Concurso 🍁

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No hay un solo día en el que deje de pensar en lo que pasó en el sótano.

Me hizo jurarlo millones de veces que no se lo diría a nadie, me dijo que a partir de ese instante compartíamos un secreto familiar y de sangre, y me hizo aceptar la condena directo al infierno.

Lo que más me hace sentirme hundirme es el miedo. Les estoy mintiendo, posiblemente esté arriesgando mi vida al no hacerles saber que esa Gema no es la Gema Sangrienta verdadera, algo que me llama la atención un poco.

Estos seres son capaces de todo, Sara me lo dijo. Pero si es así, ¿Por qué no se dan cuenta de que esa no es la Gema verdadera aún cuando ellos tienen una conexión con ella? Más preguntas vienen, y yo no puedo responderlas, ni siquiera aún puedo aceptar como ese tipo de cosas pueden existir en esta tierra, pero siento que es incluso mejor permanecer en la ignorancia.

Todavía sigo tomando las pastillas y todo está bien. No hay incidentes después de eso. No han habido ruidos raros ni situaciones fuera de lo normal. Todo parece misericordiosamente intacto.

Esta paz me hace estremecerme. Ellos no han estado tan calmos como ahora. Es como si Sara lo hubiera solucionado, como si antes ellos solo causaban alboroto porque querían atención y ahora lo han conseguido. Y esa es la parte que más me asusta; en cualquier momento me obligarán a matar a mi primera víctima, y yo no tendré más remedio que ser una ASESINA, como el resto de mi familia lo hizo.

Nadie más sabe sobre lo sucedido ese día en el sótano; ni siquiera Leonardo. Antes pensaba que me había traído aquí para obligarme a usar esa Gema, pero Sara me dijo que incluso no debía decirle a él sobre el pacto que hicimos; lo único que iba a permitir que el pueblo estuviera a salvo.

Conservo la Gema falsa que Sara me dio, pero con la desilusión al saber que esta no es la verdadera.

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A la hora de salida del teatro, Jill me intercepta como siempre y me lleva al patio, donde me obliga a sentarme en una banca sin importarle la mala cara que le estoy dando.

—¡Mira esto! —Jill pone un papel en mi rostro sin dejarme decir nada.

—¿Qué es? —pregunto, atrapando el papel con mis dedos y leyéndolo en el proceso. Es una convocatoria de un concurso para actores jóvenes y el premio es una beca para estudiar actuación en Los Ángeles.

Vuelvo mis ojos a los de Jill con desilusión —No... no puedo asistir.

—¿Por qué?

—La firma, Jill —Le digo con un gemido ahogado y medio cansado —. No creo que mis padres me den permiso.

—¿Por qué? —vuelve a repetir, haciendo que mi ceño se arrugue por su terquedad.

—Porque he estado saliendo mucho últimamente —Le miento. No me lo han dicho, pero es posible que lo piensen —. Una más, me advirtieron, y ya no más permiso.

—¡Pero es una oportunidad andante!—exclama Jill con vehemencia, sentándose a mi lado en la banca con su lado soñador ya despierto — Imagina ser parte de esa película. ¿Piensas echar a perder lo que estamos construyendo sólo por una amenaza de tus padres?

Yo también me siento mal por no asistir. ¿Pero qué otra opción tengo? En la casa nadie apoya mi patético sueño de infancia, y más bien lo consideran una pérdida de tiempo.

—Jill, ¡no tengo ninguna aprobación de mis padres! —exclamo o través para hacerla entender.

Hay unos segundos de silencio que hacen creerme que Jill ya no insistirá, sin embargo es todo lo contrario.

—¡Eso lo resuelves a como puedes! —dice Jill. De pronto, sus ojos están brillando como si se le he hubiera ocurrido algo, y se acerca más a mí en la banca, poniendo su brazo en mi hombro y mirándome de forma contenta —¿No conoces sus firmas?

Entiendo a donde quiere ir y niego tan rápido como puedo.

—Jill... no puedo hacerlo.

Pero esa mirada malvada aún no se ha ido, y durante los próximos diez minutos me conduce a un monólogo que me hace reflexionar sobre lo que estoy haciendo al darle prioridad a unos padres que casi nunca se han preocupado por mí y que no me apoyan. En vez de eso, Jill me dice que lo único que tengo que hacer es escucharme a mí misma y a lo que quiero, ya que soy solo yo la que está  luchando para conseguir un lugar mejor en esta vida, y soy sólo yo la que debo decidir.

Tomo el lápiz que me ella me ofrece y entonces firmo. Jill me ve con una amplia sonrisa, diciéndome que se encuentra feliz porque por fin me ve tomando una decisión por mi cuenta. Entonces, un sentimiento como de orgullo se asienta en mi pecho, a pesar que estoy consciente de que lo que he hecho es una cosa mala.

Jill toma su propia hoja de convocatoria y la veo intentar firmar también.

—¿Qué estás haciendo? —Le pregunto.

—Replicando la firma de mi madre, ¿ves? —me muestra la hoja ya firmada.

—Creí que tu madre te daba permiso de andar en esto, ¿entonces porque lo estás haciendo? —quiero saber.

Ella sonríe.

—Porque es divertido.

🍁🍁🍁

Jill no ha dejado de parlotear las últimas horas, sobre lo maravilloso que se sentirá ir donde esos cazadores de talentos y actuar frente a ellos, dejando ver nuestro talento, nuestro potencial y todo el esfuerzo que casi todos hemos puesto para lograr clasificar en las audiciones. Personalmente, no creo que salga con un logro más allá de un "gracias por venir, te llamaremos pronto si logras clasificar" por parte de esos hombres. Sé de antemano que las competencias siempre han sido difíciles, y casi siempre el que tiene una apariencia algo... aceptable es al que escogen.

Pero hoy la actitud de Jill ha cambiado considerablemente. El entrecejo duro que suele mantener en su rostro ha desaparecido, se ha alisado el pelo, se ha pintado las uñas de negro, y ha maquillado su rostro. Ella luce... bonita. Volviendo a su forma de expresarse, no ha estado de mal humor estas horas y luce emocionada a más no poder. Me daría mucha tristeza ver su rostro desilusionado si no la llaman después de la entrevista. Ha estado hablándole del tema a sus amigos, convenciéndolos de que están hablando con una futura actriz famosa. Yo me limito a asentir y a esperar que todo continúe con naturalidad.

Llegamos a la calle trece del distrito de West Park y unos segundos antes de entrar, nos detenemos cerca de donde está el portero recibiendo a los aspirantes. Jill me ve y me dice que pase lo que pase en la competencia, no será la razón suficiente como por la cual armar una discordia entre nosotras dos. No será la razón suficiente que haga que dejemos de ser amigas. Entonces, nos dirigimos hacia adentro y vamos donde la secretaria del edificio, quien nos indica que hacer y a donde ir. Nos muestran una hoja a cada una, ponemos nuestros nombres, nuestra información básica y damos la firma de nuestro tutor. En ese momento, sólo espero que no se den cuenta de que es una falsificada, porque estaría en graves problemas, en serios problemas. Nos dicen que esperemos en una sala donde están los demás jóvenes con sus padres.

Media hora después, el casting comienza.

Estoy muriéndome de ansiedad la siguiente media hora. No sé cuándo me llamarán y no sé si deba de seguir con esto. Jill, por su parte, se encuentra recostada a la pared, masticando un chicle mientras lee el guion que ella misma ha fabricado. Todos los demás comentan sobre sus carreras semi-profesionales que llevan. En ese momento, me doy cuenta de que la mayoría ya ha estado en películas o series de televisión algo reconocidas: algunos como extras, personajes de fondos o personajes recurrentes. De cualquier manera, han hecho algo y eso es suficiente para tener una ventaja en el concurso por encima del que no tiene experiencia.

Cuando por fin dicen mi nombre, estoy temblando como una gelatina, sin embargo me obligo a no hacerlo notar y caminar hasta donde me indican.

—¡Buena suerte! —Me grita Jill tras mi espalda, antes de que la puerta se cierre atrás de mí —¿O debo de decir: rómpete un pie en esto?

—Dinos tú nombre y de donde eres —Es lo primero que me dicen apenas entro.

—Em... Soy Emely Smith y vengo de Salado, Texas —termino con una sonrisa para recompensar por mi tono de voz vacilante.

—Genial... —Una mujer del jurado se acomoda sus lentes y me ve fijo, sus ojos cortando los míos —, pues, Emely, demuéstranos tu interpretación y da lo mejor de ti.

Suelto un suspiro pesado, y entonces empiezo, internándome en mi monólogo.

—¿Desde cuándo te gusta esto de la actuación? —Preguntan cuando ya he terminado, devolviéndome a la realidad.

—Desde siempre —me encojo de hombros —. Desde que era una niña.

—¿Alguna vez estuviste en un taller o algo así sobre teatro? —pregunta otro.

—En realidad estoy dentro de un grupo teatral cerca de donde vivo —contesto, ahora pensando que eso podría hacerme ganar puntos.

El juez que parece ser el más importante levanta la mirada y me ve.

—Muy bien, eso suena bien, de verdad. Concéntrate más en tu respiración y en levantar la voz un poco. Todo está bien después de eso. Tienes mucho talento y lo vemos. Sigue así, estas en ello.

La siguiente en pasar es Jill. Tengo que esperarla afuera ya que no está permitido quedarse todavía adentro después del casting, así que me quedo vagando por los pasillos del edificio, donde me encuentro un mural con todos los rostros icónicos del cine de Hollywood y me quedo admirándolo durante un rato.

Hay un golpe en mi hombro desde atrás de mí, seguido de un fuerte rugido en mi oído, lo que me hace girar casi a la velocidad de la luz.

—¡Aquí está Jill! —Con un gran grito, Jill extiende los brazos hacia mí, con la boca completamente abierta, y casi tomándome del cuello para asustarme.

—Jill, deja de hacer eso, no es divertido —La miro con una expresión media aburrida, zafándome de ella.

—Oh, sí lo es —Me responde con burla —¿No has visto la referencia?

Ignoro eso último, y me acerco a ella para preguntarle.

—¿Cómo te fue?

—Realmente estuvo bien —El tono en su respuesta, de pronto cortante, casi negativo me deja enternecida.

—¿Nada más que eso? —Vuelvo a insistir para que me diga —¿sólo un aburrido "estuvo bien"? Eso no es explicación ni nada.

—Les gusté al parecer —Su mirada es esquiva —. Prometieron llamarme dentro de algunas semanas. ¿Y a ti?

—Lo mismo.

Ella no me dice nada más sobre el tema, más bien sólo me da una sonrisa, sorprendiéndome una vez más.

—¿Qué estabas haciendo? —Me pregunta y luego corre a ver el mural —Ah, mira, ¡no puede ser! ¡Es Christopher Lambert! ¡El amor de mi vida!

Ahora sí su espíritu ha regresado.

—¡Que asco, Jill! —Le digo en broma, siguiéndole el juego —¡Tiene como cuarenta!

—¿Y eso que? Es lindo.

—Pues yo prefiero a Matt Dillon —Le enseño su fotografía en el mural.

—Está igual de viejo.

Me río por la expresión de Jill, y ella entrecierra los ojos. En pocos minutos, me da una charla sobre que película de los ochenta considera mejor sobre la otra, como si fuera una cátedra necesaria.

—Es por eso que Once Upon a Time in America es mejor que Full Metal Jacket —decreta con vigor.

—Son películas diferentes, aún así Stanley Kubrick lo hizo bien —señalo.

—¿Y The Shining? —Me pregunta, viéndome de reojo.

—No la he visto —Le digo, y espero un regaño por parte suya, pero no lo hace.

Salimos del edificio y nos dirigimos hacia la calle. Noto a Jill un poco más seria nuevamente. ¿Es por el concurso? Ni siquiera puedo preguntarle ya que siento que en cualquier momento podría cambiar de nuevo y lanzarse a mí como una feria.

Caminamos por la calle en silencio. Noto una aura extraña en Jill. Ella siempre es difícil de descifrar, pero esta vez es como si quisiera decirme algo que ha tenido atorado todo este tiempo.

Jill de pronto deja de caminar y me ve; una mirada intensa que no puedo descifrar.

—Vamos a sentarnos —pronuncia de repente, y entonces se dirige a la acera donde se sienta, y yo lo hago al lado de ella.

Durante un largo momento, ella no me dice nada. Permanecemos sentadas en la acera viendo el atardecer; observando como las personas pasan por la calle y como los autos pasan a toda velocidad zumbando; como el viento salvaje se pasa llevando la basura y levanta el polvo; escuchando el sonido de algunos pajaritos en los árboles y los pasos ajetreados de la gente. Quiero preguntarle a Jill que está pasando por su mente, pero luego me arrepiento y guardo silencio.

El sol ilumina la cara de Jill, acentuando la serenidad de su rostro. De pronto, esa expresión se me hace extrañamente familiar; como si la hubiera visto antes en alguien más que no recuerdo. Quiero hablar por segunda vez, pero me sorprendo cuando el sonido de la voz de Jill se escucha como un silbido sorprendente.

—Una vez te dije que te contaría todo sobre mi vida —Su voz suena casi silenciosa, está hablando despacio, ignorando mi mirada, poniendo su atención en el atardecer con una expresión nostálgica —. Creo que... es el momento.

No es su tono de voz o lo que me ha dicho lo de me ha dejado sorprendida, sino su expresión. Es una expresión herida, quizás la primera que he visto en ella; estoy ante uno de los momentos más vulnerables de Jill.

—Jill... —No se me ocurre nada para persuadirla, pero no quiero que diga algo sólo por sentirse presionada —No lo hagas si quieres, no es necesario.

—Pero para mí lo es —finaliza con una determinación inmensa en sus ojos —. Escucha, Emely, lamento que mi comportamiento pueda afectarte, sobre todo cuando en parte tú eres muy diferente a mí. Y, es por eso que a veces, siento que puedo llegar a herirte...

Se está disculpando. Pero no es una disculpa cualquiera, sino una en la que me hace saber que muchas veces su comportamiento se debe a como ella ha crecido. La antigua conversación de las circunstancias que nos obligan a ser de una forma viene a mi mente, lo que me hace saber que ese día sí estaba hablando de ella.

—No lo haces, Jill —Le digo con suavidad —. Todos siempre necesitamos a alguien que nos diga las cosas en nuestra cara. Siempre me dices algo para que mejore, aunque no lo digas quizás de la forma correcta, he aprendido mucho de ti.

Se queda en silencio.

—¿Confías tanto en mí? —Me pregunta, y hay una sorpresa extraña en su mirada.

—Claro que sí —digo sin dudar —. Eres mi amiga.

Al escucharlo, veo como se paraliza por un momento, pero se recupera tan rápido como puede. Agacha la cabeza como en un gesto culpable y suelta un suspiro.

—Entonces debes de escucharlo —puntualiza, y de pronto, se prepara para hablar —. No es la historia más bonita, pero es mi historia y lo que he tenido que pasar —Su mirada es dura como hielo —. No sé si lo has escuchado, pero a la que llamo madre, a la que tú conociste, no es mi madre biológica. Ella me adoptó cuando era una niña, cuando estaba en un orfanato. Nunca supe de mis padres, sólo que me botaron de recién nacida y que pasé mis primeros años hundiéndome en el abandono y la tristeza hasta que ella llegó.

»Jillian Rawder había perdido a su única hija hace poco tiempo, así que sentía que debía de llenar ese vacío con alguien, así como yo también debía de hacerlo —Ella me da una mirada, una mirada muy herida —. Cuando me adoptó, fui la niña más feliz... pero ese sentimiento terminó cuando me di cuenta que mi ahora madre no era tan querida en este pueblo.

»La hija de Jillian, Nefertari, había muerto en circunstancias muy extrañas para la gente en este pueblo: Se había suicidado; algo muy mal visto por las personas de aquí. Consideraban que mi madre había desarrollado algún trastorno psicológico a raíz de eso, ya que la encontraban llorando, hablando y vagando sin sentido por la calle —Veo como Jill está a punto de romperse, pero se resiste —. Muy pronto las críticas llegaron a mí. Decían que iba a terminar igual que Nefertari, que teníamos una especie de maldición y que nos iba a perseguir por siempre. Ningún niño se quería ajuntar conmigo; era insultada y ignorada, algunas veces me golpeaban —Puedo identificar un casi sollozo de ella, y como su voz cambia a ser profunda y dura —. Entonces un día quise ser diferente, quise ser valiente. Lo que hice fue que me convertí en la que los golpeaba a todos, y luego ya me tenían miedo».

Estoy viendo a Jill con tristeza, con un dolor en el pecho, casi imaginándome las escenas que ella vivió igual que mi vida. Hemos vivido lo mismo. En este mundo, somos rechazadas sin una razón justificada. Todos siempre nos han odiado...

—¿Se sintió bien? —El nudo en mi garganta casi no me permite hablar.

—Sí —afirma —. Pero eso no solucionó el problema, fue incluso peor. Cuando pude defenderme, me consideraban malvada, incluso mucho peor que la misma Nefertari que odiaban. Entonces ya no entendí a las personas. Me excluían cuando era débil y cuando ya era fuerte lo hacían también —La voz de Jill por fin se rompe —. Los odiaba a todos...

Por fin puedo tragar el nudo en la garganta, aunque el dolor que tengo en el pecho no puede cesar, ya que es de una herida que siempre se abrirá, una herida que al igual que la de Jill no se puede reparar.

Intento inhalar una vez más, pero me doy cuenta que tengo la nariz atorada, y que he estado evitando llorar. Es ahí que me doy cuenta, del dolor que he estado cargando durante tantos años.

—Lo lamento, lo lamento Jill —Mi voz sale como un lamento, pero lucho para endurecer la voz —¿Sabes por qué lo hago? Porque esta vez no tenías razón; si somos iguales. Hemos pasado por las mismas cosas, nos han juzgado, nos han abandonado, siempre nos hemos sentido solas... —No puedo más, creo que estoy soltando lágrimas —todo este tiempo nos han vaciado el alma.

Jill ha mantenido la cabeza baja, pero cuando termino de hablar la levanta y me ve. También está llorando en silencio.

—A pesar de todo yo también soy una mierda —dice con furia, mirando el suelo —. He hecho cosas que me llevarán al infierno, pero tú, Emely, puedes salvarte —Me quedo viéndola sin entender —. Una vez me dijiste que una víctima puede convertirse en un villano más. Pero tú, nunca te has comportado como alguien malo. Tú tienes salvación —Quiero decirle algo, quiero decirle que no es cierto, pero de pronto hay un cambio en la expresión de Jill y niega con la cabeza, como si se diera cuenta de algo —. No. Yo también la tengo. Mientras te arrepientas de todo lo malo que has hecho, la tendrás.

Me quedo en silencio, sin entender del todo, pero con algo de seguridad digo: —Así es, Jill...

Ella me sonríe, como si necesitara escucharlo. Un silencio de paz se instala en nosotras.

Así pasamos el resto de la tarde, viendo el horizonte, y a las personas que pasan por la calle.

—Jill —hablo de nuevo —¿Crees que se den cuenta?

—Ve al grano, Emely.

—De la falsificación, Dios mío —omito el impulso de rodar los ojos —¿Crees que se den cuenta?

—No lo creo, y si fuera así, ¿algún problema?

—Sí.

—No es nada malo, sólo falsificaste una firma —dice Jill tomando otra postura media rara en el suelo, que hace verla más despreocupada — ¿Cuántos adolescentes no lo han hecho?

—¿Te imaginas si... —Me corto, es demasiado absurdo —alguna de nosotras gana?

—Estaremos en la luna y con mucho dinero —bromea Jill.

—Entonces ellos se enterarán.

—¿Y? Dichosos de tener unas hijas así de exitosas, no les importará que hayamos falsificado sus firmas. Aunque, lo más probable sería que nos exploten y nos quiten todo nuestro dinero.

Muy lentamente, levanto la mirada —¿Y si fracasamos, Jill?

En ese instante, Jill se reincorpora de su posición, dándome la mirada más seria que nunca antes había visto en ella.

—No. Seguiremos adelante, luchando —dice y su mirada se profundiza aún más —. Nuestro futuro puede ser incierto, pero jamás terminaremos mal. Nunca, ¿entiendes?

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