La fiesta de Halloween 🍁

🍁🍁🍁

¿Me estás escuchando? —La voz burlona y al mismo tiempo con un tono de advertencia de Jill me hace salir de mis pensamientos. Cuando, por décima vez, sigo pensando sobre lo que me dijo Sara en el sótano.

—¿Qué acabas de decirme? —El tono que uso es aburrido y sin interés, al mismo tiempo que jugueteo con la cuchara de mi comida.

Jill lanza un suspiro fatigado, y a la vez con mezcla de cansancio. La he escuchado hablar sobre unas millones de cosas desde que salimos al recreo y no he podido seguirle el ritmo ni entenderle. Sin embargo, por la agitación en su voz puedo deducir que está preparando algo con los demás.

—La fiesta de Halloween, Emely. —Jill voltea los ojos. Esta vez la escucho, acomodándome en la silla —. Es dentro de una semana. Toda la escuela irá.

Me toca varios segundos analizar lo que dijo, hasta que pregunto:

—¿Fiesta de Halloween?, ¿Qué?

Mueve su cabeza en negación.

—No estás tan informada —Me dice ella en un susurro bajo —. Cada año, la escuela organiza una fiesta de disfraces celebrando Halloween. Es uno de los eventos más importantes del colegio. Hay disfraces, bebidas, música... Pensábamos ir este año también.

Acariciando mi ceja derecha, la miro con incertidumbre.

—¿Porqué irás si toda la escuela va a ir?

Ella se inclina hacia adelante, golpeando con sus palmas la mesa en la que estamos.

—¿Crees que me importa lo que ellos piensen? —reclama, mirándome fastidiada. No le contesto —. Todos los años hemos ido James, Ethan y yo, y nos hemos divertido. Pensábamos en invitarte. ¿Quieres ir?

Ehh, yo nunca he ido —habla Steven de repente, atragantado con el spaghetti que se está comiendo, manchando sus mejillas de salsa.

—Niño, come con decencia, por favor —dice Jill mirándolo medio asqueada y luego me ve a mí de nuevo —¿Entonces?

Suspiro.

—No lo sé. Mis padres no me dejaran.

—Estoy hablando con la chica que amenazó a la directora —Ella recalca lo último y me ve como desafiante —¿Ella le teme a sus padres? Estoy segura de que si empleas el mismo método con ellos, te van a dejar ir.

En realidad me dejarían ir ésta vez. No les importo, así que me darían permiso incluso sin pedírselo. Sin embargo, ese no es el problema.

Quiero decirles que no quiero ir, pero Jill está hablando y Steven sigue insistiendo, así que asiento y me hundo en mis pensamientos de nuevo.

—Está bien... —digo torpemente —Sí...

—¡Sí! —grita Steven con viva alegría y ve a Jill con súplica, sus ojos están brillando —¿Si Emely va yo también puedo ir, verdad? —Le ruega — ¿Verdad, Jill?

—Está bien, está bien —exclama Jill, su paciencia sonando apunto de quebrarse —, ¡pero no manches mi camisa de salsa y no te acerques tanto!

Steven comienza a celebrar su invitación a la fiesta, rebotando de un lado a otro, al tiempo que hace todo lo contrario a lo que le han ordenado y termina manchando la camiseta de Jill.

Mientras Ethan y James hablan sobre con que disfraces lucirán mejor, Steven y Jill comienzan una pelea verbal. Decido ignorarlos y me adentro a mis pensamientos de nuevo.

🍁🍁🍁

La semana pasa y me encuentro frente a frente al día treinta y uno de octubre, y ni siquiera le he pedido permiso a nadie y mucho menos quiero ir. Sin embargo, por esta vez, hago el intento y se los digo.

Omito decirles que iré con Jill ya que ellos piensan que no le hablo. Leonardo al principio parece dudarlo, pero cuando ve la sonrisa de su madre resplandecer, al tiempo que ésta dice que le alegra que esté empezando a socializar y que esa es una muy buena forma de hacerlo, además de recordarle a su hijo que él salía de noche sin su permiso y que esto es un poco de diversión de juventud, entonces él acepta de mala gana. Margareth por su parte hace una señal desdeñosa con la mano como diciendo que no le interesa lo que yo haga. La señora Sara va en busca de un vestido viejo bajo el sótano infernal que le pertenecía en la secundaria, y haciéndole algunas cuántas costuras y una gran cantidad de arreglos, el vestido blanco queda listo y en poco tiempo soy un ángel.

No sé lo que más me inquieta de todo esto; si lucir un vestido que estaba en ese sótano embrujado, lleno de espíritus con poder de destruir un pueblo entero, o ir a un lugar donde posiblemente me sienta incómoda y asustada.

Posiblemente las dos.

Les digo a todos que me iré a la fiesta por mi cuenta caminando, aunque en realidad esperaré a Jill en un lugar para que nos vayamos juntas. Por supuesto, no se los digo y cierro la puerta antes de que me hagan más preguntas.

Llego al lugar y espero a Jill un rato, ella no tarda en llegar. Cuando ella me ve, inmediatamente rompe en carcajadas al verme disfrazada.

—No puedo creerlo —dice ella, riéndose más—¡Tienes hasta las alas!

Mi rostro arde por la vergüenza.

Ella está disfrazada de una bruja, con un vestido largo y de mangas anchas. Su vestuario es mucho mejor que el mío. El color negro, tan característicos en Jill, como siempre le sienta bien, sin embargo no puedo evitar reírme al verla con ese sombrero puntiagudo.

Jill sigue haciendo comentarios acerca de mi disfraz mientras nos dirigimos hacia la fiesta, tengo que escucharla todo el camino hasta que llegamos.

Este lugar es más grande de lo que imaginaba. Hay pequeñas bombillas colgando sobre un arco lleno de telarañas artificiales en la entrada, la música retumba por todas partes. Hay tantas personas llenando el lugar que apenas podemos caminar y conseguir un espacio.

Es sorprendente la creatividad de la gente. Hay disfraces originales y realistas. Puedo ver una imitación casi perfecta de Jason Voorhees, a Michael Myers y incluso al mismo Freddy Krueger. Me descuido un poco del lado de Jill y me topo a Leatherface de La Matanza de Texas, quien salta detrás de mí, asustándome que hasta que pego un grito que hacer reír a Jill.

James nos saluda de lejos, está vestido de James Bond. Después de no tener ninguna opción que le resultara la adecuada, optó por la decisión más fácil y rápida al sólo usar un traje negro y llevar un arma de juguete.

Ethan es un vampiro, y se lo está tomando en serio. Demasiado en serio. Amenaza a todos con meter sus falsos colmillos mientras persigue a la gente y asusta a los niños.

Jill y yo caminamos, admirando la atmósfera de la fiesta. Nos detenemos cuando vemos a un pequeño pirata venir en nuestra dirección. Es Steven.

Steven mira con rostro de confusión a Jill, mirándola de arriba hacia abajo repetidas veces, como si tratara de descifrar algo.

—¿Ese es tu disfraz, Jill? —pregunta él, observándola atento, su voz sonando algo desanimada —¿Una bruja?

Jill, irritada, menea la cabeza y asiente. —Así es, niño. Soy una bruja.

—Pero no entiendo... —Él guarda silencio un rato, admirándola con el ceño fruncido —¿En dónde está tu escoba?

Nos quedamos en silencio.

El comentario hace querer reírme, pero veo de lado la cara de pocos amigos de Jill y se me pasa. En cambio, opto por toser falsamente, disimulando mi risa.

—¿Crees que puedes burlarte de mí? —Le pregunta Jill con enojo —Las brujas no son como aparecen en la televisión. Ves demasiadas películas, niño. Las que han existido son muy diferentes a como crees.

Steven niega con la cabeza, sin importarle todo lo que ha dicho Jill.

—Las brujas no existen, los piratas sí, son parte de la historia y hay pruebas —dice Steven como si lo supiera todo —¿Tienes pruebas de que ellas son reales, Jill? 

—Por supuesto que sí —Jill lo mira con fastidio y lo agarra de la cabeza—. Pero tu cabecita es tan pequeña e insuficiente que no te deja pensar en más aunque hayan pruebas frente a tu cara —Steven hace una mueca de lo tan fuerte que lo está agarrando Jill —. Si las hubieron. ¿No has oído hablar de las brujas de Salem?

Steven se retuerce bajo el agarre de Jill, emitiendo un sonido lastimado. Miro a Jill para que lo suelte.

—Arg, Jill déjame —Lloriquea, y Jill lo suelta. Lanzándonos una pequeña sonrisa, Steven parece no darse por vencido en su discusión con Jill —. Sólo estás celosa porque mi disfraz es mejor que el tuyo —Él sonríe, como desafiándola.

—¿Crees que estoy celosa por tu ridículo disfraz? —pregunta Jill con ironía —¿Porqué voy a estar celosa de tu pequeño traje cuando el mío es mejor?

—Por supuesto que no. Mi disfraz es mejor —La sonrisa de Steven no se desanima y me mira, como buscando aprobación — ¿Verdad, Emely?

Los dos se me quedan viendo fijamente, y asiento, un poco presionada porque Jill también está mirándome.

Como de costumbre, los dos empiezan a pelear nuevamente hasta que Steven mira pasar a un vendedor de manzanas acarameladas terroríficas y deja la conversación para seguirlo, no sin antes sacarle la lengua a Jill con burla.

Cuando o través nos quedamos solas, deambulamos por unos minutos, hasta que Jill se separa de mí un momento, diciéndome que irá a no sé dónde, dejándome a mí sola; así que comienzo a caminar sin rumbo, perdida en las distintas luces de colores que hay en la fiesta y en los centenares disfraces que me terminan mareando, por lo que decido sentarme en una banca a esperarla.

—Wow. ¿Pero qué estamos viendo? —La voz bulliciosa de James viene hacia mí —La gran Emely Smith por fin a conseguido despegarse de la cabeza dura de Jill Rawder.

—Eh, no —Le digo —. Jill se ha ido a comprar algo, creo.

—Lo sé —Me sonríe ampliamente y se sienta a mi lado —. Es sólo que es raro verte sin Jill, casi nunca se te despega.

Le sonrío nada más, sin saber que decir. Nos quedamos en un profundo silencio.

—Emely —Está tratando de preguntarme algo, pero se nota indeciso —. Tú... ¿aprecias a Jill?

Está viéndome fijamente, como esperando la reacción en mi rostro. Me quedo callada un momento, sin saber porqué me lo está preguntando.

—Claro, es mi amiga.

—¿La consideras una amiga? —Ahora se ha casi enmudecido, abriendo ampliamente los ojos como platos.

—Sí... —A pesar de mi respuesta, dudo por un momento —¿Qué pasa con eso?

Él recupera la posición inicial de su cuerpo y su rostro se relaja, tratando de no verse exaltado.

—Quería hacerte esa pregunta, es sólo eso, Emely —Finge un rostro sereno, y al mismo tiempo adquiere una sonrisa.

Pero no le creo.

—No es sólo eso —Le digo, y no oculto la sospecha de mi rostro —. Me has hecho esa pregunta porque querías asegurarte de algo, ¿no?

Él aguarda un poco.

—Bueno, yo no soy un buen actor como ustedes. Pero quería asegurarme de que te preocuparas por Jill, al igual que nosotros nos preocupamos por ella.

Así que esto tiene ver que con eso...

—Siempre terminamos hablando de Jill.

—Eso es porque sentimos que tenemos un vínculo fuerte con Jill. Ethan y yo le debemos mucho. —Me dice sin quitar la sonrisa de su rostro —¿Pero sabes algo? Jill te aprecia más, siempre nos lo dice.

¿Jill les dice eso de mí? Ya lo estoy  escuchando de manera atenta.

—»Nos dice también que te considera su amiga, que eres una buena persona...»

El comentario me hace emocionarme. Por lo menos sé que ella piensa eso de mí.

—Jill nos aprecia mucho —Vuelve a decir James, pero esta vez de una forma profundamente seria —, de una manera que muchas veces no es sana, es por eso que debemos de preocuparnos por ella, ya que necesita de nuestra ayuda —De repente, toma mis hombros y me ve, me siento presionada por su mirada —¿Lo sabes, verdad? Jill está mal, necesita ayuda.

Estaba en otra realidad que ni siquiera pude notar cuando se acercó a mí y empezó casi a gritar esas palabras, como si fuera importante para él que yo las escuche. Lo único que puedo deducir en este momento es que quiere que yo esté de acuerdo con él. Aún así, me sorprendo ya que nunca he visto a James así.

—¡Lo sé, lo sé! —casi grito, esperando que me suelte —¡Sé que está mal!

Pero él no se aleja.

—Debemos ser cuidados en lo que le decimos, Emely —Me dice, y ahora puedo ver en como le está costando respirar, ya que está hablando sin fuerza —. En como le hablamos, la tratamos. Cualquier cosa mal empleada y la podríamos hacer explotar. Creo que la respuesta más razonable es alejarse de Jill.

—E-está bien —Trato de zafarme, pero es muy fuerte.

—Te contaré algo —habla de nuevo, y hay algo oscuro en su mirada —. Una vez, Jill apuñaló a dos personas —No puedo creerlo, me siento ahogarme —. Esas dos personas querían hacernos daño a Ethan y a mí, pero fue Jill quien nos salvó. Ese día fue el día que nos conocimos. Después de eso, supimos que Jill era inestable. Se levantaba dormida y decía cosas sin sentido, también era violenta. Pero había algo que hacía a Jill una gran persona para nosotros: siempre nos defendía. Ella nos ha querido siempre, siempre nos ha protegido como nosotros a ella. Jill puede ser una buena persona, pero está loca, ¿entiendes?

Asiento. Estoy respirando rápido.

—Jill es una mentirosa —repito como un monólogo —. Todo lo que dice es una mentira, es manipulación. Es de las personas que te suben la autoestima y luego derriban tu alma. Jill es una falsa, está loca.

—Así es —Me dice, convencido con mi respuesta, al tiempo que me suelta y se levanta de la banca —. Tengo que irme. No le digas a Jill sobre nuestra conversación.

Así como vino, se va.

Lo veo irse y perderse en la multitud, dejándome a mí desconcertada, pensando en todo lo que me ha dicho.

Yo sé que Jill no es la mejor persona, pero que ahora sea James quién me  diga que debo de alejarme de ella, me deja en un gran dilema. No entiendo nada.

Ver a Jill de nuevo después de esa extraña conversación se me hace algo incómodo. Sobre todo cuando ella trae una sonrisa enorme y parece estar llena de emoción, al punto de pedirme que la acompañe porque tiene algo que mostrarme.

Es una pequeña colina. Alejadas del resto, muy lejos de la fiesta, este lugar parece ser silencioso y lleno de paz. En realidad, está bastante alejado de los demás. Tanto, que apenas podemos escuchar el ruido de los grandes parlantes de la fiesta a pesar de que tienen el sonido máximo.

—¡¿No es genial esta vista?! —Me pregunta Jill, casi gritando ya que no se escucha nada debido al viento que ruge en todas direcciones.

—¡¿Qué estamos haciendo aquí?! —Le pregunto también gritando.

—Ven —Me llama ella y la sigo, colocándome a su lado para ver lo que quiere mostrarme. El paisaje. —. Te traje aquí para que viéramos este lugar. ¿No es hermoso?

Mirando hacia abajo, mi vista tambalea y se vuelve borrosa. No estoy acostumbrada a los lugares altos, así que miro todo con horror. Sin embargo, a pesar de todo, este lugar se siente como si me transmitiera algún tipo de paz y calma.

—¿Qué? —Jill se da cuenta de mi mirada, porque se ríe  —No me digas que te dan miedo las alturas ahora.

—Muy graciosa —digo —¿En qué piensas?

Jill duda en contestarme por un momento, pero luego se dirige hacia atrás donde tiene unas mochilas y unas colchonetas estiradas y saca algo de sus maletas. Después de rebuscar, veo que regresa con una botella y me la tiende.

La miro con asombro. Es una botella de alcohol.

—Jill, yo no bebo —Aparto la botella de mi cara, sin embargo ella no luce contenta con mi respuesta.

—Entonces lo harás a partir de ahora. —insiste, entregándomela o través —. Ten.

—Te he dicho que no tomo —Mi voz se sube de repente. Las dos nos quedamos en silencio.

—Anda —Me mira con una sonrisa, sin embargo yo no se la devuelvo, por lo que su expresión cambia a una seria —. Emely, no pasará nada si tomas unos tragos. No se caerá el mundo ni nada. Toma. Inténtalo.

Hay un largo silencio o través, pero mucho más largo.

Lo que Jill me está pidiendo es imposible, es horrible para mí. Todo este tiempo he odiado a mi madre por convertirse en una alcohólica, he odiado el alcohol. La he visto como se destruye a sí misma todos estos años, siendo yo incluso víctima de su vicio. Y ahora, Jill está incitandome a tomar el veneno, a ser como mi madre.

Y lo que más odio es que realmente quiero saber como se siente; Quiero saber si es como estar en el paraíso, olvidándolo todo, como decía Margareth. Quiero saber lo que ella sentía.

Jill destapa la botella y me la da. Pero esta vez, impulsada por una sensación de ansia, la acepto, y ella sonríe.

Tomo el primer trago, sintiendo como quema mi garganta y produce un horrible ardor en mi nariz. Mis ojos se llenan de la lágrimas. Jill se ríe.

El primer trago es horrible, sin embargo el segundo es mejor; y el tercero, el cuarto, el quinto...

Me siento flotando como en una nube, cualquier movimiento podría hacerme caer. Tengo las piernas livianas, y el cuerpo adormecido. Mi mente está dando vueltas. Todo lo que veo es gris, pero siento euforia. Nunca antes me había sentido tan viva.

Entonces, ¿así es como se siente Margareth cada vez que toma?

—¿Cómo se siente? —Escucho la voz de Jill sonar en la lejanía.

—Es asquerosa —Hago una mueca.

—No es cerveza, es alcohol del puro —Me corrige con una sonrisa.

—Mierda, Jill. ¡Me lo hubieras dicho antes! ¡Lo notaran apenas llegue!

—¿Es lo único que te preocupa? —Me pregunta ella y saca una bolsa pequeña de uno de sus bolsillos —¡Hay más!

El alcohol me tiene atontada, sin embargo cuando mi vista se mejora puedo ver lo que hay dentro de esa bolsa:

Polvo blanco.

Droga.

Miro el rostro de Jill, la mirada profunda y con ojos brillantes que me está dando, y me doy cuenta de que está hablando en serio, muy serio. Tropiezo con mis propias palabras y luego me asusto. Luego recuerdo que una vez Jill me había ofrecido esto, pero lo tomé como una broma tonta también. Sin embargo, a pesar de que quiero creer que esto es malo, el deseo tentativo está ahí, haciendo  arrastrar mi mano para tomarla, llevando a mi mente a pensar en cómo sería probarla. El alcohol en mi sistema está confundiéndome tanto que incluso hace que agarre la bolsa, y con indicaciones de Jill, comience a inhalarla.

El rostro de Jill empieza a bailar en mi mente, difuminándose. Es como si todo el mundo tambaleara, ¿o yo estoy tambaleando? Jill se vuelve borrosa, todo se vuelve borroso. Mi mente se vuelve como un foco que se enciende y se apaga, todo gira tan rápido... Tan lento...

En cuestión de minutos, estoy tumbada sobre una de las colchonetas que ha traído Jill, con un dolor imparable en la cabeza, hablándole de puras estupideces que no estoy tan segura de si Jill me está escuchando ya que ella también se encuentra en el mismo estado que yo.

—Mi madre me odia, Jill —Hago un lloriqueo —. Todo el mundo me odia.

No hay respuesta a eso. En cambio, cuando levanto la mirada, Jill está viendo hacia el frente con ojos cautelosos como que si se acaba de dar cuenta de algo. Miro hacia dónde está viendo, dándome cuenta que hay una sombra deambulando por el terreno cerca de los baños, abajo de la colina en donde estamos.

—¿Ese es el profesor? —pregunto.

—Sí —La mirada de Jill se ensombrece.

—¿Qué está haciendo?

—Acosando a una alumna en los baños —Tan pronto como dice eso, Jill se aleja y camina hacia atrás, veo como de una de las bolsas comienza a sacar algo.

Me reincorporo para verla, pero ni siquiera puedo hacerlo bien. Doblar mi espalda es casi un reto.

—¿Qué estás haciendo?

Estoy viendo borroso, pero cuando mi vista empieza a mejorarse veo a Jill. Ella, ahí, tiene una escopeta en la mano, viéndome con una mirada de determinación que nunca antes había visto.

—Vamos a darle un pequeño susto —dice Jill con una sonrisa maligna — ¿Quieres ser la de los honores?

Miro aterrada a Jill, sin saber que hacer. No puede ser. No puede ser.

—Jill... —Mi pulso comienza a correr rápido —¿Dónde demonios conseguiste eso?

—Tranquila —dice ella con voz suave, como que si lo que está pasando no fuera impactante —. No es un arma de verdad. Bueno, lo es. Pero técnicamente, las balas no son mortales.

—Jill, ¡estás demente! —Avanzo hacia ella con cuidado, temiendo que pueda dispararme incluso a mí.

—Emely... —Ella deja de ver el arma para levantar la mirada y mirarme con seriedad —Desde el primer día te advertí que ese tipo era así. ¿Vamos a dejar que se aproveche de esa chica sin hacer nada?

Estoy respirando con dificultad. Tanta, que puedo escuchar como el aire se me queda atascado en la garganta.

—Jill... Escuchame, no sé que pasa por tu mente ahora mismo, no lo sé. Pero quizás hayas tomado tanto que estás pensando una locura —intento hacerla razonar —. Guarda eso ahora mismo.

Jill se queda en silencio. Pero al amenazar apretar el arma me doy cuenta que no he logrado nada.

—Emely, ¡hay casi un abuso en frente de tus ojos y tú no haces nada! —Me grita salvajemente —¡Míralo ahí!

—¡No vamos a matar a nadie!

—¡Que no son balas de verdad! —Me grita o través —¡Son balas de goma! ¡Tan sólo lo van a herir un poco!

—¡Es una locura!

—¡No lo es! —grita Jill de nuevo —Ha intentado abusar de muchas chicas, no vamos a dejar que lo siga haciendo.

Me quedo en silencio, respirando fuerte. Es verdad...

Por un momento, las palabras de James rebotan en mi mente, pero no les presto tanta atención. Jill está loca... es verdad. Pero quizás, yo también lo estoy.

—Está bien... —digo en un suspiro — Está bien, Jill. Voy a hacerlo.

Jill me sonríe orgullosa y me da el arma, poniéndose detrás de mí. No es tan pesada como supuse, pero el contacto que hacen mis dedos con ésta, me pone en un estado de ansiedad incontrolable.

—Mira, tienes que apretar el gatillo así y...

—Jill, no sé si pueda...

—¿Confías en mí? —Me interrumpe, viéndome con sus grandes ojos verdes.

—Sí.

Ella me susurra al oído:

—Entonces hazlo.

Lo hago.

Aprieto el gatillo, y el ruido hace eco en mis oídos. Jamás olvidaré ese sonido. Porque cuando la bala sale disparada, miro en cámara lenta, con horror, como impacta justo en la cabeza del profesor y una gran ola de sangre sale en chorros, salpicando todo. El cuerpo del profesor cae desplomado al piso, y en ese momento, me quedo sin aire, no puedo gritar. No puedo moverme. No puedo hacer nada.

De alguna manera que no comprendo, pero quizás impulsadas por la adrenalina y el horror del momento, Jill y yo nos la ingeniamos para bajar de la cima de la colina e ir hacia abajo corriendo como locas hasta llegar a donde está el cuerpo del profesor. Me agacho en el piso y compruebo su pulso, rezando plegarias que nunca creí decirlas.

Que esté vivo, Dios. Que esté, vivo...

—Jill... —sacudo al profesor, y entonces mi mente se quiebra. Mis ojos empiezan a derramar lágrimas  —Jill... ¡Jill! ¡Está muerto! ¡Lo matamos!

¡Cállate! —recibo un grito desesperado por parte de Jill, y al mismo tiempo me obliga a ponerme de pie. En ese momento puedo ver su rostro fuera de sí —¡Cállate y escúchame, Emely! ¡Ve al baño y ve quien está ahí, recuerda que había alguien!

El grito de Jill me trae de vuelta a la realidad.

Por un momento había olvidado que el profesor se encontraba espiando a una chica, y nadie se tiene que dar cuenta de lo que hicimos; nadie, o nos encerraran en la cárcel.

Voy corriendo a los baños y abro todas las puertas con una mezcla de ansiedad y nerviosismo, pero no hay nadie.

Para mi sorpresa, en vez de sentirme relajada por eso, me siento enojada y aturdida. Jill juró que el profesor estaba acosando a alguien en los baños, pero entonces...

—No hay nadie —regreso llorando a donde Jill, sintiendo la rabia en mi cuerpo —¡Matamos al profesor por nada!

Jill no responde. Está viendo el cuerpo del profesor con atención, como si le pareciera interesante.

—¡Jill, esa cosa no tenía balas de gomas, eran de fuego! —Me agarro de los hombros de Jill y la empujo — ¡¿Quién demonios te la dio?!

Jill tiene los ojos vidriosos, pero no está llorando.

—N-no sé. ¡Estaba ahí y la tomé! ¡No creí que fuera mortal!

Estoy a punto de caerme desmayada. Mi cabeza sigue dando vueltas, pero me resisto.

Quiero reprocharle a Jill, quiero golpearla, pero estoy tambaleándome. Ni siquiera puedo confrontarla directamente, porque sé que ella me está mintiendo.

—¿Qué vamos a hacer? —Me agarro de la cabeza, llorando más fuerte — ¿Qué vamos a hacer? ¡¿Qué vamos a hacer?!

—Emely, escuchame. —Jill me llama, pero no escucho —. Demonios, Emely, ¡escúchame! No podemos seguir aquí, tenemos que irnos.

Más lágrimas caen, mi voz suena rota. No puedo evitar ver al profesor lleno de sangre, quiero vomitar.

—Jill, no podemos irnos. Maldita sea, ¿en qué estás pensando?

—¿Alguien sabe que viniste aquí conmigo? —pregunta y niego con la cabeza, sollozando —Bien, ¿lo ves? No hay problema con eso. Pero si nos quedamos notarán que estamos nerviosas y nos descubrirán. Emely, tenemos que irnos.

—Jill, ¡deja de decir estupideces! —Mi voz se levanta —¿Cómo demonios vamos a dejar el cuerpo aquí?

—Escuchame —Me dice —. No hay ni una sola prueba que nos culpe aparte del arma; No hay pruebas, no hay testigos, no hay nada. Sólo estamos nosotras dos a una considerable distancia, pero quizás hayan oído el disparo y vendrán pronto. Sólo tenemos unos minutos para huir.

—¿A dónde iremos? —pregunto.

—A mi casa.

Tomo otro suspiro. Las lágrimas amenazan con ahogarme. Miro una última vez al profesor antes de dar el primer paso para hacerle caso a Jill y huir.

Lloro todo el camino, pero ahora con más fuerza. Tengo el alma desbocada, y siento frío. Has matado a alguien. Se repite constantemente en mi cabeza, y me hace llorar más.

La casa de Jill está a oscuras y en silencio, lo que me hace sospechar que está vacía.

—Tu madre... —Le intento preguntar a Jill.

—No te preocupes, ella no está —me dice ella, girándose hacia mí —Debes de controlarte, Emely.

—¡¿CÓMO QUIERAS QUE ME SIENTA?!—Le grito, de pronto.

—Estás sufriendo una crisis nerviosa, es comprensible por la situación —dice ella, mientras se aleja —. Te traeré una pastilla.

Estar en la casa de Jill debería de hacerme sentir más segura, pero no es así. Siento miedo.

En esta casa, es como si alguien te estuviera observando todo el tiempo. No es la primera vez que me siento así al estar aquí. Incluso me siento como en los primeros días cuando llegué a la casa de Leonardo, pero ahora con un sentimiento mucho más intenso. De hecho, ahora hay algo que me llama la atención en esta casa: hay demasiados rasguños en todos los muebles, y otros tipos de cortadas. No puedo seguir prestándole tanta atención ya que un dolor de cabeza llega de pronto.

Jill regresa y me trae una pastilla junto con un vaso de agua, lo que le agradezco. Apenas Jill da la vuelta, boto la pastilla al basurero y dejo el agua en una mesa.

Jill vuelve a los diez minutos, ahora vestida con otra ropa. La miro con un odio que creo no poder disimular, pero ella sólo se me queda viendo como con curiosidad.

—¿Aún te sientes bien? —pregunta de pronto.

—Sí —Jill hace una cara de confusión.

Quiero hacerle muchas preguntas, pero sé que en este momento Jill no podrá responderlas, así que me limito a quitarme la mayor parte del disfraz, dejándome sólo el vestido.

Le pregunto una vez más a Jill por su madre, pero ella me dice que llegará hasta la mañana, así que podré ocupar su habitación para que pueda dormir tranquilamente.

En la habitación de la señora Rawder, sentada en la cama con Jill en una silla frente a mí, vuelvo a hablar.

—Jill —pronuncio en voz alta, quiero asegurarme de algo —¿Estás consciente de que hemos asesinado a una persona?

—Lo sé, sé que lo que hemos hecho es algo terrible —Me dice en voz baja —, pero aún así no me iba a dar el lujo de quedarme ahí para decir que soy culpable y permitir que nos encerraran.

—¿Entonces porqué llevaste esa arma? Dime donde la conseguiste, Jill.

—Nadie me la dio —responde con la voz apagada —. Era mentira lo que te dije allá, estaba demasiado nerviosa como para articular una palabra. Esa arma era mía. La compré porque siempre me ha gustado cazar, y pensé en enseñarte, por eso la llevé.

Me río sin una pizca de humor.

—¿Entonces el profesor sólo tuvo mala suerte? ¿Y porqué no había nadie en los baños, Jill?

Jill levanta la cabeza, con una mirada indefensa. —Crees que yo inventé todo eso para asesinar al profesor.

—Tienes un arma, Jill —No sé porqué, pero me cuesta decirlo —. Tienes sólo dieciséis años y te has involucrado en tantos problemas que incluso toda la escuela te odia. Has golpeado a muchos estudiantes, y incluso apuñalaste a dos personas. ¿Qué quieres que crea?

Algo en la mirada de Jill cambia, y sé porqué.

—¿Quién te dijo eso? —Me pregunta, cambiando de posición sobre la silla —¿Lo de que apuñalé a dos personas?

Pienso en si decirlo o no. Pero sé que si lo digo, no va a hacerle nada a James. Él me dijo que Jill lo apreciaba.

—Fue James. Él me advirtió sobre ti.

Parece haber un cambio en Jill, y lo compruebo cuando se levanta de la silla con enojo y empieza a gritarme.

—¡Yo los salvé ese día! —Me grita, afectada, y puedo comprobar lo que me dijo James —¡Salvé sus malditos traseros cuando estaban en peligro! ¡¿Qué hubieras hecho tú, Ems?! No soy una sádica, no me gusta matar si es lo que crees.

No quiero seguir con esta conversación un segundo más, lo único que quiero es seguir llorando.

—Yo ya no sé que creer... —Mi voz se quiebra una vez más —Lo único que sé es lo que hemos hecho. Que tu y yo somos unas asesinas.

La respiración de Jill se estabiliza, pero no se sienta.

—Todavía estás afectada —Me dice, y empieza a abandonar el cuarto —. Deberías de dormir, Emely.

Antes de que cierre la puerta, le pregunto.

—Jill. ¿Dónde dejaste el arma?

—No te preocupes —dice ella, y la puerta emite un chillido al empezar a cerrarla —. Conmigo estará a salvo.

La puerta al fin se cierra.

🍁🍁🍁

Abro los ojos, deseando despertar en mi propia habitación y que todo lo sucedido haya sido producto de una pesadilla, pero al abrirlos completamente, me topo con un techo diferente al de la casa y con las paredes de otro color. En ese momento, me doy cuenta, que todo lo vivido anoche fue real. Asesinamos al profesor.

El crujir de la puerta me devuelve a la realidad. Jill entra a la habitación y trae un periódico en sus manos. Su rostro ahora luce completamente conmovido, incluso más que anoche. Ahora luce como si hubiera caído en cuenta de lo que hicimos, del pecado que cometimos.

—¿Cómo amaneciste?

—Peor —Mi boca está seca, y siento como si no hubiera hablado en mucho tiempo. Además, hay un resentimiento en el tono de mi voz. No quiero ver a Jill, a nadie. Quiero desaparecer entre las sábanas y no volver a la realidad.

Pero Jill no lo entiende cuando no me deja sola.

En vez de eso, a paso lento, se acerca hacia mí con el periódico entre manos y me observa con indecisión, como si no quisiera decirme algo importante, como si estuviera batallando entre decírmelo o no.

—Tengo que mostrarte algo —Se decide a hablar por fin, acabando con el silencio que había en la habitación. Y en ese momento tengo tanto miedo por lo que está por decirme que no quiero escucharla.

Jill por fin se acerca y me muestra el periódico frente a mis ojos. El titular me hace paralizarme.

"Masacre estudiantil en Salado, Texas".

No puede ser.

—Un tiroteo... —Me hundo en la cama. Siento la garganta seca y todo girar con prisa, no puedo sostenerme ni comprender bien la situación  — . Fue anoche, después de que nos fuéramos.

Jill no me dice nada en un principio, ¿pero cómo podría? Nuestra escuela sufrió una de las peores desgracias que puede llegar a ocurrirles a los estudiantes, cuando se supone que estarían bien, estarían seguros... Y eso fue justo después de que Jill y yo matáramos a una persona, justo después.

El periódico trae una imagen de como terminó la fiesta de Halloween después de la masacre. No menciona alguna cantidad específica de muertos, y se limita a decir que fueron varios. También dice que hay varios heridos, y muchos que se encuentran aún luchando por su vida.

Un aliento frío entra en mi oreja, y giro a la derecha para ver a Jill. Ella está inclinada hacia mí, y me está mirando con una mirada de tristeza.

—Emely, tengo que decirte algo —Su brazo toca mi hombro —. Dentro de los muertos del tiroteo, está Steven.

Puedo ver el rostro de Jill, su boca abriéndose y cerrándose sin sonidos, como hablando en el agua.

Puedo ver los ojos de Jill llenos de alerta, la mirada de pena que me está dando.

Pero al mismo tiempo, puedo sentir la tormenta que hay en mi pecho, la lava que hay en mi estómago, y la arena movediza que hay en mis pies; puedo sentir que la tormenta que hay en mí, sube hasta salir de mis ojos y baja por mis mejillas, empañando mi vista en un torrencial aguacero.

Todos mis sentimientos se reúnen en un huracán y explotan con lágrimas saladas al comprenderlo.

Steven, el pequeño Steven, está muerto.

—¿Fueron apresados? —Necesito saberlo.

—No. Emely —Jill menea la cabeza —. Fue un ataque terrorista. Huyeron apenas terminaron de dispararle a la gente.

Respiro con fuerza, intentando contenerme, pero hay relámpagos sobre mi cabeza y una tormenta en mi pecho que no me permite hacerlo.

Mataron a Steven.

Steven está muerto.

—¡Tenemos que ir a la casa de Steven, y ver como está su familia!

—No, nos meterán en un lío. —Jill me sostiene del brazo cuando intento caminar —. Fuimos nosotras la que lo invitamos, si vamos ahí se darán cuenta y no tengo ni idea de cómo reaccionará su familia al saberlo. Además, no vamos a ir a hacer nada. Las autoridades en este momento deben de estar haciendo su trabajo. ¿A que irás? ¿A entorpecer la investigación?

Las palabras de Jill tienen sentido, pero tengo tanto en mi mente para procesarlo. Me siento en la cama sintiendo derrumbarme. Si tan sólo no los hubiéramos llevado. Si él no se hubiera quedado en esa maldita fiesta...

Siento más lágrimas caer y lloro en silencio. Matamos a una persona y el destino no los regresó, pero con uno de los nuestros. Asesinamos a alguien y estamos llorando una muerte. ¿Qué tan hipócrita es el mundo? Observo mis manos, consciente de que con ellas apreté un gatillo y quité una vida, sintiéndome tan igual que a los que les quitaron la vida a unos niños. Levanto la mirada y veo a Jill. El coraje y la tristeza se funden y de pronto siento ganas de desquitarme con ella y con el resto del mundo.

—Nosotras no tenemos la culpa sólo por haberlo llevado —le digo, como si necesitara escucharlo en voz alta —¿Cómo íbamos a saber que pasaría algo así? Incluso, nosotras, pudimos haber muerto si nos quedábamos ahí. ¿Sabes de que tenemos culpa, Jill? —Mi voz se rompe —. De haberlo matado. A él. Al profesor.

Jill me mira como si estuviera harta del tema.

—¡Ya sé que somos culpables, Emely! —exclama al borde de la desesperación —¡Pero no podemos hacer nada, entiéndelo! ¡Está muerto, y no podemos hacer nada!

Niego con la cabeza, aún llorando.

—Solamente somos dos asesinas cobardes escondiéndonos. ¡Nos encontrarán, Jill! ¡No tenemos ni siquiera ayuda de nadie!

—¿Y porqué alguien tendría que saberlo? —Me ve desesperada, rogándome con la mirada —Emely, si tan sólo una persona se entera nos meterán a la cárcel —Agarra mis hombros con fuerza —Emely, piensa, piensa, piensa. ¡No podemos hacer nada!.

—Lo sé, lo sé, ¡lo sé! —exclamo gritando —Pero Jill, ¡Pueden venir en cualquier momento a buscarnos! ¡Déjamos su cuerpo a la vista de todos! ¡¿Tienes idea de lo que eso significa?! Harán investigaciones, buscarán pruebas.

—Dirán que murió en el tiroteo —dice Jill de repente, como si fuera lo más brillante que se le ha ocurrido —. No hay ni una prueba que nos culpe. Cuando encuentren su cuerpo muerto será lo primero que pensarán. Y con el caos y la confusión que se ha creado no podrán pensar en más. Las autoridades buscan cualquier excusa para justificar un asesinato para rellenarlo en los diarios y así hacer que los vean como héroes

Me quedo en silencio, viéndola. Asustada. Es como que si a ella no le importara lo que acabamos de hacer. Fui yo la que apreté el gatillo. Sin embargo, yo..., yo..., yo soy la asesina.

Me siento o través en la cama, sintiendo caerme al igual que todas mis esperanzas.

Este estúpido vestido blanco está manchado con mugre y viscosidad, similar a mi alma.

¿Cómo demonios pude hacerle caso a Jill de esa estupidez? Estaba tan borracha y drogada que apenas podía mantenerme en pie, pero aún así tuve la culpa. Y ahora, el destino nos ha castigado.

Jill se sienta en el otro extremo de la cama, dándome la espalda. En la habitación sólo se escuchan mis lloriqueos bajos y sollozos, a la vez que el silencio nos hace compañía a lo que ahora somos: unas asesinas.

—¿No los llamarás? —Me pregunta Jill en voz baja.

—¿A quiénes?

—A tu familia. Deben de estar preocupados.

—¿Crees que estarán preocupados? —Me río con tristeza y Jill voltea a verme —. No les importo.

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