Capítulo 41

Cuando un día más transcurre y la noche cae, me acomodo para sentarme en el lugar que hemos encontrado.
Es una semi llanura, tiene varios árboles en el medio y algunas rocas.
Pero hay espacios lo suficiente grandes para poder acoplarnos y dormir.
Me abrazo a mi misma, observando como las horas transcurren y el frío se hace más intenso según pasa el tiempo.

—Hola. —Mi soldado camina agachado hasta llegar a mi lado y sentarse junto a mi.
—Hola Ethan. —Susurro, enfocándole con mis retinas.
—Últimamente no hemos tenido mucho tiempo para estar juntos...
—Expresa con un suspiro.
—Bueno, creo que hemos tenido varias buenas razones para haber estado ocupados. —Hago mi mejor intento de broma pero mi tono de voz no combina con mis palabras.

—Jackie, no he tenido tiempo para decírtelo y creo que he sido el único. Lo siento... lo de tus padres, lo siento. —Una punzada me atraviesa el pecho y cierro los ojos, sintiendo el dolor quemarme y romperme en dos.
—Está bien, Ethan. Yo ni siquiera he tenido tiempo para llorar o para descubrir como me siento. Porque ni siquiera lo sé, ¿sabes? no tengo ni idea de como me siento. —Admito, encogiéndome de hombros.

—Sólo dilo, no tengas miedo por decirlo en voz alta. —Me anima, sus dedos acarician mi brazo de arriba a abajo, buscando reconfortarme.
—Ellos han pasado toda su vida haciendo de la mía un infierno. Y eso me fastidia y me molesta cuando pienso en ello. Hay una parte de mi, en mi interior, que grita y se alegra de lo que ha ocurrido. Que me dice que por fin soy libre y por fin me he librado de ellos. —Hago una pequeña pausa para calmarme un poco.

«Pero hay otra parte de mi que parece querer eliminar los malos recuerdos... todos los malos recuerdos y sólo quedarse con los buenos.
Como cuando íbamos a visitar al Rey Lebah, tomábamos el té juntos y hablábamos mucho. Aunque sé que sólo lo hacían para complacer al Rey Lebah pero... o como cuando mi madre me coronó y su expresión aunque fuera fingida, parecía orgullosa de mí.»

No me doy cuenta en qué momento mi voz se descompone pero lo hace.

—¿Quieres saber que creo yo?
—Asiento.
—Yo creo que estás buscando razones para quererles. Para echarles de menos. Porque puede que te hicieran muchas cosas horribles cuando estaban vivos pero no puedes ni quieres odiarles, tú no eres así.
Así que sólo estás diciéndote a ti misma que hubo momentos puros y buenos, aunque en el fondo sabes que es mentira. Pero no tienes porqué sentirte mal por eso, ¿sabes? no tienes que odiarles, Jackie. No está en tu naturaleza.

De cierto modo, sus palabras me calman y sé que está en lo cierto.

—No les odio, Ethan. Nunca voy a hacerlo como nunca lo hice.
—Confieso, dejando que el ardor libere mi pecho y tomando aire exageradamente.

El castaño se acerca más a mí, mi mano pasa por su brazo y nuestros dedos se entrelazan en la oscuridad.
No necesito ver para saber que nuestras manos encajan como dos imperfectas piezas que se han encontrado.

—Supongo que fué por eso que me enamoré de ti. Por esa manía tan tuya de encontrar lo bueno en cada persona, de esforzarte por ver más allá de la primera capa. Por no poder odiar. —Sé que sigue hablando porque puedo escucharle pero mi cerebro se detiene y refleja una y otra vez en sus primeras palabras.

Me pongo más erguida para mirarle.
—¿Qué has dicho? —Susurro o creo hacerlo pues mi voz sale en un hilo tembloroso.
Todo mi cuerpo se altera, mis sentidos se activan y mi corazón vibra más y más a cada segundo. Él parece notarlo y entenderlo a la perfección pues sonríe totalmente complacido.

—He dicho justo lo que has oído, Princesa. —Deshace nuestro agarre para girar el cuerpo y tocar mi rostro con sus manos.
—Gracias por no rendirte conmigo. Ahora sé que hablar contigo fué la mejor decisión que pude tomar.
Y sé que todo se ha vuelto más complejo ahora, que tenemos a todo el mundo detrás de nosotros, que no hay lugar donde podamos escondernos.
Que lo hemos perdido todo y a todos.
Que todo ha cambiado.

«Pero estoy enamorado de ti, Jaqueline.

Te amo y eso, pase lo que pase, no puede cambiar.»

Mis manos comienzan a sudar y las limpio rápidamente en la tela del vestido antes de elevarlas en el aire y tocar sus mejillas antes de que nuestros labios se toquen.
Un dulce toque, lleno de más sentimiento que cualquier otra cosa.
Me separo de él y rodeo su cuello con mis brazos, haciéndole prisionero de mi amor.

Y lo digo tan sencillo como honesto.

—Yo también te amo, Ethan.

Cuando el día cae, los chicos nos piden hacer algo que jamás habríamos imaginado, sin ninguna duda.
—No va a funcionar, es imposible que funcione. No hay manera de que funcione. —Repite, reitera y rememora mi hermana, por cuarta vez en dos minutos.
—Al menos hay que intentarlo, Elalba.

—No, no y no. —Vuelve a negarse, soltando una risa nerviosa y escondiéndose tras de mí.
—Jackie, por favor. —Pide el castaño, entregándome la espada.
Con algo de temor, agarro el arma entre mis manos.

—Alba, no pasa nada. Sólo cógela, ¿si? —Vuelve a repetir mi soldado.

—Ethan, si me obligas a empuñar un arma, tú serás el primero con quien la use. —Amenaza, alzando el dedo y apuntándole.
—Tenéis que aprender a usarla aunque sea sólo un poco. ¿Y si estáis solas? ¿o si son demasiados hombres y no podemos protegeros?
—Argumenta Josh, tratando de entregarle la nueva arma que acaban de adquirir.

Entonces, unas palabras acuden a mi cabeza y vuelvo a girarme sobre mi hermana.
—El otro día me dijiste que éramos una carga, ¿no es cierto? Pues aprendamos a usar estas cosas y dejemos de serlo de una buena vez.
—Utilizar sus propias palabras funciona y comenzamos con la clase.

—Álzala en el aire, úsala a tu favor para protegerte de los ataques de tu rival. —Me indica el castaño. Como él mismo hace, alzo el arma con algo de pesadez y bloqueo su espada con la mía, protegiéndome. Asiente.

—También puedes agacharte. No eres muy alta, usa eso a tu favor. Te agachas esquivando y le clavas la espada directa en el estómago, vamos.
—Lanza un ataque por alto y me agacho tal como me ha indicado, marco con la espada la zona donde debería clavarla y le veo sonreír ante mis avances.

A nuestra derecha, Elalba va mucho más rápido que yo y me sorprende su habilidad.
—Tiene buenos reflejos.
—Susurra mi soldado.
Josh no tiene ningún vínculo emocional con mi hermana y por tanto la ataca con menos cuidado, obligándola a actuar y atacar también.

En ciertos momentos mi corazón se esfuerza por no salir por mi garganta. A veces siento miedo de que Josh no controle su arma lo suficiente y acabe dañando a mi hermana.

—¡No vale! ¡me está atacando de verdad! —Se queja.
—De eso se trata, Alba. —La chica se gira hacia Ethan y le asesina con los ojos.
—Pues ahora verás... —Veo como sus labios articulan.

Oh no, Alba.

La joven aprovecha que Josh se distrae momentáneamente para pegarle un golpe seco en la parte trasera del tobillo y provocar que caiga al suelo.
Cuando lo hace, su espada vuela unos metros y Alba hace un movimiento rápido para engancharla antes que él.
Muy ágilmente, se incorpora y lleva ambas espadas hasta el cuello del muchacho.

Impresionados, los tres fijamos nuestra mirada en ella.

¿Pero de donde ha sacado esas habilidades ocultas y esa agilidad extraordinaria?
Claramente no ha salido a mí.

Al notar lo que está haciendo, la chica relaja el gesto y lanza las espadas lejos de ella.

—Esto no va a funcionar.

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