Without you

Abrió la puerta de la entrada con familiaridad, ingresando a la casa, caminando por el pasillo central hasta que alcanzó la escalera que lo llevaba al segundo piso. En su trayecto algo llamó su atención, girando el rostro a la sala de estar. Contempló con detenimiento el piano de cola que estaba ahí, que solo no estaba lleno de polvo por la servidumbre de la casa.

Se detuvo al pie de la escalera y se acercó hacia el piano, pasó delicadamente los dedos por la superficie pulcra y brillosa de la madera. Por inercia levantó la tapa revelando las teclas blancas y negras. Deslizó ligeramente los dedos encima, sin provocar sonido alguno. Recordando los días donde solía tocar. Su dedo se hundió en un do, el sonido hizo eco en la sala vacía.

Bajó la tapa del piano y se alejó de la sala, subiendo las escaleras con una carpeta debajo del brazo. Cuando alcanzó la parte más alta se dirigió hacia su habitación, que estaba hasta el fondo. Sin embargo, vio ligeramente la puerta cercana a la suya medio abierta. Su mirada se dirigió hacia las personas que estaban dentro solo un momento, hasta que su presencia fue detectada, recibiendo una sonrisa en respuesta. Neji se inclinó un poco saludando de esa forma y se alejó llegando a su cuarto.

Dejó la carpeta en la mesa, sin abrir el título que había adquirido días atrás y que hasta ahora había impreso. Ingeniero en sistemas. Había decidido adentrarse a conseguir su título de algo que conocía a la perfección. Ya tenía los conocimientos y mucho más de lo necesario cuando Maito Gai, el profesor que lo había metido en ese mundo, le recomendó que consiguiera un título que abalara su gran dominio en el ámbito. Neji había asistido a los cursos de Gai durante años, desde los quince años y había aprendido muchísimo, más de la cuenta, al tener clases particulares donde el mismo hombre le enseñó cosas que al resto de sus alumnos no.

¿Cómo no hacerlo? El nivel de aprendizaje de Neji era alucinante, captando las cosas con rapidez, su habilidad no iba a la par de sus cursos. Por lo que emocionado ante tanto espíritu, decidió enseñarle todo lo que sabía. Le dio certificados pero no consideró que fueran suficientes.

Por eso mismo, bajo el consejo de Gai, se inscribió a aquella escuela cercana, cursando la carrera con rapidez. Debería haber demorado cuatro años, le tomó la mitad del tiempo. No había aprendido nada nuevo y el mismo Hyūga entendió que ningún maestro alcanzaba el dominio de Gai. Y por fin se había dignado a buscar aquel papel. Se recostó en la cama, cubriendo sus ojos con su antebrazo. Escuchando las manecillas de su reloj en la pared marcando el transcurso del tiempo. Giró su cabeza un poco para ver la tenue luz filtrarse por las cortinas cerradas. Pronto su cuarto se sumergiría en la penumbra si no encendía la luz. A pesar de eso no se movió ni un poco, eso no importaba a fin de cuentas.

Sus parpados comenzaron a ser más pesados, hasta que finalmente se entregó al cansancio, pensando que tal vez debió cerrar la cortina para no permitir la entrada de luz. Le molestaba de sobremanera, a pesar de que la luz podría ser un consuelo. O eso es lo que Hinata solía repetirle, cuando ingresaba a su cuarto a correr las cortinas y abrir las ventanas, para ventilar el cuarto y animarlo un poco, que dejara atrás su actitud apática. Como si se negara a ver la realidad de las cosas.

Hace tiempo que él se había ahogado en la oscuridad misma.

Abrió los ojos unas horas más tarde, sin la posibilidad de ver sus movimientos por la falta de luz. La noche lo había acogido. Por lo que permaneció ahí en la cama, recostado durante un gran rato, solo escuchando su propia respiración. En algún momento escuchó la puerta sonar, adivinando que sería su prima, con la intensión de que bajara a comer algo. Sin embargo, no respondió dejando en evidencia su estado de ánimo.

Agradecía que lo entendiera y que luego de insistir un poco, dejara de molestarlo.

Sin saber cuánto tiempo estuvo acostado en la oscuridad, se levantó encendiendo la luz. Sus ojos se cerraron de golpe. Se había acostumbrado a la falta de luz y aquella aparición repentina lo aturdió. Una vez que se acostumbró se acercó al librero que tenía en su cuarto con la carpeta entre sus manos, con la intención de archivarla ahí. Sus dedos acariciaron los libros buscando cual sería el mejor lugar para ponerlo. Eligió un lugar vacío entre dos libros y los empujó para hacer un poco más de espacio. Posteriormente acomodó la carpeta pero esta se veía saltada, como si algo impidiera que se acomodara bien.

La extrajo nuevamente y quitó uno de los libros, metiendo la mano para ver qué era lo que entorpecía sus acciones. Tocó algo con la yema de los dedos, se inclinó para que su visión detectara que fuera antes de sacarla. Tomó la tapa y la sacó del fondo. Presionó los labios, fastidiado. Pensó que aquello estaría en la basura, hace ya más de cinco años que no lo había visto. Los sostuvo entre sus manos un momento.

Consideró en acercarse al bote de basura que estaba junto a su escritorio y tirarlo sin pensar demasiado. Sin embargo, su mente tortuosa lo motivó a abrirla. Visualizó el primer bosquejo que había hecho de un par de aves en el nido que alguna vez pusieron junto a su ventana. Al inicio siempre había dibujado cosas banales, cualquier cosa que le gustara. Su técnica había mejorado con el paso del tiempo, pero necesitó de práctica. Alcanzó las últimas páginas, provocando un malestar doloroso en su interior al contemplar aquel boceto a lápiz.

La única prueba de que Tenten había existido y no había sido un juego de su cabeza.

Su mente trajo a colación recuerdos que no quería pensar y que siempre evitaba a toda costa, considerando el tiempo que había pasado. Aunque al inicio se negó a dejarlos ir, aferrándose a ellos y sintiendo el dolor lacerante en su interior ante la sucesión de hechos.

Cinco años atrás, al ver la casa vacía y aceptar que Tenten se había ido al tener las pruebas irrefutables enfrente suyo, sintió que todo su mundo y él mismo se rompía en mil pedazos. Había hiperventilado, sin saber cómo había llegado hasta su cuarto, encerrándose sin moverse en todo este tiempo, cubierto por las sabanas de su cama. En una lucha mental sobre que todo esto no era cierto y que todo regresaría a la normalidad.

Sus pesadillas se potencializaron, considerando que había dejado de tenerlas desde que comenzó a salir con la castaña. Lo atacaban con una violencia que le impedían dormir con normalidad. Ya que no solamente lo acechaban sus monstruos internos anteriores, sino aquella casa vacía y la figura femenina perdiéndose en la lejanía. Despertaba empapado en sudor con los músculos paralizados, sin tener ganas de volver a dormirse. Realmente había intentado no volver a dormir, pero el cansancio extremo de su cuerpo lo derrumbaba en algún momento y si darse cuenta ya estaba durmiendo. En esa época las ojeras debajo de sus ojos eran bastante prominentes.

El silencio sofocante de su habitación lo hacía sobre pensar las cosas a tal nivel que terminaba teniendo ataques de pánico donde su mente comenzaba a franquear. Sobre que era realidad y que no, sobre si en ese momento estaba despierto o era otra de sus pesadillas. Su mente agotada comenzó a jugar con él, dudando de la realidad misma, potencializando su agonía. ¿Había sido un juego de su mente, como placebo de su miserable vida? Lo cual tendría sentido ya que siempre había pensado que ella había sido suficiente buena, demasiado para lo que él merecía. Él jamás la había merecido ni un poco.

La nube obtenebrante de su cabeza distorsionó tanto su realidad que presa de la desesperación, un día, sin saber cuánto tiempo después, se adentró a bañarse con la ropa puesta, sintiendo el agua helada desatar espasmos en su cuerpo. Se quedó ahí hasta que su cuerpo se entumeció y salió, cambiándose de ropa. Había comido algo sin muchas ganas y sin saber realmente que era, solo había tomado lo primero que alcanzó.

Decidió apagar su cabeza, encerrar todo eso y concentrarse en su vida.

¿Qué era lo que hacía antes de que ella llegara y cambiara todo? Nada relevante, siempre se había movido por inercia, acudiendo con Gai, pasando todo el tiempo fuera de casa al pasar a la biblioteca o quedándose en algún parque cercano. Hasta que la noche llegaba. Por lo que se obligó a sí mismo a retomar aquella rutina. Viendo el mundo en blanco y negro, sintiendo su interior apagado, muerto y sin una dirección.

Estuvo de esa forma durante un par de semanas, hasta que al estar sentado en un parque, viendo las hojas caer de los árboles, no pudo determinar de qué color eran. Y en ese momento fue consciente de que hace varios minutos había empezado a llover y estaba completamente empapado. No había sentido las gotas golpear su cuerpo. Neji ya no sentía absolutamente nada. Y a pesar de ser consciente de lo que sucedía, se quedó ahí, sintiendo el agua golpeando su cabeza y descendiendo por su cuerpo. ¿Para qué resguardarse? ¿Qué sentido tenia moverse o seguir con esa rutina absurda? Tenten había sido la luz que había iluminado su vida y cambiado toda su existencia, le había dado un objetivo, algo a lo cual aferrarse. Estar con ella era todo lo que le importaba. Ella era su todo.

Su interior se encendió, rememorando cada momento, cada instante que había pasado con la castaña. La primera vez que había tomado su mano, las mejillas sonrojadas, como a su lado todo parecía estar bien, el calor de su piel. El sabor de sus labios, su aliento encontrándose con el suyo, la textura de su piel contra la suya. Respiró profundamente, como si hubiera dejado de hacerlo y sintió su pecho inflarse, hasta romperse.

Aquel pequeño contenedor de cristal que albergaba con fragilidad los recuerdos de Tenten, se rompió, desatando el mar de emociones. Gimió dolorosamente y las lágrimas comenzaron a deslizarse sin límites por sus mejillas, perdiéndose en su rostro por las gotas que caían del cielo con gran ferocidad. Su interior agonizante y lastimero buscando drenar todo ese dolor de la pérdida, de la incertidumbre de perderla. Pensando que todo había sido culpa suya, aunque no había una razón real. Cubrió su rostro con sus manos en un intento de detener el dolor paralizante que buscaba derribarlo, intentando volver a unirse a sí mismo.

Su pecho dolía tanto que le costaba respirar, mientras repetía una y otra vez las mismas imágenes en su cabeza. ¿Por qué se había ido? ¿Qué era lo que él había hecho mal? ¿Por qué lo había dejado solo, luego de hacerlo sentir demasiado? ¿Por qué, porque, porque? Lo más doloroso era que jamás obtendría una respuesta.

Su alma se había secado al mismo tiempo que la lluvia se detuvo, aunque el dolor seguía, estridente y aplastante. Se obligó a sí mismo a moverse hasta llegar a su casa. No sabía cómo había tenido la voluntad de alcanzar su cama y dejarse caer nuevamente ahí, en la oscuridad, donde parecía que debía permanecer. Su mente comenzó a jugar con él, haciéndole considerar que todo eso que había pasado había sido producto de su cabeza. Una imaginación que lo consolara.

Al inicio había sido una sola idea, pero el pensamiento recurrente comenzó a martirizarlo hasta que empezó a dudar con violencia. ¿Había existido? ¿Ella había estado con él? ¿Todos esos momentos los había soñado? Los recuerdos parecían cada vez más lejanos con el paso del tiempo, ya no recordaba su voz y su rostro parecía mostrarse difuso. Por eso mismo, luego de meses, donde intentaba retomar su vida, camino a casa entró en crisis cuando al pasar enfrente de aquella casa, había una familia adentro. Parecían tan cómodos, como si siempre hubieran vivido ahí. Ya no estaba aquel letrero que indicaba que estaba en venta.

¿De verdad había imaginado todo?

Se negó a creer algo como eso, no, no era posible. No podría imaginar algo así, corrió a su casa, presó de la ansiedad que paralizaba su cuerpo. Una vez en su cuarto miró con gran desesperación todo el cuarto. Ella había estado ahí, se había sentado en su cama, habían visto películas ahí. Él la había besado ahí... ¿o acaso no era así? Le costaba respirar cada vez más, mientras buscaba algo, algo que comprobara que ella existía y que había estado con él. Miraba con desesperación a todos lados, en busca de la mínima cosa.

Había pasado varios meses, no habría evidencia alguna, ya todo estaba limpio.

Pero lo necesitaba, realmente necesitaba algo. Se movió por sus cajones, intentando buscar la agenda que le había dado, sus manos temblaban nerviosas, no estaba, no estaba por ningún lado. Se quedó quieto intentando calmar los pensamientos negativos en su cabeza, respirando con dificultad, cuando sus ojos captaron algo. La esperanza cobró fuerza y se acercó, casi tropezando con sus propios pies hasta alcanzar aquella libreta, su cuaderno de dibujos. Él la había dibujado, intentando captar la perfección en esas páginas y poder recordarla cada vez que la viera. La abrió hojeando las hojas, sintiendo las manos frías, hasta que alcanzó las últimas hojas.

Ahí estaba, la mujer con los ojos brillantes y la sonrisa más cálida que le habían dedicado en su vida. Su pecho se infló y respiró profundamente como hace tanto no lo hacía. Ella realmente existía y había estado ahí. Se dejó caer al suelo, sintiendo como su respiración se calmaba, hasta que se quedó quieto, sin moverse. Perdiéndose en un punto en la puerta que tenía enfrente.

Ella había existido, pero se había ido.

No sabía que era peor, el hecho de que era alguien real que se había ido de su lado o un productor de su imaginación y que todos esos momentos solo habían sido un consuelo para amortiguar sus pensamientos negativos que siempre solía tener. Concluyó que cualquiera de las dos era tan mala como la otra.

En algún punto, en clases decidió tomar la carrera por insistencia de Gai, centrándose únicamente en eso. Lo único a lo cual podía aferrarse ahora. Nuevamente a nadie le interesaba escucharlo, nadie se dirigía a él en aquella casa y su nombre no era mencionado con regularidad. Como si el mismo no existiera. De alguna forma su vida se había rebobinado hasta antes que ella apareciera.

De esa forma pasó el tiempo, donde le Hyūga pasó de pensar en ella en sus momentos más oscuros, preguntándose donde estaría y si estaría bien, hasta el punto de anestesiar su interior, evitando pensarla, traerla a colación, hasta que Tenten dejó de aparecer en su mente ante la más mínima provocación. Huyendo de su recuerdo y sacándola con rapidez cuando pasaba. El resentimiento se presentó en algún momento.

Fue consciente de él cuando Hinata, en alguna de esas ocasiones donde solía buscarlo y estar el mayor tiempo posible con él y al verlo mal, se sentó a su lado en el suelo. En completo silencio, algo que agradeció, no quería oírla decir nada innecesario. Estuvieron de esa forma durante un largo rato hasta que su prima sembró la semilla.

―Si ella te hubiera querido, jamás te hubiera hecho esto.

Su voz se perdió en el silencio, Neji no hizo ningún ademán de responder. Cuando esos bajones se le presentaban solo quería quietud, cada vez eran menos presentes. Solo se quedaba en su cuarto un día sin hacer nada relevante y al día siguiente seguía con sus labores. Nadie se daba cuenta a menos que entraran y vieran todo apagado. Algo que Hinata hacía de vez en cuando.

Se sorprendió de escucharla en esa ocasión, siempre había dado por hecho que aquello que había sucedido con Tenten, su relación, había real aunque efímera. Pero los porque solían atormentarlo, al no tener una respuesta concreta de que había pasado. Sin embargo, aquella frase despertó un quizá. De que ella no hubiera sentido tanto como él y por eso se había ido, que tal vez había sido un tipo de juego para ella. A fin de cuentas al no poder comunicarse con nadie más, tal vez ella lo consideró un reto. Se repitió a si mismo que ella no haría algo como eso...pero tal vez era cierto.

Ese pensamiento le ayudó a apartarla de su mente, rechazando su existencia, negando cada momento que habían pasado. Hasta que en algún punto dejó de extrañarla y su presencia en su cabeza, aun en sus peores días, no fue requerida. La libreta de bocetos se perdió y no volvió a pensar en ella. Hinata le había entregado la agenda que había dejado en la cocina de la casa y la enterró profundamente en su closet. Aún no era capaz de desecharlo, pero la escondió para olvidarse de ella.

No necesitaba comunicarse con nadie más, ya no quería ser escuchado. Prefería escuchar y asentir, eso facilitaba su vida en demasía.

La única con la que hablaba muy de vez en cuando era con Hinata, que estaba un poco familiarizada con el lenguaje de señas. Había cosas incoherentes que decía pero Neji jamás la corregía, no quería hacerlo. No le enseñaría a nadie más, no le buscaba sentido. Además Hinata solo necesitaba saber lo suficiente para entender las frases cortas que él le comunicaba. Solo respondía a las preguntas de Hinata, no decía nada de él mismo. Aunque de alguna forma parecía que Hinata quería aprender, nunca lo dijo. Tal vez en el fondo sabía que Neji no iba a enseñarle.

Su vida transcurrió de esa forma durante los siguientes años, hasta el presente, con la libreta en manos. La cerró de golpe, deteniendo los recuerdos de su cabeza y tiró aquella libreta de dibujo a la basura. La observó ahí un momento y se dio la vuelta, con la intención de ignorarla. Sin embargo, regresó sobre sus pasos y renuente recogió la libreta de dibujo de la basura y la enterró en la misma caja donde estaba la agenda que ella le había dado. A pesar del transcurso del tiempo el hecho de tirarla despertaba una punzada en la boca de su estómago. Se sentía realmente ridículo ante no poder desprenderse de esas cosas, considerando que todo eso había terminado hace cinco años y ya lo había superado.

Si eso era así ¿Por qué no podía tirarlas?

Dejó de darle vueltas y miró su reloj, llegaría tarde con Gai si no se apuraba, salió con rapidez hacía el lugar donde daba cursos y de igual forma vivía. Había cambiado la ruta por la cual llegaba hace un tiempo, un acto innecesario pero que le permitía estar tranquilo. Ya no tomaba cursos con el hombre de grandes cejas, pero solía ir a visitarlo para pasar el rato, ya que ambos estaban solos. De vez en cuando Neji le ayudaba a arreglar un par de máquinas o el mismo Gai le daba retos informáticos para ver si lograba resolverlo.

Se despidió luego de un largo rato cuando el sol ya estaba descendiendo. Se dirigió sin contratiempos a su casa. Ahora su prioridad era salir de ese lugar, buscar algún tipo de trabajo que le permitiera tener los ingresos para mudarse. Algo que había considerado desde hace mucho tiempo pero que ahora con su título esperaba fuera más sencillo. El hecho de no poder hablar no era una ventaja a la hora de encontrar un trabajo.

Ingresó a la vivienda, mientras iba subiendo por la escalera escuchó un llanto reprimido. Intentó ir a su habitación sin prestar atención, pasar desapercibido, algo en lo cual era bueno.

―Neji― La voz débil proveniente de la habitación entreabierta lo hizo detenerse y mirar. ― ¿puedes venir?

El Hyūga asintió, entrando al cuarto amplio, aquel que era el de la madre de Hinata. Encontró a su prima junto a la cama, con lágrimas descendiendo por sus mejillas. Siempre estaba de esa forma cuando estaba ahí. Debía admitir que era deprimente aunque qué cosa en esa casa no lo era. Miró a la mujer postrada en la cama, con una forzada sonrisa en los labios, mientras tomaba la mano de su hija. Hana Hyūga, la esposa de Hiashi Hyūga. Había sido diagnosticada con leucemia desde hace más de diez años.

Había resistido gran parte del tiempo en buenas condiciones. Cuando parecía recuperada, volvía con gran fuerza llevándola a la cama. Aunque en la infancia de ambos su madre parecía tan vivaz. Hasta hace unos tres años atrás. Cuando el cáncer se volvió más agresivo y la obligó a permanecer en cama. Ahora se veía más demacrada, con las mejillas hundidas y el tono de su piel casi transparente, con catéteres en los brazos.

Un año atrás les habían informado que el cáncer había avanzado tanto que no podían detenerlo y que su tiempo estaba reducido. Neji mismo no sabía cómo había resistido tanto, considerando que le habían dado seis meses de vida. Pero lo inevitable era evidente que pasaría pronto.

―Hinata me ha dicho que te has graduado.

Neji asintió con una cortés sonrisa en sus labios. Nunca había tenido una relación muy cercana a la familia de su prima pero Hana Hyūga era el integrante que mejor lo había tratado desde que llegó a esa casa. Siempre le sonreía, le horneaba galletas y acariciaba su cabello, intentando animarlo. Parecía que quería que se sintiera cómodo y parte de la familia. Sin embargo, su enfermedad la apartó mucho hasta de su propia hija. Neji tenía buenos recuerdos de ella, por lo que le nacía ser lo más amable posible.

Ella no se merecía esa enfermedad terminal.

―Me alegra haber alcanzado para verlo. ―Neji se sorprendió ¿acaso había esperado por ver que sucediera?

Observó a su Hinata, que aún cursaba la universidad, en el ámbito empresarial para seguir los pasos de su padre y alguna vez hacerse cargo de la empresa familiar. Era más creíble que Hana esperaba ver a Hinata terminar sus estudios, pero todos en ese cuarto sabían que no era posible.

El Hyūga sintió un nudo en la garganta, quería irse de ahí. La sensación de que eso era una despedida lo aturdía demasiado. La muerte ocupaba gran parte de sus pesadillas y como la vida escapaba de los ojos que veía. Se sentía incómodo pero se obligó a permanecer ahí, por Hana misma y por qué era lo menos que podría hacer por ella.

―Necesito hablar con ambos.

Alargó su mano muy lentamente hacia la mesa de noche que tenía junto. Hinata se levantó para alcanzar la carpeta que reposaba ahí y se la entregó a su madre entre las manos.

Neji se extrañó de aquellas palabras ¿hablar? ¿Sobre qué? Pensó que era una especie de despedida donde recordaría cosas innecesariamente dolorosas y que no podría dormir esa noche. Se acercó cuando entendió el gesto de Hana para que se acercara. Cuando estuvo junto a Hinata la mujer le extendió la carpeta.

― ¿Qué sucede, madre? ―Habló Hinata sin entender que era lo que estaba pasando.

―Necesito que se hagan cargo de algo por mí.

Neji tomó la carpeta que tenía enfrente, la sujetó con fuerza y vio la mano pálida soltarla. Estaba tan frágil. La abrió y sus ojos se deslizaron por las letras que estaban ahí. Tuvo que leer una segunda vez para entender todas las palabras técnicas que tenía y comprendiendo lo que intentaban comunicarle. Abrió los labios y la observó con gran detenimiento.

Hana Hyūga simplemente sonreía. Neji le entregó la carpeta a Hinata quien miró igualmente de forma confusa a su madre. Ella comprendía pero aquello no tenía ningún sentido.

¿Esa era la última voluntad de Hana Hyūga?

.
.
.

La canción siento que encaja perfectamente con Neji y que es lo que siente. Recomiendo escucharla.

¿Comentarios o votos?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top