El lago cristalino 🍁
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La verdad te golpea casi a diario.
Nunca antes lo hubiera creído si no lo hubiera visto, si no lo hubiera vivido. Pero ahora lo estoy sintiendo en carne propia, lo estoy experimentando con una fuerza que me impide volver a la normalidad por más que intente aliviar la electricidad en mi cuerpo.
Estoy totalmente fuera de mí misma, mientras pienso en cuantas veces Jill me mintió; en cuantas veces tuve la oportunidad de descubrirlo, pero no lo hice.
Jill era extraña, pero nunca, nunca la juzgué. Tampoco me ponía a preguntarme en porqué Jill sabía muchas cosas, en cómo parecía que ella podía arreglar todo tan fácilmente. Todo este tiempo en el que estuve a su lado me sentía tan bien, que olvidé lo que todos me decían.
"Jill Rawder es una loca, es una psicópata, es un monstruo".
Pero nadie acertó.
Jill Rawder en realidad es una asesina.
Todos los recuerdos que tengo sobre Jill se conectan: Ella sabía que estaba investigando a Nefertari, sabía de mis preocupaciones por lo que sucedía en la casa, y aún así no me decía nada, al tiempo que ella seguía conservando la Gema...
Un fuerte viento sopla, golpeándome la cara, pero esta vez no siento alivio, siento miedo.
Las hojas otoñales caen cuando paso corriendo. Todo el paisaje ahora es dorado, amarillo y rojo por las hojas esparcidas en el suelo. Contrario a como era el verano, ahora todo es frío y trágico.
Tengo tanto frío que tengo que abrigarme con los brazos, mientras sigo corriendo a la casa de Jill. Tengo que llegar a tiempo porque siento que algo va a suceder si no lo hago. Jill es capaz de hacer cualquier cosa. Es una asesina, después de todo.
Al pensarlo, el sonido de la bala siendo disparada el día que asesinamos al profesor impacta en mis oídos, y atormenta mi cabeza. Ese día, Jill estaba tranquila, y ahora lo entiendo, era porque ella estaba acostumbrada a hacer eso.
Todo el aire que conservaba se desvanece cuando llego a la casa. La última vez que estuve aquí fue ese día, cuando escapamos de la fiesta. Siempre sentí algo extraño en este lugar, y ahora entiendo el porqué.
Golpeo una y otra vez la puerta de la casa de Jill con furia y desesperación. Mis puños sudan y siento que están temblando. Mis piernas están acalambradas de correr por mucho tiempo, y el corazón quiere salir de mi pecho.
Tengo el estómago revuelto por la adrenalina y el miedo. Sigo golpeando con fuerza, pensando en que una vez Jill salga, no será la misma.
La puerta finalmente se abre. Frente a mí hay una cansada Jill Rawder, con grandes ojeras alrededor de sus ojos, media víctima del sueño, que me mira desconcertada.
Por un momento, me quedo sin decir nada. Las palabras flotan por mi cabeza, pero no consiguen despegarse de mi lengua. La presencia de Jill me ha congelado del miedo, sobre todo su apariencia: parece como si no hubiera dormido en años, como si el cansancio la estuviera venciendo. Tiene el cabello desaliñado y sudoroso, y está vistiendo un vestido viejo. Además, hay un trapo atado en su cuello.
Los ojos de Jill están conectados con los míos, mientras el silencio sigue creciendo. Estoy mirando a Jill con lágrimas en los ojos, pensando en todas los momentos que vivimos juntas, en cuantas veces pensé que ella era mi amiga, pero que al final todo resultó ser falso.
Veo a Jill quien me da una breve sonrisa torcida, a la par que suelta una risa casi imperceptible.
Jill suelta el pañuelo de su cuello, y la Gema sangrienta brilla como diez mil soles cuando la miro por primera vez.
—Estaba esperando este momento más que mi vida —El tono espeluznante en la voz de Jill provoca un agujero en mi estómago —¿Tú no, Emely?
No... Esta Jill no es solamente Jill, no es solamente mi amiga. Esta es una Jill retorcida y oscura; es una Jill que luce siniestra y perversa. Alguien que podría ser capaz de cualquier cosa.
El sólo hecho de que ella predijera mi llegada y que sabía para lo que venía, me hace darme cuenta de lo hábil que es Jill con la Gema. Yo nunca podría desafiarla, ni ganarle, pero debo de quitarle la Gema a como sea.
Tengo que olvidar quien es ella, que fue mi amiga, porque no lo es.
—Todo este tiempo me mentiste —Tengo la voz rota. No quiero llorar, pero no puedo no hacerlo —. Eres una traidora, Jill, eres una mentirosa.
—Así es —dice ella con la cabeza levantada —, es lo que tenía que hacer.
Jill tiene una expresión dura en su mirada y en su rostro. No parece arrepentida, ni siquiera le importa como me hace sentir.
Siento que mi corazón se está destrozando lentamente cada vez más. Mis lágrimas fluyen como cascadas, impidiendo mi visión. Tengo un nudo en la garganta y en el estómago.
—Devuélveme la gema, Jill —pido, acercándome a ella —. Sabes que nos pertenece, dámela.
—Baja la voz, Emely —Me advierte Jill —. A parte de nosotras, estoy segura que hay otros vecinos que con gusto querrían la Gema. ¿Quieres ser una buena chica y tratar estos temas como personas decentes? Entonces adelante.
Me está señalando la puerta de su casa, invitándome a pasar. Pienso que es una locura, pero también sé que no podemos hablar de esto aquí afuera. Lo único que necesito es recuperar la Gema a como de lugar.
Jill abre más la puerta de su casa, al tiempo que yo entro primero y ella comienza a caminar detrás de mí. Siento sus monstruosos pasos seguirme por todo el corredor de la casa, hasta que llegamos a la sala.
—Bienvenida, otra vez, a mi casa —escucho la voz de Jill detrás de mí.
Me quedo en la sala, congelada, luchando con mi propia respiración y con las lágrimas que inundan mis ojos.
Esta rabia que siento es tan inmensa que no puedo controlarla. He estado apretando las uñas contra la carne de la palma de mi mano con tanta fuerza, que duele... Pero no tanto como lo que ella me hizo.
—Creí en ti, Jill, y me mentiste —Me trago más lágrimas —. Todo este tiempo me has traicionado.
Ella se acerca hacia mí, y por primera vez, tiemblo por su cercanía, al punto que doy un paso lejos de ella.
—Todo lo que dices es verdad —murmura con un fuerte resoplido —. Una vez me dijiste que a todos nos toca interpretar un papel en el mundo; nosotras somos como la luz y la oscuridad, Emely, y a veces, la oscuridad termina ganando.
Cada palabra que dice Jill es como veneno que me asfixia, me deja sin aire. No quiero seguir escuchando su voz, no quiero seguir viéndola.
—Regrésame la Gema —sollozo —. Esa Gema es lo único que mantendrá al pueblo a salvo, y le pertenece a mi familia. Tú nunca podrás usar el verdadero poder que tiene ni saber lo que significa.
Se acerca mucho más a mí, puedo ver su mirada llena de determinación ahora, pero para mí es como la de un instinto asesino, la que le da un animal a su presa.
—¿En verdad crees que no sé lo que significa? —Su voz se ha elevado de pronto, y luce fastidiada —Ese es el problema contigo, Emely. Siempre te creas muchos disparates en la cabeza, y al final nunca nada es verdad.
Intento respirar con normalidad, pero no puedo. Mi exhalación se ha convertido también en un sollozo, pero ahora es uno aterrado.
En verdad, Jill sabe mucho de mí, incluso más de lo que le he dicho todo este tiempo. Sabe lo que pasa por mi cabeza, sabe de mis emociones y sentimientos. Jill, ¿por qué, Jill?
—Lo único que sé es que eres una maldita mentirosa —escupo, mirándola con odio.
Ahora Jill se queda sin decir nada, con una breve sonrisa en el rostro. La veo desplazarse por toda la sala sin decir nada, y en los movimientos que hace no la reconozco, parece otra persona.
Jill es muy hábil para mentir, y no sólo en sus papeles cuando actúa. Pero aún así no es lo que más me preocupa.
¿Qué ha estado haciendo Jill con el pacto de protección hacia el pueblo? ¿Porqué Nefertari robó la Gema? ¿A cuántas personas ha asesinado Jill?
Mientras se fórmula la última pregunta en mi mente, hay un nudo en mi estómago. La mayor parte de mi familia hacía esto por obligación, pero Jill no tiene necesidad de hacerlo. Ella mata por placer, porque le gusta.
—Te contaré una historia, Emely —habla otra vez Jill, deteniendo sus pasos como en un acto solemne —. Hace algún tiempo, había una chica llamada Nefertari, era la chica más hermosa de su escuela, todos los chicos caían rendidos a sus pies. Como era la más popular la odiaban, pero a ella no le importaba.
No entiendo esto, ¿Qué está diciéndome? ¿Porqué me habla de Nefera ahora?
—Nefertari no sólo era hermosa, era también una mujer peligrosa. Ella era una bruja, sus hechizos y encantamientos eran uno de los más poderosos. Era tan poderosa que muchos hombres adinerados venían a contratar sus servicios.
Una bruja...
La palabra recorre mis oídos, pensando en que las leyendas que deambulaban en este pueblo tenían razón, incluso lo que decía Steven. Nefera es algo maligno, algo que atrae las desgracias a este pueblo.
Un viento frío recorre mi espalda.
No es sólo Nefera, estoy en la casa de Nefera. El sólo hecho de pensar a que tipos de seres invocaba y que conjuros hacía aquí, me pone los pelos de punta. Puedo incluso sentir la fuerte vibra negativa que brota en este lugar, es hasta más fuerte que la del sótano de mi casa.
»Un día, cometió el error más grande de todos: comenzó un noviazgo con un chico de su mismo año, cuya familia nunca la quiso. Ahí comenzó con su muerte.
»Ese chico no era un chico cualquiera. Era el dueño de una joya con un poder sin igual, una joya que concedía cualquier cosa a cambio de sangre.
Puedo sentir como la sangre corre muy rápido por mis venas, como mi corazón casi se detiene. Está hablando de Leonardo, está hablando de mi padre. Él y Nefertari estuvieron juntos... esa es la razón por la que tenía una pintura de ella en su casa, la razón por la que Sara la despreciaba.
»Él le contó el secreto a Nefertari, y incluso le regaló la joya porque el muy cobarde le daba miedo matar. Sin embargo, un día arrepentido él regresó a quitársela. Tuvieron una discusión porque ella no se la quería devolver que hizo que cortarán su relación, así que Nefertari despechada le dio una joya falsa, mientras ella se quedó con la verdadera.
Mi corazón se hunde dentro de mi pecho. Ahora lo entiendo todo.
»Nefertari nunca la pudo usar, por el sello que tenía, el que decía que sólo el primogénito de la familia lo podía usar. Ojala se hubiera quedado sólo con eso, porque la desgracia aumentó cuando Nefertari se dio cuenta que estaba embarazada.
Hay un largo silencio tan tenso que siento desboronarme. La revelación cae en mí como agua helada, y perfora cada fibra de mi ser.
»Se lo ocultó a su madre durante casi los nueve meses usando un conjuro, pero ella se dio cuenta cuando en la noche le llegó el momento de dar a luz, entonces la tiró a la calle como un perro, sin importarle nada.
Estoy sintiéndome pesada, profundamente dolida por la historia de Nefertari. No puedo evitar estar conmovida, ni siquiera cuando sé que Nefera estuvo acechandome entre las sombras.
Lo que le pasó a Nefera fue tan trágico, tan triste... sobre todo el fin de su historia. Una historia con el último capítulo tan devastador y difícil de digerir.
»Nefertari, triste, sola y abandonada corrió a la casa de Leonardo a pedirle ayuda. Toda su esperanza murió cuando se abrió la puerta y vio el rostro de la madre de él, la señora Sara. Nefertari le pidió hablar con Leonardo, pero ella le respondió que no estaba, cuando no era verdad. Sara le cerró la puerta en su cara, a pesar de ver que la pobre chica frente a ella se estaba desangrado.
Tengo un remolino en mi estómago, la tristeza atorada en mi garganta.
Una vez le dije a Sara casi en forma de burla que posiblemente Leonardo tenía más hijos. Vi como su rostro se puso pálido y empezaba a alterarse. Todo este tiempo ha llevado consigo un pecado enorme. Si tan sólo hubiera ayudado a Nefera ese día, ella no hubiera terminado así.
»Nefertari dio a luz en ese momento. Pero ya no quería vivir más. Había recibido el repudio de su madre, el rechazo de Sara y posiblemente la indiferencia de Leonardo. Había recibido el odio de todo el mundo. Había tomado una decisión.
Esta es la parte más difícil de escuchar, la parte que no quiero escuchar.
Jill y yo tenemos los ojos bañados en lágrimas en medio del sudor y la desesperación. Estoy llorando muy bajo.
»Corrió al lago, y en esa noche, se quitó la vida...
»Todas las personas llegaron al darse cuenta, pero lo que nunca supieron es que antes de morir Nefertari había dejado en un lugar seguro, escondida entre la hierba, a su hija. Jillian Rawder la encontró, tenía puesta la Gema, el regalo de su madre antes de morir. Pero esta vez era diferente, esa niña sí podía usar la Gema
Jill me está mirando, las lágrimas hacen brillar sus ojos.
Yo estoy congelada, casi sin poder creerlo. Mi cabeza da vuelta y vueltas, tratando de entenderlo...
—Jillian decidió tomar a la niña y mentirles a todos haciéndoles creer que la había adoptado, así el tiempo pasó —Está mirándome con enojo, hasta que decide por fin tirar la bomba explosiva —. Tienes a esa niña en frente de ti ahora.
No puedo parpadear.
Siento el mundo moverse muy rápido, y llevarme en un remolino de emociones.
Miro a Jill, a Jill... a Jill...
—No puede ser...
Jill sonríe, la sonrisa más maligna que he visto nunca.
—Así es, Emely, somos hermanas.
Estoy tratando de procesar la información, pero no puedo hacerlo. Lo único que hago es llorar más fuerte, mientras tiro de mi cabello con fuerza en un estúpido intento de calmarme.
A través de la neblina de mis ojos, puedo ver a Jill. Pero ahora sé que no es solamente Jill, sé que es mi hermana.
Mi hermana.
—¿Es mucho para ti o no te gusta ser familiar de alguien como yo? —Jill me mira con un rostro deprimente y hace un puchero, fingiendo tristeza.
Sigo sin responderle, porque no puedo hacerlo.
Siento un gran dolor en el pecho, como si se estuviera destrozando por dentro. Todo mi cuerpo quiere colapsar en medio del agrio y horripilante sentimiento de culpa. Quiero hacer algo, quiero decirle algo, pero no puedo...
Jill sigue avanzando hacia mí, cada paso que da me aterroriza aún más. Puedo notar la cólera en sus ojos, la exhalación violenta; puedo ver lo mucho que me odia.
Aún notando el sentimiento de desvanecimiento y mi mirada perdida, Jill decide continuar:
—Bueno, después de la muerte de mi madre, ella no pudo descansar en paz. Sentía tanto rencor y odio que la ataban a este mundo, al igual que a los espíritus del sótano de tu casa, que hicieron que su alma vagara sin descanso por todo el pueblo. En todas esas estúpidas leyendas y cuentos que se han inventado esos fanáticos de mi madre, es en lo único que tienen razón.
»Mi madre no pudo encontrar ese descanso por culpa de toda esa gente que le hizo daño cuando estaba viva, y su espíritu quedó vagando, arrastrando a otros a que acabaran con su vida en el mismo lago que ella —Jill continúa llorando, provocando que yo lo haga aún más —. Pero aún así, siempre se preocupaba por mí. Yo era una niña pequeña, todavía en la cuna, cuando ella llegaba a visitarme y me cantaba canciones. Siempre estuvo a mi lado en todo momento, me enseñó todo sobre los conocimientos que tenía, y siempre me cuidó
»Desde niña, me contaron todo lo que le pasó a mi madre, lo que le hicieron. Que una niña escuchara eso era algo horrible, pero era mi realidad, y yo iba a hacer lo que sea con tal de ayudar a mi madre
"Lo sé, sé que lo harías. No importa que nos hayan tratado como la mierda, porque nosotras nos venderíamos hasta en el infierno para que ellas estén bien".
—Me ordenaron usar la Gema porque era mi responsabilidad, lo que debía de hacer —levanta la cabeza con superioridad y avanza más hacia mí despacio, mientras me mira con el mayor odio en el mundo —. Yo soy quien debe portarla, porque soy la única que puede usarla, la única que puede entender lo que en verdad significa. Yo soy la verdadera primogénita de Leonardo, la portadora de la Gema sangrienta.
No puedo responderle nada, porque es la verdad. Jill es la dueña de la Gema, pero aún así no entiendo el porqué los espíritus me perseguían y querían que yo sellara el pacto con ellos. ¿No lo sabían? ¿Ellos no lo saben todo, acaso?
—Me encargué de estudiar la Gema por mucho tiempo, y me di cuenta que existía una forma muy simple de romper parte del pacto que había con los espíritus y la familia de Leonardo —habla de nuevo Jill, como un detonante en el aire —. Quite parte de la conexión que los espíritus tenían con la Gema, para que el poder de la Joya sólo fuera para mí misma. Con eso, pude usar el poder de la Gema para otras cosas que no fueran proteger al pueblo. Así pude invocar otros seres y incluso a demonios para que me ayudaran.
»El poder de la Gema era tan grande que pensé en usarlo para que el espíritu de mi madre pudiera descansar en paz. Pero mi madre no era un espíritu cualquiera. Esas almas que había arrastrado con ella en el lago la habían nutrido, convirtiéndola en un espíritu más poderoso, más difícil de eliminar. Sabía que necesitaba mucho poder de la Gema para poder hacer eso, por lo que necesitaba llegar a asesinar a una gran cantidad de personas. También estaba consciente de que mi madre sólo podría descansar en paz si las personas que la habían hecho sufrir morían. Por lo que comencé a crear un plan para asesinar a Leonardo, y a su familia.
Comienzo a sudar frío, el aire se está sintiendo más difícil de respirar.
»Luego, un día, me enteré de tu existencia y de la de tu madre. Tú tenías la vida que me pertenecía, al lado de un padre que sí te quería, que sí te aceptaba, mientras yo me podría entre la soledad y la desgracia. Así que, apenas te conocí, busqué cualquier situación para acabar contigo. Sólo así mi madre estaría bien, y yo también.
No puedo soportar escucharla. Mi mente recapitula todo los momentos que vivimos juntas, esos eran momentos en los que estuve cerca de mi muerte.
—Todo este tiempo.... —No puedo terminar la frase —todo este tiempo has intentado deshacerte de mí.
—Esa era la razón por la que vivía, Emely —pronuncia Jill de forma terrorífica —. Puedo nombrar las veces que intenté matarte ya que fueron dos: la primera, cuando conociste mi casa, yo te di una taza de café con veneno, pero tú la botaste. La segunda fue un poco de tiempo después, casi reciente. Fue después de la fiesta de Halloween, cuando escapamos a mi casa; te di una pastilla cuyo componente principal conducía a la muerte, yo misma la preparé. Mi sorpresa fue cuando vi que no te causaba ningún malestar, así que supuse que la habías botado. Eres una jodida estúpida con suerte...
Lo recuerdo, lo recuerdo muy bien. Recuerdo bien esos momentos que nombra Jill. Recuerdo que estaba extraña ese día, cuando boté el café. Recuerdo que estuvo enojada durante un rato, a pesar de que yo limpié el desastre, pero ahora sé que sólo estaba enojada porque ese día no consiguió matarme, mientras yo no tenía ni idea de lo que pasaba por su cabeza en ese momento...
Fui una ingenua, una estúpida. Todos tenían razón en que esto iba a terminar mal, pero, ¿por qué, Dios? ¿Por qué?
—Siempre has creído que yo tengo la culpa de la vida de mierda que has tenido —La miro con desprecio, mis ojos adoloridos por el llanto —. Crees que eres la víctima —Mi respiración es inestable, y mi voz se exalta —. Sin embargo, Jill, ¿SABES TODA LA MIERDA POR LA QUE TUVE QUE PASAR?
Jill me mira sin importarle que he gritado, pero yo me siento tan bien por haber recuperado el control de mis emociones y ya no estar solamente petrificada, escuchando el horrible plan de Jill.
—Nunca te quite la vida que soñabas, porque nunca la tuve —Mi llanto se intensifica —. Leonardo, ese hombre que nos une como hermanas, estuvo ausente en mi vida durante mucho tiempo. Crecí solamente con mi madre, quien todo el tiempo me maltrató, me obligó desde muy pequeña a trabajar en la calle para alimentar su vicio, incluso me golpeaba. Tuve que soportar humillaciones en la escuela por no tener un padre, todos se burlaban de mí por mi forma de comportarme —sollozo más fuerte —¡Era por eso que yo siempre te defendí, Jill! ¡Siempre creí que éramos iguales, yo me veía en ti!
No hay respuestas a eso, pero veo como Jill aprieta sus labios y algunas lágrimas caen, empañando sus ojos. Lo que me hace suponer que, quizás, hay algo humano en Jill todavía.
—Quiero saber algo, Jill —digo con la voz quebrada —Todo este tiempo que estuvimos juntas, mientras planeabas matarme... alguna vez... —Un sollozo me interrumpe —¿alguna vez sentiste aunque sea compasión por mí?
Quiero saberlo, quiero escuchar de su propia boca y enterarme que la única amiga que te tenido en este mundo, nunca fue real.
—Llegué a sentir algo —murmura Jill, pero hay un temblor en su voz —. Llegué a sentir lástima por ti.
No puedo seguir escuchandola, hay algo desboronadose en mi pecho. Me pierdo en la lejanía y el vacío, mientras el dolor se asienta más.
»Había veces, cuando te miraba triste, que me decía: "pobre Emely, está sufriendo, debes de hacer algo por ella", pero luego recuperaba mi postura y recordaba lo que debía de hacer.
No puedo conseguir la fuerza para seguir viendo a Jill, ya no puedo.
»Pude empatizar contigo más de lo que me hubiera gustado, había ocasiones en las que olvidaba quien eras tú y te veía como una amiga. Me sentía comprendida cuando estaba contigo, a tal punto que una vez pensé en dejarlo todo y olvidar asesinarte. Pero me he dado cuenta ahora, que es algo necesario.
Avanza más hacia mí, hay una aura endemoniada recorriendo todo su cuerpo.
—Podemos solucionar esto, Jill —sueno totalmente desesperada —. ¡Podemos romper la maldición de la Gema de una vez por todas, y concederle el descanso al espíritu de tu madre! ¡Podemos evitar que más personas mueran por culpa de la Gema, pero encontrando una solución para proteger al pueblo! ¡Hay soluciones, Jill!
Jill guarda silencio, pero escucho su respiración exaltada, como su pecho sube y baja sin control de manera apresurada. Puedo ver un demonio en ella, puedo ver todo el mal que posee tan solo en sus ojos.
—En toda mi vida he asesinado, y con eso me he sentido muy bien —Su voz se ha distorsionado —. El sentimiento de ver como la vida de alguien se apaga en tus manos es inigualable; ver como tus manos se manchan de sangre te hace sentir alguien grandioso.
Quiero vomitar del horror que me produce imaginarmelo, también por el olor putrefacto y viejo que se siente en esta casa que se intensifica cada vez más.
—Asesiné por mucho tiempo sin la ayuda de nadie —cuenta con la voz distorsionada —. pero un día conocí a James y a Ethan. Eran pequeños niños asustadisos y vulnerables, incluso lo era más Ethan que James. Los salvé de la muerte, y a cambio, ellos se ofrecieron en ayudarme con los asesinatos. Entonces ya éramos tres...
Me siento fuera de control, con la furia quemando mis venas. El sentimiento de horror y traición se apoderan de mí.
—Ellos dos... También...
—¡Todo el tiempo hemos sido nosotros tres! —De pronto levanta la voz —¡Hemos asesinado a muchas personas de Texas, le hemos dado mucha sangre a la Gema! ¡Fuimos nosotros los que matamos a toda esa gente en la fiesta de Halloween!
Me quedo aturdida, mirándola con horror. No es posible...
»Después de que te dormiste, regresé a la fiesta y llevé el arma con el que matamos al profesor. Los otros dos también estaban preparados, por lo que comenzamos a dispararle a la gente desde un lugar donde no fuéramos vistos. Fui yo personalmente quien le disparó a Steven y lo mató.
Las palabras de Jill frotan en el aire y entran como balas en mi pecho. Siento como me estoy quedando sin aire y mi respiración se agudiza.
Mi pecho se está quemando, y estoy entrando a un vacío agonizante. Me estoy escuchando llorar, ahora con fuertes sonidos parecidos al de un huracán.
Steven... Steven... Ella mató a Steven. A Steven, al pequeño Steven. Lo mató... lo mató... lo mató.
—Tú... —No puedo respirar bien —Mataste a Steven —Levanto la mirada, y toda la ira que siento por Jill rompe en ese momento —¡LO MATASTE, LO MATASTE, LO MATASTE! ¿POR QUÉ, JILL? ¿POR QUÉ? ¡SÓLO ERA UN NIÑO! ¡ESTÁS ENFERMA!
Me trago un gemido en medio del llanto, y me derrumbo en el piso, pensando en el dolor de Steven antes de morir, en sus dolorosos últimos momentos de vida. ¿Cómo alguien tan enfermo podría llegar a matar a un niño? Pienso, y por un momento recuerdo que le hice esa misma pregunta a Jill, el día que nos conocimos.
La respuesta la tengo en frente de mí.
Alguien tan enfermo como Jill lo haría, alguien sin escrúpulos, un monstruo.
—Te diré porqué, Emely —Un sonido tosco sale de la garganta de Jill —. Ese niño sabía demasiado. Fue él quien te enseñó los recortes de mi madre pegados en la escuela y quien te enseñó la biblioteca. Su padre era parte del Consejo del colegio, lo que lo hacía enterarse de muchas cosas internas. También sabía mucho de lo que pasaba en este pueblo, no podía dejarlo vivo.
Jill sigue hablando de esa forma psicópata, casi irreconocible para mí. Pero ahora sé que esa parte de ella siempre estuvo ahí, sólo que nunca la vi.
»Steven estaba en un punto alejado de la fiesta cuando lo asesine, ni siquiera había alguien en los alrededores —Jill continúa hablando, como si le gustara torturarme —. Tuvo la oportunidad de ver mi rostro por última vez cuando le disparé cuatros veces. En el primer disparo, intentó huir arrastrándose por el suelo, pero no tenía mucha fuerza, por lo que le continúe disparando hasta matarlo y me quedé ahí hasta verlo morir.
No puedo, no puedo seguir escuchandola.
Ahora mismo estoy sintiendo un instinto asesino. Quiero estrellar a Jill en el suelo, quiero golpearla. Quiero hacer lo mismo que los espíritus me dijeron que debía hacerle.
Miro otra vez a Jill, y el impulso asesino se revienta en mi pecho. Ella mató a Steven, a Steven, a Steven...
Una neblina inunda mi cabeza.
Me abalanzo sobre ella, y le doy un puñetazo en la cara con todas mis fuerzas que la hace tambalear y bajar la cabeza, mientras su cabello sudoroso se enrolla por todo su rostro.
Tengo los nudillos golpeados y adoloridos, y siento un dolor punzante en el brazo, pero me siento bien, me siento relajada, bien conmigo misma.
Jill despega la mirada del suelo muy lentamente, puedo verme reflejada en sus ojos, y comienza a dar pasos hasta donde está un cajón. Puedo ver las oscuras intenciones que tiene, por lo que retrocedo instintivamente. La bilis se me sube hasta la garganta cuando veo que del cajón saca un cuchillo afilado y brillante, y me lo muestra.
Me estoy quedando sin aire cada vez más. Me he tragado muchas lágrimas a tal punto que mi boca se ha vuelta salada y agria, casi metálica. Pero ahora el horror me está rompiendo por dentro y amenaza con destruirme, el estómago me está burbujeando.
Jill se acerca más hacia mí con esa mirada endemoniada en el rostro, alzando la punta afilada del cuchillo. Estoy sudando frío, casi agonizando.
Mis zapatos hacen movimientos silenciosos cuando retrocedo. Jill trae el cuchillo en su brazo, sosteniendolo de una forma oscura y macabra. Es en ese momento, en el que ella se abalanza sobre mí y me lanza al piso, donde empieza a estrangularme.
No puedo respirar. Empiezo a ver borroso todo, incluso hasta a Jill, no siento nada, no veo nada...
Miro la punta afilada del cuchillo subir hasta el techo, y entonces cierro los ojos...
Un fuerte golpe llega hacia mi pecho, pero siento el agarre de Jill sobre mí desvanecerse, y al abrir mis ojos, me doy cuenta que ella está escapado de la casa.
—¡¿A dónde vas, Jill?!
Me levanto de un golpe y voy detrás de ella, bajo el control de la adrenalina recorriendo mi cuerpo.
La luz del sol me da de lleno y golpea mis ojos cuando salgo.
Parece como si hubiera pasado mucho tiempo desde que entré a la casa de Jill; como si las estaciones se hubieran congelado, mientras ella y yo peleabamos adentro.
Las hojas de los árboles de otoño se menean al compás del salvaje viento helado que azota. La temperatura ha descendido mucho más, a tal punto que mi aliento parece congelarse.
Voy corriendo con todas mis fuerzas, siento mis piernas debilitarse, pero tengo que atraparla.
Jill corre tan rápido como puede. Su vestido pijama parece flotar en el aire, y su cabello rebelde se desliza por el viento, al tiempo que una melodía casi silenciosa sopla en el aire.
No sé que es lo que recorre en la mente de Jill ahora mismo, ni a donde planea ir; pero sé que debo detenerla.
Pasamos por varias casas del pueblo corriendo, incluso por la mía. Las calles del pueblo lucen desoladas y vacías, quizás porque todos se encuentran refugiados en sus casas por el frío.
Le grito un par de veces a Jill que se detenga, pero ella me ignora y sigue corriendo.
Jill dobla en una esquina alejada de todas las casas del pueblo. Voy tras su misma dirección corriendo con la misma intensidad, hasta que de pronto me encuentro con un lago cristalino de vasta extensión recorriendo todo el lugar.
Me detengo, y busco con la mirada a Jill.
El viento sopla con mas fuerza, removiendo mi cabello y helandome hasta los huesos.
Conozco este lugar.
Es el lago donde se ahogó Nefera hace dieciséis años; el lago maldito del que hablaban.
Me encuentro a Jill al otro lado del lago, con el pecho agitado y el sudor en la cara, combinandose con las lágrimas que está derramando. Jill está temblando y sollozando, y su mirada transmite dolor y pena.
Tengo una sensación amarga en el pecho, algo que me alerta. Jill está muy cerca de la orilla del lago, pero no le importa, solo está mirándome a mí.
Hay algo diferente en su mirada. No me está viendo con el mismo odio que cuando estábamos discutiendo. Sus ojos están empañados y sus pálidos labios están temblando. Tiene una expresión de cansancio, la resignación pasando por su mirada.
Quiero acercarme más a ella, pero casi caigo al agua. Algo me está haciendo un nudo en el pecho. Tengo que acercarme, cruzar al otro lado a como sea. Tengo que detenerla, evitar que lo haga. No puedo dejarla, no puedo, no puedo, NO PUEDO, NO PUEDO...
Miro a Jill con el terror fluyendo por mi cuerpo. Las lágrimas se deslizan por sus pálidas mejillas y está emitiendo sollozos que puedo escuchar, mientras se tambalea en diferentes direcciones, hasta que de pronto, empieza a dar un paso hacia el frente.
—¡JILLLLL! —Una oleada de miedo me sacude, una corriente eléctrica se apodera de mi cuerpo —¡NO LO HAGAS! N-NO NO NO NO NO NO NO ¡No lo hagas! ¡JILL, MIRAME! ¡NO LO HAGAS!
Grito con todo el poder de mi garganta, y me ahogo con la saliva. Busco con mi mirada una forma para cruzar y detenerla, pero mi pecho se desgarra cuando veo que solamente puedo quedarme aquí congelada viendo como Jill, mi hermana, se lanza directo a la muerte en frente de mí.
—¿Por qué no, Emely? —Me dice Jill con voz suave y arrastrada, luchando con sus propias lágrimas —Si has querido esto desde que te enteraste de lo que hice...
Avanza más, hasta que la cercanía del lago y de ella se hace tan próxima que mi corazón vibra con fuerza. TENGO QUE HACER ALGO. ALGO. ALGO. ALGO.
—¡NO! ¡JILL, HAY SOLUCIONES! —Me arrastro con fuerza sobre el suelo, queriendo cruzar al otro lado — ¡ESCUCHAME, NO LO HAGAS! ¡ESCUCHAME! ¡JILL, POR FAVOR!
Lucho con todas mis fuerzas, pero Jill no me escucha. Está decidida a tirarse al lago y morir, justo como su madre.
—¡Todo este tiempo has robado mi vida! —Me grita con más fuerza y energía en su voz —¡Por tu culpa y por la culpa de tu familia mi madre está muerta!
Su pie hace un movimiento más hacia el frente, está a punto de caer, a punto de irse ante mi mirada.
—Jill... DETENTE —suplico —. Escucha, vamos a solucionarlo.
Con la mirada hacia el frente, y el rencor jamás imaginado dentro de una sola persona, Jill alza sus brazos a los lados, toca la Gema Sangrienta y grita:
—¡LOS MALDIGO A TODOS! ¡MALDIGO A TODA TU FAMILIA, A TODOS!
La Gema brilla, el viento sopla con más fuerza, los árboles se estremecen con violencia. Los susurros del aire se intensifican, y el lago cristalino se abre...
La mirada verde de Jill queda grabada en mi mente, antes que ella decida lanzarse al lago y sumergirse para siempre.
No hay palabras, no hay pensamientos, todo se queda en silencio. El lago me mira, como un espejo de culpabilidad.
El viento sopla, las flores caen muertas, mientras yo me desplomo en el suelo.
Grito con todas las fuerzas que tengo, pero no hay respuestas. Sólo estamos el lago y yo...
Lloro con toda la fuerza que tengo, grito en nombre de Jill, pero no hay nada.
Hay pisadas viniendo detrás de mí, de pronto, alguien me agarra y me abraza. Veo a Leonardo, la señora Sara, el señor Rafael y incluso a mi madre.
Leonardo me abraza y me dice algo que no logro escuchar, mientras yo continúo llorando, con sonidos parecidos a los de un animal lastimado.
Leonardo se dirige a mi madre y le susurra unas palabras:
—Llama a la policía.
Margareth parece congelarse.
—¿Qué?
—Qué llames a la policía.
Margareth obedece indecisa, saca el teléfono y hace la llamada, mientras yo me hundo en medio de las lágrimas.
No sé cuánto tiempo pasa, hasta que escucho un auto detenerse y más pisadas ir hacia nosotros.
Alguien me suelta del agarre de Leonardo, dos policías me agarran y amarran mis manos.
—¿Qué están haciendo? —pregunto, llorando más de la desesperación —¡¿Qué están haciendo?!
Busco con la mirada a todos para que me ayuden, pero ninguno hace nada. Mi madre incluso agacha la cabeza, y Leonardo se queda de pie en el mismo lugar, mientras soy arrastrada por los policías a un microbús.
Esto no es posible. Ellos creen que maté a Jill.
¿Por que lo hacen? No lo entiendo, YO NO HICE NADA-
Me arrastran, mientras sigo gritando de que no hice nada, pero ellos jamás me sueltan,
Antes de que me metan al microbús policial, me dirijo a Leonardo y le grito:
—¡Papá! ¡Ella también era tu hija!
Lo último que miro es la mirada sorprendida de Leonardo y el gesto de conmoción de Sara. La puerta entonces se cierra.
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