XXVI: Deja que sea sorpresa.

Después de una corta jornada de trabajo en el gimnasio, Emeraude fue a casa de Arne para descansar un rato. Tuvo tiempo de hacer un breve almuerzo y dormir un par de minutos antes de que el timbre sonara y ella se levantara a abrir. Su sorpresa fue bastante grande al ver en la puerta a su abuela, Lavender. Y no llegó sola: estaba acompañada de sus tíos Viridian, Amber y Gray. Sus primos se sumaron a la visita.

—Abuela, ¡qué bueno verte! No te esperaba. Pasa, por favor —la mujer asintió mientras ella y el resto entraban a la casa. Emeraude les indicó la dirección de la sala—. ¿Qué hacen todos aquí? —Amber dejó que la pequeña Mauve, una de sus trillizas, se separara de sus hermanas Lilac y Azure y saliera corriendo para conocer la casa. Luego se acercó a su sobrina y le dio un beso en la mejilla.

—Tu madre llamó a la abuela. Dice que te vas a acabar la vida si continúas con tu embarazo.

—Oh, Dios —Emeraude se cubrió la cara con las manos—. ¿Piensa que ustedes pueden hacerme pensarlo dos veces?

—Si fue por eso, créeme: tomó una pésima decisión. No te vamos a obligar a abortar, Kat está muy equivocada si cree que eso va a pasar.

—Gracias, tía —la cantante abrazó a Amber—. Necesitaba oír eso.

La familia Blanchard era toda una fuente ecléctica de culturas. Crimson, el abuelo, era un galés educado y galante que enamoró a la abuela Lavender con un poco de locura y un toque de buenos detalles. Viridian, el hijo mayor, parece ser la última persona en viajar con sus dos pasaportes siempre en la mano: aunque presenta el estadounidense en los aeropuertos por insistencia de sus hijos, el documento con sello yugoslavo nunca saldrá de su maletín para recordarle que nació en plena correría de sus padres por toda Europa. La familia viajó por tantos países que los abuelos le dieron la bienvenida a la familia a Gray entre edificios preciosos en Florencia y a Amber en la ciudad sueca de Malmö. Aquel espíritu viajero fue heredado por toda la prole: los dos hijos mayores de Viridian, Scarlet y Carmine, nacieron en Nueva Zelanda y Egipto respectivamente; Gray encontró una oportunidad maravillosa en llamar Silver a su hijo mayor luego de que su país de origen fuera Argentina, y acorde con su especia favorita, llamó Saffron a su hija menor que tenía en registro a Bangalore como su ciudad de nacimiento.

Los cuatro primos mayores de Emeraude entraron juntos luego de tomarse una selfie en la entrada y saludaron a la cantante.

—Cariño, hermosa... ¿De quién es esta casa? Está genial —Olive, la tercera hija de Viridian, se acercó a la batería de Arne y le tomó una fotografía—. ¿Esto es tuyo? —la cantante negó con la cabeza.

—Es de mi amigo Arne. El novio de Lety.

—Cállate. Mi Laetitia no tiene novio. —Cobalt, el hijo menor de Viridian, se metió en la conversación. La cantante asintió.

—No tienes oportunidad contra ese tipo, Cobie. Ya ríndete. —el muchacho se cruzó de brazos enfurruñado.

—Nunca, Ems. Lety y yo nos amaremos, nos casaremos y tendremos muchos hijos. —Carmine, otro de los hermanos de Cobalt, se acercó al chico y le dio un abrazo con un tinte de burla al mismo tiempo que miraba a su prima.

—Déjalo, verdecita. Scarlet y yo se lo hemos dicho muchas veces, pero no lo entiende. Lety no es para él.

Como si supiera que estaban hablando de ella, Laetitia entró a la casa. Después de saludar a los Blanchard se acercó a su amiga.

—Ems, ¿qué pasó aquí? —la cantante se encogió de hombros.

—Los Blanchard vinieron de visita. Me sorprende que el tío Gray esté aquí, creí que nunca volvería a verlo después de lo que Silver y Saffron hablaron de su viaje a Marruecos. Ven —Emeraude tomó del brazo a su amiga con suavidad—, alguien quiere hablar contigo.

—Sal del edificio, Ems —la chica de cabello violeta soltó un suspiro de exasperación al ver a Cobalt—. ¿Otra vez está ese niño cerca? —Emeraude respondió con un gesto de preocupación.

—Todavía está enamorado de ti. No le importa que tengas novio, sigue pensando que tus bebés con él serán inteligentes y hermosos.

—¡Lety, mi reina! —Cobalt se acercó a las chicas y abrazó efusivamente a Laetitia—. Eres una diosa, como siempre.

—Cobalt, no hagas eso —la joven trató de zafarse—. Mi novio te va a clavar las baquetas en un ojo si te ve.

—Tu novio puede clavarme una estaca en el corazón, pero no me va a alejar de ti.

—¡En serio, quítate! —Laetitia lo empujó con delicadeza—. No va a pasar, Cobalt Blanchard.

—Ya déjala, Cobie —la neozelandesa apartó a su hermano casi a la fuerza. Luego se volvió hacia la chica—. Lety, de verdad lo siento. Mi hermano tiene un problema, de verdad le pareces demasiado perfecta.

—Sé eso muy bien, Scar —Laetitia sonrió—. Pero si conocieras a Arne, sabrías por qué lo escogí. Tal vez aparezca después de dar clases de batería, le encanta enseñar a niños pequeños. Dice que eso lo va a entrenar para cuando nazca el de Ems o si algún día decidimos tener los nuestros.

—Tiene un nombre muy inusual —el egipcio se inmiscuyó en la conversación—. ¿Es estadounidense?

—No, Mine. Nació en Alemania, vino a estudiar a Juilliard y nunca se graduó. Eso no quita que desborde talento por los poros, tienes que verlo en un concierto algún día.

—Parece alguien genial, Lety —respondió el muchacho—. De verdad me alegro por ti.

Emeraude fue a la cocina y sirvió una taza de té para su tía Amber y su abuela, quienes se sentaron en el sofá a conversar un poco. La pequeña Lilac se acercó a su madre con una expresión triste.

—Ma, dice Mauvie que ella es tu hija favorita, ¡dile que no es cierto! —la niña se veía preocupada por aquella afirmación.

—Eso no es verdad, Lili. Las tres son mis favoritas —Amber le dio un beso en la frente a su hija y se volvió hacia su sobrina—. Querida, amo a mis tres hijas por igual, pero Mauve se porta tan bien... es un ángel.

—Lo sé, tía —Emeraude le dio un sorbo a su taza—. Siempre ha sido así.

Amber respiró hondo, tratando de contener las lágrimas. Hablar de sus hijas le costaba un poco de trabajo, pues había tenido que criarlas sola y no precisamente porque lo hubiera querido: su prometido había muerto en una misión especial con las Boinas Verdes, dejándola embarazada de trillizas y con su carrera en el ballet completamente estancada. Luego de muchos intentos fallidos por la vía convencional, habían logrado tener familia por medio de fertilización in vitro, para que seis meses después ocurriera la tragedia.

—Mauve me recuerda muchísimo a Adam —la sueca le dio un sorbo a su taza de té—. Es como tú y Blue, parecen reencarnaciones.

—Tía, mamá nunca habla de papá. Sólo lo conozco por un par de fotos que hay en casa.

—Entiendo que no lo haga. Intentó todo lo que pudo para salvarlo.

—Dime algo de él, por favor... sólo una cosa.

—Vale, pero no le digas a Kat —Amber suspiró. Luego tomó la mano de su sobrina—. Hubo un tiempo en que tu padre tuvo el pelo verde como tú.

—¿En serio? —Emeraude sonrió.

—Sí, y se le veía bien. Pero tu madre es demasiado estirada, no le gustaba verlo así.

—Por eso armó un drama cuando lo tinturé, dejó de hablarme durante un mes.

—Yo siendo tú no le prestaría atención, ya sabes cómo es ella.

Lavender le entregó la taza de té a su nieta. Emeraude iba a levantarse para llevarla a la cocina, pero Laetitia se acercó y se la quitó con delicadeza.

—No dejes sola a la abuelita, Ems. Yo llevo eso por ti. —la cantante obedeció y se sentó junto a su abuela, que no podía quitar la sonrisa de su rostro al ver a la joven con tan buen semblante.

—Tu madre es una exagerada, mi niña —Lavender acomodó uno de los cojines del sofá para darle un descanso a su espalda—. Me dijo que estabas pasando un muy mal rato.

—Estoy bien, abuela. Mi amigo Arne deja que viva aquí con él y todos mis compañeros de trabajo están dispuestos a ayudarme.

—Me alegra mucho oír eso.

—Abuela —Emeraude tomó la mano de Lavender—, ¿crees que es buena idea seguir con esto? Lo único que hizo mamá fue sugerirme un aborto y no quiero hacerlo. Pero tampoco busco problemas.

—Ni se te ocurra decirlo de nuevo, Emeraude Blanchard —la abuela sacudió la cabeza—. No puedes dejar que los demás decidan por ti. No seas tan Katrina.

Las dos compartieron una risa cómplice. Sabían que Katrina era así por los deseos de sus padres, que toda la vida le dijeron a qué debía dedicarse, lo que era correcto o incorrecto, cómo portarse y cómo restringirse. Y aunque los Blanchard no eran muy amantes de aquella filosofía, habían dejado que Blue la tuviera por esposa, pues eso lo hacía feliz.

—Me debería sentir peor, pero creo que puedo lidiar con eso.

—Mi niña, Dios nunca te dará cosas que se te hagan imposibles de manejar —Lavender tomó entre sus manos el rostro de su nieta—. Sé que esto no te va a quedar grande, eres una Blanchard. Tu abuelo está feliz con la noticia, no pudo venir por un par de asuntos pendientes en Nueva York, pero quiere que sepas que te ayudará con lo que necesites.

—Gracias, abuela —Emeraude la abrazó—. Me alegra mucho saber que tengo el apoyo de ustedes.

—No es nada, dulzura. Déjame decirte algo más —la abuela sonrió con un poco de picardía—: esa criatura te va a traer muchas cosas interesantes. No interrumpas su vida, sé por qué te lo digo.

—No lo haré, lo prometo.

Lavender acomodó los cojines de su silla de nuevo. Luego respiró hondo, teniendo un par de preguntas en la garganta desde que se subió al avión en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy.

—Emeraude, linda... ¿qué puedes decirme sobre el padre de tu bebé?

—Verás —la cantante suspiró con amargura—, sé quién es, si eso es lo que te preocupa.

—Oh, no me refería a eso, mi niña. Fuiste responsable, tuviste tus momentos de diversión y algo inesperado sucedió. Es algo muy normal en esta época y en personas de tu edad. Mi pregunta va por otro lado. ¿El chico sabe que vas a tener un bebé suyo?

—No, abuela —Emeraude sacudió la cabeza—. Voy a ser honesta contigo: todos me han dicho que hable del tema con él y no quiero. Se va a una pasantía en Japón y no pienso arruinársela. Ha soñado con eso toda su vida, me odiará si no puede cumplirlo.

—Querida, eres muy generosa por pensar así. Pero eventualmente él tendrá que enterarse.

—Lo sé. Eso me aterroriza.

—No tiene por qué, mi niña —Lavender sonrió y la joven le devolvió el gesto—. Es lo natural que deba pasar, la forma en la que él conozca la noticia está en tus manos.

Viridian y Gray se sentaron en el sofá junto a Lavender luego de haber hecho un recorrido por la casa, comprobando que Katrina había tergiversado completamente la situación de su hija.

—Si Blue estuviera aquí habría dicho que vives bien, Ems —Gray le dio un sorbo al vaso de agua que Laetitia le ofreció—. Cuando los dos estuvimos en Singapur de vacaciones tuvimos que ayudar a una niña a parir en un callejón infestado de ratas. Y la chica vivía ahí, juraba que era su hogar.

—Dios mío —Emeraude se cubrió la cara con las manos—, eso es muy triste.

—Gray ha tenido que ver cosas así en todos sus viajes, linda —replicó Viridian—. La vez que fue a Marruecos casi no sale vivo, lo confundieron con un espía y lo tuvieron retenido por dos meses. Saffron creyó que iba a quedarse sin papá.

—Eso es aterrador.

—Lo es, preciosa. Me salvaron los dioses. Creo que debería escribir un libro con todo eso.

—Te estás tardando, tío Gray —replicó Laetitia al oír aquello—. Seré la primera en leerlo.

—Gracias, Lety —el natural de Italia respondió con una sonrisa—. Te daré el borrador para que le des el visto bueno.

Silver y Saffron se acercaron al sofá donde Emeraude y Lavender se hallaban sentadas. Los dos estaban ansiosos por probar que la abuela tenía un superpoder, pues cada vez que alguna de las mujeres Blanchard se embarazaba, Lavender acertaba el sexo de aquel bebé. Y esa vez no dejarían de probarlo.

—Abuela, haz tu magia —Silver se acercó—. Dinos el sexo del bebé de Ems.

—Oye, espera —Saffron interrumpió a su hermano mayor—. ¿Qué pasa si Ems quiere que sea sorpresa? No se la arruines —la joven se volvió hacia su prima—. Ems, habla. ¿Quieres?

—Pues realmente me gustaría mantener el misterio —respondió la cantante—. Pero si ustedes quieren saberlo, no se los prohíbo.

Saffron se acercó a Lavender, que le susurró algo muy corto al oído. La niña sonrió al oír de primera mano el sexo de su nuevo primo o prima, teniendo la seguridad de que su abuela acertaría. Luego ella se acercó a su hermano mayor y repitió en voz baja lo que había escuchado, a lo que el muchacho asintió con discreción.

—Deja que sea sorpresa, Saf. No le digas a nadie.

La tarde con los Blanchard fue muy agradable y a pesar de que todos querían que se extendiera, Emeraude y Laetitia debían ir a "The Stockpile", por lo que se vieron obligadas a despedirse temprano de la familia. Los primos llenaron sus cuentas de Facebook e Instagram con fotos divertidas, y los tíos le prometieron a Emeraude que tratarían de calmar a Katrina para que no se hiciera malas ideas. Antes de irse Lavender abrazó a su nieta, instándola a hacer bien las cosas cuando lo considerara correcto, a lo que Emeraude le mantuvo la promesa.

Sin duda, la visita de los Blanchard había sido una de las motivaciones de la cantante para continuar con su embarazo. Estaba más que segura de eso, se aferraría a aquella idea sin importar lo que tuviera que sacrificar en el camino aceptando los enormes cambios que tenía su actual proyecto de vida.

Lamentablemente, en ese proyecto no estaba Samuel William Arden por ninguna parte.

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