Capítulo 04: El alemán del supermercado
Dicen que el primer amor nunca se olvida, y ese alguien te marcará por siempre porque fue quien estuvo en todas tus primeras veces.
Tu primer beso, tu primera escapada, tu primera cita y tu primera aventura.
Ese es un pensamiento al que le soy fiel creyente y confirmo con mi experiencia.
Puede que me vaya horrible en el amor, pero sigo creyendo en él por mi forma de amar a alguien. Con el tiempo entendí que nunca recibes lo que das, porque lo que das es simplemente lo que eres y ya, cada quien ama de una forma distinta y tiene límites para ello, y cada persona que pasa por tu vida es la correcta.
Quizá no sea el amor de tu vida, pero créeme, era la persona correcta para ese momento. No creo en el "persona correcta, momento incorrecto" porque cada una de ellas viene a enseñarnos algo que necesitábamos saber para crecer y encontrar a la que está destinada a estar con nosotros en esta vida.
Aquella que te dará todo lo que un día le rogaste a esa persona que nunca le nació quererte, aquella que no te hará llorar o sentir culpable, tonto o incluso hacerte sentir menos con sus comentarios.
Esa persona no fue la indicada para darte el amor que mereces o el que necesitabas en ese momento, pero si fue la indicada para hacerte entender ciertas cosas y caminos que estás tomando mal y no te llevarán a donde debes estar para ser feliz, fue la indicada para hacerte crecer como persona, madurar, hacerte entender que mereces algo mil veces mejor que eso y te hizo ver tu situación desde otra perspectiva para que empieces a tomar las riendas de tu propia vida.
Porque, a fin de cuentas, tú importas. Y nadie te querrá si no te quieres primero a ti mismo por sobre todas las cosas.
Todos tenemos una persona que ha llegado a nuestras vidas y ha puesto nuestro mundo de cabeza; y la que llegó en su momento a la mía y desarmó todo en mi interior con tan solo una mirada fue el chico alemán. El que conocí de casualidad y el que terminó siendo mi pilar.
Ahora, la gran pregunta es, ¿sigo sintiendo algo por esa persona o sigo jugando a dos puntas como la primera vez por no saber lo que quiero?
Esa es una pregunta que me costó tanto averiguar... y la verdad es que todavía sigo buscando una respuesta lógica porque muchos confundimos el amor con atracción, decimos estar enamorados, cuando en realidad solo nos hace sentir una simple y tonta curiosidad. Decimos amar a alguien, cuando la realidad es que confundimos el amor con la dependencia emocional, no sabemos estar solos y la más mínima muestra de afecto y atención, nos termina ilusionando.
Algo muy similar me pasó en el pasado, creí estar enamorada miles de veces de cada chico que me pasaba por el frente, cuando simplemente era una tonta atracción pasajera, y cuando creí haber encontrado el amor, fue bonito mientras duró. Ahora escribo esto pensando en que será de ese chico, preguntándome si lo que siento ahora por el ojiverde es, aunque sea un poco similar al primer chico que tuvo la etiqueta de mi novio, y si algún día valdrá la pena decir en voz alta lo que siento.
―Aquí está tu café, ¿quieres algo más? ―preguntó el mesero de la cafetería.
―Gracias, Javier. Con el café es suficiente ―respondí dándole un sorbo.
Javier y yo llevábamos aproximadamente dos meses de conocernos, solía venir a Toast Coffee con frecuencia y Javier trabajaba en la cafetería medio tiempo. Cada vez que venía, él pedía atenderme para tener una excusa de hablar conmigo, luego de intentar coquetearme sin éxito, terminamos siendo amigos. En mi defensa, yo acababa de salir de una relación y me gustaba otro chico, en este caso, el hermano mayor de mi mejor amiga, mejor conocido como el intocable de la familia o como Mae suele decirle: el idiota mayor.
― ¿Avery, estás bien? Te noto un poco ida.
―Estoy bien, es solo que no dormí bien, ya sabes, temporada de exámenes ―mentí a medias.
Era verdad que no había podido dormir terminando mis deberes del instituto, y es que luego de que Logan me preguntara por qué lloraba en su casa aquella vez, le conté la verdad de la situación, pero no entré en detalles. Obviamente, él no se lo esperaba, porque mi familia solía ser tan pacífica y perfecta que asustaba tanta tranquilidad en mi casa, pero usualmente familias vemos y relaciones no sabemos.
Sé que el dicho no es así, pero creo que en mi estilo encaja perfectamente para mi caso.
Luego él me ayudó con algunas pocas tareas que no entendía, hasta que la noche llegó y tuvo que irse. Así que aproveché la soledad y me puse a estudiar lo que me faltaba antes de ir a la cama, pero me llevó más tiempo del que pensé y terminé yendo a dormir a las cuatro de la madrugada, pero el que estuviera así no era solo el hecho de no dormir bien, era más que todo el punto de que anoche intenté llamar a mi madre y logré comunicarme... pero no con ella.
Su móvil fue atendido por la voz de un hombre y me dejó pensando toda la noche.
¿Acaso mi madre estaba saliendo con alguien más y por eso se fue?
Por supuesto que eso no se lo conté a Javier, aunque nos conocemos desde hace dos meses y seamos amigos, no comparto este tipo de cosas personales con él.
―Bueno, si necesitas algo, sabes dónde encontrarme.
― ¿Detrás del mostrador? ―reí notando como el chico de piel pálida rodaba sus ojos.
―Sabía que eras rubia, pero no pensé que fueras tan tonta.
―Solo era un chiste.
―Uno muy malo, por cierto. Te lo diré con toda la sinceridad del mundo, te mueres de hambre si te dedicas a comediante.
Rodé los ojos, divertida.
― ¿Sabes qué? Creo que, si quiero algo más, ¿podrías ponerme para llevar cinco galletas con chispas de chocolate? A Morgan le encantan.
―Claro, lo que sea para la chica sonrisas.
Así solía decirle Javier a mi hermana menor, ella siempre solía sonreír, aunque el mundo estuviese cayéndose a su alrededor, siempre ha sido una chica risueña sin importarle lo que digan de ella. Algo en lo que somos demasiado diferentes.
Cuando Javier fue a buscar las galletas, cerré mi diario y lo guardé en mi bolso junto a mis plumones de colores. Nunca salía sin ellos, suelo ser muy organizada y me encanta decorar todo lo que escribo. Tomé el vaso de café y caminé hasta el mostrador para recibir las galletas de Morgan.
―Gracias.
Me despedí saliendo de la cafetería y camino a casa le robé dos galletas a mi hermana.
Mi casa no quedaba muy lejos de la cafetería, así que decidí ir caminando, de todas formas, amaba disfrutar del ambiente invernal. En el camino me detuve al encontrarme con una cabellera oscura que se me hacía familiar. Y sin poder evitarlo, recordé cuando mi madre me mandó a hacer las compras de la semana y conocí al alemán del supermercado.
Dos años antes...
Luego de meter en el carrito toda la comida que mamá había escrito en la lista, metí unas bolsas de frituras, amaba las papitas y como sabía no me durarían un día, decidí meter tres bolsas grandes junto a dos bolsas de palomitas de maíz para tener al menos para una semana. Usualmente cuando me estreso mucho por el instituto como demasiado, sino, era Morgan quién me quitaba mis frituras, así que ahora me encuentro en la cola para pagar.
— ¡Vaya! Esas son demasiadas papitas. O darás una fiesta y no sabes que a los adolescentes les gusta el alcohol, o comes mucha basura.
— ¡No es basura!
—Si lo es, comer esa cantidad te hace daño.
— ¿Quién eres? ¿Mi doctor? —rodé los ojos.
—Futuro doctor, Adler Müller a tus servicios —extendió su mano presentándose. La estreché evitando ser maleducada.
— ¿Estudias medicina?
—No todavía, pero es lo que quiero estudiar cuando termine el instituto, ¿también estudiarás medicina?
—No, la medicina y yo no somos compatibles.
—Qué mal, tenía la esperanza de encontrarnos algún día —hizo una mueca dándole un vistazo a mi carrito de compras— ¿Qué es lo que estudiarás?
—Aún no lo sé, me falta cursar un año más para luego ir a la universidad, así que todavía tengo mucho tiempo para pensar.
— ¿Tienes alguna idea de lo que quieres? Nutricionista sé que no serás, con esa cantidad de comida chatarra, no sirves para ayudar a alguien a ser saludable —confesó y abrí la boca ofendida.
—Oh bueno, gracias por tus halagos.
—De nada, rubia. Entonces, ¿Qué es lo que te gusta?
—La literatura. Me encanta escribir.
— ¡Ah! Escribes, eso es... —dudó en su respuesta—, cool... —alcé una ceja y el chico de ojos oscuros me observó— ¿Tienes un blog o algo así?
—No, solo escribo en mi diario.
—Entonces eres una de esas chicas cursis de las series de televisión que escriben en su diario que el chico que les gusta les habló hoy y seguro es el amor de su vida —rio y yo rodé los ojos.
—No escribo exactamente lo que pasa en mí día a día como una niña cursi de la televisión. Solo escribo lo que siento en el momento, mi forma de desahogo es a través de las palabras, ya sabes, tener escrito mi registro emocional, fue algo que me recomendó mi terapeuta hace mucho tiempo, y pues me di cuenta de que realmente me gustaba escribir —aclaré.
—Entiendo... o eso creo —hizo una mueca— ¿Entonces no escribes cosas cursis de princesa?
—No, cada quien tiene cómo desahogarse, unos lloran, otros escriben canciones y otros solo deciden emborracharse o buscan un polvo para una noche y olvidar todo, la mía es a través de la escritura.
—Pues si eso es lo que te gusta, adelante.
— ¿Eres de por aquí? —pregunté—. Nunca te he visto.
—Alemania, pero mis padres viven aquí, yo solo estoy de visita por un tiempo.
—Oh, ¿vives solo allá?
—Vivo con mis abuelos —asentí con la cabeza—, ¿en serio tienes lo suficiente para pagar todo eso? Es mucha comida —señaló nuevamente el carrito de compras.
Mamá a veces exageraba con las listas, y yo siempre añadía una que otra cosa para Morgan y para mí.
—Si, esto no es nada, he comprado más cosas las veces que he venido.
—Sí, pero llevas una despensa completa para un mes, eso sin incluir las papitas y las palomitas. ¿Cómo es que no engordas?
—Siguiente —anunció la cajera.
Avancé sacando todo del carrito para luego abrir mi cartera y darme cuenta de que había olvidado la tarjeta de mamá.
¡Demonios! ¡No puede ser! ¡No puede ser!
Saqué mi tarjeta corriendo el riesgo de que ni siquiera pasara por no tener el dinero suficiente en ella.
¡Esto me pasa por ser tan distraída y no pensar en traer dinero en efectivo por si acaso!
La chica miró las cosas que llevaría y luego a mí antes de decir:
—Saldo insuficiente.
¡Mierda! ¡No, no, no! ¡No puede ser!
El chico detrás de mí apretó los labios intentando no reír, sin embargo, soltó una pequeña risa observando divertido la escena.
Qué bochorno...
—Entonces no llevaré las frituras —dije apenada.
La chica sacó las bolsas de papitas junto a las palomitas, las galletas de Morgan y sus dulces, sin embargo, repitió:
—Saldo insuficiente.
¿Era una broma? ¡¿Por qué el universo siempre conspira en mi contra?!
Saqué todo lo que no creí necesario y solo dejé lo importante de la lista de mamá. La chica hizo el mismo proceso y resopló rodando los ojos.
—Solo te alcanza para las salsas y la bandeja de jamón.
¡Genial! Ahora me toca almorzar jamón con salsa de soya.
Para evitar otra escena lo compré, ahora iría a casa en busca de la tarjeta de mamá y buscaría otro supermercado para hacer nuevamente las compras, porque no pienso volver y encontrarme con ese chico y la cajera odiosa otra vez para exponerme a otra vergüenza.
Salí del supermercado, dispuesta a caminar hasta mi casa, en el camino no dejé de pensar en el papelón que hice hace unos minutos, menos mal Logan o Maevis no se encontraban ahí o de lo contrario no se cansarían de recordármelo.
Detuve mi caminata cuando me di cuenta de que me estaban siguiendo desde hace unos minutos a lo lejos, pero ahora el auto avanzaba a mi lado lentamente.
Comencé a asustarme al no poder ver bien hacia dentro por los vidrios oscuros, así que aceleré mi caminata y el auto obviamente iba a mi ritmo.
No sabía que tan asustada estaba hasta que el vidrio fue bajando y cerré mis ojos diciendo lo primero que venía a mi cabeza para salvar mi vida.
— ¡Por favor no me hagas daño! No llevo nada de valor, no tengo dinero y la cajera del supermercado es testigo, ¡Ni siquiera me alcanzó para comprar la comida para el almuerzo! Tampoco tengo móvil, se dañó cuando al hermano de mi mejor amiga se le cayó en la piscina de su casa y ando sin móvil desde entonces. ¡No me lleves! Solo soy una chica que te va a aburrir con sus charlas de escritura y hablo hasta por los codos...
—De eso ya me di cuenta, ¿puedes callarte? ¡No pienso matarte, por Dios! —abrí los ojos sintiendo más vergüenza de la que antes ya sentía, el chico de hace unos minutos, Adler, bajó del auto quitándose sus lentes oscuros y parándose frente a mí.
— ¿Tú otra vez? ¿Es que pretendías matarme de un infarto o qué? —le golpeé el brazo, enojada.
—No, pero tú no dejabas de caminar y ya me estaba aburriendo seguirte.
— ¿Qué quieres?
—Solo intentaba entregarte lo que te pertenece —fruncí el ceño sin entender una sola palabra, hasta que observé mi diario en sus manos—. Se te cayó cuando saliste del supermercado.
Entonces mi rostro palideció.
— ¿Lo... lo leíste? —tragué en seco esperando su respuesta luego de tomarlo entre mis manos.
—No leo lo que no me pertenece, solo vine a devolvértelo. Y tienes un lindo nombre, Sunshine.
—En realidad ese no es mi nombre. Mamá me llamaba de esa forma cuando era muy pequeña. Pero gracias, me hubiese dado un infarto saber que lo habría perdido.
—Bueno, también vine a entregarte esto —sacó del auto dos bolsas con lo que yo iba a comprar en el supermercado.
— ¿Cómo...? No puedo aceptarlo.
—Lo compré por ti, y como ya me has confirmado que no te alcanzó para tu almuerzo, con más razón deberías aceptarlo —lo observé confundida.
— ¿Por qué haces esto por mí? No nos conocemos.
— ¿Y debo conocerte para ayudarte a pagar algo que necesitas tú y tu familia? Si está a mi alcance y puedo ayudar, entonces lo haré, tú solo calla y acepta.
—Pues eso dice la lógica.
—Está bien, discúlpame por ser una buena persona, ¿lo aceptas o no?
—Vale, gracias, Adler —acepté las bolsas— ¿Cuánto te debo?
—No me debes nada, tu rostro lleno de vergüenza en el supermercado me hizo el día.
—Si olvidas eso me harías un gran favor.
—Bien, haré como que nada pasó... sí me aceptas una salida —rodé los ojos resoplando.
—Adiós, Adler —giré sobre mis talones y seguí con mi camino, pero el grito del alemán me detuvo.
— ¡Sunshine, espera! No me has dicho tu nombre.
—Avery... mi nombre es Avery Jones —respondí para luego seguir con mi camino sin saber que el alemán desde ese día solo traería problemas.
Ese simple recuerdo vergonzoso marcó un antes y un después en mi vida, solo que yo la cagué muchas veces después de eso. Porque lo que nunca me gustó que me hicieran, terminé haciéndolo a la persona que más paciencia me tuvo y la que nunca dejó de mirarme con ojos de amor.
¿Quieres saber cuál fue mi karma?
Un alemán y un idiota que quiso pasarse de listillo, y sin darme cuenta, terminé dañando a varias personas importantes para mí con cada decisión que tomé desde ese día.
Pero ese mismo año, no quise aceptar todo el daño que causé... casualmente ni siquiera cuando la vida me hizo estrellarme con una simple conversación que terminó siendo muchísimo más que una despedida.
¿Me extrañaron? No respondan.
Hoy conocimos a Adler Müller, el hermoso alemán del supermercado que me tiene babeando últimamente, ¡Qué emoción!
Ahora, hablando del capítulo, ¿alguien más quiso que los tragase la tierra al leer la parte de "saldo insuficiente" o fui la única?
Por otro lado, esa frase final dará mucho de qué hablar a mitades de capítulo porque se explicarán muchas cosas que terminarán saliendo a la luz empujando a nuestra Sunshine a su mismísimo karma.
Ahí se las dejo, saquen sus propias conclusiones.
Besos,
Paola Velásquez
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