Capítulo 1

"Pesadilla"

Derek sentía su corazón latir como si fuera a estallar, de nuevo lo atormentaba la misma pesadilla, como cada noche de lluvia. Caminaba por el pasillo de una casa muy desordenada, las sirenas de la patrulla y el fuerte olor a sangre lo mantenían alerta.

—No es real, no es real.

Al final del pasillo había una puerta blanca, de la cual colgaba un colorido cartel:

""Ola estrellitas""

Derek apretó la mandíbula y preparó su arma. Su "yo" durmiente comenzó a dejar de respirar. Aun así, él no quería despertar, esperaba poder enfrentar la pesadilla de una maldita vez.

—Adelante. —Escuchó a su compañero.

Solo debía abrir la puerta y encontrarlo, llevarlo a un lugar seguro, así, quien estaba allí, estaría a salvo. Sin embargo, no podía, una extraña sensación le advertía, como si ahí dentro hubiera un monstruo dispuesto a devorarlo sin piedad. Su cuerpo se congeló como un niño pequeño frente a un perro rabioso. La escena se distorsionó, y ya no era una puerta blanca, sino metálica y lisa.

El detective se vio reflejado a sí mismo con un rostro fantasmal, su uniforme azul manchado de sangre, ojos inyectados en sangre. Allí vio a la anciana muerte, llevándose un cuerpo pequeño entre sus brazos, cubierto por su manto negruzco.

—No, no.

Se arrodilló y golpeó el suelo.

—¡No!

Aquel grito de mil demonios se escuchó por todo el cuartel.

***

Elián era un viejo que había participado en un conflicto bélico fuera del país. A sus casi 70 años se mantenía en forma en el gimnasio y ayudaba como informático en el cuartel. Fue a despertar a su compañero que había alertado a todos allí, luego le sirvió un café.

El cuartel tenía una oficina para comer y poder dormir, no era muy espaciado, pero, algo se hacía con el presupuesto del gobierno. Derek miraba al viejo como si fuera un zombi, sus ojeras eran evidentes en su rostro pálido y su cabello negro se pegaba a su frente por el sudor.

—Gracias, pero, no puedo —Él sacudió el bote de pastillas frente a su amigo.

—¿Hace cuánto que estás así? —El viejo se sentó en el suelo a estirar las piernas.

—¿Dos semanas? ¿Tres? Ya perdí la cuenta.

—¿En serio te afectó tanto? Eres un hombre, debes ser fuerte.

—¿Y si no quiero? Ya estoy harto de este mundo.

—Ja, este es un mundo de hombres, debemos ser valientes, nada de mariquitas.

"Menos mal, no tienes hijos".

Derek no le dirigió la mirada.
Cuando se trataba de contención emocional, Elián era el menos preparado. Los policías creían que ya había visto demasiado, y sus últimos años en servicio terminaron destruyendo toda creencias sobre los sentimientos humanos.

—Iré a tomar aire. —Derek se levantó del comedor y salió afuera.

El detective subió al segundo piso para ver el paisaje nocturno. Las luces parecían luciérnagas en medio de la neblina, la fuerte lluvia, aunque era su peor pesadilla, le provocaba cierta paz. Tomó unas cuantas pastillas para el dolor de cabeza, pero, no podía con el dolor de su alma. Desde sus veinte y tantos años que inició su profesión como detective, ahora, a sus cuarenta y cinco años, ya se sentía abrumado por todo. Asesinatos, abusos, robos, violaciones a mujeres y menores, incendios. Actos horribles eran pan de cada día en la ciudad, y siempre, él debía estar ahí presente, con toda la voluntad del mundo para resolver los casos.

Los primeros años se sentía como un héroe al ver a los delincuentes, tras las rejas, saber que se había hecho justicia, pero, luego, conocía a nuevos sujetos que jugaban a ser los monstruos por el mero placer de dañar, por la mera diversión de ver a alguien inocente sufrir.

—Lo siento —Derek apretó sus puños—. Debí estar ahí para ti.

Un año había transcurrió desde su último caso en la oficina de desaparecidos. Desde ahí que ya no podía más con su vida y las pesadillas comenzaron. Todos le dijeron que no fue su culpa, y aun así aquellos sentimientos lo consumían cada noche.

—¿Estás bien?

Derek se sobresaltó. Vio detrás de él a una joven, aparentaba tener treinta años. Ella vestía un abrigo gris, este combinaba con su cabello rojizo.

—Tienes estrés postraumático. —le dijo sin mostrar ninguna emoción.

—Está bien, es parte del oficio.

—Estás en terapia, ¿cierto?

—¿Por qué quisiera hablar de casos privados con un desconocido? Prefiero las pastillas.

—Tu carta de renuncia fue aceptada —la joven le entregó la carpeta—. Solo, hay un detalle.

Sus ojos cansados tuvieron esperanza por un momento, hasta que notó el silencio incómodo de ella.

—¿Cuál es?

—Debes resolver un último caso, solo confían en ti para esto.

—Perfecto —sonó sarcástico—. Se lo dejo a alguien más, gracias.

—Eres inmaduro, necesitas terapia —Ella se cruzó de brazos, muy seria.

—Con todo respeto, señorita. Usted no tiene idea de lo que mis ojos han visto. El mundo puede parecer bueno, pero, al final, todos somos una mierda por dentro.

Derek abrió la carpeta. Una fotografía de un adulto rubio y ojos verdes apareció junto a un informe de datos de nacimiento.

"Visto última vez el 22 de septiembre después de una grabación"

Le parecía conocido, tal vez visto en alguna película.

—Se trata de Aníbal Silva. Famoso actor de telenovelas internacional. Desapareció hace una semana aproximadamente. Creen que fue un secuestro, puesto que sus cosas más importantes aún estaban en su departamento. —le explicó la dama.

—Tal vez se trata de una admiradora obsesiva. Lo dejaré para alguien más—Él cerró la carpeta.

Derek le entregó, dio unos pasos dispuestos a irse, ya no quería resolver ningún caso de personas desaparecidas.

—Lo siento, es tu obligación, y, hay algo más —La señorita lo interrumpió—. Hay una recompensa de dos mil dólares.

Derek lo pensó un poco.

"Iría de vacaciones a un lugar más tranquilo, fuera de esta ciudad"

Se volteó hacia ella:

—Es tentador. ¿Cuál es tu nombre?

—Eliza. Soy asistente administrativa, según mi jefe, deberíamos trabajar juntos.

—Oh, asistente, ¿y por qué debería confiar en usted?

Eliza se cruzó de brazos.

—Puedo conseguir información, tengo estudios en cyber seguridad.

Derek lo meditó un buen rato. Sentía que su mente ya no podía más, ya casi perdía la fe en la humanidad, solo quería retirarse.

"Son dos mil dólares"

El dinero lo tentaba, sería perfecto para retirarse y pasar unos buenos años de vacaciones, si lograba resolver el caso, se iría con una buena recompensa por todos los años de servicio, y tal vez, le daría un buen precio a su inestabilidad emocional.

***

Ambos se reunieron en la oficina del detective. Eliza le explicó que el actor solía vivir solo, nadie entraba al apartamento sin la autorización de un guardia de seguridad, además de eso, cámaras de seguridad grababan todo.

—Logré entrar al sistema de seguridad, no había rastro de alguien —dijo Eliza.

Derek revisaba las grabaciones en su computadora atenta. Hora por hora.

—¿Y las semanas anteriores?

—Nada, los típicos inquilinos de siempre.

—¿Hicieron interrogación?

—Aquí están —Ella le entregó un pendrive.

Él ingresó los archivos, eran casi veinte carpetas. Suspiró frustrado.

—Vamos a necesitar un café.

—No puedes tomar uno si has consumido ansiolíticos.

—Ya lo he hecho.

—Puedes alterar tu sistema nervioso...

—Señorita, solo está aquí por órdenes de mi jefe, nada más, no necesito sus consejos —le interrumpió—. Simplemente, necesito ayuda con la investigación, gracias.

—Grosero —susurro para sí misma.

—¡Derek! —Elián llegó de repente, detrás de él venían dos oficiales—. En el baño del apartamento encontraron algo.

—Habla.

El viejo y los oficiales se notaban incómodos.

—Debes venir, es mejor que lo vea un hombre, no una mujer.

Eliza y Derek cruzaron miradas.

—Quédate aquí.

Los hombres salieron en auto directo al apartamento. Apenas llegaron, una turba de periodistas con sus cámaras y micrófonos los esperaba. Elián empujó abriendo camino entre la multitud. Afuera del apartamento los recibió un guardia de seguridad alto y corpulento. Pese a ser un hombre fuerte de seguridad, estaba asustado.

—Bienvenidos. Escuché unos ruidos y entré pensando que era mi jefe... Nunca había visto algo así.

—¿Era él? —cuestionó el oficial.

—No, había una mujer... ella dejó algo.

El guardia abrió la puerta, no se atrevió a pasar, por lo tanto, le dio el camino a los oficiales.

—En unos minutos llegarán los chicos de forense —fue lo último que dijo el hombre alto antes de cubrir su nariz y boca con un pañuelo—. Perdón, la sangre me da asco.

Olía a metal oxidado, estaba tan impregnado que los hombres se sintieron algo mareados. El apartamento estaba limpio, demasiado para una sola persona. Consistía en un living, comedor, baño, habitación; todo perfectamente ordenado. Entiendo, ¿De dónde provenía el fuerte aroma?

—¡Bingo! —Elián abrió la puerta de una habitación.

Allí, sobre una cama azul, bien estirada, encontraron una caja, llena de pétalos amarillos cubiertos de un líquido carmín oscuro, viscoso. El viejo fue el primero en revisarla, se puso sus guantes y una mascarilla. Su rostro arrugado levantó la caja en sus brazos y metió la mano sin ningún temor, de pronto tocó algo que parecía carne, esquelético, aún seguía tibio.

Elián sacó su mano de ahí, perplejo, atónito de lo que había descubierto. No sentía la misma sensación fría desde que vio a un general pisar una mina, le tocó verlo volar en mil pedazos.

—¿Qué es? —Derek quería saber.

El viejo carraspeó nervioso antes de hablar, mostrando la mirada de las mil yardas.

—Una mano humana.

El detective no le creyó, se apresuró a mirar adentro para confirmar. Una mano humana cortada, aun con anillos en sus dedos. Elián también sacó una nota, la cual con letras rojizas se leía:

"Espero que pueda encontrar las pistas, detective Derek, porque habrá más... M"

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