Capítulo 9

—¡Estaba esperando este momento hace meses! —exclamó Alfdis que revoloteaba por todo el pequeño pantano —. Ya va siendo hora de que demuestres que el agua puede vencer a los demás elementos.

April estaba totalmente preparada para su entrenamiento, es más, estaba lista desde que Verónica había empezado con el suyo. Debía recuperar la delantera, su amiga y Konrad ya controlaban sus respectivos elementos con cierta destreza y utilidad y ella hasta ahora había movido unas cuantas gotas hacía un par de días.

—¿Con qué empezaremos?

—Con algo de información —respondió Alfdis —. El agua es un elemento delicado y bello, sin embargo, debes ser precavida. Siempre recuerda que la controlas, pero nunca podrás sobrevivir dentro de ella, la capacidad de respirar bajo el agua te está restringida.

—¿Entonces nunca podré conocer tu ciudad?

—Las hadas no tenemos ciudades, linda —dijo Alfdis, entre sutiles risitas —, vivimos donde sea, cualquier cuerpo de agua dulce es suficiente para nosotras —explicó tomando una gota de agua y ofreciéndosela.

April tomó la gota que se mantuvo completa sobre su mano, flotando como un diminuto globo aerostático.

—¿Qué debo hacer con la gota?

—El agua es vida, todos dependemos de ella en mayor o menor medida. Su ausencia causa la muerte en todos los seres, mientras que su exceso solo elimina a las criaturas de otros elementos. Por ello solo debes usar la cantidad estrictamente necesaria —respondió Alfdis que ya había sumado a la gota otras cuatro —. ¡El entrenamiento es sumamente sencillo! Solo debes soportas la mayor cantidad de gotas posibles en tu palma. Para ello, deberás invertir algo de fuerza y mucha, pero mucha concentración —April asintió con optimismo de sobra.

La gota se hizo cada vez más grande gracias a Alfdis que sumaba pequeñas cantidades de agua con cuidado y cautelosa de no sobrecargar a su querida pupila. Unos minutos después la gota quedó atrás para convertirse en una burbuja de tamaño considerable.

—¿Cuánta agua debo retener?

—Al parecer se te está haciendo muy sencillo —dijo Alfdis con la mano en su barbilla —. Hablé con Belmont sobre ti.

—¡Por las aguas de Uspiam! —exclamó April y la burbuja reventó liberando el agua de su interior —. ¿Qué dijo?

—A eso me refería con mantener la concentración, nada te la puede arrebatar. Cuando controles el agua debes ser ajena a tus sentimientos. No importa que suceda a tu alrededor, si te dejas llevar podrías causar catástrofes indeseadas.

—Lo lamento —dijo April, cabizbaja —. Ya sabes que el simple nombre de Belmont me altera, aunque me cueste admitirlo.

—¡Cuidado, linda! —exclamó Alfdis —, el apego que sentimos hacia los demás debe ser controlado. Ya sabes todas las tragedias que han sucedido por el amor hacía cualquiera, y no solo romántico. Recuerda a Helena de Troya.

—No desencadenaré una guerra por el apego emocional, Alfdis.

—Probablemente no, linda, pero podría ser perjudicial para ti. Hace muchos años, pienso que finales del siglo XVI, estuve en Londres y conocí a un gran señor, lamento no recordar su nombre. Entablamos una amistad curiosa y secreta, nadie en esa ciudad debía ver a las hadas o estábamos condenadas. Aquel hombre escribía un interesante... guión, creo que así se refería a aquel texto donde dos jóvenes se enamoraban y terminaban por morir debido a que sus familias estaban en constante disputa. Debió haber sido una muy buena obra, pero nunca tuve lo oportunidad de entrar a un teatro.

Las coincidencias se entrelazaron en el cerebro de April como circuitos a la corriente. Dos familias en disputa, dos jóvenes y una tragedia por amor, se debía tratar de una obra en particular y bastante famosa.

—¿De causalidad aquel hombre no se llamaba William Shakespeare?

—¡William Shakespeare! ¡Exacto! —exclamó Alfdis, volando hasta la cúspide de un árbol y bajando a toda velocidad —. ¿Lo conociste también? ... Imposible... Los humanos no pueden vivir tanto.

—No lo conocí, pero conozco su obra. Romeo y Julieta es el título y es todo un hito en la literatura, pasó de un simple guión a convertirse en una obra más que aclamada.

—Bueno, ya sabes, el amor desmedido solo conlleva tragedias y más a ti que puedes controlar el agua.

—Quiero creer que nada malo pasará.

—Ay linda, es inútil, cosas malas pasarán, aunque no lo deseemos. Uspiam es un lugar hermoso, admito que me he encariñado, pero la oscuridad llegará más temprano que tarde.

El ejercicio de entrenamiento reinició y esta vez Alfdis había decidido hacerlo con una gran charla que incluyera bastante carga emocional para April, quien sabiendo lo que el hada tramaba se cuidaba de caer en sus trampas.

—Algo pasa en el océano —dijo April, intentando llevar la conversación por una dirección menos personal ya que Alfdis empezaba a incursionar en temas demasiado íntimos —, ¿sabes si debemos preocuparnos?

—Las hadas no estamos encargadas del océano, hay demasiadas criaturas peligrosas allí, sin contar las fuertes olas y corrientes y el agua salada que nos asfixiaría en un santiamén.

—La aldea de unas sirenas fue destruida por una criatura, afortunadamente una logró llegar hasta mí y le ofrecí refugio en la villa.

Los ojos de Alfdis pasaron de estar muy grandes a ponerse pequeños y sus cejas se inclinaron tanto como pudieron.

—¡Sácala!, esas intrusas no pierden ni un momento para tomar ventaja. Los krakens deberían acabar con ellas de una vez por todas, justo como hicieron con los tritones hace siglos —gritó Alfdis sin parar, ante April que nunca la había visto con una pizca de enojo —. ¿En serio creíste que destruyeron su aldea? Viene tras el zafiro. Si tú tienes poder en la tierra imagina lo que una criatura del agua puede hacer. ¡Debemos sacarla ya mismo de tu hogar, regresarla al hoyo oceánico del que salió!

—Egea no es mala —se apresuró a explicar April aún con el agua en su mano que ya alcanzaba el tamaño de un kilo de lijos juntos —, al contrario, es buena, podría decir que hasta inocente.

—¿Ves cómo está entrando en tu cabeza? Son astutas y mucho. Seguro Konrad y Sídney se perdieron en sus melodiosos cantos y sus ojos y cabellos de colores singulares, pero Verónica es sensata y reacia a los extraños y no está de acuerdo con ese aberrante pescado con cabeza y brazos.

—Ni un solo canto ha salido de su boca desde que llegó, al menos no hacia Sídney y Konrad, y Verónica estuvo reacia al principio, pero tampoco la vio como una amenaza. Solo la debes conocer...

—¡Están equivocados! —gritó Alfdis, entrando y saliendo del agua verde del pantano —. Está calmada porque los analiza y por lo que veo sabe que ustedes poseen las gemas ¿También eso te parece una coincidencia?

—No es una coincidencia. Me buscó por esa misma razón, soy el zafiro, mi deber es proteger a las criaturas del agua y a todas las que pueda.

—¡Tu deber es proteger a tus aliados! —recalcó el hada en un grito tan fuerte que su voz tomó un tono grueso por primera vez en siglos —, ¡No a una extraña que aparenta ser amable!

—No importa si son amables o no, Alfdis —dijo April con su dulce voz —. Tú y Belmont eran extraños y nunca puse en duda sus intenciones. Si no le damos una oportunidad a todos... no merecemos estas gemas —agregó, poniendo sus manos en su pecho.

—Como tu protectora no avalo esa decisión —aseguró el hada levemente más calmada —, y cuando se lo diga a Belmont estoy segura que él tampoco lo hará y con un poco de suerte hará entrar en razón a Verónica en medio de uno de sus entrenamientos.

—Si es que vuelve.

—Por supuesto que volverá.

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