Capítulo 16
—Puede repetir lo que dijo, por favor.
—Sídney Rossell fue trasladado al Hospital Psiquiátrico Weltschmerz, hace tan solo una hora.
—No puede ser, él iba a ser trasladado mañana —dijo April, tratando de hacer ver al recepcionista una verdad que no podía estar más alejada de la realidad.
La puerta del elevador se abrió y Verónica salió caminando hacia su amiga y Konrad.
—La habitación está vacía —dijo, negando con la cabeza.
—Disculpe, señorita, pero usted no debió haber subido a las habitaciones sin haberse registrado antes...
—Se fue —interrumpió Konrad al recepcionista, quien estaba claramente quisquilloso por el incumplimiento de las reglas.
—¿Para el manicomio? —preguntó Verónica y April asintió cabizbaja.
—Allá no lo podemos cuidar...
—Y tampoco llamar —dijo Dasha, apareciendo por un pasillo —. El Hospital Psiquiátrico Weltschmerz es muy estricto con bastantes cosas.
—¿Por qué lo trasladaron un día antes?
—Fue su padre, April. Elio y yo estábamos a punto de ayudarlo para evitar que se fuera y él entró en la habitación con la orden de traslado ya firmada y ... no pudimos hacer nada. Traté de hablar con mis padres, pero Fernando Rossell es el encargado legal de su hijo y puede llevarlo a donde desea mientras no sea de vida o muerte... Lo siento, esperaba poder hacer más, pero Elio me contó muy tarde y ...
—Muchas gracias —interrumpió, Konrad acercándose para tocar el hombro de Dasha.
—No, Konrad —dijo ella, deteniéndolo —. Lo hice por Sídney y por Elio. Espero pueda regresar rápido —agregó y salió por las puertas automáticas.
Verónica le dio un puñetazo a la encimera de la recepción y la tierra bajo ellos tembló levemente. Los tres se alejaron juntos para sentarse abatidos en la sala de esperaba vacía.
—No lo debimos haber dejado solo...
—Vero, Reese permaneció aquí, cuidándolo —recordó April.
—Pues no lo hizo para nada bien —susurró la rubia.
—Debemos ir por él.
—Sí —concordó Konrad con April —, pero con una cura para lo que lo está enfermando.
—Debemos ir ahora mismo. Necesita compañía. Puede herir a alguien o incluso a sí mismo y hasta... no, no lo creo.
—No nos dejarán entrar si no somos familiares —aseguró Konrad —. Debemos ir con la cura y entrar...
—Así sea tumbando todo a nuestro paso —completó Verónica.
—Sabemos que Egea y Ayulen son inocentes —dijo Konrad —. No podemos poner en duda su lealtad cuando aceptaron luchar a nuestro lado con tales criaturas. Solo nos queda un sospechoso...
Unos aplausos lentos se escucharon del otro lado de la recepción. Era Paulo observándolos con una sonrisa en su rostro.
—Se llevaron al capitán al manicomio... que pena —dijo —, pero lo que me da más pena es que no se lo hubieran llevado antes. Llamaré para que vayan apartando una habitación para ti, Verónica.
—Debí haberle reventado la cara cuando pude —susurró ella, apretando los puños.
—Relájate —dijo April, acariciándole el cabello —. Si no conseguiste una confesión cuando lo golpeaste tampoco lo harás ahora con su padre presente.
Un hombre negro y robusto entró por las puertas automáticas transparentes. Era calvo y sus pectorales y bíceps grandísimos parecían querer escapar de su uniforme azul oscuro muy entallado. Llevaba en su mano, llena de marcadas venas, un sombrero, y en su cinturón reposaban una pistola semiautomática, una porra oscura y unas esposas resplandecientes.
—¿Cómo está mi capitán estrella? —dijo el hombre, deshaciéndose de las gafas de sol negras que portaba y abrazando a Paulo.
—Algo adolorido aún, papá —respondió él.
—Perdón por tardar en llegar a recogerte, hijo —dijo el hombre, dándole palmadas en la espalda a Paulo —. Los Onur llamaron a la comisaría para reportar la pérdida de su lancha y tuve que entrevistar a los vecinos, pero nadie vio nada. Probablemente la marea la arrastró.
—Si hay alguien a quien detesto más que a Paulo, es a su papá —dijo Verónica, poniendo los ojos en blanco —. El comisario Monroy tiene más presencia de modelo fitness que de comisario.
—Probablemente sería distinto si gastara su tiempo en la comisaria y no en el gimnasio —agregó Konrad.
—A mí me parece un señor agradable —aseguró April, poniéndose en pie —, y Uspiam no necesita un policía de verdad...
—No necesitaba —le corrigió Konrad —. Ahora, con tanto monstruo suelto, no estaría de sobra una fuerza policial decente.
—Ninguna fuerza policial puede ser decente con solo cuatro policías.
—Buen punto, Verónica —dijo Konrad mientras April avanzaba —. ¿A dónde vas?
—Solo nos queda un sospechoso y creo que puedo buscar su confesión —respondió la chica, siguiendo su camino hacia los Monroy que estaban traspasando las puertas automáticas —. ¡Paulo, espera un momento! —exclamó, poniendo su sonrisa más hermosa adornada con sus blancos dientes que parecían perlas —. ¿Te sientes bien?
—¡Claro que se siente bien! —exclamó el comisario —. Mi hijo es todo un valiente guerrero. Una falta en un partido de fútbol no es nada para él.
—No sabía que estabas así por una falta —dijo April, tocando tiernamente el antebrazo de Paulo y viendo su nariz torcida y sus labios hinchados.
—Nadie puede decir que el fútbol no es un deporte para valientes.
—Por supuesto, Paulo —concordó April suponiendo que nunca en la vida Paulo Monroy le diría su padre, el comisario Jabari Monroy, que Verónica lo había tirado al suelo de un puño.
—Mi hijo es tan responsable que no me ha querido decir quién fue el culpable de la falta. Teme que yo tome represalias.
—Vaya ejemplo a seguir —dijo April —. Paulo... ¿recuerdas aquella vez que me querías invitar a salir y te dije que luego?
Los ojos de Paulo se iluminaron como volcanes y su expresión facial cambió por completo, tornándose fuerte y masculina.
—¡Claro que lo recuerdo!
—Hoy estoy libre y...
—Así se hace, hijo —dijo el comisario, dándole una fuerte palmada a Paulo en la espalda a muestra de orgullo —. Eres la chica que mi hijo se merece, sin duda. Calificaciones excelentes, de buena familia, decente, carismática y bonita. El único problema que le veo al matrimonio es que el apellido Monroy se perderá, pero sería un sacrificio necesario si mi hijo pasa a formar parte de los Crimson.
—¡Matrimonio! —exclamó April, alarmada —. Va muy rápido, comisario...
—Creo en los amores de colegio que duran para toda la vida.
—Ya veo —susurró la chica —. ¿Entonces a dónde me quieres invitar, Paulo?
—PizHotBurg —contestó rotundamente, lo que sorprendió a April, ya que todos los chicos que la habían invitado a salir alguna vez siempre la dejaban escoger el lugar, sin embargo, no le dio mucha importancia, aquello no era una cita verdadera.
—¿Un restaurante de comida rápida? ... ¿Por qué no? —dijo, riendo incómodamente —. Esa comida es perfecta para llenar el estómago y tengo mucha hambre —agregó con el tono de un infomercial.
—Y no escatimen en gastos —dijo el señor Monroy, sacando varios billetes para entregárselos a su hijo —. Llamaré a una patrulla para que los lleve hasta el lugar.
—Muchas gracias, comisario —dijo April, dándole la mano en forma de despedida.
—Que se diviertan —dijo el policía y se dirigió hacia su patrulla.
La patrulla los recogió y no se demoró mucho en llegar a Brouillard, donde se encontraba su destino. La noche recién había caído y las luces del barrio ya alumbraran hermosas entre los árboles, aunque April extrañó el cantar de los pájaros que ya estaban durmiendo.
Paulo se bajó primero y no se preocupó en ayudarla, en cambio siguió derecho sin mirar atrás. Ella, luego de bajar cerró la puerta y extrañó un abrigo para cubrirse del frio que empezaba a sentir.
El restaurante PizHotBurg no pasaba desapercibido para ningún transeúnte. El letrero con el nombre del lugar brillaba con luces de neón naranja sobre el techo y hería los ojos. El color rojo y el amarillo se combinaban pésimamente y pintaban todo, recordando la calidad de la comida que se ofrecía adentro.
Al lado había otros dos establecimientos, conocidos en conjunto como Los Palacios. Cacique Café, una pequeña cafetería con estilo de palacete parisino servía bollería lucida y bebidas exquisitas, ya fuese en su geométrico jardín o en el interior claramente inspirado en el salón de los espejos del palacio de Versalles; y Hygge, un restaurante de comida marina que funcionaba dentro de una construcción con forma de palacio kiotense.
—¿No preferirías entrar a Cacique Café o a Hygge? —preguntó April, reacia a comer en PizHotBurg.
—No —respondió Paulo, sin detenerse en su camino hacia la puerta —. Allí dentro no tienen televisores y tengo que ver el partido del Magna FC.
—Entiendo —dijo April, entrando después de Paulo a PizHotBurg.
No había un alma en el lugar, ni siquiera había alguien tras la caja registradora, cosa que hizo recordar a April la amarga historia del lugar. Construido hacía relativamente poco, cuando ella contaba con nada más que siete años de edad, fue un hito en su primer día y se autoproclamó como el único restaurante de comida rápida del pueblo, sin embargo, no logró mantenerse a flote por mucho. Luego de su primera semana de apertura los habitantes de Uspiam salieron espantados por la extremadamente baja calidad de la comida y sus cuestionables métodos de cocción. Tan solo se seguía manteniendo ahí a través de los años porque los Zaccarello lo habían comprado planeando convertirlo en algo que nunca fue, un restaurante con fachada de templo angkoriano que hiciera juego con Hygge y Cacique Café.
—Dime que quieres y yo iré a pedirlo —sentenció Paulo, sin dejar de mirar a todos los televisores que colgaban de las paredes ansioso por el inicio del partido de fútbol entre el Magna FC y el Atlético Tantum.
—Una hamburguesa de queso —dijo April después de observar el menú puesto sobre la caja registradora y ver que las opciones eran pocas y nada apetitosas.
—¿Y de tomar?
—Elegiré... agua.
Paulo se fue y desde una puerta salió un chico, a quien April había visto en su colegio y que cursaba doceavo grado, para tomar la orden. Para matar el tiempo, April no tuvo otra opción que ver un televisor. Los jugadores de fútbol calentaban para el partido y aunque ella no era una gran fanática de ningún equipo, el Atlético Tantum era más de su agrado.
Paulo volvió con dos bandejas rojas y las ubicó sobre la mesa. April observó su hamburguesa que le produjo sensación de querer vomitar. El pan estaba cuarteado y viejo, la carne achicharrada y el queso más duro que la misma mesa.
—Siempre traes a las chicas a PizHotBurg —preguntó April, dando un sorbo a su vaso de agua.
—Usualmente no —dijo él, dándole un gran mordisco a una hamburguesa triple carne a la cual se le escurrían las salsas y que le recordó a April como el leviatán había devorado la lancha —. Prefiero llevarlas a casa.
—¿Y tú cocinas? —preguntó ella en su inocencia.
—No, es para poder ir a la acción más rápido —respondió él, y la chica hizo una cara de tal impresión que él se apresuró a corregirse —. ¡Pero contigo no porque eres especial!
—Que alivio —suspiró —. ¿Dónde está tu casa? —agregó April, pensando que si él viviese cerca a Sídney podría ser un buen comienzo a su investigación.
—En Cocora y muy cerca de Suavitatis, como a una cuadra.
—Lo que quiere decir que vives cerca de Verónica.
—Sí, a veces la veo pasear a su pulgoso por el frente de mi casa, he pensado en envenenarlo.
¡Alerta! ¿Había dicho veneno? Eso era sospechoso.
—Eres bastante sincero, quizá por eso se llevan tan mal con Verónica. Pero no sé por qué Sídney no te agrada...
—Es un idiota, no aguanto a la gente estúpida.
—Todos tenemos defectos, diría yo, lo importante es ver lo bueno sobre lo malo.
—Eso es lo que me gusta de ti, April —aseguró, cambiando de asiento y ubicándose junto a la chica —, eres ingenua y ves el mundo de color rosa —agregó con un aliento pestilente.
—Prefiero pensar que soy positiva.
—¿Me quieres enseñar algo de ese positivismo, pero ... un poco más cerca? —preguntó, violando el espacio privado, cerrando sus ojos y estirando sus labios.
April se escurrió como un gusano y salió por el otro lado de la mesa entre inclinada y gateando y entre asqueada e incómoda.
—¡Mira, empezó el partido! —exclamó para distraer a Paulo, quien giró la cabeza para encontrar cualquier televisor.
El árbitro del partido, que se jugaba en Tantum, dio inició y Paulo se sintió más emocionado por esto que por su actual cita.
—¡Vamos, Magna! —gritó, haciendo eco en el vacío restaurante.
—Veo que vas por Magna...
—Sin duda ¿acaso alguien cuerdo va por Tantum?
Definitivamente sí, Verónica y Paulo eran mucho más parecidos de lo que les gustaría admitir. Ninguno podía hablar sin valerse del sarcasmo constantemente y tampoco podían mantener sus insultos al mínimo.
La conversación no iba por buen camino y todo se estropeaba poco a poco, debía buscar otra estrategia. ¿Dónde podría buscar información sobre la vida de un adolescente promedio? ¡Bingo!
—Paulo...—dijo April y él respondió con un sonido afirmativo —. ¿Podrías prestarme tu celular, por favor? Olvidé el mío en casa y debo avisarles a mis papás que estoy acá contigo.
El muchacho, sin decir palabra ni retirar la vista del partido, buscó su celular en sus bolsillos y se lo entregó.
April buscó con la vista las señales del baño que también herían los ojos y se dirigió hacia allá. Al entrar al baño de mujeres tuvo que soportar un olor nada agradable y unas manchas regadas por la mayoría de lozas. Encendió el celular encontrándose con una traba, estaba protegido con código.
¿Cuál podría ser la clave de Paulo? ... Ni idea, pero era de seis números, lo que daba lugar a miles de combinaciones. ¿Cuál era el número de Paulo en Los Lobos? ... el 10 —recordó April, mientras apretaba los ojos y esperando lo mejor. Valiéndose del egocentrismo de su acompañante marcó el número tres veces y el celular se desbloqueó.
Sin perder un segundo abrió la galería de fotos donde encontró varias imágenes indebidas y nada de lo que estaba buscando, luego se dirigió a las conversaciones donde probó buscando varias palabras: "Sídney", solo insultos; "Veneno", nada; "Rossell", más insultos; "Verónica" y "Lazzari"; más que insultos.
Como aquello no le estaba dando resultados, cedió y abrió la aplicación de notas donde algo llamó su atención. Había una nota sin título que abrió rápidamente. Con bastante mala ortografía y redacción se describía un plan para acabar con la capitanía de Sídney, pero nada relacionado con enfermarlo. En resumidas cuentas, se detallaban los miembros de Los Lobos De Uspiam que querían que el volviera a ser capitán y que estaban dispuestos a firmar un documento, que también se mostraba, para que lo restituyeran. Leer eso alivió a April porque, aunque Paulo no fuera flor de su jardín, lo sentía cercano por todos los años que habían pasado juntos estudiando en el colegio.
Ya estaba a punto de apagar el celular cuando un mensaje llegó. Sabía que no debía espiar, pero no se pudo controlar.
Lily: Volverás a ser capitán el año que viene, no hay necesidad de preocuparse o mandar cartas al entrenador.
La chica se quedó con ganas de más y subió para leer otras conversaciones con la misma persona.
Paulo: Necesito recuperar esa capitanía. Rossell tiene muchas más oportunidades en la vida, yo solo dependo del fútbol.
Lily: Eso no es cierto y si tanto te preocupa prepárate más para el año que viene.
Paulo: Destacar en el fútbol es la única oportunidad que tengo de obtener una beca y poder estudiar en una universidad prestigiosa...
La puerta del baño se abrió y April le dio un vistazo. Paulo estaba en el umbral. viéndola fijamente.
—¿Qué haces? —le preguntó y ella empalideció.
—Estaba... este... no...
—Si buscas conversaciones con otras chicas no las encontrarás, April —dijo Paulo y ella pudo liberar la tensión con una larga exhalación —. Eres la única en mi vida.
—Que afortunada soy —dijo con una sonrisa de calma y mucha consideración porque ahora sabía cómo se sentía Paulo, y aunque eso no justificara su trato hacia Sídney, lo comprendía mejor.
—¿Lista para comer esa hamburguesa? No la has probado siquiera.
—Totalmente lista —dijo April, saliendo del baño y dispuesta a dar lo mejor de sí para que la cita no estuviera tan mal y Paulo se sintiera un poco más orgulloso de sí mismo, eso sí, sin ninguna muestra de cariño con rasgos amorosos.
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