Solo escúchame

Las teclas se hundían con la fuerza de sus dedos, que se movían con total delicadeza y maestría. La melodía resonando en la sala, dulcificando su sentido auditivo. La melancolía abrumaba su interior llevando sus sensaciones a flor de piel, sintiendo cada nota en cada célula de su cuerpo y los sentimientos que siempre albergaba y lo atormentaban los convertía en algo que hacía sentir un gran pesar a quien lo escuchara.

Realmente había extrañado ese sonido, la sensación de las teclas en sus dedos y la tranquilidad del silencio absoluto. Aunque nadie lo escuchaba, nunca. Él era su propio intérprete y su público, además de crítico y jurado, eso era suficiente para él.

Detuvo sus dedos y se levantó sujetando con fastidio el vaso que antes de iniciar a tocar le habían traído. Ingirió su contenido, dirigiendo su mirada a la gran pared blanca del salón que poseía un reloj elegante.

Dejó el vaso en su lugar y al salir del cuarto encontró a su prima quien le dedicó una mirada cálida, junto con una sonrisa tímida. Ella solía estar en lugares que él no esperaba, intentando entablar conversación con él o simplemente pasar un rato a su lado, cosa que le resultaba incomodo y la mayoría de las veces evitaba, aunque entendía mínimamente las razones de su pariente de actuar de esa forma. Siguió su camino manteniendo su gesto de marfil y salió de aquel lugar sin mirarla.

Caminó a paso rápido, con la idea de no ser interceptado por nadie más. Su andar se tornó más lento al perder de vista el sitio y escuchó atento el cantar de las aves que volaban con total libertad encima de su cabeza. La envidia lo embriagó y sintió nuevamente la miseria que pensó que tardaría más en regresar al tocar su instrumento.

Él sentimiento de asfixia estaba con el desde aquel suceso y sus energías se filtraban en tal punto que aveces no comprendía por qué debería salir de su cama. Irse un tiempo de ese sitio, más por decisión propio le había ayudado en demasía, aunque inevitablemente tuvo que regresar. La amargura cobrando cuentas en su pequeño cuerpo de diez años y ahora, luego de ocho años, se había intensificado a su regreso.

Lo estaban consumiendo.

Había dos cosas que lo hacían mantener la calma y conservar una sensación estable en su interior, la música le permitía esteriorizar todo su malestar y llevarselo; y lo segundo eran sus clases intensivas de tecnología que retomaría ese día y que había dejado cuando las cosas se habian tornado insoportables, tenía una gran facilidad ante este habito, considerando su herencia intelectual.

Sus pasos lo llevaron hacia la esquina, donde dio vuelta lentamente y su mirada se centró en un amplio jardín delantero la vuelta a la esquina y algo ligero se instaló en su interior al visualizar a ella cortando la maleza de los arbustos que limitaban su terreno.

Sus recuerdos inundaron toda su mente, visualizando una pequeña niña con el cabello en dos chongos, en el techo, llorando o gritando por ayuda. Una sonrisa ligera adornó su rostro, hace tanto no la veía, que por un segundo había olvidado su existencia y como pasar por esa calle lograban levantarle el animo y lo motivaban a salir cada día de su domicilio. En ese entonces con gran curiosidad pasaba por esa calle, una niña de diez años lograba que se olvidara por un segundo de todo.

No comprendía el por que, pero al verla girar en su sitio, ocho años atrás, mientras perdía el equilibrio y caía, creó una sonrisa sincera y divertida en su rostro, sonrió como no había hecho desde hace meses. Y al día siguiente volvió a verla en una situación estresante, y otra vez y otra vez. No entendía como lograba arreglárselas para verse implicada en tales accidentes a su corta edad, tal vez un exceso de energía, cosa de la cual él carecía. Aunque, días después, estuvo consternado al escuchar su voz dirigiéndose a él, sin dudas ni reservas. Él simplemente se alejó, por que hace tiempo que no se había comunicado con nadie. Y antes de alejarse notó la decepción intensa en los orbes castaños.

Aunque eso no evitó que él siguiera frecuentando ese camino para observar a la fémina, que luego de esa pequeña interacción lo ignoraba rotundamente. Bueno, lo que una niña de diez años puede ignorar; haciendo pucheros y volteando el rostro cuando él pasaba por su casa. Lo cual trajo a flote la curiosidad que pensaba que se había extinto. No entendía es pensamiento femenino sobre querer ser su amiga un momento y en otro, negar su existencia.

Aunque no tuvo que hacerlo tanto tiempo, ya que un año después, él dejó de presentarse por ahí. Ella no fingiría más.

Verla de nuevo ahí, despertó antiguos pensamientos y sensaciones que pensó que estaban extintas. Se detuvo ligeramente a verla cortar con delicadeza las plantas, mientras articulaba algunas palabras que a la distancia no podía interpretar. No tuvo tiempo de más ya que la castaña miró a su alrededor hasta dar con él.

Él pudo observar como la fémina abrió ligeramente los labios del asombro de verlo luego de tanto tiempo o de pensar posiblemente que no volvería ver a ese niño odioso. Sin esperar alguna otra reacción prosiguió su caminar, transitando enfrente de la chica, que evitó encontrar su mirada y dejando atrás aquella curiosa casa.

Su nuevo maestro de computación era bastante extrovertido y excentrica, aunque su rostro hacía dudar al respecto, ya que tenía cierta dureza y no solía reir con facilidad como aparentaba.

A pesar de que los días transcurrieron y esperaba un comportamiento mezquino por parte de aquella chica, en caso contrario recibió miradas furtivas, intensas y curiosas, de palabras atoradas en su garganta, suponía. La situación le causó cierta gracia, aunque tenía gran interés cada que pasaba en ese sitio de encontrar a la poseedora de aquellos chongos en el cabello.

Seguía encontrando situaciones un tanto cómicas aunque no con tal intensidad como cuando eran niños. A la chica saliendo a buscar un paquete en la entrada con un ropa que dejaba mucho que desear, cantando de forma intensa y desatinada utilizando la escoba como micrófono. Una vez el sonrió al comprender que ella se había quedado en la calle, sin llaves y aunque intento ocultar el rostro, el simplemente reprimió una sonrisa más que nada ante los pucheros que la chica había plantado en su rostro.

Su razonamiento no hallaba explicación para tales comportamientos femeninos, ciertos días le dedicaba una mirada con gran resentimiento y en otras ocasiones aquellas miradas con una gran intensidad siendo destilada, él tampoco buscaría averiguarlo, ya que la comunicación verbal no era la suyo, por lo cual se conformaba con su aquella mirada que impregnaba calor en su interior, pero toda su serenidad y determinación fue reducida a la nada aquel día.

Ella estaba en la puerta principal, a un costado de la cerca que delimitaba su casa de la vía publica y con una mirada decidida esperó a que él estuviera a una distancia considerable.

‒¿Por que...‒ Él se detuvo levemente sorprendido de que ella decidiera hablarle.‒ ¿Por que siempre pasas enfrente de mi casa a la misma hora?

Él se detuvo un poco perplejo de que ella le dirigiera la palabra y con un tono más fuerte de lo habitual, lo observaba fijamente evaluando su comportamiento o el de verdad pensó que ella quería entrar en su cabeza y leer su mente. El chico no dio respuesta alguna ante aquella pregunta directa, simplemente la observó desde abajo ya que era una cabeza más alta. Observó con detenimiento aquellos orbes castaños con gran energía, brillantes por la vitalidad de aquel pequeño cuerpo.

Por qué claro, tenerla ahí, tan cerca, él podía apreciarla como nunca antes había hecho. Siempre la veía a lo lejos haciendo alguna ridiculez. Ahora notaba el tono exacto de su piel, morena clara que jugaba a la par con aquellos orbes grandes y expresivos, podía ver claramente las emociones que albergaba. Un cuerpo pequeño, de complexión delgada aunque no dudaba que tuviera una energía envidiable. Su cabello siempre recogido en aquel peinado un tanto infantil. Más detenidamente él vio cosas más específicas. El largo de sus pestañas y lo tupidas que estaban dando cierto aire encantador a esos ojos que a simple vista podrían ser comunes, esas mejillas pronunciadas y esos labios delgados de color melocotón.

Él era un hombre de pocas palabras aunque lo que le faltaba de sociable lo compensaba en su gran habilidad de observación.

‒No volverás a reirte a costa mía ¿entendiste?‒ Mencionó trayendo a colación las situaciones de hace unos años.

Él pudo notar como la chica lo veía y sus movimientos daba a entender que titubeaba ante una nula respuesta. Ella retrocedió levemente y dejó salir un suspiro pesado de su interior. El de orbes malva recuperó un poco la compostura de haber sido confrontado y una vez que dio por terminada esa interacción mínima siguió su transitar, dejando a la fémina hablando sola o más que nada esperando la respuesta que quería escuchar pero que no llegaría, cosa que solamente acrecentó la ira de la castaña, lo cual simplemente fue asumido por el hombre al verla trasladarse de nuevo enfrente suyo con la frente fruncida y con el dedo señalando el cuerpo masculino en un intento de detener su andar.

‒¿Acaso estas sordo o disfrutas dejando a las personas con la palabra en la boca?‒ Retrocedió levemente al tenerlo ya sin alguna barrera entre los cuerpos, cosa que no le paso desapercibida al hombre aunque no entendía tal comportamiento.

Tal vez su interacción antigua, sin acercamientos y más que nada malas caras de parte de la fémina en comparación con esto, la dejaban fuera de combate o sin idea de que hacer ya que él no respondía de la forma que ella esperaba. Él pensaba que esa era la razón.

No podía estar más equivocado.

Él dejó salir aire que no sabía que había retenido e hizo una simple señal con sus manos, dejando claro que era lo que quería en ese momento, cosa que causó gran confusión en la mujer quien miró a sus manos y al rostro masculino intentando entender. Él permaneció quieto aunque era visible que no había sido entendido. Realmente esto le causaría un dolor de cabeza a la larga.

‒No estoy entendiéndote, vamos, hablame o ¿acaso no puedes entender cuando la gente te habla?

El chico movió las manos formando las mismas señas extrañas, la castaña le prestó la mayor atención posible. El poseedor de los ojos extraños le dedicó una mirada dura al terminar, la situación lo tenía hastiado, además que estaba demorandose. La castaña enfrente suyo abrió ligeramente los labios y se llevó los dedos a ellos de manera pensativa mientras su vista se detenía en los delgados labios del chico y descendían para ver sus manos que descansaban a un lado de su cuerpo.

Él pudo ver como el enojo se había esfumado y en su lugar una gran duda la abrumada.

―Uhm―dejó salir cansado de la situación, él no estaba hecho para ese tipo de cosas.
La confusión en la chica era evidente y no había alguna manera en que él podría explicarle las cosas, aunque él no buscaba hacerle entender, sino transmitir su inconformidad de ser tratado de esa forma y que lo dejara en paz, ya que así como estaban las cosas, ella no podía entenderlo. La gran mayoría de las personas no lo hacía y mucho menos hacían el menor intento o lo simulaban, solamente pasaban de él.
En ese momento vio la chispa nacer en los ojos castaños, las piezas uniéndose y observó como ella abrió los labios sorprendida y sus pupilas moviéndose inquietas. Su expresión se suavizó, y lo observó curiosa con una expresión que él no pudo determinar con claridad, aunque la idea estaba ahí.

¿Podía escucharla pero no hablarle de ninguna forma?


◇◇◇◇

¡Hola queridos!

Hace tanto que quería actualizar esta, espero sus comentarios, dudas y sus votos ya que mientras más rápido lleguemos a los

30 VOTOS

Más rápido actualizaré, sino tendrán que esperar, espero que les vaya gustando como va llendo todo y como estoy uniendo la historia antigua con esta ♡

Los adoro



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