XIV: Ese color es horrible.

—¡Puedo jurarlo, señor Feldman! No toqué a ese tipo, él me dejó el ojo así, pero la que lo dejó inconsciente pateándolo a la cabeza fue Emeraude... ¡no mentiría sobre eso!

—No te preocupes, Sam. Yo te creo, aunque el policía que se llevó a la chica no lo haga ni un poquito. Es que se ve demasiado...

—¿Frágil?

—No es frágil. Es que no parece ese tipo de chica que anda pateando a los demás.

—Es lo mismo que yo dije. Pero ese tipo solía golpearla y ella lo permitía.

—Oh, vaya. Hasta que se cansó y le devolvió el golpe.

—Sí. Ya era hora, lo aguantó por dos años. Debieron darle un premio por esa patada... fue un knock out fantástico.

Al salir de "The Leprechaun's Kitchen", Sam y Emeraude se encontraron con George, el molesto exnovio golpeador que no la dejaba tranquila, y enfureció apenas los vio juntos. Sam trató de evitar que él se le acercara a Emeraude y se convirtió en el feliz ganador de un puñetazo en el ojo izquierdo. Pero ella no iba a permitir que George le hiciera daño a alguien más, así que decidió cortar de raíz con ese problema soltando una patada circular que aterrizó en la nariz de aquel idiota, rompiéndole el tabique y poniéndolo a dormir de inmediato.

Sin que ellos se dieran cuenta, alguien llamó al 911 reportando una pelea callejera y los tres terminaron en las celdas del Departamento de Policía de Copper Grace. Jasper, el padre de Irina, pudo sacarlo a él con facilidad para que diera su versión de los hechos, pero no le fue tan fácil dejar salir a Emeraude.

—Sam, dime algo. ¿Es esa la chica con la que saliste hace días? —el joven sonrió, y no necesitó decir nada más para responder a esa pregunta de manera positiva.

—Oye, es bonita... muy bonita. ¿Cómo la invitaste? —los dos rieron un poco y Sam suspiró.

—Ella me invitó primero y luego yo a ella. Es una larga historia. —Jasper entendió que Sam no quería hablar de ese tema, así que no le hizo más preguntas.

—Ve y búscala, debe estar muy confundida. —Sam se levantó de la silla, fue a la celda donde sabía que estaba Emeraude y la encontró caminando de un lado a otro, más aburrida que nerviosa.

—Hola, Ems. —Emeraude sonrió cuando vio a Sam acercándose a la reja.

—¿Sammy, qué hora es? Está haciéndose de noche, debo ir a trabajar, mi celular está apagado, mis amigos deben estar preocupados... —el chico agarró con fuerza uno de los barrotes y ella, involuntariamente, puso su mano sobre la de él.

—Lo siento, Ems... ya deberías estar afuera, no sé qué pasa. —George interrumpió el momento bramando improperios a los guardias.

—Idiotas, sáquenme de aquí, tengo la nariz rota y tal vez una contusión, ¡si me desmayo o me da un ataque será por culpa de esa maldita perra en la celda del frente! —Emeraude trataba de ignorar a George, pero con el volumen de sus gritos era complicado. Sam intentaba aguantarse la risa, pues sabía que si se burlaba lo enfurecería más, y no quería que él causara un escándalo mayor.

—Desearía haber grabado esa patada, fue tan...

—No fue vistosa ni bien hecha —le interrumpió ella—. Braulio me mataría si llegara a ver que estoy pateando así.

—A mí me pareció fantástica.

—Gracias, Sammy.

George no se callaba. Seguía gritando cosas ininteligibles mientras Sam y Emeraude trataban de conversar un poco. Debían esperar a uno de los guardias para que la dejara salir de la celda, pues no había hecho nada malo.

—Ems, ¿qué tan celoso es tu ex? —ella inclinó la cabeza.

—Un poco. Bueno, bastante en realidad. —Sam sonrió. Quería revolver las cosas un poco, aprovechando que aquel troglodita estaba encerrado.

—¿George, quieres saber algo? ¡Ya he salido con tu exnovia y es genial!

Emeraude se sobresaltó cuando su ex golpeó los barrotes de la celda. Ella también quería divertirse un poco a costa de aquel gorila irracional.

—No sólo eso, Georgie... ya dormí con él, ¡y estando ebrio es mil veces mejor que tú sobrio! —los dos se reían cada vez más fuerte a medida que George se enojaba. Él hizo tanto ruido que un guardia se vio obligado a entrar a la zona de celdas para hacerlo callar después de dejar que Emeraude quedara delante de los barrotes.

—Georgie, no creo que quieras ver lo que voy a hacer ahora. —Sam tomó a Emeraude de la cintura y le plantó un beso mientras ella trataba de evitar enloquecerse. Entre risas ella lo besaba de vuelta al tiempo que George rugía como un tigre herido.

—¡Perra estúpida, ya verás cuando salga de aquí!

—No saldrás de prisión en mucho tiempo, jovencito. —Jasper entró en el preciso momento en que George amenazaba a Emeraude con matarla si seguía besando a Sam.

—Púdrase, idiota. ¡Voy a salir en menos de lo que cree, lo juro! —los tres salieron de la zona de celdas mientras George seguía gritando y entraron a una oficina donde los esperaba el jefe del departamento, con un cerro de documentos que Emeraude debía firmar para presentar cargos.

Cuando ella terminó de firmar todo lo que debía eran casi las siete de la noche. Sam la acompañó hasta la puerta de "The Stockpile", y prefirió no entrar para evitarle un momento incómodo. Antes de irse, él se despidió con un abrazo que ella no quería soltar tan pronto, y así se lo hizo saber.

—¿Sammy, por qué lo hiciste?

—¿Qué, besarte?

—Sí —la cantante asintió—. Digo, fue divertido enfurecer a George, pero...

—No lo sé, Ems. Sólo lo hice. ¿Te molestó?

—No, para nada. Mucho menos después de nuestras citas de juego previas.

—¡Yupi! —Emeraude se cruzó de brazos.

—Sammy, cálmate. —El muchacho trató de enseriar el gesto aguantándose la risa.

—Estoy muy calmado. Créeme, sólo lo hice porque quise ser espontáneo. Nada más.

—Vale, sólo por eso. Dejémoslo de ese tamaño.

—Me parece bien. Buenas noches, Ems.

—Cero alcohol y mucho hielo en ese ojo, jovencito.

Apenas Emeraude entró al bar, Laetitia se le abalanzó acribillándola a preguntas. No paraba de hablar, alegando lo preocupada que estaba.

—Es que no me parece lógico, no te vi en la cafetería, no apareciste en clase de Música, Sánchez me preguntó por ti y no supe qué decirle, apagaste tu celular, Sam tampoco estaba por ahí y... oh, ¡no! ¿Estuvieron juntos? ¿Te lo cepillaste otra vez? —Emeraude quería mantener su tarde perfecta en secreto, así que no mencionó su graciosa cita.

—Lety, necesitaba una tarde sola. Gorski fue un completo cabrón conmigo, quería romper cosas y patear traseros. Pues bueno, me encontré a George cerca de "The Leprechaun's Kitchen" y lo envié de vuelta a prisión, justo donde merece estar. —Laetitia le dio un golpe con el puño a la barra.

—No estuve ahí para ver eso. ¿Por qué me torturas? ¡Ems, habría amado verte pateándole el trasero a ese imbécil y lo sabes!

—Perdón, es que estar en clase debió ser complicado para ti mientras yo andaba llorando por la humillación de Gorski. Para la próxima te llamo.

—Claro que sí, es lo que debes hacer.

—Lety, ¿tienes algo de comer por ahí? Pasé toda la tarde en el Departamento de Policía con un vaso de agua y nada más, necesito llenar la tripa con cualquier cosa.

—Pollo picante en mi bolso.

—Gracias. En un rato me siento a afinar, tengo hambre.

Después de comer, Emeraude se sentó frente a la batería mientras suspiraba y recordaba la cita de la tarde entre sonrisas discretas. Sylvain no pudo evitar notar que su compañera de trabajo estaba un poco distraída y se acercó a averiguar lo que pasaba.

—Cariño, me enteré de que vengaste tu honor con el troglodita. ¿Chocotini? —el muchacho le entregó una copa.

—Gracias, fabuloso —Emeraude le dio un sorbo corto—. Le rompí la nariz.

—¿No hay foto de eso?

—Sí, pero está en poder del Departamento de Policía de Copper Grace.

—Oh, qué mal. No tengo exnovios en el DPCG para cobrarles favores con eso. —Emeraude le dio una suave palmada en la cadera a su amigo luego de reír un poco.

—¿Te gustaría ligarte alguno? —Sylvain tocó su mentón, pensativo.

—No sería mala idea —el muchacho levantó una ceja—. Por si me meto en problemas alguna vez. Además, ese uniforme oliva es tan limpio, los hace ver tan atractivos... me encantan los policías.

—Quédate con todos, yo prefiero a los Marines —Emeraude le guiñó el ojo a su amigo y bebió de la copa otra vez—. Mi tía Amber fue prometida de uno hace años, me encantaba verlo de uniforme cada vez que llegaba de una misión.

—Los pocos y orgullosos son otro nivel, querida mía —exclamó Sylvain—. Es como la Fuerza Aérea o los SEAL, pueden tripularme cuando se les antoje.

El par de amigos rieron ruidosamente y siguieron conversando mientras esperaban que la banda se reuniera. Luego pasaron el resto de la noche tocando y divirtiéndose hasta la madrugada.

—Hizo su tarea, señorita Blanchard —Gorski le entregó el examen final de Estadística a Emeraude con una calificación perfecta, para disgusto y sorpresa del profesor a partes iguales—. Ya terminó el periodo. No quiero volverla a ver. —ella asintió con una leve sonrisa.

—Gracias, señor. —el profesor bajó la vista y siguió repartiendo los exámenes.

—Váyase de aquí a hacer desorden en otra clase. Y por lo que más quiera, no vuelva a soltarse el cabello. Ese color es horrible.

Emeraude y Laetitia salieron del salón luego de recibir las hojas calificadas y respiraron aliviadas. Era uno de los pocos cursos que las había molestado más de lo que debía, y no veían la hora de pasar a temas más divertidos.

—Por fin dejamos de verle la cara a Gorski, Ems. De verdad es un fastidio.

—Si hubieras oído con qué se despidió de mí...

—Puedo imaginarlo. ¿Tu cabello? —Emeraude asintió—. Es un viejo aburrido. No merece ver tu genialidad.

Las chicas se encontraron con Sam a la salida del salón. Él miraba su examen un poco decepcionado.

—¿Gorski te torturó? —Emeraude se acercó al chico tatuado. Él se encogió de hombros.

—Fue mi culpa. Me equivoqué en una cadena de Markov sencilla. La memoria me traicionó.

—Qué inconveniente. Pero fue la única pregunta que respondiste mal, no hay lío.

—No quería arruinarla. Pero bueno, lo importante es que aprobé el curso.

—Felicitaciones, Sammy Arden. ¿Eso merece una cerveza, no crees?

—Por hoy paso. Tengo que reunirme con papá.

—Oh, ya veo —Emeraude se acercó a Sam, puso su mano en el hombro del chico tatuado y le dio un beso en la mejilla—. Buena suerte con eso.

—La voy a necesitar. Gracias, Ems. —el muchacho sonrió. Luego se despidió y desapareció por el corredor que daba a la cafetería del campus.

—¿Ems, notaste algo raro en Sam? —Laetitia acomodó sus gafas después de guardar su examen en el bolso. Emeraude se encogió de hombros.

—Debe ser frustrante saber resolver de memoria un problema del examen y luego fallar.

—No —la joven de cabello violeta sacudió la cabeza—, me refiero a otra cosa. Anda un poco ido, desconcentrado.

—Lo que te conté de su padre.

—Tal vez. Sigue sin parecérmelo, pero no voy a correr a preguntarle. No me incumbe. Luego lo averiguarás tú.

Emeraude concluyó mentalmente que las impresiones de Laetitia acerca de Sam ya tenían razones de peso que podían notarse a simple vista, y hasta ese momento parecía algo lógico, así que decidió no pensar más en eso. Pero tiempo después se daría cuenta de que el chico tatuado tenía un secreto importante que lo agobiaba desde hacía varios años.

Eventualmente lo sabría en el lugar y momento más inesperado, como la mayoría de cosas que solían rodearla.

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