La dura realidad 🍁
🍁🍁🍁
—¿No estás feliz?
—¿Debería estarlo?
Jill está girada hacia mí, sus codos sobre la silla y con la espalda torcida, en una pose muy extraña y inusual.
Después de la escuela, venir al aeropuerto y ver a los aviones despegar a través de la ventana se ha convertido en nuestro pasatiempo. Nos sentamos aquí y vemos a la gente pasar con maletas en manos, embarcandose a una aventura, sin saber, incluso ellos, durante cuanto tiempo van a regresar. Nos imaginamos sus aventuras y una historia, una historia que nosotras nunca llegaremos a tener, una que nunca llegaremos a vivir.
En una ocasión nos confunden con vagabundas y casi nos sacan a patadas, Jill enfurece contra todo el personal del aeropuerto, las cosas se ponen tan tensas que incluso intentan llamar a los medios de comunicación, pero el enfrentamiento se resuelve antes y nos permiten seguir viniendo.
—Te irás a otro estado a estudiar actuación, fuiste la ganadora. Yo que tú estuviera saltando entre las ramas.
Jill sacude su certificado de ganadora como si fuera una lotería —Bueno, debo admitirlo, no es como lo pensé.
—¿Ganar? —pregunto, al compás de un silencio mínimo que se ha creado a nuestro alrededor, lleno de depresión y de dolor.
Ella respira lentamente —Se siente como un gran vacío no tener con quién compartir tus triunfos.
La miro fijo, hay un dolor en mi garganta porque sé cómo se siente, todo este tiempo he sabido como se siente llevar este dolor sin decírselo a nadie, y quizás por esa razón es por la que me siento bien al estar con Jill, quizás esa es la razón que nos une: Marginadas por la sociedad, excluidas de una familia destruida, sintiéndonos sin ningún lugar en el mundo. ¿Esa es la razón por la que defiendo tanto a Jill?...
—¿Tu madre? ¿Qué hay de ella? Cualquier madre se sentiría feliz por ver triunfar a sus hijos —Le digo, aunque yo sé por experiencia propia que es mentira.
—A ella la ponen feliz otras cosas —Su tristeza se ve opacada por una fingida conformidad —. Pero bueno, algo es algo. ¿No quieres venir?...
—¿A Los Ángeles? ¿Estás de broma? ¿Qué haría yo ahí? Ni vendiendo mi riñón... —me río —. Sería como un sueño, ¿sabes?
—Pues ya no sería un sueño —dice con determinación.
—No creo que sea tan fácil a como suena...
—No es tan difícil —dice Jill cambiando de posición en el asiento —, sólo compraríamos el otro pasaje que no es tan caro, o nos vamos de acarreo y ya.
Guardo silencio, escuchando cada palabra que dice. Quisiera pensar que es una idea estúpida y tan descabellada, obra de la idiota mente de Jill, pero en el fondo también me da cierta satisfacción escucharla. Y de pronto, la idea de abandonar a Margareth y a Leonardo suena tan emocionante que me hace sacar una sonrisa.
—Sí, claro —bufo burlonamente —, ¿y de qué viviríamos?
—La beca, ahorro, trabajo y, ¿quizás ayuda de subsistencia? —dice, enumerando con sus dedos.
La sonrisa en mi rostro desaparece y la miro con los ojos entrecerrados.
—¿Porqué se siente como que si estamos huyendo de algo?
—Esto no tiene nada que ver con eso —dice Jill, sabiendo a donde me dirijo —. Sólo estamos de acuerdo en que las dos tenemos una vida de mierda y deberíamos desaparecer del mapa de Texas.
—Lo sé, lo sé —digo —, ¿pero cómo podríamos dejarlo todo así como así?
La silla hace un click cuando Jill intenta jalarla a pesar de que está pegada al concreto.
—¡Podríamos hacerlo al finalizar este año escolar! Faltan cuatro semanas para eso. Así terminaríamos nuestros grados. El mío sería el último y por ahí no hay problema, en cuanto a ti podrías estudiar allá en una de esas escuelas que no son tan caras y son muy buenas.
Admiro el entusiasmo y la positividad de Jill. Es casi como si ella pensara que todo lo imposible es posible. Algo que yo nunca tendré. Siempre estoy ahí, poniendo argumentos y inventándome problemas de lo que podría llegar a ocurrir.
—Jill, esa es una buena historia para una realidad utópica, pero tenemos una vida aquí, aunque no les importamos a nadie la gente con la que convivimos nos buscarán, llamarán a la policía, a las autoridades y eventualmente nos encontrarán. Harán investigaciones, es probable que... que ellos lleguen a descubrir lo de... —guardo silencio, ella sabe de lo que hablo.
Jill se inclina para verme mejor, y me da una mirada seria y filosa.
—Dime, ¿quieres hacer esto? ¿Quieres largarte de este lugar en el que las dos sufrimos un infierno, o quieres quedarte y vivir todavía así? ¿Qué tienes que perder aquí?
¿Qué tengo que perder aquí? Nada. Pero aún así, ¿sería posible escapar de las sombras que aguardan en la casa de Sara sin que me persigan? He escuchado que ni siquiera puedes escapar de tu propia sombra, no importa cuanto lo intentes. Por lo que ese plan es casi imposible.
¿Y qué hay de las sombras que guardo dentro de mí cargadas de dolor y una vida de sufrimiento? ¿Acaso podré borrarlas para siempre?
Nada se pierde con intentar...
Suspiro lento.
—De acuerdo, Jill —Yo también la miro determinante —. Hagámoslo.
Sellamos nuestro trato. Vuelvo a ver a través de la ventana, mirando como otro avión despega, pensando que en cuatro semanas así estaré alcanzando la libertad.
🍁🍁🍁
Caminamos de regreso en silencio. No tengo mucho que decirle a Jill, ni ella a mí. Por lo que nos dedicamos solamente a escuchar el sonido de la naturaleza, a la vez que nos dirigimos a algún lugar sin rumbo, pérdidas, como nuestras mentes lo están.
—Todavía sigues pensando en ello, ¿no es así? —me pregunta Jill en voz baja.
Levanto la mirada ante su voz. Ella tiene los ojos brillantes y fijos en el camino, con el cabello recogido en una moña y algunos mechones saliendo de su peinado, parece una persona totalmente común. Como si nunca le hubiera hecho daño a nadie, como si de repente todo lo sucedido hace algunas semanas hubiera sido borrado y nunca pasó, nadie creería que Jill ha hecho algo como eso, pero aquella noche lo vi. Vi como es ella en realidad, fuimos cómplices de un crimen, asesinamos a alguien y guardamos el secreto. Compartimos un lazo de sangre, uniéndonos a ese hombre que matamos.
—Algo como eso jamás se olvidaría, Jill —murmuro —. No te miento, aún sigo teniendo pesadillas.
Jill patea un par de ramas secas hacia adelante.
—Estuve investigando sobre eso, cualquier cosa que podría ayudarnos, y bueno, encontré algo de informacion.
La miro con interés. —¿Cuáles son esas cosas?
—Bueno, leí por ahí que alguien que es menor de edad y que ha cometido un crimen puede llegar a recibir una condena perpetua sin libertad condicional —Me estremezco al oírlo, porque no sé porqué lo está diciendo —. Sin embargo, también estuve investigando sobre las pruebas que se hacen para saber quién fue el asesino, y me di cuenta que muchas tienen que ver con el ADN y esas cosas.
Jill lo dice a la ligera, pero me ha alarmado. ¿Cuántas pruebas y aparatos existen para descubrir la culpabilidad de alguien, que ni siquiera tenemos idea? La ciencia ha avanzado, la medicina también. Y nosotras estamos aquí, pensando que ya nos hemos librado de eso, cuando en cualquier momento la policía puede venir a apresarnos.
—Notarán las diferencias, Jill —parpadeo temerosa —. Se darán cuenta que los que mataron a los demás no son los mismos que mataron al profesor.
Parece que nada hace atemorizar a Jill. Ni siquiera cuando cualquier cosa puede meternos a la cárcel.
—Los autores del tiroteo usaron diferentes tipos de arma, nunca sospecharan —trata de explicarme Jill —. Sobre todo, cuando la policía sabe que fueron varios los que dispararon esa vez.
Pero eso no me deja tranquila.
Hay decenas de policías investigando lo ocurrido, con muchas experiencias en asesinatos durante décadas. Quizás, en parte Jill tenga razón: Son unos incompetentes que no hacen bien su trabajo, pero no porque no lo saben hacer, sino porque les da pereza mover hasta un sólo músculo. Sin embargo, lo que más me preocupa es la atención que le están dando al caso ahora. Los ojos de todo Texas están puestos en este pueblo, quieren al culpable. Incluso el estado reunió a otras estaciones policiales y agentes de Criminología para que investigarán. Están luchando por mandar a la cárcel a los culpables a toda costa, y cualquier error que hayamos cometido esa noche será suficiente como para ser declaradas culpables.
—Nuestras huellas... —murmuro en un susurro bajo, mi voz rompiéndose por el terror.
—No podemos alarmarnos —dice Jill, tomándome del hombro —. La mayor hipótesis que se tiene es que fue un ataque terrorista, debemos apegarnos a ello. Las noticias han dicho que el profesor fue el primer asesinado, porque los terroristas se dieron cuenta que los había descubierto, es por eso que el ataque comenzó en un lugar alejado a la fiesta. No hay ninguna teoría de que fue algo personal, o que fue algún estudiante, Ems...
Me concentro nada más en escucharla, pero cada palabra que dice sólo me genera más terror. De tan sólo pensar en cómo Sara y Leonardo asesinaban como algo habitual, me genera un malestar en el estómago y una acidez en la garganta. Ellos estaban acostumbrados a esto, pero nunca fueron perseguidos por la policía. Quizás porque de alguna manera la Gema los protegía, lo cual fue el error más grande que pude cometer. No pensé en la Gema, y no pude ganarme el favor que las sombras me ofrecían, fui una tonta.
—Podemos, por favor, Jill, no volver a hablar de esto —Le ruego con suavidad.
—Está bien —Jill acepta —. Por fin compartimos la misma idea.
Nos quedamos en silencio el resto del camino. Sin embargo, caminando sin rumbo, llegamos a mi casa, algo que me sorprende.
—Esta es tu casa —dice Jill como afirmación, no como pregunta.
—Sí... —digo, sintiéndome incómoda —¿quieres... quieres entrar?
Intento creer que Jill va a negarse, pero me sorprendo cuando no lo hace.
—No creo que me quieran ver ahí.
—No te preocupes por eso —afirmo —. No hay nadie.
Giro la llave y abro la puerta, invitando a pasar a Jill. Cuando ella avanza y deja de mirarme, me pego a la puerta y suelto un suspiro ahogado, deseando que todo esté en orden y que no encuentre nada que desborone mi farsa de familia intentando ser medio-normal. La única razón por la que la invité a pasar fue por cortesía, pero no quiero que Jill esté aquí.
Jill camina adelante, mientras yo le sigo el paso, rezando para que no pase nada extraño que la haga sospechar.
Jill se detiene en el pasillo, justo en la fotografía de la mujer misteriosa. Me doy cuenta que está acariciando el retracto con suavidad con la yema de sus dedos, mientras la mira cuidadosamente.
—¿La conoces? —pregunto.
—No, pero me parece muy bonita —Se da cuenta de sus palabras y las rectifica rápidamente, pero no entiendo el porqué —. El retracto. Parece muy trágico.
—¿Sabes a quien me recuerda? —inquiero.
—¿A quién?
—A ti.
Jill frunce el ceño y me mira —¿Por qué?
—Sus ojos, mira sus ojos, son verdes.
Me vuelve a ver, como indignada.
—¿Y eso qué? Hay millones de personas con ojos verdes.
Muevo la cabeza —Sí, pero su mirada está cargada de dolor.
—¿Estás diciendo que soy una persona triste?
—No... —Para no alentar una pelea, me niego —No quise decir eso, Jill.
Ella no le da tanta importancia y sigue con la inspección de la casa, ahora en la sala; mirando atentamente las fotos colgadas en la pared.
—No hay ninguna foto de todos ustedes juntos... —señala ella, algo que me alarma —¿Porqué?
Pienso en una excusa que ponerle, rápido.
—Bueno, si las hay —afirmo con una gran determinación y una sonrisa en mi cara —. Sólo que no las cuelgan porque mi abuela prefiere tenerlas guardadas en su armario a tener que sacarlas afuera y que se ensucian.
Jill parece creerme, incluso yo lo hago.
Parece que ella quiere seguir viendo fotos, por lo que la guío a otra parte de la casa donde hay más para que continúe apreciandolas.
—Y bueno, ese es mi padre, Leonardo —Le indico cuando vemos una foto de él —, pero tú ya lo conoces.
—See. Ya lo conozco —dice Jill de manera amarga y seca, lo que llama mi atención.
🍁🍁🍁
Las días continúan pasando y el pueblo sigue sumido en la oscuridad y en el caos producto de los últimos sucesos. Todo sucede tal como Jill lo dijo: Las autoridades asumen que el profesor fue asesinado por los mismos terroristas, así que ya no indagan más en su muerte, por lo que estamos más que libradas de nuestra condena. Podemos respirar en paz.
A pesar de que hemos sido eximidas por las autoridades, no hemos sido eximidas de nuestros actos. Seguimos siendo unas asesinas, algo que grita mi propia voz en mi cabeza todo el tiempo.
En la casa de Leonardo, tampoco nada está tranquilo. Un sábado por la mañana mi padre y la señora Sara tienen una discusión en la cocina que hace llamar mi atención.
Leonardo ha mencionado a alguien, pero no es a alguien cualquiera, es el nombre de una mujer, que aparentemente a la señora Sara le molesta escuchar.
—¡Ese nombre jamás se puede mencionar en nuestra casa! —Sara lanza un grito alterado y dramático, como si estuviera lanzando plegarias.
Puedo ver a Leonardo furioso, es la primera vez que lo miro así con su madre.
—¿Por qué? ¡¿Por qué no la querías?!
—Estabas estudiando una carrera de ingeniería civil, ¡esa chica solo iba a hacerte más daño!
Ellos hacen referencia a ella... ella... y cuando le pregunto a Margareth, ella dice no saber nada.
🍁🍁🍁
El viernes, Jill, Ethan y James se ausentan, por lo que en el receso me quedo yo sola vagando sin rumbo por la escuela.
Estar en el patio me permite respirar con mayor tranquilidad aire fresco y librarme de todo el estrés que he cargado durante las últimas semanas. También, para olvidar lo ahogante que se siente a veces estar con Jill y los demás. A veces, cuando estoy sola, me siento mejor.
Quizás sea porque toda una vida he estado sola, o porque no sé cómo manejar con los demás. Aunque lo único importante es que al final todos estaremos solos.
Una suave brisa llega a mi nariz y arrastra mi pelo. El olor a lavanda es trasladado por el viento en todas direcciones, haciendo florecer el ambiente.
Para ser otoño, los paisajes no se ven tan mal: los árboles y las flores lucen coloridos, brillantes y vivos, y el sol que todavía cae sobre ellos les permite tener un color dorado intenso. En poco tiempo, sin embargo, las hojas comenzarán a caer y todo quedará repleto de nieve...
Llego a la parte de las bancas de la escuela que está casi vacía, con excepción de una chica que está sentada leyendo una revista, donde paro de caminar.
Tal como lo pensaba, caminar sin rumbo en completa soledad brinda paz después de tantos desastres. El aire impacta en mi cara, brindandome mucha más calma. No hay ruido, no hay gritos furiosos de Jill, no hay problemas de casa. Esto, sin duda, es perfecto.
Levanto la vista de nuevo, y mis ojos de pronto hacen contacto con la portada de la revista de la chica, donde hay una fotografía de una mujer quien porta en su cuello un collar de piedra roja de un brillo tan hipnótico que por un momento me deja perpleja, pero que con horror, reconozco:
La Gema más conocida para mí; la Gema que ha traído desgracias a mi familia, la Gema que no me deja dormir tranquila...
La Gema sangrienta.
Siento como toda la tierra gira de cabeza. Mis piernas flaquean, mi aliento se paraliza. Estoy respirando con fuerza.
Corro como una bala a dónde está la chica que incluso ella me mira asustada. Siento mi cara calentarse de lo tan alta que se me ha subido la temperatura.
—¿Podrías prestarme eso, por favor? —pregunto, intentando mantenerme calmada, pero en realidad mi pulso está temblando con fuerza y mi corazón marcha violentamente.
Ella asiente, confundida y media asustada, viéndome desde su perspectiva desde abajo, notando el estado agitado en el que estoy.
Tomo la revista de un tirón y veo la fotografía de la chica, la cual reconozco inmediatamente; y al leer su nombre al lado, mi mente se hace un caos; un montón de escenas se reproducen en mi cabeza.
Nefera... Nefera...
Nefera es la mujer misteriosa del cuadro de mi casa, la misma que portaba la Gema sangrienta antes, la misma de la que hablaban Leonardo y Sara aquella vez sobre su nombre que no debía de mencionarse nunca.
Nefertari, durante su vida, siempre tuvo la Gema.
Ella sabía del secreto de nuestra familia, y por lo tanto, Jill también.
Jill lo sabía... Y nunca me lo dijo. Lo ha sabido todo este tiempo, pero aún así, ella y su madre lo han ocultado.
Todo este tiempo, Jill siempre me ha mentido. ¿Cuál es ese maldito propósito que tiene con la Gema? ¿Qué demonios quiere?
Le devuelvo la revista a la chica y salgo a toda velocidad hacia el portón del colegio, y salgo.
El viento ruge con mucha más fuerza, el cabello se pega a mi cara. Corro con todas mis fuerzas directo a la casa de Jill, para encararla.
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