Capítulo 29




—Estoy hastiada de esto, Elio. No lo soporto más.

—¿Y acaso crees que yo estoy muerto de la dicha, Verónica?

—Puede que no, pero por lo menos ya estás acostumbrado.

En el restaurante Belle Orchidée se estaba llevando a cabo la reunión más importante de los últimos años para el futuro del  Uspiam. El consejo del pueblo había apartado varias mesas para aquel día y no habían tardado en llegar a la cita.

Verónica y Elio habían decidido solo atender aquel grupo de personas, pensando que sería una buena idea y no requeriría demasiado trabajo, pero se habían equivocado en su decisión. El consejo llevaba tres horas ordenando bebidas, comida, tentempiés, bocadillos y postres, y parecía que se iban a tomar al menos otras tres horas más antes de irse.

El alcalde Lacroix levantó la mano y Verónica y Elio se dirigieron junto a él para tomarle la orden. Era quien más pedía en todo el consejo y eso se notaba en su protuberante panza.

—Tráiganme, por favor... algo ligero... Sushi estaría bien.

—¿Alguna clase en especial, alcalde Lacroix? —preguntó Elio.

—Sorpréndame, señor Zaccarello

El chico anotó aquello y re retiró un poco de la mesa. Verónica lo siguió.

—Detesto cuando debo escoger la comida por los clientes. Siempre que no les gusta me lo echan en cara. Encárgate de llenarles la copa de vino, parece que muchos ya van a terminar —ordenó a Verónica antes de retirase con la orden.

La chica no tardó en empezar a pasar puesto por puesto a llenar las copas, eso sí, siempre por el lado derecho del comensal para no causar molestias. Ya había aprendido a controlar los tacones producto de la práctica junto a April y Egea, y también sabía abrir el vino, si bien no a la perfección, por lo menos sí lo suficiente para servirlo.

El consejo del pueblo se reunía rara vez en el año y solo para tomar decisiones verdaderamente trascendentales. Estaba conformado por las personas más notables y de las industrias más importantes. Allí sentados estaban, además del alcalde, la señora Brunner, Takiyah Ogola, el señor y la señora Crimson, el señor Rossell, el señor Okumura, el comisario Monroy y aquella mujer a la que Verónica había atendido con anterioridad, Senka Blackwell.

Verónica había escuchado más o menos sobre que llevaban discutiendo aquellas tres largas horas. Senka Blackwell planeaba adquirir parte de Lijo Copium Company, para dirigirla junto a Zelinda Brunner, y así expandirse muy lejos del pueblo. Sin embargo, las cosas se habían puesto tensas porque pensaban talar gran parte de la reserva para poder aumentar los cultivos y eso no agradó a algunos miembros.

—La reserva es sagrada —declaró Takiyah Ogola. Verónica no esperaba menos, era la encargada de la reserva forestal.

—Reemplazaremos esos árboles con ganancias —aseguró la señora Brunner, restando importancia a la objeción de Takiyah.

—No creo que sea lo más sensato —opinó Daven Crimson —. Acabar con los árboles por aspiraciones monetarias. ¿Qué haremos con los animales que viven allí? Todos sabemos que hay múltiples especies que dependen del bosque.

—Podrá comprarse todos los animales que quiera cuando aumente la producción de sus cultivos, señor Rossell —dijo el alcalde Lacroix.

—Yo no tomaré parte en esta discusión —afirmó Senka Blackwell —. Sería atrevido. No soy del pueblo ni vivo en él. Tan solo soy una inversora.

—Y una muy sedienta —dijo Iliria Crimson —. No es necesario acabar con la naturaleza. Uspiam ha estado bien manteniéndose en su frontera por años.

—Ha estado bien, pero bien alejado de todo —aseguró el alcalde.

—Por supuesto, y eso nos permite respirar aire limpio. Lo único que falta es que permitan a las empresas de Fumus producir emisiones de carbón.

—No sea fatalista, señora Ogola —dijo Fernando Rossell —. Lo que en verdad está mal aquí es que den prelación a las inversiones de una forastera frente a las de un local. Por años he intentado que me permitan construir fuera de las fronteras, pero se han rehusado. Sería una canallada que le permitan a los Crimson cultivar más solo para el beneficio de un par de harpías como Senka Blackwell y Zelinda Crimson.

—¡¿Arpías?! —exclamó la señora Brunner —. Se equivoca, señor Rossell. La única arpía aquí es usted. Clama por la prelación a locales y ¿qué planea hacer con esos nuevos desarrollos residenciales? No hay déficit de vivienda en Uspiam. Lo único que podría hacer sería venderles a forasteros. La industria del lijo se mantendría en Uspiam, crearíamos más trabajo para nuestra gente y aumentaríamos el nivel de vida de todos.

—Ninguna de sus intenciones es válida para matar al bosque —dijo Takiyah, intentando mantener su voz calma y serena como lo solía hacer —. Si destruimos ese bosque de nada valdrá todo el dinero y el desarrollo cuando no haya que respirar.

—Eso debieron pensar antes de construir en La Cordillera De Las Carolas ¿no cree, señora Ogola?

—Sin duda, señor Rossell. No sé si lo sabe, pero esa construcción se llevó a cabo sin mi permiso. El alcalde Lacroix no es muy transparente cuando de sus intereses se trata. Le debieron haber pagado mucho dinero para que se saltara todos los protocolos y vendiera esa tierra.

—Las cosas no fueron así. No tergiversen los hechos. Era una oportunidad única. Un millonario quería venir a vivir a Uspiam, pero necesitaba un lugar privilegiado. La oferta tenía tiempo limitado y tuve que tomar acciones rápidamente. No tuve tiempo para consultar a nadie.

—Eso no es excusa. Dañó el ecosistema y la naturaleza se lo cobrará de una u otra forma.

—No podía dejar ir a un millonario. Podría ser el inicio para que Uspiam se convierta en un destino de lujo como Capri, Mónaco o Fiyi...

—No estamos equivocando, señores y señoras —aseguró Daven Crimson, mientras el señor Tamiko Okumura no paraba de grabar y anotar cientos de cosas en su libreta —. Estamos debatiendo en qué convertir a Uspiam, como si esto fuera un terreno baldío e inútil, pero Uspiam ya es algo, es nuestro hogar y tenemos que pensarlo como tal. Todas sus opciones solo contemplan el desarrollo económico, pero no el costo.

—Creo que esto nunca terminará —suspiró el comisario Monroy —. Verónica —llamó —, tráeme un filete asado. Esto no tiene fin.

Verónica asintió y dejó de servir vino para llevar la orden a la cocina. Al llegar, vio que Elio estaba descansando, sentado en un rincón de la cocina, entre fuego, chefs y meseros. Dio la vuelta a la barra y entró al lugar.

—¡¿Qué estás haciendo?! —exclamó, furiosa —. Esos malditos están decidiendo el futuro del pueblo y no se cansan de pedir y tú estás aquí sentado.

—Necesito un respiro.

—Corre tu culo, yo también.

Ambos se acomodaron en el lugar, como intentado refugiarse del mundo exterior. Se perdieron en el calor y la cierta tranquilidad que ofrecía la cocina con sus peculiares sonidos de cubiertos chocando, carnes a la brasa, agua vertiendo de la llave y fuego quemando los sartenes.

—No sé si lo que me pagan compense todo lo que trabajo —suspiró Verónica.

—¡Sushi Gunkan! ¡Filete asado!

El descanso se había acabado. El chef había gritado que los platos estaban listos. Debían llevarlos a la mesa y así lo hicieron. Al llegar al lugar, Verónica percibió que la discusión aún continuaba. Cientos de jugos, whiskies, vinos, coñacs y champanes después, por fin el consejo llegó a un consenso.

—No talaremos ningún árbol de la reserva. Se le dará una concesión al señor Fernando Rossell para que construya edificios de apartamentos en algunos barrios. No se detendrá la construcción en La Cordillera De Las Carolas. Y, por último pero no menos importante, la señora Blackwell comprará el 49 por ciento de Lijo Copium Company y los Crimson tendrán que triplicar la producción de lijos para el próximo verano, esto se hará adquiriendo parcelas ya construidas y convirtiéndolas en plantaciones —declaró el Alcalde Lacroix.

Todos parecieron estar de acuerdo a regañadientes y minutos después de ultimar detalles se pusieron en pie para dejar el lugar. Nadie parecía feliz del todo, se notaba en sus movimientos bruscos y altivos. La cuenta se pagó con los impuestos de Uspiam y pasó como un gasto más de los muchos derroches que usualmente tenía el alcalde.

—Por las aguas de Uspiam, finalmente se largan —rezongó Verónica. Estaba sentada en unos sofás cercanos a la salida junto a Elio, quien cabeceaba debido al sueño.

Ya habían pasado las once de la noche y Belle Orchidée estaba sumamente vacío. Del personal solo quedaban los dos chicos, quienes debían limpiarlo todo y cerrar. La mayoría de mesas ya estaban listas y las sillas estaban sobre estas. Las velas estaban consumidas y las orquídeas que servían de centros de mesa recogidas y regadas.

En el camino hacia la salida, Daven e Iliria Crimson se toparon con Verónica, quien ubicaba sillas sobre una mesa con rapidez y con la esperanza de poder regresar pronto a su hogar.

—Cariño, no sabía que trabajabas aquí —dijo la señora Crimson, besando en cada mejilla a Verónica —. Lo haces muy bien. Siempre le he dicho a Daven que admiro tu persistencia. Eso se lo heredaste a Franchesca.

—Deberías pasar a comer por la villa —dijo Daven, dándole dos besos, uno en cada mejilla —. Hace rato que no comemos juntos. Y por cierto, felicidades por ser la capitana de Los Lobos... de nuevo.

—Gracias, señor y señora Crimson. Ya sé que debo ir a comer, así también podré visitar a Egea y a April, pero estoy muy ocupada, como pueden ver. —Limpió una mugre que yacía sobre la mesa cercana a la puerta.

—Está bien, cariño, pero no nos olvides. Recuerda que la villa también es tu hogar.

—No lo haré, señor y señora Crimson.

—Esperamos verte pronto —dijo Daven, y tras una despedida desapareció en la salida junto a su esposa. Para entonces todos los demás comensales ya se habían ido.

Era un martes y todo Brouillard estaba escaso de almas. No se veían personas por mucho que se intentase. Parecía un pueblo fantasma en el que solo sobrevivían Verónica y Elio.

Juntos acabaron de separar las mesas donde el consejo había comido, retiraron los platos, el mantel y subieron las sillas. Luego barrieron y trapearon, para más tarde dirigirse a la cocina a lavar los trastes finales.

—¿Antes de que estuviera yo con quién hacías todo esto?

—Con la chica a la que reemplazaste. Su nombre era Sofía. No sé si la recuerdes, estaba en último grado, pero se fue a la universidad en otra ciudad.

—Pues debió ser muy resistente. Las jornadas aquí no dan tregua. Estoy exhausta.

—Así es siempre. Mis padres rara vez vienen. Ellos solo se encargan de las cuentas y de abrir más restaurantes.

—Mi madre también se encarga solo de trabajar y hacer las cuentas para que lleguemos sin deber demasiado a final de mes. La admiro. La verdad es que trabajo para poder ayudarle en los gastos. Ella no lo sabe, pero con mi sueldo pienso pagar las cuotas que debemos del préstamo bancario con el que compramos la casa.

—Vaya hija la que tiene tu madre.

—Sí, ya sé que muchas veces puedo ser problemática e irreverente, pero amo demasiado a mi madre y si tengo que desarme de esas características para trabajar aquí, estoy más que dispuesta a ello.

—Creo que lo haces muy bien, Verónica. Has aprendido rápido. Ojalá que te quedes un buen tiempo acá. Disfruto tu compañía.

—No te encariñes, Elio. Si las cosas siguen como van, ya ni siquiera tendré tiempo para dormir.

—Me mata la curiosidad por saber qué es lo que hacen tú y tus amigos. Cuando nos contaron, a Dasha y a mí, sobre como pensaban sacar a Sídney del psiquiátrico, perecía que eran expertos armando planes peligrosos.

—No te voy a decir nada. Ni una palabra saldrá de mi boca sobre ese tema...

Verónica dejó de hablar al sentir que el suelo bajo sus pies vibraba. Dirigió su mirada al exterior de Belle Orchidée, pero la poca luz de la noche no le permitió ver mucho.

—No hagas ningún ruido, Elio. —El chico obedeció, mientras miraba atento a Verónica.

La chica caminó lentamente hasta el balcón, abrió la puerta y salió. Quería comprobar que todo anduviera bien en el río Aurora y en el océano. Todo parecía tranquilo. Quizá era solo su cabeza intentando buscar cosas donde no había nada más que oscuridad. Se giró y regresó dentro del restaurante, pero las cosas habían cambiado.

Elio estaba cerca al techo y tenía los ojos cerrados, estaba desmayado. Era sostenido por una extraña serpiente más gruesa de lo usual. Verónica recorrió el cuerpo de la serpiente con sus ojos, y al bajar la vista descubrió que se trataba de algo más. Era una mujer, o al menos eso parecía la mitad de su cuerpo. Tenía una vista de reptil y su cabeza era totalmente calva. Lo más sorprendente era que en lugar de piernas tenía una gran cola de serpiente, con la cual sostenía a Elio.

—Dame la esmeralda.

—No te voy a...

La criatura arrojó a Elio hacia Verónica con tal fuerza que salieron despedidos por los aires, rompieron un vidrio del restaurante y cayeron afuera, en el sendero forestal rodeado por varios tipos de árboles.

Verónica batió su cabeza y con un movimiento basto se quitó a Elio de encima y se levantó de un salto brusco. La criatura venía hacía ella, reptando como serpiente. No tuvo otra opción más que levantar uno de los tantos árboles y arrojarlo, pero no le hizo ningún daño. La criatura esquivó el ataque.

Con una patada al suelo, levantó una pared y dándole un patada esta cayó al suelo. La chica subió a Elio en la pared tumbada que ahora parecía una plataforma y lo encerró en un tipo de refugio. Si iba a luchar no podía dejar que saliera herido.

—Ahora sí, cosa inmunda, atácame —gritó.

La criatura dio un salto para atacar y Verónica arrojó muchos pedazos de tierra, buscando derribarla, pero no lo logró y la cola de serpiente se enredó en su cuello. Intentó liberarse con sus manos, pero no tenía caso. La criatura empezó a reptar con rapidez y arrastró a Verónica por el cuello a través del largo sendero forestal.

Tenía que hacer algo o terminaría muerta por asfixia. Sus ojos se aguaron y su piel se enrojeció a medida que veía los árboles pasar, pero también una idea llegó a su mente. Calculando sin ver y confiando en la suerte, levantó una pared de tierra más adelante en el camino. La criatura chocó con fuerza contra la tierra que Verónica había creado y la dejó libre.

La chica cayó de rodillas al suelo. Tosió y respiró profundo. Solo había sentido aquella sensación una vez, cuando se estaba ahogando y Belmont la había auxiliado. Era consciente de que no disponía de mucho tiempo, así que aún entre tosidos se puso en pie y buscó a su enemigo. Estaba recuperándose del golpe.

Verónica alzó sus manos y extrajo un pedazo de tierra que dejó caer en la punta de la cola de serpiente. Un gritó ronco y bípedo se oyó en el silencio de Brouillard, y la chica supo que estaba funcionado. Levantó otro pedazo de tierra y también lo arrojó sobre la cola, junto a otro y una más, y así fue avanzando, llenado la cola de la criatura con pesadas paredes de tierra que le impedían moverse, hasta que llegó junto al cuerpo.

—¿Qué mierda eres? —preguntó con asco, muy cerca del rostro de su enemiga.

La criatura dio un brinco para atacar a Verónica con el único par de colmillos pequeños que tenía, pero como su cola estaba capturada no pudo avanzar más y con un efecto resorte volvió a su posición inicial.

—¡Soy un naga! —chilló la criatura.

Verónica había preguntado su nombre porque sabía que tenía que llegar con esa información o Konrad no se lo perdonaría. Estaba obsesionado con saber todo lo posible sobre los seres fantásticos.

—Bueno, eras un naga, porque ahora no serás nada más que un cadáver —aseguró. Sacó el pedazo más grande de tierra que jamás hubiese controlado y aplastó al naga antes de que este pudiese siquiera gritar por su vida.


Dale me gusta, comenta y suscríbete si te gusta Las Profundidades De Uspiam y quieres seguirlo disfrutando.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top