Para él, último en su especie,
por aquel día de un verano cualquiera en que nuestros caminos se cruzaron,
con nísperos de por medio;
porque es de esos que contra todo pronóstico, se convierte en alguien especial.
Por darme mi dosis de serotonina diaria, por hacerme reír y llorar,
por acompañarme desde las sombras de un bosque hasta algún río con sol.

Para el dodo.

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