Las siete vidas de Michelle Fournier

1

—¿Señora Petit? Soy el doctor Remi Nouvelle del hospital Notre Dame de Lumière . Es referente a su hija Michelle.
Madame Petit se llevó las manos al corazón. La ansiedad se reflejó en sus palabras.
—¿Ocurre algo?
—No, señora, no se asuste. Son buenas noticias las que tengo que darle. Michelle, ha despertado...

2

Michelle Fournier siempre fue una niña delicada. Al cumplir los cinco años tuvo que ser ingresada en el hospital por una encefalitis. Después de aquello todo fue complicándose hasta que al cumplir los dieciséis años su enfermedad se agravó y entró en coma.
Había pasado los últimos siete años sin despertarse, recibiendo los cuidados de los médicos y de una madre abnegada que nunca había dejado de luchar por su recuperación.
Ahora acababa de despertar y su madre esperaba ansiosa el momento de reencontrarse con ella. El doctor Remi, a su lado, le explicaba todos los pormenores referentes a su hija.
—Está consciente y se encuentra bien de salud. Su enfermedad ha remitido, aunque aún no nos explicamos cómo ha sucedido, pero...
—¿Pero? —Preguntó la madre de Michelle.
—El coma ha debido de afectar a su mente y de momento está muy confusa...
—¿Qué es lo que no se atreve a contarme, doctor?
—Su hija no recuerda absolutamente nada de su pasado. Ni siquiera recuerda su nombre y no creemos que llegue a acordarse de usted. Es como una niña recién nacida.
—Mi hija no es ninguna niña, doctor Remi. Tiene veintitrés años y me recordará. Estoy completamente segura de ello. ¿Puedo verla?
—Sí, sí, claro. Yo mismo la acompañaré.

3

El sol entraba radiante por la ventana de la habitación del hospital e iluminaba el rostro de la joven que parecía mirarlo todo con cierta curiosidad.
—Lo siento, señora, pero no consigo recordarla.
Madeleine Petit miró a su hija con los ojos anegados por las lágrimas.
—Tú eres mi pequeña —dijo la mujer y sacó una fotografía de su cartera—. En esta fotografía tenías quince años, te la hicimos unos meses antes de ingresar en el hospital... ¡Mírala!
Michelle observó la fotografía y no se reconoció en ella. La imagen que tenía de sí misma era muy distinta.
—Lo siento —dijo—, no sé quién es.
—¡Eres tú, mi amor!—Chilló la mujer.
El doctor Remi tomó del brazo a la angustiada madre y con suavidad la condujo hasta la salida.
—Debe tener paciencia —le dijo—. El hospital dispone de unos excelentes psicólogos que atenderán a su hija.
—¿Pero por qué no se acuerda de mí? —Gritó.
—Parece haber un bloqueo en su memoria. Tiene que comprender que su hija ha pasado siete años en coma.  Con  tiempo y  terapia volverá a recordar. Ahora debe dejarnos hacer nuestro trabajo.

4

—Mi nombre es Lucien Salles y soy tu psicólogo. Sabes lo que es un psicólogo,  ¿verdad?
La joven asintió. Desde que había "despertado", todo el mundo la trataba como si fuese idiota.
—¡Claro que lo sé, no soy tonta!
Lucien levantó sus manos en señal de defensa.
—Ni yo he dicho que lo seas —dijo.
—Todo el mundo se piensa que por haber estado en coma durante siete años soy algo así como una imbécil.
—¡Perdóname! —Se disculpó el médico—. Empecemos de nuevo. Soy lucien —le tendió la mano—, ¿y tú?
—Dennise, Lorraine, Ivette, Line, Solenne, Thérėse, Roseline... No lo sé.  Recuerdo todos esos nombres.
—¡Vaya! ¿Y por cuál prefieres que te llame?
—¿Ivette? Creo que era el último nombre que escuché.
—¿Quién te llamaba así?
—Mi novio, Paul. Siempre dice que es un nombre precioso.
Lucien la observó atentamente tratando de discernir en qué momento comenzó a mentirle.
—Paul, ¿vive aquí, en París?
—No, vive en Burdeos...conmigo. Vivimos en la misma calle, casi frente a frente y le conozco desde el parvulario... ¿Qué está pasando, doctor? ¿Por qué ese horrible doctor Remi se empeña en decirme que estuve en coma a causa de una enfermedad? ¿Por qué no logro acordarme de casi nada?
Lucien se vio obligado a contestar que no lo sabía.
—Escúchame con atención, Ivette —le dijo—. Según la información que tengo, tu nombre es Michelle Fournier Petit, nacida en París el trece de marzo del año mil novecientos noventa y cinco, por lo tanto tienes veintitrés años. Tus padres son Mathieu Fournier y su esposa Madeleine Petit, nacidos también en París... ¿Recuerdas algo de lo que te estoy hablando?
Ivette movió lentamente la cabeza, negando.
—No conozco a nadie que se llame así. Mi padre murió durante la guerra y mi madre se llama Marie-Constance y es lavandera.
—¿Tu padre murió en la guerra? —Preguntó Lucien, bastante sorprendido—¿En qué fecha crees que estamos?
—En mil novecientos cincuenta y nueve, ¿no?
—¡Estamos en el año dos mil dieciocho! —Exclamó Lucien.

5

Lucien Salles había reunido a un buen número de médicos para explicarles algo que ninguno de ellos iba a creer y para lo que tampoco él tenía explicación.
El extraño comportamiento de aquélla joven, Michelle o Ivette o como quiera que se llamase, había resultado ser un completo rompecabezas para él.
—Señores —les dijo y todos se volvieron para escucharlo—. Estamos ante un caso único en la historia de la psiquiatría. Nunca antes una paciente había experimentado una enfermedad como la de esta joven, si es que se trata de una enfermedad. La joven Michelle Fournier cree ser otra persona y además vivir en otra época.
»Dice llamarse Ivette y vivir en la década de los sesenta del pasado siglo e incluso da detalles de esa vida.
—¿Ha comprobado que no presente un trastorno de personalidad múltiple? —Preguntó uno de los doctores del hospital.
—Realmente no lo parece, aunque conocemos tan poco de esa enfermedad que tampoco la descartaría del todo. El trastorno de identidad disociativa se caracteriza por la inclusión de uno o más alters en la propia personalidad del paciente. En este caso Michelle, dice empezar a recordar toda su vida anterior sin las características lagunas en la memoria que ocurren en los T.I.D. Tampoco hay cambios más o menos bruscos de identidad en ella. Es ella misma todo el tiempo. Lo único que no me explico es que dice ser quien no es. Además, también ha comenzado a recordar fragmentos de lo que serían otras vidas anteriores, hasta siete.
—¿No estará usted queriendo decir que está recordando otras encarnaciones? —Le preguntó el doctor Remi Nouvelle—. La medicina no cree en esas supercherías de las presuntas reencarnaciones, ni a esos seudocientíficos que se dedican a escribir libros con esa clase de idioteces.
—No me atrevería a tanto, doctor —se defendió Lucien—. Yo lo único que trato de exponer son los hechos tal cual, sin entrar en suposiciones. Unos hechos bastante anómalos, estarán de acuerdo conmigo.
Todos asintieron al unísono.

6

Al terminar la sesión de hipnosis terapéutica a la que había sometido a su paciente, el doctor Lucien Salles estaba aún más confundido que antes. En realidad estaba estupefacto.
—¿Qué le ocurre, doctor? —Le preguntó la joven al verle serio y poco comunicativo.
—Nada, Ivette, no me sucede nada. Solamente que no sé qué te sucede, ni cómo puedo ayudarte.
—¿Y por qué tiene que sucederme algo? —Preguntó la joven.
Lucien se hizo la misma pregunta y la respuesta que su mente científica le entregó, le confundió aún más.
¿Sería posible que esa joven dijese la verdad? Hasta ese momento había dudado de ello, no queriendo ver la verdad por tratarse de algo muy incomodo para él; pero ¿y si no mentía?
¿Ante qué tipo de trastorno se encontraba?
Y si no se trataba de un trastorno mental, ¿qué era?
Lucien Salles creyó llegado el momento de averiguar la verdad fuera esta la que fuese.

7

Diario personal del doctor Lucien Salles. 15 de septiembre del 2018. Sábado. 10:30 A.M.


«No puedo llegar a creer lo que he averiguado en relación con mi paciente Michelle Fournier o como ella dice llamarse: Ivette Saunier. De todos los análisis mentales y diagnósticos que le he realizado, he llegado a la misma conclusión: Michelle Fournier está completamente sana, sin ningún tipo de trastorno, ni enfermedad de ninguna clase y sin embargo, a pesar de su claridez mental, ella sigue insistiendo que no es la persona que se supone que es.
Tanto es así que me ha hecho dudar de mis arraigadas concepciones sobre cierta clase de temas que entre los miembros de mi profesión son prácticamente tabú.
La psicología moderna no admite la reencarnación, ni las vidas anteriores como un hecho científicamente comprobado, sino como habladurías y más concretamente como un descarado fraude. No obstante, tratando de llegar a alcanzar una posible explicación sobre el hecho que me concierne, decidí recabar cuanta información fuese posible sobre el tema en cuestión. He leído incontables libros sobre reencarnación y vidas pasadas de autores, que si bien estaban totalmente convencidos de sus certezas, no eran, tal y como yo pensaba un montón de lunáticos, sino que entre ellos había médicos y psicólogos de intachable reputación que habían decidido abrir sus mentes para explorar este tipo de casos.
Sus conclusiones, lejos de parecerme pueriles y faltas de credibilidad, me parecieron lógicas y muy contrastadas. Tanto es así que he decidido por una vez y sin que sirva de precedente, enfocar mis conocimientos a clarificar de una vez por todas qué hay de realidad en este asunto y descubrir la verdad sobre el caso de Michelle Fournier.
Para ello necesitaba saber todo lo posible sobre mi paciente y a eso me dediqué durante estas dos últimas semanas. Lo que he averiguado bien podría formar parte de una novela de ciencia-ficción.
Al ir explorando la mente de esta increíble joven descubrí, como si se tratase de las distintas capas de una cebolla, recuerdos superpuestos unos a otros haciendo que los más antiguos permaneciesen ocultos y escondidos y logré, gracias a la ayuda de la hipnosis, que fuesen surgiendo de esa neblina del olvido para emerger hasta su consciente. Lo que averigüe fue que esos recuerdos eran muy reales y distinguí en ellos lo que no tuve más remedio que reconocer como distintas vidas.
Fue entonces cuando reconocí todos aquellos nombres que en un principio ella me dijo y que sin lugar a dudas se trataban de diferentes personas, todas ocultas en su memoria.
Tenemos a Thérèse, una joven que vivió en el París de los años veinte del pasado siglo. Amante de un pintor bohemio que consumió su vida entre el arte y el alcohol.
Lorraine, una campesina de finales del siglo XVIII.
Line, la hija de un noble que murió de viruela antes de cumplir los trece años.
Solenne, la esposa de un curtidor de pieles en pleno siglo XVII.
Dennise, que murió ahogada antes de cumplir los ocho años.
Roseline, una mujer solitaria del siglo XVI, escritora y nunca reconocida por tratarse de una mujer y que murió con terribles sufrimientos a causa de una enfermedad que nunca logré averiguar y por supuesto, Ivette, la más reciente de todas sus encarnaciones y con la que supuestamente hablaba a diario.
¿Qué significa todo esto?
¿Acaso esta joven había accedido, debido al coma profundo en el que pasó los últimos siete años a una comprensión superior de algo que está vetado para las demás personas?
¿Habría vivido esas siete vidas que ella parecía recordar?
¿Existía al fin y al cabo la reencarnación?
Aún no tengo respuestas para todas estas preguntas, sin embargo lo que sí que estoy es mucho más confundido que antes de intentar alcanzar esa verdad que parece escabullirse de nuestras manos como el agua entre los dedos al tratar de atraparla.
No sé por qué, pero creo que nunca lograré saber la verdad».

8

La llamada de teléfono le pilló por sorpresa haciéndole saltar de la cama donde dormía, en la pequeña habitación que tenía alquilada en el barrio de Pigalle.
Le avisaban del hospital y por el grado de ansiedad y nerviosismo, supo que se trataba de algo importante.
Lucien trató de que alguien le explicara qué era lo que sucedía, pero se encontró con un muro de silencios y contradicciones. Nadie sabía decirle lo ocurrido por lo que optó por acudir al hospital e informarse.
El doctor Remi le esperaba impaciente en el aparcamiento del hospital.
—¡No se va a creer lo sucedido! —Le dijo, sin darle más explicaciones—. Se trata de Michelle Fournier, pero será mejor que lo vea usted mismo.
Lucien siguió al doctor Remi a través de incontables pasillos hasta la zona de psiquiatría del hospital. La habitación donde Michelle había pasado aquellas últimas semanas se hallaba atestada de gente. Había enfermeras, celadores y algunos médicos que no paraban de hablar entre sí, cuchicheando algunos y otros en voz más alta.
A Lucien le llegaron mil retazos de otras tantas conversaciones, pero no logró sacar nada en claro de ninguna de ellas.
—¿Qué es lo que ocurre? —Le preguntó al doctor Remi.
—Mírelo usted mismo.
Como si una ola rompiese en la orilla, arrastrando a los curiosos, el camino se fue despejando hasta que Michelle Fournier apareció ante sus ojos. Entonces su sorpresa llegó a límites insospechados, porque aquella joven a la que había conocido y con la que había compartido esas últimas semanas ya no existía. En su lugar una anciana le miraba con dulzura. Una mirada idéntica a la de la joven.
—Parece que al fin el tiempo me ha alcanzado —dijo y Lucien reconoció la misma voz, aunque quizás algo más cansada.
—¡Es imposible! —Balbuceó el psicólogo.
—Nada es imposible al parecer —contestó la anciana.

9

La anciana de ochenta y dos años le miraba paciente desde la cama en la que reposaba. En los últimos días su salud y su estado físico habían sufrido un importante deterioro. La enfermedad que una vez la indujo al coma, hizo acto de presencia en ella con una virulencia incontenible.
Lucien Salles, sentado junto a ella en el borde de su cama, veía como las fuerzas le abandonaban por momentos.
—No tienes porque disgustarte, Lucien —dijo Ivette—, la muerte no es más que un molesto trámite. Estoy convencida de ello.
Lucien no supo qué contestar. Nunca había esperado aquel final para una historia que le había afectado mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir.
—Pero no es justo. No ahora...
—No, no lo es; pero es así y hemos de aceptarlo. Sé que cuando abandone esta vida habrá otra y solo lamentaré el no volver a verte, Lucien. ¿Sabes? Desde el día que te conocí, siempre tuve la impresión de haberte conocido antes.
—A mí me sucede lo mismo y siento no haber podido hacer nada para ayudarte...
—Eso no es cierto. Has hecho mucho más de lo que te imaginas. Me has regalado tu amistad, tu apoyo, has creído en mí cuando nadie más lo ha hecho...
—¡Pero no puedo salvarte, Ivette!
—En realidad sí que lo has hecho. El poco tiempo que hemos pasado juntos me has hecho muy feliz y esa es la mejor salvación.
Lucien tomó la mano de la anciana entre las suyas.
—Gracias a ti Ivette, he descubierto cosas que jamás me hubiera atrevido a imaginar —dijo el psicólogo—. Antes mi mente estaba saturada de ideas preconcebidas que ni siquiera eran mías. Ahora he descubierto la esperanza y también algo más...
—¿El qué? —Preguntó Ivette.
—El amor.
La anciana sonrío, sus ojos se cerraron durante un segundo, pero volvió a abrirlos de inmediato.
—Yo también he descubierto algo, Lucien. ¿Sabes lo que es?
El psicólogo negó con la cabeza.
—He recordado el rostro de Paul, mi novio en esa otra vida, ¿te acuerdas?
—Sí, lo recuerdo...
—Ahora sí sé que volveremos a vernos, Lucien. Te esperaré en la próxima vida y volveremos a estar juntos. ¿Sabes por qué lo sé?
—No.
—Porque ese rostro era el tuyo, Lucien. Ya estuvimos juntos antes y volveremos a estarlo en el futuro y allá donde vaya y te esperaré.

FIN

Madrid a 20 de septiembre del 2018.

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