XVII: I wish I knew you.
Cada año, después de la época de apareamiento, el pavo real muda la cola de manera natural.
Irina llegó al pequeño café casi veinte minutos después de la hora acordada, alegando un embotellamiento de tráfico a tres manzanas del lugar. Para compensar su tardanza, le dio a Sam un pastel de arándanos y fresas con crema, uno de sus favoritos.
—Aquí está. Para que no digas que no te aprecio.
—Gracias. No debiste.
—Claro que sí. Tengo que darte de comer, sin mí te mueres de hambre.
La rubia se sentó frente al chico tatuado. Luego dio un par de toques en su celular.
—¿Oye, no tienes esa fiesta de disfraces hoy? Deberías estar allá.
—Eso puede esperar un par de horas.
—¿Bien, de qué querías hablarme?
—Necesito decirte algo importante. Desde hace bastante tiempo quería mencionarlo, pero cada vez que iba a hacerlo terminaba siendo interrumpido.
—Bueno, aquí me tienes.
—Irina, yo...
La muchacha no había despegado los ojos de su celular, y luego de un pitido de notificación, se levantó de la silla.
—Lo siento, tonto. Alguien loco de este sitio hizo match en Tinder conmigo —Irina le mostró el aparato a su amigo—. ¿No es linda esta chica? Voy por ella. Hablamos luego, diviértete en la fiesta.
La silla de Irina no duró mucho tiempo ocupada, y cuando salió del lugar estando acompañada, Sam no tuvo más opción que resignarse a tomar su capuccino solo, algo a lo que ya estaba más que acostumbrado.
—Soy idiota. Voy por el vodka.
Las sábanas tenían una textura bastante placentera y la habitación mantenía un ambiente perfecto. Si festejar en la Liga de la Justicia llevaba ese tinte todo el tiempo, a Emeraude no le habría molestado pertenecer a ella.
Las preciosas partes del traje de la princesa de Themyscira estaban desperdigadas por todo el laboratorio, a excepción del Lazo de la Verdad, anudado en los barrotes que coronaban la parte superior de la cama. Sin duda, la temática de la fiesta había sido una idea magnífica y bastante estimulante.
La cantante se estiró y abrió los ojos luego de una agitada noche. Sorprendida de no haber amanecido en una cama rota, Emeraude tomó su celular para ver la hora: ocho de la mañana. Luego se puso la sudadera que llevaba del día anterior para salir de la habitación mientras dejaba que Sam durmiera un poco más.
Al avanzar unos cuantos pasos, Emeraude se encontró con una chica vestida de Hiedra Venenosa, que desde lejos se sabía experta en caminatas de la vergüenza.
—¡Hola, Maravilla! Tú y la banda estuvieron geniales anoche.
—Gracias —Emeraude se sonrojó ligeramente—. Disculpa, ¿sabes si alguno de mis compañeros de banda está aquí todavía?
—Oh, acabo de salir de la Baticueva —la muchacha soltó una pícara risa—. El Batman hippie es bastante salvaje.
—No hablas en serio —la chica pelirroja con enredaderas en el cabello asintió—. Bueno, ya sé dónde está Alex.
—¿Ese es su nombre? Magnífico. Me daba un poco de pena preguntárselo. —Emeraude se llevó la mano a la cara.
—Dios, qué fiesta. ¿Has visto a Flama o a Gunray?
—No sé de Flama, pero Gunray está en Atlantis con Tormenta. Creí que era cien por ciento súper gay.
—Lo sigue siendo —Hiedra Venenosa fijó sus ojos en Emeraude sin comprender—. Esa Tormenta no es una chica.
Hubo un corto silencio donde la pelirroja reflexionó un momento acerca de lo que había escuchado, hasta que finalmente comprendió lo que pasaba.
—Vaya, así que Gunray rompió con Conor —Emeraude la miró de vuelta a la espera de una explicación—. Deja que te lo cuente: Conor iba a venir vestido de Aquaman, pero nunca apareció. Los dos tenían una promesa de nunca ser infieles, pero si Nightwing pasó la noche con Tormenta es porque él y Conor rompieron por cuadragésima vez. Es algo complicado.
—No, ya entendí. Gracias. ¿Cuál es tu nombre?
—Ay, ¡qué distraída soy! Siento no habértelo dicho antes. Soy Winnie Harper, Flama y yo somos amigas desde secundaria.
—Un gusto conocerte, Winnie. Si me disculpas, debo buscar a alguien.
—¡Ve, ve! Tienes cara de que hay un gran chisme que quieres contar.
Winnie tenía razón. Emeraude quería hablar con Laetitia y decirle todo lo que había hecho la noche anterior, pero primero debía acudir a la anfitriona de la fiesta para darle las gracias por todo. Eso también debió esperar, pues cuando la cantante se estaba acercando a la habitación de Aura vio salir a Lyle en ropa interior y con su leotardo amarillo en la mano.
—¡Alto ahí, mini Wolverine! —al verse descubierto, el bajista se detuvo a mitad de pasillo. Emeraude se acercó a él.
—¿Vas a regañarme?
—¿Bromeas? Es lo más grande que ha pasado en tu liliputiense vida, no te regañaría.
—Te amo, Emeraude Blanchard.
—Lo sé, yo también me amo. ¿Dónde está Lety?
—Se fue anoche. No iba a quedarse aquí cuando podía dormir donde Arne.
—¿Charlie?
—No lo sé. La última vez que lo vi estaba en medio de una partida de beer pong con los Vengadores. ¿Y tú qué demonios haces aquí? Deberías estar jugando al doctor pervertido con Sam.
—Está dormido. Quería hablar con Flama, pero debe estar cansada.
Lyle suspiró ante la mirada burlona de la cantante. Luego se rascó la nuca.
—Esa chica es pura dinamita. Tiene formas muy interesantes de agradecer los favores.
—Convirtió esta casa en un burdel de muy buen ver.
—Si todas las Comic Con fueran así...
—En lugar de eso tienes que ver gente como Ladybeard y el gordo que se viste de Sailor Moon. —Lyle puso su mano sobre la boca con un gesto de asco. Emeraude rió.
—Agh, no. Rayos, no. Vas a hacer que vomite la alfombra.
—Vale, no lo mencionaré de nuevo. Voy a dormir un poco más, me duelen las piernas.
—¿Debería preguntar por qué?
—No.
—Bien, ve. Flash debería tenerte a su lado cuando despierte.
Emeraude obedeció. Cuando llegó a la habitación Sam aun dormía, así que se metió en la cama con sigilo para no despertarlo. Luego de un corto intercambio de mensajes de texto entre ella y Laetitia, sintió el roce de los pies de su acompañante moviéndose bajo las sábanas y prefirió permanecer en silencio para no asustar al chico apenas abriera los ojos.
Sam, aun dormido, se dio la vuelta y pasó su brazo sobre el regazo de Emeraude. Ella, sin sobresaltarse, esbozó una suave sonrisa. Unos minutos más tarde, Flash finalmente despertó.
—Buenos días, borrón rojo ebrio. —saludó Emeraude en voz baja.
—Hola, Ems —replicó Sam—. ¿Qué hora es?
—Casi las nueve. Lo de anoche fue movido. ¿Recuerdas alguna cosa?
Sam se levantó, apoyó la espalda contra los barrotes de la cama y suspiró. Emeraude apagó su celular como preámbulo de una conversación seria.
—Recuerdo que entraste aquí y pusimos música.
—Me pediste que cantara sólo para ti y eso hice.
Sam cerró los ojos para tratar de recordar. Unos cuantos fragmentos de "Safe and Sound" de Capital Cities cantada por Emeraude se agolparon en su mente, haciéndolo sonreír.
—Sí... eso fue lindo.
—No te quedaste atrás. Debo decir que el alcohol mejora tu oído, elegiste una canción bastante interesante. —un poco aturdido, Sam se rascó la cabeza.
—¿Qué canción?
—Algo de The Revivalists. —respondió la joven tratando de ocultar su desconcierto. Luego tarareó unas cuantas notas de "Wish I knew you" para refrescarle la memoria a su compañero de juegos de la noche anterior. Él suspiró.
—Suena mejor cuando la cantas tú.
—Pero para mí no significa lo que para ti.
Sam se dio vuelta y apoyó los talones en los barrotes de la cama, usando los dedos de sus pies para jugar con unas partes del Lazo de la Verdad que escapaban de los nudos y colgaban de los tubos metálicos.
—Sammy, conozco el poder de la música —Emeraude continuó hablando—. La elección de una canción es más profunda de lo que imaginas.
—No puedo engañarte, ¿verdad?
—Ni aunque yo quisiera hacerme la sorda. ¿Sabes quién es Euterpe?
—Sí —el joven hizo una leve mueca mientras lo evocaba—. La musa de la música.
—Bien. Así que debes saber que ella entiende las emociones del compositor y le dicta las palabras perfectas para una canción especial.
—Lo dices de una forma hermosa.
—Mi tío Viridian solía contarlo así —Emeraude levantó las piernas por unos cuantos segundos—. En todo caso, si eliges una canción para cantarla a todo pulmón es porque te identificas con ella. Y la que oí anoche es particularmente dolorosa.
Sam dejó de juguetear con las cuerdas al escuchar esa última frase. Luego miró a Emeraude sabiendo que no podía ocultarle la verdad.
—Ems, recuerdo que te hablé de la relación con mi padre.
—Sí —la joven asintió—. ¿Tuviste otra discusión con él?
—Algo así. Fue por una idiotez, no te preocupes. Siempre pasa lo mismo.
—Pero no es eso lo que te tiene así.
—Cierto. Muchas veces me desahogaba con otras personas cuando eso pasaba, y debo decir que Irina era una de ellas.
Emeraude notó que la voz de Sam se suavizó al mencionar el nombre de la rubia. Ella era valiosa para él.
—Aquella chica, Irina... —el muchacho sonrió.
—Lo sé. Es como mi hermana de otra madre. Hemos sido amigos desde niños.
—Es muy importante para ti, ¿verdad?
—De hecho... sí. Ella siempre ha estado ahí para mí. El señor Feldman también, pero ella me entiende mejor, y ha escuchado todas mis rabietas sin juzgar. Es mi mejor amiga.
Emeraude se dio cuenta inmediatamente de lo que realmente sucedía entre Irina y Sam. O más exactamente, de lo que pasaba con él cuando ella estaba cerca.
—Oh, por Dios... la amas —el chico suspiró y se cubrió la cara con las manos—. La amas y ella no lo sabe.
Sam estaba un poco avergonzado, pues le parecía irónico que la chica con la que sólo había pasado unas pocas noches se hubiera dado cuenta en segundos de algo que Irina no había percibido en años.
—¿Es tan obvio? —Emeraude negó con la cabeza.
—No lo es hasta que empiezas a hablar de ella.
Sam dejó de mover los pies. Entrelazando las manos, suspiró mientras las ponía sobre su abdomen.
—Lo siento, Ems. —Emeraude se encogió de hombros.
—No tienes que disculparte, es natural querer a alguien así. —el chico se dio la vuelta y apoyó los codos en la cama.
—Lo que no parece normal es soportar que la mujer que amas haga match en Tinder con otras personas mientras tratas de decirle algo importante. —la cantante levantó las cejas con un gesto de pena.
—Eso apesta. Pero no tienes por qué aguantarlo.
Sam pasó las yemas de los dedos por los tobillos de Emeraude. Ella trató de ignorar eso para evitar distraerse.
—¿Sugieres alguna solución para eso, Ems? —ella asintió.
—Podrías tomarte unas vacaciones al final del semestre. Alejarte un poco de ella calmaría esa angustia. —el muchacho sacudió la cabeza.
—Ya lo intenté. La vez que fui a tatuarme a Nueva York ella no quiso ir conmigo.
—No, Sammy... tres días lejos de ella no son vacaciones. Hablo de semanas, meses. Más de setenta y dos horas.
A pesar de que a Sam le costaba un poco admitirlo, Emeraude tenía razón.
—¿Y si fuera a Las Vegas?
—¿Quieres acabar sufriendo en un casino?
—Podría ir a ver cantar a Celine Dion o a Britney Spears. Tal vez a un show del Blue Man Group.
—¿Te sirve como terapia? Adelante. O puedes saltarte todo eso y decirle lo que sientes.
Tres toques en la puerta resonaron, interrumpiendo la conversación abruptamente. Sam se levantó de la cama.
—No han pasado diez horas de lo que hicimos anoche y ya me exiges que busque a otra chica. Eres rara, Emeraude Blanchard. —al abrir la puerta, el muchacho se encontró con un hombre alto y delgado, usando un uniforme negro muy elegante.
—Buenos días, joven. Busco a la señorita Blanchard, se me ha ordenado transportarla a su lugar de residencia. —Emeraude se levantó y tomó todas sus cosas. Luego se acercó a la puerta con una sonrisa.
—Hoy no, Niles. Voy al bar a dejar todo como estaba.
El conductor asintió luego de recibir educadamente la maleta que la joven llevaba. Ella le dedicó una última mirada condescendiente a Sam antes de irse.
—Esto no es una exigencia, Sammy. Es puro sentido común. Tal vez puedo mandar en tus testículos ahora, pero no en los sentimientos que has tenido por Irina desde niño —ella se acercó al chico y le dio un beso en la mejilla para despedirse—. Piensa en eso. Nos vemos por ahí.
Sam regresó a la cama y se recostó en el lugar que Emeraude había ocupado durante el poco tiempo que pasaron juntos en la habitación. Las palabras de la cantante le enredaron la mente por mucho tiempo, haciéndolo reflexionar acerca de la noche anterior, la mañana que le siguió y el resto de su vida. Él definitivamente la había subestimado al elegir cantar una canción que transmitía tanto dolor, y aunque no se arrepentía de haberlo hecho, se dio cuenta de que Emeraude era una total maestra en ese tipo de mensajes sutiles.
Al fin y al cabo, con la canción de Capital Cities, ella había hecho exactamente lo mismo.
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