3.MI AMADA CIENCIA
Soy un simple hombre, destinado a sucumbir un día. Quisiera eludir la deudaimpuesta por la muerte, pues el temor a ese destino es mi sombra constante. ¿Porqué ha de acontecer?Mi vida, quizá, no ha sido un sendero de completa dicha. Sin embargo, hoyreconozco que, pese a las lluvias intermitentes de desdicha que han empapado miser, yacen estratos valiosos bajo la capa opresiva de superficialidad que constituyeel vulgo de la sociedad.
En mi infancia, los programas de ciencia ficción y las máquinas complejasencendían mi imaginación. En la secundaria, descubrí una teoría que otorgabaposibilidades al viaje en el tiempo. Me obsesioné con la manera en que la masacurva el espacio y me propuse crear una portentosa máquina del tiempo. Así, halléun abismo infinito al que muchos científicos han osado saltar, deleitándose en eldesconocido, sin temor, conscientes de que es un salto sin fin.La ciencia se tornó mi obsesión, la razón de mi existencia. Aunque me entristecehabitar en una era donde la mortalidad y la vejez persisten como una enfermedadaún no vencida por mi amada Lucy.
A pesar de saber que no hay un final, vivo con la angustia de que, inevitablemente,moriré sin alcanzar la ansiada verdad.Si el gran matemático de los conjuntos Cantor reveló en un teorema divino que elinfinito es una cantidad más, aguardo con ansias el día después de mi muerte.Espero que mi amada Lucy, como si de un banquete post mortem se tratara,transforme a los científicos en una raza inmortal.
Estoy convencido de que, siexiste un Dios, incluso el científico más ateo comprende qué intereses divinos y miamada Lucy comparten un único sendero. Ese sendero aún está siendo construidopor los auténticos representantes de Dios: los teoremas de la ciencia. Este camino2verdadero se erige sobre la superstición de la religión. Dios es un ser complejo, ycomplejo debe ser el camino hacia su portentosa morada.
Desde que conocí a mi amada Lucy, mis ojos han sido testigos de visiones nuncaantes contempladas. Sus algoritmos y fórmulas susurran en los oídos sensibles demi razón, seduciéndome con la posibilidad de experimentar sensaciones queningún hombre ha sentido antes. Hoy, lo que más amo de ella son todas esascosas misteriosas que oculta. Su secreto despierta la imaginación de mi mente,revelando paisajes desconocidos que, sin ella, jamás habría podido concebir.
Obsesionado estoy con ella, pues sé que conoce la verdad infinita que a lo largode la historia ha seducido mentes. Intentaré ser el único, el que la ame conargumentos científicos, emergidos de las profundidades enigmáticas de la mente yla imaginación. Vivimos y sentimos esa única y desdichada verdad que, en elinfinito tiempo de la existencia universal, nuestro amor por ella, contenido en lajaula de este cuerpo mortal, pronto se apagará.Pero conservo la esperanza de que mi amada Lucy sea un fuego inextinguible,que en las mentes de otros se siga construyendo con algoritmos y teoremas esecamino hacia la verdad.
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