24. El lugar silencioso

–Nexi. Lo estás haciendo bien, estás haciendo un buen cambio –la voz de la mujer vuelve a resonar en mi cabeza.

–¿Qué quieres decir?

–Estás encontrando tu poder, estás aprendiendo a apoyarte a ti misma y a entenderte. Tienes que seguir así, buscar la manera de darte ánimo y fuerza.

–Pero todavía no sé muy bien cómo hacerlo –contesto un poco desorientada.

–Es muy difícil de explicar. Tan sólo sigue así. Experimenta con tus sensaciones, con tu cuerpo, tus habilidades… Y date fuerzas. Apóyate. Como si fueses tu mejor amiga. Date lo que necesites.

–Entiendo –sentencio.

–Es hora de marchar. Sal de aquí. Sé que te puede dar un poco miedo, pero tan sólo pon en práctica lo que te he dicho. Reúne todas las piezas y márchate de este lugar. Estarás bien.

–Vale.

La voz desaparece de mi cabeza. Vuelvo a tener todos los sonidos de la habitación rodeándome. Me he quedado completamente sola. Me incorporo y me siento en la cama. Tengo mis manos apoyadas al lado de mi cuerpo, en el colchón. Estoy un poco doblada hacia delante, un poco pensativa. Miro hacia mi derecha y veo la puerta sacudiéndose. Suspiro. Tendré que salir de aquí.

Empiezo a pensar en mi misma, en todo lo que he debido hacer siempre y no me he atrevido. En lo mucho que ha cambiado mi vida en las últimas semanas. Es posible que yo ya no sea la persona de antes, que tenga que olvidarme de eso. Quizás soy más fuerte de lo que nunca he creído y simplemente no me he atrevido a crecer. Es posible que sea porque soy una chica de poca estatura, o quizás sea otra la causa. No lo sé.

Bajo mi vista hacia el suelo y empiezo a sentir. Siento todo lo que se mueve en mi interior, como si de repente las cosas se fuesen haciendo más claras. Empiezo a pensar en que tengo que salir, sea como sea. “Apóyate”, dijo la extraña mujer. No sé quién es, pero todo lo que ha dicho es correcto.

“Apóyate”… pienso. Tiene razón, tengo que creer en mí. Empiezo a buscar la manera de confiar en mí misma, en pensar para mí. En sentir para mí. Un pensamiento fugaz atraviesa mi cabeza, es más un sentimiento que una idea.

–Brilla brilla, estrellita –me digo.

Instintivamente me he llamado estrellita. No tiene sentido ninguno, pero me gusta la sensación que me produce hablarme de esa manera. Me levanto de la cama y empiezo a mover los brazos. Me miro hacia ellos. Noto mucha fuerza, muchísima. Mi piel se eriza mucho y tengo una sensación muy extraña dentro. Me siento como con ganas de llorar, como si se hubiese abierto un canal directo desde mi barriga hasta mis ojos. Como si fuese un líquido que simplemente fluye hacia arriba. No estoy triste, ni contenta. No sé qué es, pero las lágrimas corren por mi cara. Noto cómo se deslizan rápidamente. Es algo muy extraño. Un sentimiento muy profundo e indescriptible, como si fuese la primera vez que me apoyase de verdad. Algo intenso, conmovedor, desgarrador. Me siento como si nunca más volviese a estar sola, como si a partir de ahora tuviese una gran amiga: yo.

Mientras eso ocurre, mi cuerpo se energiza todavía más. Otro pensamiento instintivo cruza mi visión. Sé que al otro lado está esa cosa buscándome. No estoy en esto para estar asustada.

Y entonces cierro los ojos… ¡Y entonces cierro los ojos!

–Brilla brilla, estrellita –me digo.

Sin saber muy bien por qué, corro en dirección a la pared con todas mis fuerzas. Justo antes de chocar con ella, salto y levanto las rodillas y me cubro con los codos. La pared se quiebra detrás de mis miembros como si fuese una tableta de chocolate. Aterrizo al otro lado de ésta, rodeada de una nube de polvo y cascotes. Me pasmada. ¿Qué acabo de hacer? Pisando los mismos escombros que yo he creado, me siento poderosa, enorme. ¿He roto una pared?

En ese momento me giro y veo a la bicha esa al lado de la puerta. Me mira y abre la boca desencajándola de una manera que no he visto a ninguna persona jamás. En ese momento vuelve a emitir otro de esos gritos espantosos. Es una imagen grotesca y atemorizadora. En ese momento empieza a venir hacia mí para atacarme, caminando de una manera muy extraña y desordenada, moviendo su cabeza a espasmos y chillando.

Sé que debería escapar, que la Nexi de antes debería estar huyendo, escapando. Sin embargo, hago todo lo contrario. Corro con todas mis fuerzas hacia ella y al llegar a su lado le doy un empujón que hace que salga rodando varios metros hacia atrás. Ha sido como empujar un débil muñeco de goma, un auténtico pelele.

El bicho rebota contra el suelo varias veces y me doy cuenta de que puedo vencerle con mucha facilidad. Me enfado mucho por lo que ha hecho y en vez de aprovechar el momento para huir, me dirijo hacia ella andando con decisión.

En cada paso que doy me doy cuenta de lo que soy. De que puedo con ella, de que no le tengo miedo y yo decido lo que tengo que hacer. Cuando llego a su lado, se incorpora para atacarme de nuevo y yo, con total frialdad le pongo el pie en el pecho y la empujo de vuelta hacia atrás.

Una rabia que no conocí jamás sale de mi interior. Una sensación de que ahora, soy libre de verdad y esta cosa no me controlará jamás. Soy fuerte, soy libre. Una reina en mi propia mente. Esa rabia me hace gritarle con furia a esa cosa.

–¡Júzgame ahora! ¡Mírame lo que soy! ¡Reverencia! ¡Reverencia! –le exijo con furia que se incline ante mí –soy una reina en mi propia mente. ¡Inclínate!

El monstruo está asustado. Nota mi explosión de fuerza en todas las direcciones inundando este lugar. El extraño ser no se atreve a moverse, ha bajado la cabeza y no levanta la vista en absoluto. El monstruo se ahoga, respira con dificultad. Sus chillidos se han apagado y el lugar se transforma en un lugar silencioso. Todo en este lugar empieza a verse mucho más brillante.

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