〖 dos de dos 〗


Seguían las palabrotas, de las más intensas. No hubo un heroico «márchate... déjame atrás y sálvate tú. Recuérdame siempre». Más bien, hubo un:

—¡¿Piensas que nos atrapen a los tres, imbécil?! ¡Escóndete en algún puto callejón de mierda, no te quieras hacer ahora la heroína! ¡No puedes arreglarme el tobillo! ¡Mierda, joder, que ya están aquí!¡Alaputísimamierda!

La Zorra no necesitó más; voló, más que corrió, echó las últimas energías que le quedaban, ignoró las quejas de sus músculos, de sus pulmones que se iban a quedar en carne viva y secos como una uva pasa; huyó como solo un zorro al cual están cazando puede huir.

Y de alguna milagrosa forma consiguió escapar, aunque solo fuera momentáneamente; perdiéndose entre la gente y escurriéndose en los callejones. Pero estaba sola y sus amigos atrapados. Con el corazón en la garganta se metió en unas puertas de madera de un callejón; solo cuando pudo volver a tragarse el corazón y que este quedara en su sitio, se paró a ver que aquello era un establo y un caballo le hacía compañía.

—Hola, perdón por la intrusión. Me van persiguiendo, si te preguntan no sabes nada de mí, ¿ok?

El caballo bayo la miró indiferente, y ella se acercó a acariciarlo. Porque jamás dejaba a un animal sin acariciar si le era posible. El pobre no era un ejemplar de los mejores, y vivía en condiciones bastante precarias.

—Quién iba a decir que me iba a esconder con un caballo —comentó—. Espera... ¡un caballo!

Lo siguiente fue verla montando al rocín y salir a la tremenda del establo, al potente grito de:

—¡¡Vamos, Eorlingas!!

Por supuesto, estaría radiante de felicidad en esa situación: montar a un caballo salvajemente y huir al galope. Si no fuera porque le faltaban dos compañeros de aventuras. Sabía que toda la policía estaría buscándola, y que debía encontrar un lugar donde poder esconderse. Su mente le sugirió uno, que estaba allí y que quedaba relegado en su memoria... hacía tanto tiempo desde que juró no volver...
Apretó los labios y siguió arreando al caballo, escuchando en constante ritmo de los cascos en el suelo al cabalgar.

Mientras tanto...

—Me cago en la hostia putísima de toda su puta mierda, grandísimos hijos de la grandísima puta universal, ectoplasmas ridículos, mierda, joder. MECAGOENDIOS.

Dodo y Calabaza estaban metidos en una pequeña y miserable celda de cuartel; el primero de pie dando vueltas y la segunda tirada en un rincón, agarrándose el sufrido tobillo.

—¿Dónde estará la Zorri?

—Espero que haciendo algo de provecho —masculló la Calabaza.

—Con tal de que no la pillen y podamos escapar...

Poco se imaginaban lo que estaba haciendo en verdad.

La Zorra había terminado en una casa, que llevaba años abandonada. Pese a su aspecto de total olvido, al entrar mil recuerdos la invadieron. Todo lo deprisa que pudo, ignoró las habitaciones, los recuerdos y la oscuridad reinante, cerró puertas tras de sí y subió las escaleras que la llevaron a la buhardilla. Todo estaba atestado de trastos, cosas acumuladas con el tiempo, entre las cuales una chiquilla había pasado muchas horas de juegos.

Se dirigió a la única puerta cerrada con llave y que tenía el letrero de «LABORATORIO»; la llave se guardaba en la parte superior del marco, oculta. Abrió, encendió la luz, rebuscó entre las cajas detrás de una estantería y sacó victoriosa dos katanas.

Una era mucho más grande que la otra, espléndida, pesada, con el mango tallado; la otra algo más pequeña y ligera. Cogió la última, que además estaba más afilada. Entonces su fino oído escuchó a la policía de llegar a la calle.

—Mierda —dijo en voz alta.

El estrés se apoderó de su cuerpo. Allí arriba hacía demasiado calor para pensar, el sudor le resbalaba por la frente y por la espalda a chorros, se le nublaba la mente. Miró a su alrededor... tantas cosas, tantos recuerdos. Buscó algo útil... nada. Sus dedos temblorosos tocaron una llave, con la cual abrió un arcón de madera vieja. Estaba lleno de cosas, pequeños detalles, que ella sabía, solo eran fragmentos de una vida. Le dio un escalofrío, contemplando esas cosas, de alguien que podría haber estado más tiempo en su vida y que quizás podría haberle contado la historia de cada una de ellas. Fue demasiado para la cambiaformas. Lo último que vieron sus ojos fue una foto de su familia, de la que un día tuvo, antes de caer desplomada al suelo.

Seguía apretando la katana en una mano y la llave en otra, cuando abrió los ojos, volviendo lentamente a la conciencia.

—Mierda —se quejó mascullando, alargando la última vocal. Sentía la cabeza darle vueltas.

Sintiéndose más muerta que viva, empezó a incorporarse. Una mano en el suelo sucio, otra, luego la rodilla, el pie, y al fin se encontró erguida. Entonces escuchó los golpes. Estaban intentando echar la puerta abajo; tenía poco tiempo. Lo primero que hizo fue correr hacia una especie de ventana oculta, que siempre había encontrado de lo más inútil; se abría y daba al vacío de las escaleras. Apartó de dos patadas los trastos que había, intentando mover el cierre; décadas llevaba anquilosado y oxidado, pero por fin lo consiguió. Que la ventana se abriera, ella soltara un suspiro y la puerta de abajo cediera, fueron todo uno.

Pero estaba preparada para tirarle lo que fuera a quien intentara subir. Y así fue; muebles, trastos y de todo les llovieron a los guardias, que no esperaban tal avalancha desde ese punto estratégico. Alguno quedó noqueado, pero otro par consiguieron subir antes de que la Zorra lo impidiera.

x-x-x

—Qué mierda de aburrimiento.

Llevaban horas en esa asquerosa celda, sin nada que hacer ni que decir. La Calabaza seguía quejándose interminablemente por su pobre pie adolorido. El Dodo intentaba idear algo, pero era casi imposible en tal situación.

—Si al menos pudiéramos jugar al dominó...

—Y la Zorra esa estará tan feliz por ahí —masculló la Calabaza en su rincón—. Como se deje atrapar la muy puta la despellejo.

—Estará bebiendo a nuestra salud y divirtiéndose de dejarnos solos...

—Estará celosa.

—¿Celosa? ¿Me quieres decir que se pone celosa cuando no está con nosotros?

—Claro, a nadie le gusta sentirse excluído...

Las risitas ahogadas del Dodo se perdieron entre las paredes. Luego, un silencio y un suspiro profundo rompiendo el mismo. Y entonces escucharon los pasos de alguien acercarse a la celda.

Bien poco se imaginaban que la Zorra se estaba enfrentando a sus propios fantasmas del pasado, a un sitio por demás agobiante y contra los guardias de la policía, luchando con una katana ligera y otra grande. Por cierto que no se le estaba dando nada mal. Nunca tomó clases de esgrima, aunque un chico prometió que le enseñaría —promesas de chicos sin cumplir no le faltaban—, pero había practicado sola contra el aire o contra árboles. El punto estrella fue cuando la espada impactó en la lámpara del techo, cayendo esta en una lluvia de cristales. De un momento a otro todo estuvo lleno de sangre, que manaba de pequeños cortes en las caras de los policías; cortes no graves, pero terriblemente aparatosos en cuanto a sangre.

«Akira Kurosawa estaría orgulloso de mí», pensó la Zorra, aprovechando a manchar el filo de la katana con sangre. Para darle más glamour.

Y mientras esos gritaban y se quejaban y estaban ciegos por la sangre, ella saltó como zorra que era, abrió una puerta que daba a una terraza inexistente... y brincó por los tejados. Si alguna vieja vio aquello, se quedó pasmada por el resto de su vida; la figura de una chica, corriendo por los tejados, resbalando y manteniendo precarios equilibrios en tejas viejas, con una katana a la espalda y otra en la mano, sin contar la sangre y los cortes. Y la macabra sonrisa de triunfo. Como alma que escapa del diablo.

Al fin, terminó en los alrededores de la comisaría, en cuyas celdas estaban sus amigos. Sus mejores amigos... la única familia que tenía. Oculta tras una chimenea, observaba; y vio la posibilidad de colarse. Detalles que no vienen a cuento, como siempre ocurre en las historias así, consiguió colarse.

Y así es como por fin, en una celda, lo encontró. Como cuando recorría las jaulas de una perrera hasta encontrar al perro más especial de todos, solo que esta vez el perro era el Dodo. Abrió la puerta con la llave que había sustraído.

—Gilipollas —se dijeron los dos a la vez, lanzándose a un abrazo.

—¿Y la Cala...? —empezó a decir la Zorra, justo cuando fueron interrumpidos.

—Mierda, vuelven. Vámonos.

Corrieron, escaparon por los pelos, la misma historia de siempre. Saltaron a un carro lleno de paja, en la cual se camuflaron para salir del centro de la ciudad. Hacer eso siempre había sido una fantasía por cumplir. Intentando abreviar, el Dodo le contó que se habían llevado a la Calabaza para curarle el tobillo, o eso habían dicho, y ella relató en muy resumidas cuentas sus peripecias. Saltaron del carro en las afueras, yendo hacia lo salvaje, y terminaron metiéndose en una riada seca, entre álamos, donde poder descansar y estar protegidos. Se sentían agotados, especialmente la Zorra, que se acurrucó al amparo del Dodo. Pudo permitirse ser débil, sintiéndose a salvo con él, y pensó en el buen equipo que hacían. Cuando cada uno de ellos lo había perdido todo, se encontraron, y se convirtieron en mutuo apoyo, en sus únicos amigos, en su única familia. Si hay algo peor que no tener amor, es haberlo tenido y haberlo perdido, como lo habían perdido ellos. Pero ahora se tenían, uno para todos y todos para uno. No quería perderlos, como había perdido a quienes algún día tuvo. Ellos eran lo único que tenía.

—Mierda, me he dormido —gruñó la Zorra, despertándose de repente de su pequeña siesta. Seguía junto al Dodo.

—Me alegro. ¿Has descansado bien encima mío? —sonrió él.

—Chst, no empieces, que si te pones tierno me ablandas.

—Siempre ha sido mi propósito...

Habrían terminado entre bromas cariñosas, eternas en ellos, divertidos y tiernos, pero la falta de la Calabaza se hacía presente. Justo entonces escucharon ruidos de alguien viniendo. Los dos se transformaron, y donde había un chico y una muchacha ahora había un dodo y una zorra acurrucados entre los álamos. Un grupo de gente pasó cerca, buscando algo; se preguntaron qué buscarían. Y entonces vieron un carro lleno de calabazas, del cual cayó una al suelo. Lo extraordinario fue cuando echó a correr con las patas a toda velocidad. A la Zorra se le escapó un gruñido de felicidad, y el Dodo chasqueó el pico. La Calabaza dio tres vueltas antes de terminar entre los álamos... donde se encontró con esos dos, igual que el día en que se conocieron. Los dos se lanzaron encima de ella, entre la felicidad y el juego bruto. Si alguien los hubiera visto habría pensado que aquello era una cadena trófica en la que una pequeña carnívora se comía a un pájaro que se comía un vegetal.

—A saber lo que hayáis estado haciendo los dos solos —fue lo primero que dijo la Calabaza, cuando volvieron a sus formas humanas.

—Mejor no te lo decimos —El Dodo miró a la Zorra, la cual no pudo aguantarse la risa.

—Entonces mejor no os digo cómo me escapé.

—¡Eeeeh!

Se inició una batalla estúpida hasta que la Calabaza soltó prenda sobre cómo había conseguido escaparse, porque las dotes calabaciles estaban infravaloradas... intercambiaron todas las historias, tras lo cual celebraron en un arrebato de alegría común el buen fin de la aventura.

—¡FIESTAAAA! —gritaron.

No podrían volver a la ciudad en un buen tiempo; ahora mismo toda la policía estaba revolucionada buscándolos. Pero ¿quién necesita ir al centro para montarse una fiesta? Solo necesitaban un poco de contrabando, lo cual fueron a buscar a los barrios chungos. En el camino, se encontraron con alguien que conocían; y no por buen recuerdo.

—Mirad a quién tenemos ahí... oh, oh, la que nos ultrajó.

—¡Sujétame que la mato! —saltó la Zorra, con una especial mirada asesina fijada en aquella tipa.

—Tranqui, zorri, tranqui, déjala que no es para tanto...

—¡¿Cómo que no es para tanto?! —le replicó al Dodo—. ¡¿Encima de todo lo que nos hizo la imbécil, y que se metió contigo?! Se va a enterar, ahora sí me la encaro.

Creedme, nadie quiere ver a la Zorra realmente enfadada. Es algo que muy rara vez ocurre. Tanto ella como el Dodo y la Calabaza pueden ser sarcásticos, insultantes, replicadores y lo que quieras, pero muy extrañamente se preocupan de odiar en verdad a alguien y gastar sus energías en ello, aunque se divierten con todo el lío y quilombo.

—Ojalá un día se tropiece con una piedra, se rompa la nariz, se caiga por un risco y le quede la cara deforme y fea y se le rompa la columna y quede paralítica y nadie la quiera nunca y se muera sola en la miseria —mascullaba en su brote psicótico—. ¡¿Qué se creía, Jesucristo?! ¡Lo que es es imbécil subnormal! Y encima, por si le parecía poco para ganarse el infierno hacer lo que hizo, además se mete con Andy. Será gilipollas, si no le parece bien que coja su mierda y se la trague, no que vaya por ahí así. ¡¡NADIE HACE ESO Y SALE CON VIDA!!

La Calabaza observaba tranquilamente a su Zorra de hacer, sin ninguna intención de pararla, y el Dodo lo mismo; más bien, veía cómo la Zorra se encaraba rabiosa con aquella por... ¿defenderlo? ¿Vengarse?

Lo que siguió es demasiado violento como para ser descrito aquí, pero sabiendo lo que se sabe todos podrán imaginar algo. Baste decir que la Zorra se salió de sus casillas totalmente, y que aquella ultrajadora nunca, jamás, volvería a hacer lo que hizo. Al final la chica se calmó, poniendo su sonrisa de tranquila psicopatía.

—Muy bien, Adhy —comentó la Calabaza.

—Nunca olvidaré esto, ni cómo me has defendido —El Dodo la miró de forma épica, haciendo que ella sonriera automáticamente. Nadie hubiera dicho que esa Zorra y la de hacía unos minutos eran la misma.

Traumas y reyertas aparte, volvieron a salir victoriosos, otro motivo para celebrar. El contrabando, para gente asidua a él, no es difícil de conseguir, y así terminaron en un puente de la carretera a las afueras de la ciudad.

Se llenaron vasos con líquidos innecesarios de describir, y bebieron, y se rieron de todos, de cómo habían escapado, de los dramas y de la vida misma.

—¡Joder, sí! Échame más, anda —La Zorra alargó su vaso, el cual le volvieron a rellenar. Tenía las mejillas rosas y una sonrisa inmensa, igual que los otros.

Estaban tirados en el suelo, en el saliente del puente, mientras la luna salía y la noche se hacía más cerrada.

—Para completar nuestra lista de ilegalidades, tenemos: robos, fugas y escapes, agresión a la autoridad, rebelión total, armar pelea, contrabando, alcohol, otras sustancias no especificadas...

—Y tus daddy issues.

—Yeah, daddy.

Se rieron. El Dodo sacó todas las cositas ilegales que habían conseguido, y entre revolcones terminaron en otro plano mental, y a pique de caerse por el puente.

—Tío tío tío tío, tenemos pimienta.

—¡No la irás a esnifar!

Demasiado tarde. También esnifaron pimienta, mientras se ahogaban entre risas y estornudos, y más risas, y más gilipolleces. Lo que sea que llevaran, todo quedó vacío; consumieron en su totalidad la alta gama de sustancias.

—Hostia que viene alguien.

Efectivamente, linternas se acercaban por el camino, desde la otra parte del puente.

—¡Ámonos que nos pillan!

El Dodo se levantó, y si no se agarra a la barandilla se habría caído, mientras la Zorra se reía hasta morirse, con esa risa floja irracional. Y la Calabaza metía prisa. Pero antes de irse la Zorra recogió todo en la bolsa.

—¡Deja eso, joder, vámonos!

—¡Que no! Uno se puede ir a emborracharse y drogarse donde quiera, pero no tolero a la gente que se deja la basura en cualquier parte —refunfuñó ella.

Al final, echaron a correr puente abajo. O lo intentaron. Pasándose los brazos por detrás, terminaron los tres yendo como perfectos borrachos agarrándose unos a otros, intentando caminar sin caerse, algo difícil de conseguir. Riéndose a cada dos pasos. Uno se caía, los otros lo levantaban, se caían los tres y se partían y revolcaban en el suelo, volvían a agarrarse y caminar.

—Me pica la nariz.

Una gilipollez como esa producía una avalancha de risas irrisorias.

Quienesquiera que fuesen los de la linterna, o si los iba a pillar la policía, ellos huyeron hacia el bosque. Creían que era el camino a casa, pero iban tan colocados tururú y no sabían dónde se ubicaban. Drogadísimos.

Unidos como uno, caminaban torpemente, apoyándose, agarrados y con los brazos pasados por los hombros. Procurando no caerse al suelo ni estamparse con un árbol; cosa en extremo difícil.

—Si me dicen que voy a acabar así... —murmuró la Zorra.

—Me lo creo —completó el Dodo, para reírse luego.

—Viiva la vida locaaa —cantaron los tres. Lo cual acabó en cantar:

—Viiva la papa pa pa pa col po po po pomodooro e viva la pa, pa pa pa, col po po pomodoroo.

Entre sombras y confusión, errantes como almas perdidas, acabaron por rendirse a las nubes de sueño que se apoderaban de sus cabezas. Cualquier sitio sirvió, para hacerse con un buen rincón entre árboles y tirarse en él a descansar; unos encima de otros, el trío amontonado, se quedaron fritos automáticamente.

x-x-x

Cuando el trío de bellos durmientes amontonados despertó, descubrieron que estaban al lado de un río.

—Cómo os gusta dormir encima de mí —dijo el Dodo desperezándose.

—Creo que se puede discutir quién ha estado encima de quién...

—A levantar, loquitos.

—Ey, mirad, un río.

—No me pienso meter —repuso el Dodo—. El agua siempre está helada.

—Y el lodo hasta las rodillas —añadió la Calabaza.

—Meh meh meh sois unos tiquismiquis —replicó la Zorra.

Comenzó una pequeña batalla verbal... que terminó con la Zorra empujándolos al río brutalmente, tirándose ella también.

—¡Toma yaa!

—Serás puta —Comenzaron a echarle agua.

—Pero vuestra puta.

Hubo una guerra de salpicones, chapoteos, gritos, risas y de todo; se bañaron a lo salvaje. Nadaron al centro del río, luchando con la corriente, hasta que la corriente fue más fuerte que ellos.

—Que nos llevaaa.

—Wiiii.

—¿Por qué se acelera?

—Espera... ¿habéis visto eso?

—¡¡CASCADAAA!!

Gritos de pánico o emoción. Por mucho que patalearon no pudieron hacer nada, y fueron arrastrados por la corriente inexorablemente... que se los tragó de forma brutal. Simplemente desaparecieron. Y cayeron al vacío entre litros y litros de agua. Todo aquello en menos de dos segundos, y entonces emergieron sus cabezas a la superficie escupiendo, tosiendo y maldiciendo.

—No nos hemos matado porque vamos drogados —escupió la Calabaza.

A lo cual los otros empezaron a reírse hasta casi volver a ahogarse. La corta cascada los había tirado del río a una pequeña laguna, la cual en aquel momento era el paraíso para ellos solos.

—La laguna me mola —sentenció el Dodo.

—Dodo approveees —dijo la Calabaza.

Nadaron hacia donde podían hacer pie, quedando ahí varados como nutrias perezosas, con todo empapado y la ropa pegada al cuerpo, disfrutando de la vida y sin dejar de decir pendejadas, de esas con las que se entendían todo el rato. La conexión de pendejadas que tenían constante.

—Oye, creo que hoen el próximo cumpleaños del dodoy es mi cumple —dijo el Dodo en medio del momento droguis.

—¿Pero no fue ayer y por eso fuimos a la ciudad?

Y se rieron más, como drogados que estaban, haciendo sonidos extraños hasta atragantarse y ahogarse, hasta que se les escaparon lágrimas de los ojos, y se agarraban el estómago gritando «NO PUEDOO»; riendo más y más. En una espiral interminable, porque se reían de su propia risa y estupidez.

—Ay, Dios... —murmuró el Dodo llorando, mientras la Zorra igual intentaba secarse los ojos.

En aquel estado de irreverente hilaridad en el que estaban, metidos en el agua de la laguna y hechos un desastre, entonces... ocurrió algo.

De forma repentina, brutal, inesperada y chocante. Fueron abducidos por un ovni.



CONTINUARÁ... en el próximo cumpleaños del Dodo.





»»————- ♡ ————-««

nota de la pendeja que escribe a continuación:

FELICIDADES DODO MÍOOO :D *fiesta*. Que te nos haces viejo (imagínate, desde que se dieron por extintos los dodos, y este sobrevive...).

Has conseguido ganarte a esta zorra hasta el punto de que te escriba una historia como regalo de cumpleaños. La historia más pendeja y mamarracha de las peripecias del mejor trío fantástico, Anditwasknownas, Lyrailalinbanza y Adharinduriel, compañeros de gilipoll- digo, de aventuras. Los tres medio animales medio humanos que van errantes por la vida juntos, entre líos y embrollos. (Y críticos literarios con mucho sarcasmo).

Para quien esté leyendo esto: NADA ES REAL, ¿ok? Y no os droguéis.
Bueno... vale, puede que algunas cosas sean reales... Aunque el hecho de estar los tres juntos viviendo la vida loca no, lo cual es lamentable.

La casa de tres pisos de pueblo, la katana en la buhardilla de mi abuelo, conversaciones, el puente de la parranda nocturna... Todo inspirado en cosas verídicas.

Cuando el dodo y yo nos conocimos, fue hablando de nísperos... de eso hace ya más de dos años /cry.

En la creación de esta historia ha participado, cómo no, la media neurona de la calabaza dando ricas ideas, así que el regalo es de ambas. Escribí esto como en una semana y un mes antes, no digan luego que no me apercibo.

Hay escenas de cosas que podría haber metido pero no entraban y quedan en eliminadas/censuradas... Stop wondering about it. 
(Según la calabaza debería haber escenas +18, pero ya era mucho pedir. En realidad todo es +18)

No pienso decir nada sobre daddy issues.

¿Nos vemos el próximo año? Quién sabe, quizá nos atropella un camión antes, la vida da muchas vueltas... (no plox, diosito no nos mates todavía).

En fin, dodo mío, espero que te haya gustado este regalo (sé que habría sido mejor que fuera a tu casa en bañador, pero se hace lo que se puede), y ojalá te haya hecho llora- quiero decir reír, o lo que sea.

Creo que lo tenemos todo dicho y no hacen falta más palabras ni ninguna carta emotiva. Para ponerme a decir que eres único, especial, curioso, divertido, sorprendente, versátil, y que algo tienes para obsesionar a algunas... Que eres como una cueva oscura en la que piensas que da miedo entrar por si hay bestias, y que cuando entras descubres tantas cosas que nunca quieres salir, porque no deja de tener sorpresas y se convierte en un lugar seguro al que acudir. ¡A lo que voy! ¿Cuándo me pagas el tren a tu casa? No, eso no era...
Gracias por existir, por apoyarme, por ser quien eres, por mandarme vídeos de animalitos, fotos, contarme cosas, ayudarme, montarnos ideas bizarras, por todas las risas y estupideces. Y por invitarme a la tierra del mar.

Y ya paro, que mi FBI agent se está poniendo nervioso.

Con todo mi amor, locura, especias no especificadas y más amor, para Andy el dodo god adodado. I love you <3

>> De su pequeña raposa, y el vegetal con patas.

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