XI: Una nueva camiseta para dormir.


Es importante prestarle la adecuada atención a un pavo real, ya que si se le descuida, puede volverse salvaje.

Laetitia entró a la habitación casi a las cinco de la tarde para cambiarse de ropa y encontró a Emeraude en la cama, mirando al techo con los ojos aguados y la botella de vino vacía en la mano.

—¿Ems, qué demonios sucedió? ¿Dónde está Sam? —la chica de cabello violeta corrió hacia la cama de su amiga y la obligó a sentarse.

—Sammy Arden... se fue. Todo se acabó, it's over, è finita, c'est fini, owarimashita, es ist aus, ¡kaput! —Laetitia prendió la cafetera. Si Emeraude planeaba ir a trabajar, no podía hacerlo así.

—¿Ems, estás ebria?

—Sí —la cantante movió la cabeza en círculos—. ¿Recuerdas la botella de vino que me regalaste el año pasado en mi cumpleaños? Estaba deliciosa. No la compartí, era mía. Sólo mía. ¡Wiiiiiiiiiiii!

—¿Por qué te bebiste esa botella sola?

—Quería hacerlo. Sólo necesitaba saber si...

Emeraude se desplomó en la cama, sintiendo que la gravedad atraía su cabeza hacia la almohada. Laetitia sirvió un poco de café para ella y llenó otra taza con lo que quedaba.

—Jovencita, dime que esto no tiene que ver con el hecho de haber visto a Sam ebrio anoche.

—No, se me ocurrió hoy. Después de conversar con él.

—Así que hablaron mientras él estaba sobrio... —la cantante se dio la vuelta en la cama y adoptó posición fetal.

—Laetitia Elena Seward, nunca, nunca, pero nunca... hables con un hombre si te acostaste con él la noche anterior. —la chica de cabello violeta aguantó la risa con mucho esfuerzo.

—Está bien, no volveré a hablar con Arne nunca más desde hace años.

—Eso. Sigue mi ejemplo. No volveré a hablar con Sammy.

Laetitia se arrodilló junto a la cama y empezó a acariciar la cabeza de Emeraude. Quería saber lo que sucedió después de clase, y debía averiguarlo antes de que su amiga cayera dormida.

—Oye, Sam no puede haber dicho algo bueno si te pusiste así. —la cantante respiró hondo, tratando de contener las lágrimas.

—Lety, no fue bueno. Pero yo sabía lo que iba a suceder, una parte de mí creía que él no hablaba en serio y resulta que sí lo hacía. —Laetitia siguió acariciando la cabeza de su amiga.

—Ems, lo siento mucho. Pero no puedes hacer lo mismo que Sam, sería el colmo de la incoherencia. Ven, tómate el café. Debemos ir a trabajar y Ernie no puede verte así. —Emeraude obedeció. Bebió el café, tomó una ducha y se cambió de ropa.

La chica de cabello violeta hacía bien en reprender a Emeraude, pues no podía enmascarar con vino lo que le dolía. Ella había elegido una sola noche con Sam en vez de ninguna. Su decisión. Tenía que lidiar con las consecuencias de eso sin quejarse, pero para ella era difícil. Para esas cosas siempre fue de corazón blando, y no era la clase de persona que podía desprenderse fácilmente de lo que le gustaba, pues sabía que eso requería de un gran sacrificio. Pero tampoco era egoísta. También odiaba forzar las cosas, así que, por más que le molestara, sabía que su elección había sido la correcta para los dos.

En el bar, Emeraude trató de ser simpática con sus amigos, pero le fue prácticamente imposible. Laetitia tuvo que explicarles a todos lo que sucedió y de inmediato dejaron de hablar del tema.

Durante toda la noche la cantante intentó ocultar su incomodidad, y en uno de los descansos corrió al camerino para tomar un poco de aire. Al entrar encontró, perfectamente doblada sobre una de las mesas, la camiseta verde de Sam.

—Oh, demonios. —Emeraude tomó la camiseta, y antes de guardarla en su bolso se sintió tentada a ponerla cerca de su nariz. Aun tenía rastros del olor de Sam, y no estaba de más tener un pequeño recuerdo de la noche anterior. Pero sabía que si la olía se iba a enfurecer más, así que la guardó en el fondo de su bolso antes de arrepentirse de lo contrario.

Alex entró al camerino buscando un cable y encontró a Emeraude acostada en el suelo, mirando hacia el techo.

—Ems, ¿qué sucede? ¿Estás bien? —no estaba bien del todo. Aun estaba un poco mareada por el vino, pero podría solucionarlo con una taza de café.

—Sammy estaba acostado en este mismo punto anoche, Alex... no pienso moverme de aquí. —el guitarrista se arrodilló junto a su compañera de banda.

—Está bien, Ems... no tienes que hacerlo. Pero dime que te sientes bien.

—No puedo mentir. Lo siento.

—Mira, sé que esto apesta, y habrías querido que fuera algo más que un rollo de una noche, pero al menos sucedió y fue divertido.

—Lo fue. No me había entretenido tanto en años.

—¿Lo ves? Te conozco, y sé que te habrías lamentado de no haber elegido estar con él. Te tendría más ebria y loca, y probablemente habrías causado algún problema en la calle.

—¿Tú crees? —Alex asintió.

—Estoy seguro. Habrías roto alguna ventana, o cualquier otra cosa. En vez de eso fuiste a entrenar hoy en la mañana y te sentiste mejor. ¿O me equivoco?

—No, tienes razón. Habría sido peor.

—Ven, vamos por un café. Tienes que cantar ahora.

—¿Puedo quedarme aquí por cinco minutos más?

—Claro que sí, Ems. Yo me adelantaré.

Emeraude cerró los ojos y respiró hondo. Necesitó mucha energía para levantarse, pero cuando lo hizo se sintió mejor y pudo cantar por el resto de la noche. Al terminar la jornada, ella fue al parqueadero y se sentó sobre la acera. Un par de minutos después, Arne apareció y encendió un cigarrillo antes de sentarse junto a la cantante.

Guten nacht, Arne. —el alemán soltó una bocanada de humo antes de chocar su puño suavemente con el de Emeraude.

—¿Qué tienes, camarada? —la joven abrazó sus piernas y puso la cabeza sobre las rodillas.

—Es como si hubiera hecho la caminata de la vergüenza, pero no tuve que moverme del lugar donde pasó todo.

—Hace falta caminar esa distancia para reflexionar, ¿no? —Emeraude asintió.

—Claro que sí. En lugar de eso acabé con una botella de vino y lo estoy sintiendo.

—Trata de relajarte. Estoy seguro de que el tätowierten[2] no se está sintiendo igual. Lo único que debe estar buscando a esta hora es una pastilla de ibuprofeno, no arrepintiéndose de lo que hizo anoche.

—Yo no me arrepiento. Fue divertido.

—Pero te portas como una monja que se montó a un sacristán.

—Perdón por no ser una zorra.

Arne rió. Luego hizo un par de anillos con el humo del cigarrillo, lo que le causó curiosidad a Emeraude.

—¿Arne, qué gusto le encuentras a eso?

—Podría explicarlo, pero no entenderías —el baterista se encogió de hombros—. Me ayuda a manejar el estrés.

—¿Y si me das uno? Tal vez funcione conmigo también.

—¿Sabes fumar? —Emeraude movió la cabeza, negándolo.

—Enséñame.

—Sería irresponsable de mi parte.

—Sólo lo haré una vez. No quiero que me cambie la voz por fumar muy seguido. —Arne metió la cajetilla de Lucky Strike en el bolsillo de su camisa.

—No. Lety no me perdonaría que te contagie uno de mis vicios.

—Lety no me manda.

—Pero a mí sí. Soy eternamente suyo, y podría convertirme en apfelstrudel[3] si te ve fumando.

—Arne, es por una buena causa. Tal vez eso me calme.

—Así como estás, vas a marearte el triple.

—Por favor, sabes que soy muy insistente, ahórrame saliva.

Arne terminó su cigarrillo, pisó la colilla con la punta de su bota y sacó otro. Respirando hondo, se lo entregó a Emeraude.

—Aspira como si estuvieras tomando aire normal. —la cantante encendió el cigarrillo y tomó una gran bocanada. Sólo se dio cuenta de que había exagerado un poco cuando comenzó a toser, mientras expulsaba el humo desordenadamente por la boca y la nariz.

—Tranquila. Hazlo un poco más despacio. Saboréalo. Luego expulsa el humo por la boca. —Emeraude lo intentó de nuevo, con un resultado más satisfactorio.

—Sí que conoces tus cigarrillos.

—Comenzaste con Lucky Strike, es bastante fuerte para un novato. —la cantante le dio un par de toques al cigarrillo para deshacerse de la ceniza.

—¿No fumas otra cosa?

—Ya no. Dejé la hierba en Juilliard.

—No hablas en serio.

—Claro que no. Mi hermano nunca dejó que me acercara a un porro.

Emeraude terminó de fumar en silencio mientras Arne la supervisaba como si fuera necesario. Los dos se levantaron de la acera y ella se limpió las manos en el pantalón después de pisar la colilla de un cigarrillo al que le faltaban un par de caladas antes de consumirse por completo.

—No es algo que quiera repetir, pero lo necesitaba. Gracias, Arne. —el alemán levantó el pulgar y sonrió.

—Ven, a guardar todo y a dormir.

El fin de semana no fue fácil para Emeraude, pues el sábado despertó con resaca a pesar de todo el café que bebió la noche anterior. Pero después de pasar el día con un poco de dificultad, el domingo pudo dormir bien y reponerse para estar como nueva el lunes. El martes, antes de la clase de Estadística, la cantante esperó a Sam en la entrada del salón. Él llegó usando gafas oscuras y bebiendo de una botella de agua medio llena. Ella trató de no reírse.

—Buenos días, Sammy de viernes. —él sonrió.

—Buenos días, Emeraude de martes.

—Aun tienes resaca de hace cuatro días.

—No... de hace tres.

—¿Tres?

—Y dos...

—¿Qué?

—Y uno.

—¡Sammy!

—Y no voy a entrar a clase hoy.

—¿Oye, escuchaste de verdad lo que te dije?

—Sí.

—¿Y entonces? ¿Decidiste seguir bebiendo el fin de semana?

—Necesitaba ese fin de semana. Solo ese y no más. Ya hay que decirle adiós al Sammy ebrio.

—Yo le dije adiós el viernes. Tú en cambio le dirás adiós en dos horas.

—Sí, lo siento.

—Ahí viene Gorski. Si no vas a entrar a clase deberías irte. Cuando te vea, te fastidiará por el resto de tu vida terrenal.

—Vale. Adiós, Ems.

—¡Corre, Sammy, corre!

El chico tatuado pasó detrás de Gorski sin ser visto, y antes de entrar al salón Emeraude metió la mano en su bolso, recordando que debía entregarle la camiseta verde a Sam, que para eso había salido del salón. Rápidamente dio unos pasos en la dirección que él tomó, y antes de perderlo de vista, logró gritarle algo.

—¡Sammy, tu camiseta! —el muchacho, desde el otro lado del corredor, se volvió hacia ella con una sonrisa antes de desaparecer.

—¡Quédatela, Ems! ¡El verde se te ve mejor que a mí! —Emeraude sonrió de vuelta y guardó la camiseta en su bolso.

—Que no venga a pedirla en unos días. No se la devolveré nunca.

Sammy Arden, sin darse cuenta, le había regalado a Emeraude Blanchard una nueva camiseta para dormir.

[2] Tätowierten: "Hombre tatuado" en alemán.

[3] Apfelstrudel: Postre tradicional alemán hecho de manzana, canela, hojaldre e ingredientes varios.

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