vanessa. Es un adulto frente a un grupo de chicas odiosas —vuelve a cruzarse de brazos.

Un par de voces alborotadas y unas risas divertidas viniendo a nosotras interrumpen lo que estoy a punto de decir. Diviso a Ethan venir con James, colocándose los dos a nuestro lado con sus rostros sonrientes que ya me he acostumbrado a ver, saludando a Jill en el paso.

—Vaya, Jill no bromeaba con que estudiarías aquí —comenta James, algo sorprendido.

—Jill nunca bromea, hermano, pero tampoco le creí —Ethan me mira —¿Cómo estás, Emely?

Los saludo en breve, levantando una mano. —Bien, ¿qué tal ustedes?

—Mucha tarea, pocos días libres. Lo normal. ¿Vamos por un refresco?

Pasa de largo, lo seguimos en fila, y Jill se acerca a mí para susurrarme:

—Ethan ama los refrescos por la mañana porque es su manera de despertar aquello.

—Demonios, Jill. Te estoy escuchando —le grita Ethan de vuelta.

—¡Voy por ti, idiota! —exclama Jill corriendo hacia él, mientras Ethan trata de no ser atrapado.

—No le hagas caso al par de estúpidos que pelean siempre —James se posiciona a mi lado —¿Todo en orden?

Asiento, un poco presionada.

—Estoy un poco nerviosa con esto. Todos parecen de alguna manera parecen encajar en sus propios lugares y no cometer algún error.

—No lo son —me dice él —Te sorprendería saber lo que poco saben de ellos. Mira, ese es Lucas Graham —señala a un chico sentado en las escaleras, un libro abierto en sus manos —. Lo ves todo correcto, inteligente y amante de los libros, ¿pero sabes? hay muchos rumores de que sale con la maestra de literatura y ella le dicta sus tareas en el baño. No es ningún nerd sabelotodo que pueden doblegar fácilmente. Sabe pelear, de hecho, lo hace muy bien, y no es el cerebrito del colegio que es un idiota —hay una pausa, y me señala a una chica rubia que viene caminando desde la entrada —. Esa de ahí es Lilí, líder y creadora de un grupo de las fresas tóxicas del colegio, pero ella esconde algo muy grave.

Lo miro con un poco de terror —¿Qué es?

—Ha intentado suicidarse dos veces, y su novio la golpea —me dice muy seriamente, y la palabra "suicidarse" hace eco en mi cabeza —. Ella se desquita con los demás cada vez que puede.

La chica pasa a nuestro lado, la observo. A pesar de que intenta doblegar a un par de chicos que encuentra cerca de su camino, no puedo dejar de pensar por lo que ha pasado y la manera en la que ha terminado como lo ha hecho. ¿Es posible que de tanto sufrimiento alguien puede llegar a convertirse en malo?

—No apoyo a su novio, ¿quién demonios lo haría? —digo finalmente, un poco brusca —. Pero eso no significa que deba ofender a los demás sólo por apaciguar su sufrimiento. Una víctima puede llegar a convertirse en decenas de víctimas más cuando esto pasa.

—Ella hace lo que disfruta y dudo que piense en dejarlo —Ubica una mano en su mentón y su rostro rompe en una gran sonrisa —En cuanto a ese...

Miro hacia el punto que señala con la mirada. Un chico alto, de cuerpo atlético, está en un círculo con sus amigos charlando. Dudo por un momento que tenga algo que esconder.

—¿Qué?

—Jugador de fútbol americano y suspiro de las chicas —dice, mientras lo miramos —. Tiene un terrible conflicto con el líder del otro equipo, pero es sólo una fachada porque es gay y los dos cogen hasta morir.

Lo miro como si fuera un chiste.

—Es broma.

Sin embargo, su rostro no tiene expresión de estar bromeando.

—Tomalo como quieras —murmura, y llegamos al quiosco de la escuela al instante que Ethan y Jill están sentándose —. Ahora, ¿crees que todos aquí son normales y van a juzgarte por no decir bien tu nombre? Ellos tienen su historia y no debe importante lo que piensen. Lo hacen de modo diferente, ¿ves?

Me siento y toco con mis manos mis ojos.

—Tu modo de ver las cosas... suena fácil.

Escucho su suspiro cansado.

—Hazlo fácil. Soy de las personas que si le dan comida china, un palillo y no puedo manejarlo, me la como con las manos. No está en mi cabeza desafiar eso.

—Está bien. Entiendo —digo rápidamente —¿Pero qué hay de ti?

Su ceño se frunce, y me arrepiento de haberlo preguntado.

—¿De mí? De mí no hay nada interesante que crea decirlo. Es lo único que debes saber.

—Dijiste que todos tienen su historia —sigo insistiendo y no entiendo el porqué.

—Mi historia es diferente —Su voz suena tensa, y mientras lo dice cierra los ojos con molestia, una señal de que las cosas no han sido fáciles en su vida.

Trato de no presionarlo, lo hago. Sé lo difícil y, de verdad, tan incómodo que se siente que te pregunten si estás bien cuando en verdad no lo estás y tienes que fingir. O cuando te hacen preguntas sobre tu vida, sobre cosas que quieres dejar atrás porque te avergüenza de ellas, porque sientes que tienes que dejarlas atrás. Entonces, no hablo y dejo que su tensión se apague de poco en poco.

El silencio que se ha creado no es para nada incómodo o fuera del lugar. Me gusta el silencio, he amado el silencio porque creo que a veces es mucho mejor que millones de palabras basura. Porque cuando nos quedamos en silencio y ninguno de los dos se siente incómodo es porque las cosas marchan bien y ni siquiera nos importa cortarlo.

Me gusta mucho conocerlos, a los tres, porque Jill es un enigma difícil de comprender, James parece ser demasiado sabio y Ethan..., bueno, él es diferente a todos. Él es risas, fiestas y relajo. Parecen ser los mejores amigos del mundo, parecen que no existiera ninguna diferencia entre ellos, pero cuando miras de cerca lo ves. Entonces te preguntas como tres personas que no tienen casi ninguna similitud pueden ser amigos y no tienes respuestas. Tal vez..., tal vez no haya alguna, o esté frente a ti. Tal vez esa respuesta de cómo se han mantenido juntos sea el mismo problema.

—Recuerden los ensayos —Jill ha roto mi barrera de pensamientos cuando la veo pararse de la silla —. Hoy a las tres.

Ethan asiente, poniéndose su mochila en los hombros. —De acuerdo. ¿Vamos a literatura?

—Sí, James a matemática.

James rueda los ojos, levantándose también de la mesa con cierto fastidio en su aura.

—Aquí vamos otra vez —Deja salir un bufido.

—¿Dijiste que lo haces fácil?... —le recuerdo sus palabras con una sonrisa.

—Sólo son dos hora —dice cerrando los ojos, tratando de convencerse a sí mismo —. Dos horas y un jodido profesor que nos trata a todos como ganado —Al decir eso, toma su mochila, se aleja y camina hasta los pasillos, hacia la sala de matemáticas.

Una mano se curva sobre mi brazo, impidiéndome el pase. Un par de ojos verdes están viéndome fijamente ahora.

—¿Qué te dijo?

Agarro mi mochila y caminamos hacia el pasillo, Jill a mi lado.

—Su manera de ver el mundo, su manera de hacer las cosas fáciles.

Resopla —Él es tan raro y diferente.

La miro de lado, acomodando mejor mi mochila.

—¿Es malo ser raro y diferente?

—Hay cosas raras malas, hay cosas raras buenas. Hay cosas diferentes malas, hay cosas diferentes buenas. ¿Ser bueno o ser malo? ¿Para qué tantos términos si es lo mismo?

—Tú eres... —busco la palabra correcta — muy filosófica.

—¡Y recuerda que es a las tres! —me grita una vez se separa de mí y se dirige a su sección de literatura.

Con ese grito, se aleja hasta correr a su dirección. Me acerco hacia la fila de estudiantes de mi grado y voy hacia el último puesto.

Las siguientes horas son un calvario. Me obligan a presentarme ante la multitud de estudiantes curiosos por mi vida sumamente privada y luego deciden pasarme a la pizarra a completar unos cuantos ejercicios matemáticos. Estoy hirviendo de miedo cuando sucede. Mientras ellos fingen escribir sus propias respuestas en sus cuadernos, sé que están copiando mis resultados que he escrito frente a ellos. Estoy sudando frío, tambaleando. No sé si estoy en lo correcto con tantos números puestos antes mis ojos, pero si me equivoco, ¿a alguien le importará?, ¿alguien se reirá en mi cara? Pienso un momento en James y en su opinión hacia los comentarios de la gente. Quizás lo que él piense tenga mucho sentido después de todo. Quizás sólo soy yo preocupándome, pienso por un momento y aguardo, ahí, estática, con la mano tomando el marcador y la otra a punto de dejarlo todo. De pronto, esto me suena terrible, y voy hacia donde la maestra y le digo que no puedo hacerlo.

Suelto un suspiro fatigado. Ella cede y me ayuda a hacerlos junto a todos. Cuando no logro entenderle a algo, Marissa, una chica castaña y con buena pizca de simpatía, se ofrece a explicarme un poco. Otros alumnos se acercan y también se unen. De pronto ya es un círculo de plática más allá de las tontas matemáticas, y me encuentro charlando junto a ellos, sorprendiéndome a mí misma.

A la hora de salida, cuando Jill y los demás están conmigo, una pequeña chispa de felicidad se conecta en mi cuerpo. He logrado hacer amigos, finalmente, he salido de mi burbuja aislada del mundo social en la que tanto he estado metida. Y sé que es un avance, porque ya no veo a la chica que trabajaba para mantener a su madre alcohólica durante años.

Salimos todos de la escuela y vamos hacia el teatro. Marchamos todos bajo el sol. Y me cruzo con la sonrisa burlona de Jill que hace distraerme por un momento. Me empuja de costado, casi haciéndome salir de la acera, y me encuentro preguntándome en como es posible que alguien como Jill tenga tanta fuerza.

—¡Hey! —protesto con una fingida molestia, y una sonrisa en mi cara.

Me saca la lengua y imita mi tono.

—¡Hey!...

🍁🍁🍁

—La técnica de 'Stanislavsky' [4] nos dice que... Es decir, que todos ustedes...  —el profesor del teatro habla, dándonos la espalda mientas hace su recorrido y todos lo miramos acomodados en el piso. James y Ethan están aprovechando para montar bromas mientras tanto.

—Shh, está fuera de sí mismo ahora —me susurra Jill al oído —. Sólo escucha.

—La gente lee lo que desea imaginarse y ve lo que quiere observar. Muchos vendrán hasta aquí mañana porque quieren verlos y quieren saber hasta donde son capaces de llegar.

Sus zapatos hacen ruido en el piso con tanta fuerza que todos soltamos una carcajada. Jill hace caras graciosas cuando el maestro, Victor Bram, nos da la espalda.

—Jill Rawder. Emely Smith. Ustedes son las protagonistas de la obra, ¿algunas palabras antes de comenzar el último ensayo?

Ahora está mirándonos fijamente, una ceja alzada. Con una expresión seria en su rostro y tratando de fingir que realmente está furioso. Lo que hace de esta situación ser lo más cómica posible.

—Me gusta su sombrero. Es innovador —le dice Jill al hombre

—No es un sombrero, Jill.

—Oooooh —su boca está profundamente abierta en burla —. La gel de su cabello forma una "O" parecida a un sombrero. Yo que usted demando a la empresa de 'Philip B'. [5]

El profesor Víctor se limita a suspirar y a negar con la cabeza, mientras sigue con su clase, dándonos la espalda. Al parecer también está harto de los comentarios de Jill.

—Como les decía, Jill es la villana y Emely la heroína. Un final explosivo que paraliza a todos...

🍁🍁🍁

—¿Cómo estuvo tu primer día de clases, Emely? —Es lo primero que oigo cuando llego a casa y cruzo la sala de estar, viendo a los padres de Leonardo sentados en el sofá.

El ruido de la televisión se mezcla con las voces. Deben de estar viendo algún reality show ridículo.

—Normal. Tareas y trabajos extras que tengo que entregar antes del mes.

—Tu padre solía faltar a clases para irse con sus amigos —dice Sara, su rostro emocionado ante el recuerdo.

—¿De verdad? —trato de parecer interesada.

—¡Y yo jalaba su cabello para que se levantara temprano y lograra llegar a tiempo! —Suelta una carcajada —¿Lo recuerdas, Rafael?

El padre de Leonardo le da un apretón de manos.

—Lo recuerdo, Sara.

—Hice mucho por nuestro hijo. En tantas ocasiones salvé su futuro, y ahora míralo, ¡con un buen trabajo tan brillante como un gran ingeniero!

Asiento nada más y me alejo antes de que continúe. Paso de lejos y los ignoro. Dejo mi mochila en el sofá y me quito los zapatos. Cuando hago mi camino por el pasillo, veo algo sorprendente: hay un nuevo cuadro decorando la pared muy cerca de la gran fotografía familiar de la casa. Lo más curioso es que es un retrato de una mujer de cabello negro y ojos verdes viendo hacia el frente con una mirada hipnotizante que se me hace conocida. Me doy cuenta que ella tiene el mismo collar que trae puesto Sara en el cuadro familiar de la sala. Me pregunto si en verdad existe o es una simple modelo adjuntada a la compra de la fotografía. Veo un número inscrito en letra cursiva blanca, en el filo del cuadro, casi diminuto y escondido tan ágilmente en el fondo de la pintura negra.

¿1988?, ¿qué diablos significa eso? —Agarro mis zapatos y parto hacia adelante, llevando en mente la imagen de la mujer que encuentro familiar.

Todo transcurre con normalidad después, aunque no puedo sacarme la imagen de la mujer de la pintura de la cabeza. Su mirada me resulta tan familiar aún sin siquiera conocerla y sin saber si es real. ¿Quién es?

Durante la noche ordeno mis pensamientos. Aún estando aquí, después de casi una semana, sigo sintiéndome como una intrusa en esta casa. No me siento bien, para nada bien. Desearía poder irme de aquí y esconderme de todos...

Algo silencia mis pensamientos de un solo tajo.

El extraño ruido de la primera noche se reproduce desde el pasillo, subiendo y bajando de intensidad rítmicamente. Hay un estruendo y también un zumbido lejano. Estoy pegada a las sábanas, congelada en la cama con la respiración casi deteniéndose. No es ninguna coincidencia, es el mismo sonido de aquella vez; alguien está arrastrando una cosa metálica pesada por todo el pasillo, pero por alguna extraña razón eso no logra despertar a nadie.

Por un momento el ruido para, pero luego sigue. Uno. Dos. Uno. Dos. Taladrando. Y de pronto se detiene de nuevo, justo detrás de la puerta de esta habitación.

Soy incapaz de moverme, incapaz de abrir la puerta y descubrir quien está ahí. He perdido la fuerza para caminar, mi cuerpo se siente aprisionado, mis manos están temblando, entumecidas, mi estómago está revuelto al pensar en lo que podría estar afuera. Estoy empezando a sollozar, balanceándome con mis piernas de un lado al otro. Mis ojos empiezan a lagrimar, pequeños jadeos de miedo se me escapan.

Esa cosa está detrás de mi puerta, aguardando. Siento como ubica su mano en la puerta, tanteando la madera, puedo escuchar el suave sonido que hacen sus dedos al acariciarla, y al mismo tiempo, como balbucea algo, emitiendo quejidos y murmullos inentendibles.

Sus dedos dejan de emitir el sonido suave y lento, y ahora empieza a arañar la puerta. El pánico me asfixia, al tiempo que sigo llorando. Escucho como pasa una y otra vez sus filosas uñas por la madera, tratando líneas rectas por todas partes, como si quisiera escarbar la puerta y entrar.

La idea se confirma cuando, ya casi desvanecida del miedo, veo como jala el pomo de la puerta desde afuera muy lentamente, aunque no puede abrir ya que está enllavada. Intenta hacerlo varias veces, pero nunca lo logra. Entonces pasan unos segundos.

Ya no siento que hace ningún movimiento, el pasillo se ha quedado en silencio unos momentos. De pronto, se comienza a escuchar pasos alejarse hacia el otro lado. Son sigilosos; como si al que lo está produciendo le costara caminar. Cada paso que da se escucha resonar en la madera, perdiéndose en el silencio de la noche para ya no escucharse más.

Me quedo media inmóvil en la cama, respirando fuerte. Esto no puede ser, no puede ser...

Ni siquiera he podido procesar lo sucedido, cuando de pronto, los ruidos se trasladan hacia el techo. Los pasos resuenan tranquilos arriba, pero nadie los escucha, solamente yo...

Trato de creer que es sólo mi imaginación, que estoy mal, que mi mente está en crisis y me estoy volviendo loca. Después de todo, ¿porqué los demás no parecen percatarse del ruido? Abro los ojos y luego los cierro. Y entre el ruido me duermo, ignorando todo lo que hay a mi alrededor.

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[4] Técnica de Stanislavsky: Es una técnica de actuación desarrollada por Konstatín Stanislavsky.

[5] Philip B: Se trata de una marca de belleza para el cabello, surgida a principios de los 90's.

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