XIII: Dale gusto a Gorski.
Los pavos reales son omnívoros. Lo más inusual que se puede encontrar en sus dietas son serpientes como las cobras reales.
Tic, tac.
Tic, tac.
Tic, tac.
El tiempo pasaba lento mientras Emeraude era víctima de un tormentoso y difícil estiramiento. Apenas se había dado cuenta de lo mucho que los músculos de sus piernas podían elongar, pero el hecho de ser más flexible de lo que imaginaba no la salvó de aquel dolor punzante en los muslos y la pelvis. Braulio tampoco quería ser compasivo si de eso se trataba.
—Para el final del año deberás tocar el tatami con la frente, pequeña. Vas bien por ahora. —en lugar de gritar de dolor, Emeraude decidió que morder algo para distraerse era una buena idea, así que sus dientes se clavaron en el hombro derecho de Zack, su compañero de estiramiento. Él gritó y se llevó la mano al hombro, soltando a la joven y dándole un poco de descanso.
—¡Oye! ¿Me quieres arrancar un pedazo?
—Si quisiera comer kosher en este momento, habría comprado algo en Little Tel Aviv antes de venir a entrenar.
—Oh —Zack formó con sus manos la figura de un corazón, para separarlas después simulando una rotura—. Eres mala, Emeraude Blanchard.
—Me estuviste estirando por bastante tiempo. Si no te esperabas algo así, no es mi maldad. Es que eres ingenuo.
—Míralo por el lado bueno, podrás patear a la gente directamente en la cara con más facilidad.
—Algún día eso me servirá.
Zack se sentó en el tatami y pasó un trago de agua. Emeraude lo imitó después de arreglarse el cabello en una larga y verde trenza.
—¿Ems, ya estudiaste para el examen que me dijiste ayer?
—Todavía no —la cantante movió la cabeza—, lo haré hoy. No puedo posponerlo más, creo que el profesor me odia.
—Gorski es una serpiente que odia a todo el mundo —Zack se encogió de hombros—. Se burlaba de los alumnos por cualquier cosa. Cuando estudiaba, se ensañó conmigo por ser judío.
—¡Ah, entonces es así desde siempre!
—Cuando tomé el curso de cálculo integral con él le fastidiaba entregarme los exámenes calificados en diez sin un solo error. Es un cascarrabias de los que ya no hay. ¿Necesitas que te ayude?
—Te lo agradezco. Voy a estudiar con Lety y uno de mis compañeros más tarde, Gorski aceptó cambiar la clase por una sesión de estudio.
—Vale. Si te dejan plantada, puedes llamarme y te ayudaré con lo que sea.
—Eres una belleza cuando no me estás matando los aductores. Gracias, Zack.
El entrenamiento terminó y Emeraude paró en su habitación para darse un baño rápido antes de ir al salón de clase y encontrarse con Laetitia.
Gorski entró al salón, interrumpiendo toda conversación que se hubiera originado. Detrás de él, Sam corrió como un ninja y se sentó junto a la cantante, que lo recibió con una sonrisa.
—Hola, Sammy. —él sonrió de vuelta.
—Hola, Ems. —el profesor empezó a dar las pautas para la sesión de estudio asistida, y antes de que uno de los dos abriera la boca, Sam le entregó una pequeña nota a Emeraude.
"¿Irás a la Súper Fiesta?
O Sí
O No
Sam."
La joven soltó una risa casi imperceptible, sólo para recibir un pedazo de tiza volando hacia ella. Gorski la miraba fijamente, como un toro enojado.
—¿Qué es tan gracioso, señorita Blanchard? —ella, más asustada que avergonzada, lo miró sin decir una palabra. El profesor caminó hacia su silla y le quitó la nota de Sam antes de que tuviera tiempo de ocultarla—. Veamos qué clase de chiste tiene escrito aquí, niña.
El profesor le echó una ojeada a la nota y luego miró a Sam.
—Señor Arden, me extraña que usted se preste para algo como esto en mi clase. Blanchard lo haría, ella es la rara. ¿Pero usted? —Emeraude y Sam miraron indignados a Gorski, y el chico tatuado tomó la palabra.
—Gorski, ¿cuál es el problema? No estamos interrumpiendo. Yo sólo quería...
El profesor arrugó la nota y la mantuvo en su mano mientras señalaba la puerta.
—Ustedes dos, salgan de mi clase. Blanchard se ríe cada vez que hablo y yo no estoy en un programa de Comedy Central. No soy el maldito George Carlin para que vengan a reírse de mí. —Sam se levantó de la silla y salió del salón sin decir una sola palabra. Emeraude estaba tan asustada, que Laetitia debió tocarle el hombro suavemente para que reaccionara.
—Ems, ve con Sam. Ve ahora. —ella bajó la cabeza y salió del salón mientras Gorski la miraba fijamente.
—Estudie por su cuenta y saque una buena nota. No quiero verla repitiendo este curso el próximo semestre. También espero que le diga a Arden que irá a la "Súper Fiesta", así valdrá la pena que los haya sacado de clase a los dos.
Mientras el resto de la clase se reía y murmuraba, Emeraude salió del salón. Sam la esperaba afuera recostado contra una pared.
—Lo siento, Ems... no quería... —ella movió la cabeza con suavidad.
—No te preocupes, Sammy. De todas formas, no quería entrar a esa clase. Últimamente Gorski está insoportable. —los dos caminaron lentamente por el corredor mientras hablaban.
—Siempre ha sido así. A principio de carrera tomé una clase de Matemáticas con él, y no pasaron cinco minutos de la primera sesión para que se burlara de una chica con tacones altos y de su forma de caminar.
—Debe haberla llamado...
—Venado recién nacido.
—Oh, pobre chica —Emeraude suspiró apenada—. ¿Qué habrá sido de ella?
—Ahora estudia Diseño de Vestuario y creo que nunca había estado tan feliz.
—¿Aprendió a usar tacones?
—No hay día que deje de usarlos. ¿Lo has notado? —Sam se encogió de hombros.
—¿Qué quieres decir?
—Ems, te hablo de Flama. Aura...
—Spitfire —la cantante levantó las cejas, sorprendida—. ¡No! ¿Ella estudiaba Ingeniería?
—Deseo de papi. Pero no le gustaba ni un poco. Siempre fue demasiado unicornio para la Facultad de Ciencias Exactas.
—Es una buena chica. Gorski no tiene idea del enorme favor que le hizo.
—Es mejor que no lo sepa. Si se entera de alguien que dejó de sentirse miserable por causa suya le estallará la cabeza.
Los dos rieron. Sam había hecho que Gorski tomara una excelente decisión al hacer que los sacaran de clase. Sin embargo, aunque ya la supiera de sobra, quería una respuesta de Emeraude a su invitación.
—Barry Allen.
—¿Qué?
—Quizás vaya vestido de Barry Allen a la Súper Fiesta.
—¿Quieres decir que vas de Flash?
—Tal vez. —respondió Sam con una sonrisa.
—Falta mucho tiempo para eso. ¿Estás seguro de que no cambiarás de opinión?
—Muy pocas veces lo hago.
—Oh... anotaré eso.
—Ems... no respondiste mi nota.
—¿Tengo que hacerlo? —Emeraude se cruzó de brazos y esbozó una sonrisa de vuelta.
—Emeraude...
—Samuel...
—Vamos. Dímelo. Dale gusto a Gorski.
Sam se detuvo delante de la puerta de la cafetería y cruzó los brazos, cerrándole el paso a Emeraude. La mezcla de marrón y verde estaba de vuelta cuando los dos se miraron a los ojos en un interminable instante. Tal vez, sin intención, él había logrado ponerla nerviosa de nuevo, como si quisiera revivir aquella noche divertida en ese corredor.
—Tal vez sea Diana Prince.
—Claro. La Mujer Maravilla te queda perfecta.
—Sí, quizás use la armadura completa.
—¿Quizás?
—Quizás.
—Quizás... con eso es suficiente. ¿Quieres ir a "The Leprechaun's Kitchen"?
—Espera, me...
—Antes de que lo preguntes, sí. Te estoy invitando a salir.
Ninguna patada al estómago había dejado a la cantante sin aire como lo hizo Sam en ese momento, por lo que no lo pensó dos veces antes de apagar su celular y aceptar la invitación. Media hora después, los dos estaban tomando unos cuantos vasos de cerveza verde y escuchando folk irlandés. Emeraude estaba más que cómoda, y a Sam le complacía verla sonreír.
—Sammy, no creí que esto fuera a suceder de nuevo.
—Yo tampoco. Pero ya que no estamos en clase sería una pérdida de tiempo que cada uno se fuera por su lado, ¿no crees?
—Así es.
—Este lugar es divertido. De vez en cuando hacen actividades que no he visto en otras partes. Es entretenido.
—¿Has traído a tus otras citas aquí?
—No. De hecho, llevo varios años sin salir con alguien en este tipo de plan, mi última cita fue en Applebee's y estaba acompañando a mi amiga Irina y su ahora exnovio. Así que técnicamente no fue algo que me beneficiara.
—Vaya, eso es frustrante.
—No para mí. He salido con chicas, pero ninguna me llamó tanto la atención como para querer una segunda cita. No son tan interesantes.
—Estás siendo condescendiente. Acepta que son tontas y ya.
—No quiero decir esa palabra. Ni se acerca a lo que en realidad son algunas.
—Ya veo... entonces debo ser muy suertuda.
—Tus palabras, no las mías.
Un hombre de cabello rubio y muy baja estatura se acercó a la mesa donde Emeraude y Sam se encontraban y se quitó el sombrero verde antes de hablar.
—Buenas tardes, par de tórtolos. ¿Me permiten un minuto? —los dos asintieron. El hombre prosiguió—. Verán, he notado que hay varias parejas que han elegido este lugar para sus citas, y quiero proponer un trato al muchacho —Sam apoyó los codos en la mesa e hizo un leve gesto para pedirle al hombre que continuara—. Al fondo del bar hay un ring de boxeo. Mi hermano quiere retar a una pelea a una persona de cada pareja. Con un extra para ustedes, claro está. —aquel diálogo captó la atención de Emeraude inmediatamente.
—¿Cuál es el premio?
—Sencillo —el hombre dio un par de toques en el suelo con la punta de su zapato—: si el retador gana, lo que consuman será gratis. Si no, tendrán que pagar dos dólares más de propina.
—Vale —Emeraude sonrió—, iré yo.
—No, no —el rubio la detuvo—. Es solo para los hombres.
—Espere, yo sé boxear. Él no.
—Esto no es un sitio de entrenamiento. Podríamos meternos en problemas si te haces daño. Lo siento.
—¡Pero, señor!
—Mira, jovencita hermosa... no puedo hacer eso. Mi hermano no aceptaría pelear con alguna chica, y no es porque no seas capaz. Es para evitar algún problema. Por eso le dije al muchacho. Políticas del jefe.
La cantante suspiró. Le molestaba cuando la subestimaban, pero si la regla del lugar era no subir mujeres al ring, debía aceptarlo.
—¿Al menos va a permitir que le dé un par de indicaciones a mi cita, o tampoco se puede?
El hombre de sombrero verde aceptó, a lo que Emeraude se ubicó en la esquina del retador y ayudó a Sam a ponerse los guantes.
—Un tutorial rápido, Sammy: la guardia cubre la cabeza. Ambas manos siempre arriba para defenderte. Al lanzar un puño, mantén una mano cubriendo tu cara, no puedes dejarla sin protección. Trata de impulsar los golpes con la cadera.
—Está bien.
—Y recuerda que los irlandeses engañan a los incautos.
—Vale.
El ring estaba vacío, y el hombre le indicó a Sam que entrara para esperar al peleador. Durante unos cuantos instantes el chico de rojo estuvo esperando a su oponente, y se dio cuenta de que Emeraude le hizo una señal para que se diera la vuelta. Cuando obedeció, sintió un golpe en la zona baja que le sacó el aire y lo dejó tendido en la lona.
El hermano del rubio de sombrero verde era mucho más bajo que él, escurridizo, un poco traicionero y gustaba de golpear a los demás en sus partes nobles.
—¡Dios mío, Sammy! —Emeraude se subió de un salto al ring y se acercó a Sam, que respiraba pesadamente mientras trataba de recuperarse. Ella se volvió al rubio de baja estatura, un poco molesta.
—¡Oye, Rumpelstiltskin!
—Eso es alemán.
—Lo que sea. Haz algo por mi cita, tu hermano estuvo a punto de convertirlo en eunuco.
—Lo que ordene, señorita.
—Tráeme hielo —Emeraude señaló la entrepierna de Sam—. Tengo que cuidar esto de aquí.
—Oh, claro. Vas a dejar reposar las canicas antes de volver a jugar con ellas.
La cantante sintió que Sam le apretaba la mano suavemente, lo que le hizo desviar la mirada.
—¿Sammy, estás bien? —él asintió.
—Todo bien. Las Esferas del Dragón volvieron a su sitio. —ella soltó una breve risa y ayudó a Sam a levantarse y volver a la mesa que compartían, donde encontraron un plato de papas fritas y dedos de queso con una nota: "Cortesía de la casa."
Mientras terminaban de comer, Emeraude y Sam no dijeron una sola palabra, pero mantuvieron el contacto visual hasta la última gota de cerveza sin dejar de sonreír. Lo que ella no sabía era que a él le había quedado en la mente una pequeña traza de lo que Aura había insinuado días atrás.
"Si de verdad te gusta, deberías relajarte un poco y entrar en su mundo. No te vas a arrepentir."
A pesar de eso no quería decírselo a Emeraude, sonaría incoherente hasta la médula después de lo que ellos habían hablado tiempo atrás y no quería confundirla. No era justo.
La cita terminó rápidamente, pues los chicos tenían clase de Historia de la Música. Era ese tipo de cita que no necesitaba ser gritada al mundo para darle importancia pues ya era valiosa por sí sola. Había sido un almuerzo entretenido, revelador, breve, secreto y perfecto.
Un almuerzo que terminó con George encontrándose a Emeraude y Sam justo cuando salían de aquel lugar.
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