Capítulo 03: Drama de chicas


Pasaré mi primera Navidad sin ti, mamá... Ni siquiera me imagino en Nochebuena solo con la abuela Berenice, Morgan y papá. Sería muy deprimente el ambiente sin tu alegría navideña, sin tu comida deliciosa y la casa llena de tus adornos favoritos. Todo sería más fácil si fuera como antes.

Quizá estoy siendo un poco egoísta al querer tenerla aquí conmigo, ella se fue porque necesitaba tiempo para sí misma, para pensar en sus decisiones a futuro. Sé que el matrimonio de mis padres está en la mierda y yo no puedo hacer nada al respecto, pero cada una de las cosas que les ha pasado a mis padres en su relación, me da cierto temor llegar al punto de enamorarme y salir lastimada.

Estuve en una relación hace un año con el alemán del supermercado, y aunque al principio no fue algo serio para mí, terminó destrozándome cuando tuvo que regresar a su país. No imagino como se sentirá mi madre al tener que alejarse de nosotras porque mi padre le ha echado a la calle.


―Avery, ¿estás aquí? ―Mae entró a la cocina interrumpiendo nuestra conversación. Al vernos se detuvo en seco observando a Logan y luego a mí―. ¿Todo en orden? ―preguntó dirigiéndose a mí.

Logan puso distancia entre nosotros en cuanto mi amiga entró a la cocina. Lo observé abrir el refrigerador y sacar una bebida energizante como si hace unos minutos no me hubiese dicho que iba a besarme.

―Saldré un rato ―anunció Logan como si nada―. Mae, dile a mamá que estaré en la casa de Seth, quizá llegue un poco tarde.

―Vale, yo le digo.

―Gracias. Y tú ―me señaló―, procura crecer un poco más, no te duraré una eternidad.

―Gracias por ayudarme, Logan ―respondí refiriéndome a lo que hizo anteriormente por mí.

El ojiverde me guiñó un ojo.

―No me extrañen demasiado.

―Nadie te va a extrañar, Sherman ―respondió Mae.

―Avery sí, así que procura no hacer cochinadas con mi hermanita mientras ella esté aquí, no quiero que dañen su inocencia con sus muestras de afecto.

―Su inocencia está más dañada que tu cabeza, pero eso tú no lo entenderías.

―Mi inocencia no está dañada ―me defendí.

―Tu virginidad no opina lo mismo, rubia ―siguió ella.

Logan miró la escena con una sonrisa burlona.

―Como sea. Pequeña, si necesitas alejarte de ellas, mi habitación está disponible, está lejos de la de Rachel así que no vas a escuchar cómo follan tus amigas en tus narices.

Su comentario hizo que me pusiera roja de inmediato. Maevis y Logan solían hablarse de esa manera, tan explícita, era su forma de tratarse, era divertido y asqueroso al mismo tiempo, pero así eran ellos, tenían la confianza para destrozarse a sí mismos en forma de chiste.

Logan salió de la cocina y nos dejó a ambas en un silencio absoluto.

Mae no se movió de su lugar, simplemente me observó con una ceja alzada y una mirada pícara. Yo me dediqué a beber mi bebida caliente, hasta que su mirada burlona me incomodo un poco.

― ¿Qué?

―Nada ―ella se encogió de hombros avanzando por la cocina.

―Sé que te mueres por decir algo. Así que adelante, hazlo. Tu mirada te delata siempre, Mae.

―Bien, si tanto quieres saber... ¿Qué sucede entre Logan y tú? ¿Están jugando a la princesa inocente y el príncipe encantado?

― ¿Qué? ¡No! ¡Cierra ese pico!

― ¿Entonces por qué cuando llegué parecía como si quisiera comerte la boca y tu comerlo a él?

―Silencio, no es lo que parece, solo me ayudó a bajar una taza del gabinete porque yo no alcanzaba.

―Deja de negarlo, Avery, solo te faltó la baba corriendo por el piso de la cocina en cada paso que él daba. Hasta él se tuvo que dar cuenta cómo te lo comías con la mirada ―soltó de lo más relajada sentándose sobre la encimera.

― ¡Mae!

― ¡¿Qué?! Todos saben que te gusta, y tienes suerte que te encontré yo y no Rachel. Ambas sabemos que detesta la idea de tener a su mejor amiga follando con su hermano mayor.

Abrí los ojos de par en par casi ahogándome con el chocolate caliente. Me acerqué a ella mirando rápidamente por el umbral de la cocina asegurándome que Rachel o Logan no estén por ningún lado.

Shh ―la callé rápidamente.

― ¡No me shushees! Está claro que te lo quieres comer, quizá él no se haya dado cuenta, o quizá sí y también te quiera comer, sabes que tengo razón, no me lo niegues.

―La tengas o no, no digas cosas que no han sucedido ni van a suceder, me vas a meter en un problema con Rachel, así que baja la voz ―ella soltó una carcajada en respuesta.

Desde que conocí a Logan, él para mí ha sido prohibido... política de Rachel. Nunca le ha gustado que él se acerque a mí con otras intenciones que no sean las de un hermano mayor. Y, por un lado, la entiendo, es mi mejor amiga y debe ser incómodo que tu hermano y tu mejor amiga compartan babas frente a ti o se coman el uno al otro.

Además, él es un chico demasiado mujeriego y esa es otra razón por la cual Rachel quiere que yo me aleje de su hermano y deje mi fantasía, ¡pero joder! ¡Logan Sherman es todo lo que busco en un hombre!

Es tan lindo, bueno, cariñoso, gracioso, un poco imbécil, sí, pero es atractivo y muy caballeroso. En mi cabeza y a mis ojos es simplemente perfecto.

Aunque sé que nunca me vería como algo más que una pequeña hermana.


***


Al día siguiente me encontraba en mi habitación terminando mis deberes del instituto, era domingo por la tarde y estaba demasiado cansada, no pude pegar un ojo en toda la noche, y ahora andaba repleta de trabajos para entregar esta semana, ya que estábamos a nada de las vacaciones de diciembre. Resoplé tomando una goma de mi tocador para luego hacerme un moño desprolijo y continué con mi tarea de historia.

No sé cuánto tiempo estuve sumergida en los libros, pero volví a la realidad cuando tocaron la puerta de mi habitación.

― ¡Adelante! ―respondí restándole importancia.

Al principio pensé que quien llamaba a mi puerta era Mae o Nicole, ya que ellas usualmente vienen de visita y son las únicas que tiene los modales de tocar la puerta de mi habitación, obviamente no es el caso de Rachel o Morgan, pero ya me acostumbré.

Me llevé la sorpresa al escuchar detrás de mí esa voz masculina que tanto solía acosar. Sí, Logan Sherman está en mi pieza.

―Creo que es mucho rosa para una habitación ―observó con detenimiento.

Me encogí de hombros.

―Me gusta más la vida en rosa ―dejé los libros a un lado y caminé hacia él.

―Eres demasiado fresa, ¿ya te lo habían dicho? ―sus ojos verdes me observaron finalmente.

― ¿Se supone que eso tengo que tomármelo mal? ―él rio suavemente y yo imite su acción―. ¿Qué haces aquí, Sherman?

―Mamá hizo unas galletas para ustedes y me pidió que las trajera.

― ¿En serio? ¡Oh, amo las galletas que hace Esmeralda!

Tomé una metiéndola en mi boca y deleitándome con el delicioso sabor a chocolate.

―Lo sé, siempre pones caras raras al comerlas, parece como si tuvieses tres orgasmos.

Y ahí iban sus comentarios...

—Sí, gracias por quitarme las ganas de comer frente a ti. Siento que haces competencia con Maevis para ver quién me pone más incómoda con sus comentarios.

―Estás roja como una fresita, Avery ―se burló de mí nuevamente.

―Muchas gracias por las galletas, ¿necesitas algo más? ―intenté cambiar de tema y él al darse cuenta soltó otra risa.

Bueno, bueno, el niño lindo andaba hoy de buen humor.

―Vine a ver cómo estabas.

― ¿Yo? ―lo observé asombrada.

―Sí, tú. No veo otra persona en esta habitación.

― ¿Por qué?

―La última vez que te vi estuviste en mi casa llorando.

―Ah, eso ―mis ánimos decayeron al instante y él lo notó.

Sentí que ahora el ambiente era incómodo, que vendría una conversación que claramente yo no quería tocar, no con él, no así, pero Logan siempre ha sido demasiado insistente. Y de una u otra forma, te hace hablar.

Suspiré caminando hasta el balcón de mi habitación y enfoqué mi vista en el cielo. Sentí sus pasos llegar a mi lado y observarme preocupado.

― ¿Quién te hizo llorar?

―No es importante, Logan. Es solo... ya sabes; drama de chicas ―rodó los ojos.

―Es importante para mí.

―Tú no tienes nada que ver en esto.

―Lo que te suceda, es mi problema Avery. Siempre te querré como una hermana pequeña, no me gusta verte llorar.

Esas palabras no debían dolerme en el momento, pero si lo hicieron un poco, porque estaba segura de que Logan jamás llegaría a sentir algo por mí, me veía como parte de la familia, y no podía hacer nada.

O tal vez sí, solo no quise intentarlo en el momento.

Pero cuando decidí lanzarme nunca imaginé que todo pasaría como ocurrió.





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