XXVII: Grava en las botas y olor a pólvora en las manos.

Los vistosos colores en el cuerpo del pavo real lo convierten en una especie animal con alto atractivo visual.

Cuando Emeraude entró en el séptimo mes de embarazo, Laetitia y Arne planearon una fiesta sorpresa de bienvenida para el bebé que coincidió con el día de San Patricio. Iba a ser una reunión pequeña en "The Stockpile", sólo con los compañeros de la banda, del bar, unos pocos del gimnasio y Clip, que se había convertido en una importante compañía para la cantante en los cuatro meses que llevaban de conocerse.

Todos los días a las cinco de la tarde ella y Clip conversaban sobre muchas cosas mientras ella golpeaba un poco el saco de boxeo y él practicaba muay thai. Entre los dos se ayudaban mutuamente, y a pesar de la complicada atracción que había surgido entre ellos al principio, lograron superar eso y ser muy buenos amigos. Simplemente algunas cosas no estaban destinadas a suceder y a veces era mejor dejarlas así.

El día de la fiesta de bienvenida Laetitia le encargó a Clip la misión de distraer a Emeraude por unas horas mientras Arne y ella organizaban el bar. Él obedeció, y pasadas las cuatro sorprendió a la cantante dejando en su escritorio una caja de chocolates y un batido de Harvest mientras estaba en el baño. Cuando ella apareció de nuevo en su puesto de trabajo, Clip la esperaba junto a la puerta con una sonrisa.

—Feliz día de San Patricio, Mimi. A falta de cerveza verde, buena es una mezcla de hierbabuena y limón. —Emeraude sonrió y bebió el batido sin prisa.

—Gracias, Clip. ¡No debiste! —el altísimo muchacho sonrió con dulzura.

—Claro que debí, quería hacerte un regalo. Ven, aun puedes golpear un poco.

La cantante se puso un par de guantes. Clip descolgó el saco de boxeo y ayudó a Emeraude a desatarse los tenis. Cuando los dos estuvieron sobre la lona él levantó los brazos.

—Golpéame, Mimi. Quiero saber qué tan fuerte eres —Clip empezó a recibir golpes en el abdomen—. Niña, ¿esa es toda tu fuerza? —la joven respiró hondo y negó con la cabeza, teniendo cuidado de controlarse para no dejar sin aire a su sparring.

—No quiero golpear demasiado fuerte. Si te hiciera daño, me sentiría muy mal. —él suspiró.

—Pega en serio, puedo soportarlo —la cantante tomó un poco más de aire y conectó un gancho al hígado del médico, que apenas se movió después de recuperar el aliento—. Vaya, Mimi... eso fue raro. —Solo para asustarla un poco, Clip se levantó la camiseta. En cuestión de segundos, dos moretones se habían formado en su abdomen.

—Oh, cielos. ¿De verdad hice eso? —él asintió, se sentó en el suelo y Emeraude lo imitó.

—Creo que no necesito decirte que me impresionaste.

—No lo sé. ¿Te parece que tengo fuerza? —la joven trató, sin éxito, de ocultar una sonrisa modesta.

—Sí. No me salía uno de esos en el estómago desde que estaba en el Cuerpo.

—No me digas —Emeraude levantó las cejas, sorprendida—. ¿Fuiste Marine?

—Así es —Clip asintió—. Siempre quise ser de Operaciones Especiales, pero los morteros me llamaban y terminé en Infantería.

—Vaya. Gracias por tu servicio.

—Me rompí un par de costillas antes de Irak, así que no tuve tiempo en campo. Duré dos años antes del descargo, y luego... Escuela de Medicina.

Clip miró al suelo y empezó a trazar formas circulares con el dedo sobre la lona. Ese tipo de cosas eran las que él no le decía a todo el mundo.

—Extrañas ser Marine, ¿verdad?

—Sí. Hay cosas que no aprendes en otro lugar, ¿sabes? Entrenar aquí es lo más parecido a estar en el Cuerpo. Es divertido y puedo golpear un poco, aunque me hace falta grava en las botas y olor a pólvora en las manos.

Emeraude se acostó boca arriba en la colchoneta. Clip se sentó junto a ella y le acarició la frente con los dedos.

—Gracias, Mimi. Me hacía falta un poco de sangre. —ella sonrió.

—Creí que veías la suficiente cuando traías bebés al mundo. —él soltó una risa casi imperceptible.

—Sabes de qué hablo. Recibir unos cuantos golpes es terapéutico. —un poco molesta por el tema, la cantante le dio una suave cachetada a Clip.

—Habla por ti. Lo más terapéutico es golpear de vuelta.

—¿Te parece? —Emeraude asintió.

—Sí. ¿Crees que es divertido golpear a alguien que no puede defenderse?

—No, no quise...

—¿Recuerdas a George? Él decía algo como eso. ¡Y estuvo a punto de matarme!

—Yo no lo digo en la misma tónica y lo sabes.

—Lo que sea —la joven sacudió la cabeza—. Esa frase me trae malos recuerdos.

—Lo siento. No la volveré a decir.

—Promételo.

—Prometido.

Clip puso la mano en la mejilla de Emeraude y besó su frente. Luego se levantó del suelo y le tendió la mano a su compañera temporal de entrenamiento.

—Ven acá. Quiero llevarte a un lugar. —ella, aun recostada en el suelo, negó con la cabeza.

—No puedo levantarme. Voy a necesitar un montacargas. —él rió, y con sus fuertes brazos tomó a la cantante por la espalda y las piernas levantándola del suelo con extrema facilidad.

—Yo soy el montacargas. Vamos. —Clip llevó a Emeraude hasta su escritorio y la puso en la silla con cuidado.

—¿A dónde me llevas, Clip Matheson?

—A un lugar donde apreciarán tu cabello.

—¿Salón de pintura?

—No.

—¿Secuestro alienígena?

—Déjate sorprender, Mimi.

—Está bien.

Después de una corta caminata, Emeraude y Clip llegaron a un bar de yogur congelado, y la hermosa decoración de crema, frutas y chispas de chocolate gigantes parecía sacada de un sueño. Las meseras usaban pomposos delantales, gorros blancos con forma de merengue y recibían a los clientes con una sonrisa. Una en especial, de ojos azules y cabello rojizo, se acercó emocionada a los recién llegados.

—¡Feliz día de San Patricio para ustedes dos! Clip, te tomaste el tiempo para volver. —el muchacho abrazó a la chica.

—Feliz día, Shelley... tenía que venir aquí con ella. —la joven abrazó y besó a Emeraude en la mejilla.

—Shelley Matheson. Soy la prima favorita de Asclepius. —Emeraude sonrió y Clip arrugó la nariz.

—Un gusto conocerte, Shelley. Soy Emeraude Blanchard. —las dos chicas sonrieron mientras la pelirroja los llevaba a una mesa.

—Bienvenidos a "Ice Cream River", hoy es un día especial para nosotros, pero mucho más especial para ustedes. Veo que traen algo verde, y por San Patricio hay yogur congelado gratis para ustedes —Shelley señaló el cabello de la cantante—. ¡Me encanta tu cabello! Ya les traigo el menú.

Los dos se sentaron en una mesa con forma de barra de chocolate gigante.

—Esto huele bien. —el médico sonrió al ver la complacencia de la joven.

—Sabía que te iba a gustar.

—Gracias, Clip.

—Va a pasar una de dos cosas con el bebé: o va a amar el chocolate tanto como tú, o lo va a detestar con el alma. —Emeraude se encogió de hombros.

—Si lo llegara a detestar quedará más para mí.

—¿Aun sigues sin querer saber el sexo?

—Lo sabré cuando nazca. Pero sin importar eso creo que quiere ser karateka, no deja de patear y patear mi diminuta vejiga. Ya regreso, voy al baño.

Emeraude se levantó de la silla y fue al baño mientras Clip la esperaba. Shelley llegó con el menú a la mesa y, aprovechando que la cantante no estaba, se sentó frente a su primo.

—Conque ella es la que te gusta. ¿Embarazada?

—Shelley... —la pelirroja guiñó un ojo y sonrió.

—No me malinterpretes, eso es lindo. Esa chica es preciosa. Pero si quieres tener algo con ella, lánzate al agua. —Clip sacudió la cabeza al oír aquello.

—No lo sé. Creo que fue mejor que se enfriaran las cosas.

—Ay, Clip... esas cosas nunca bajan de temperatura. Si la invitas a salir, dirá que sí. No puede negarse a esa cara tuya, estaría loca.

—Pero va a tener un bebé, es mi paciente...

—Y tú eres inoportuno como nadie —replicó Shelley luego de encogerse de hombros—. No me digas que eso va a detenerte. Agnes ya tenía un hijo cuando te casaste con ella.

—No menciones a esa loca endemoniada. Es algo que a nadie le importa y mucho menos a Mimi. —la pelirroja se cruzó de brazos.

—Así que ella no sabe que estuviste casado. ¿Cuándo planeas decírselo?

—Después... cuando el infierno se congele.

—¡Asclepius Matheson! ¿Cómo es posible? —al oír su nombre completo, Clip se cruzó de brazos.

—No tiene por qué saberlo, no estamos saliendo.

—Todavía no. Mírala, es rara, como te gustan a ti. Y a ella se le nota desde lejos que quiere a alguien como tú.

Clip miró a Emeraude, que salía del baño un poco más fresca que antes. Se veía radiante, y aunque él no quisiera reconocerlo abiertamente, la pelirroja tenía razón. No podía ocultar lo mucho que le gustaba.

Shelley se levantó de la silla de chocolate y Emeraude tomó su lugar frente a Clip. Un rato después, los dos comían yogur congelado con tapioca y frutas mientras conversaban. Al terminar, los dos salieron del lugar con una sonrisa en la cara y doscientos gramos de helado más pesados.

—Bien, Clip... esto fue genial y me encantaría repetirlo, pero debo ir a trabajar ahora. —el médico tomó a la cantante de la mano.

—Mimi, no te vayas. No todavía... —Emeraude se paró en puntas de pies y besó a su amigo en la mejilla.

—El deber llama. Nos vemos mañana, ¿sí? —antes de que ella pudiera ir más lejos, él comenzó a caminar junto a ella.

—¿Puedo acompañarte hasta el bar? Sería muy desconsiderado de mi parte que te fueras sola. —la cantante no tuvo tiempo de aceptar o declinar la propuesta, pues cinco segundos después, los dos caminaban juntos hacia "The Stockpile", donde las luces aun estaban sospechosamente apagadas.

"¡Sorpresa!"

La enorme sonrisa de Emeraude sirvió como gratificación a lo que Laetitia y Arne habían organizado para ella. Una hermosa decoración con luces y telas verdes, azules y amarillas llenó el bar de una atmósfera diferente a la que solía tener. Era un aire lleno de tranquilidad y ternura.

Laetitia, emocionada, abrazó a su mejor amiga.

—¡Sorpresa para ti, Ems! No te la esperabas, ¿verdad? —la cantante no dejaba de sonreír.

—No creí que fueras a hacer algo así, Lety... ¡gracias! —Arne se acercó también a Emeraude para abrazarla.

—Te felicito, Frau Ems. Tu plan resultó todo un éxito.

Sonriendo, los dos mantuvieron el abrazo para tener la oportunidad de decirse unas cuantas cosas.

—¿Arne, cambiaste las invitaciones?

—Sin que Lety se diera cuenta.

—¿Se creyó mi cara de sorpresa?

—Al cien por ciento.

—Bien. Es tu turno, hazme orgullosa.

El baterista se subió al escenario y tomó un micrófono.

—Buenas noches a todos. Hoy estamos reunidos para algo muy especial. Como ya saben, nuestra amiga Emeraude tendrá un bebé. Esta fiesta de bienvenida era una sorpresa para ella, pero no será como muchos de ustedes se lo imaginan. Lety, por favor... ¿podrías subir aquí conmigo? —Laetitia asintió, subió al escenario y tomó el micrófono.

—Aquí estoy, Arne... y quiero agradecerles a todos los que han venido hoy. Son personas importantes para Ems y para nosotros. Sin ustedes, esto no habría sido posible. —el alemán tomó de nuevo el micrófono.

Danke por venir. Y ahora que ya llegó la que faltaba, necesito contarle algo a mi bellísima novia. —los dos se tomaron de la mano y se miraron a los ojos.

—Lety, meine Liebe... hice algo que probablemente no te gustará. Las invitaciones que me diste están en el maletero de mi auto —un poco molesta, la muchacha miró a Arne mientras él sacaba un sobre de su chaqueta—. En su lugar entregué ésta. No me mates, por favor... léela. —la joven de cabello violeta tomó la invitación y la abrió. Cuando terminó de leerla, el baterista estaba frente a ella, apoyado sobre una de sus rodillas y sosteniendo el anillo que había guardado por meses. Todos aplaudieron y gritaron.

—¿Arne, qué es esto?

—Lo que leíste. Emeraude y yo te hicimos creer que organizabas una fiesta de bebé. Pero en realidad...

—¿Es el anillo de tu abuela? —Laetitia fijó los ojos en aquel pedazo de roca brillante perfectamente tallado.

Jawohl —Arne asintió—. El mismo.

—No puede ser. ¡Es un maldito diamante!

—Quiero que lo tengas. Planeaba hacer esto mucho antes, pero sentí que no era un momento perfecto. Ahora lo es. Laetitia Elena Seward... ¿quieres convertirte en mi esposa?

Emeraude nunca había visto llorar a su mejor amiga. Siempre se portaba como una princesa de hielo, y verla con lágrimas de emoción en el rostro era algo nuevo.

—Di que sí, Lety... por favor... —todos guardaron silencio mientras Laetitia miraba a su novio y le acariciaba la mejilla.

—La hiciste bien, Arne Schlagzeuger... ¡claro que quiero ser tu esposa!

Todos aplaudieron y gritaron mientras levantaban sus vasos de cerveza para conmemorar el amor en el día de San Patricio.

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