Capítulo 7
Lola Gutiérrez
Mi primera semana dentro de la empresa Aurora es satisfactoria —ignorando que mi jefe es mi ex mejor amigo y que su mano derecha me ignora cada saludo—. Pero después el trabajo no es pesado. Emanuel no confía en mí, es una obviedad eso, y a mí me da lo mismo. El que se perjudica es él, no yo. Yo la paso bastante bien aprendiendo de los manuales, adaptándome a sus pedidos con las tres comidas diarias, evitando hablarle seguido y charlando en mis tiempos libres con Humberto, el único hombre que me hace sentir un poco más incluida.
Tengo que admitir que sobrellevo bastante bien mi ruptura con Joel. Ya no lo llamo. No veo su foto, ni mucho menos me preocupo por cómo va a estar de humor, quemándome la cabeza con la idea de cómo lo voy a tratar. Supongo que ya pasé el duelo durante toda nuestra relación.
Hoy es un nuevo lunes y noto algo diferente a la semana pasada en cuanto entro a Aurora... Están todos como muy alborotados.
Incluso algunas chicas que son de diseño chocan conmigo para subir antes al ascensor y ni siquiera se disculpan. Pero no me quiero quejar ahora o voy a saturar el chat de Flor; nuestra dinámica de amistad siempre se trata de yo quejándome y ella alabando todo. Ya quisiera yo trabajar en un restaurante re copado donde encontrarme a gente rica... Aunque no sería más feliz. Acá por lo menos subo las escaleras y escucho conversaciones de diseño, paso cerca del equipo de marketing y los veo trabajando con esmero, voy reconociendo a algunas figuras de la moda los martes y viernes cuando tocan las tardes de tutorías. Humberto me dijo que eso solo pasa ahora en verano, que para otoño solo viene Jazmín Florencia Cogo, porque todos los demás ignoran esa estación. ¡Pero Jazmín es una genia de las chaquetas con piel! Ya es magnífico que venga y yo aún no la haya visto. Supongo que me voy a pasear por los pasillos más seguido.
Llego a la oficina de Emanuel y me recibe con su misma energía. Siempre está en perfecto estado. Un líder inquebrantable. Qué molestia...
—¿No estás interesada en por qué todos están moviéndose de un lado para otro?
—No realmente, señor Aguirre —miento con cortesía y me acerco a la máquina de café. Me sorprende escuchar que suena "Un día perfecto" de Estelares a través de los parlantes; me gusta mucho ese tema—. ¿Estelares?
En realidad, quería preguntar «¿Café?» pero mi cerebro se emocionó por demás, provocando que tenga que mirarlo con cierta vergüenza por parecer que quiero sacar un tema y, además, recibiendo un simple asentimiento. Ahora parece que quiero hablarle.
—¿Café?
—¿Hoy estás monosilábica?
Ja, qué chistoso, hago dos veces preguntas de una sola palabra y ya me llama monosilábica.
—Sí —contesto, sin querer cortarle el juego estúpido—. ¿Café?
—"El día perfecto" es del álbum Sistema Nervioso Central, pero en realidad prefiero más "Los Acertijos".
Wow, gracias, Wikipedia, estaba necesitando que respondas esa duda mía, eh.
Pero me sorprendo al escuchar después de mucho tiempo Los Acertijos y casi olvido su estupidez a la hora de intentar retomar el tema de Estelares. Incluso pierdo la palabra y me quedo cantando en voz baja esa canción, sintiéndome ciertamente tonta. Soy fanática de ellos, nunca los fui a ver por carencia de plata para eso, y hasta había decidido no volver a escucharlos, pero ahora estoy acá, meneando la cabeza, cantando la parte de «todo el mundo sabe, me perdí en aquel viaje, sin tus manos, sin tus sueños» y no tardo en notar que él también lo canta. Pensé que ya no le gustaba nada de lo que podría llegar a interesarme a mí.
Quizás solo le va bien cualquier tema. No tiene nada que ver con mi persona, incluso si su canción en tono bajito me llega y pareciera que estoy escuchando al enamoradizo de Matías, que no podía dejar de practicar guitara con los temas favoritos de cualquier piba que le llegase a gustar durante una semana.
Ruedo los ojos cuando me observa con una media sonrisa, atrapándome con un dejo de gracia seguro, y después vuelve a poner su música cotidiana. Cumbia + trap. Mejor, prefiero que sea así.
—¿Café? —pregunto de nuevo y él niega con la cabeza. La verdad es que solo me pidió uno el miércoles pasado y se veía un poco cansado después de lo que me dijo con tanta frialdad, así que supongo que tiene sus tiempos—. ¿Batido?
—De frutilla.
—Okey... Está bueno el tema que pusiste antes —murmuro antes de salir de la oficina y dudo que me haya oído, porque está tecleando unas cosas en notebook.
No lo entiendo bien, tiene una personalidad media errática o me toma a mí mucho el pelo. Seguro sea la segunda opción.
—Lo —dice Humberto ya con un poco más de confianza, levantando la mano al verme.
—Buenas, un batido de frutilla, como siempre.
—Perfecto... ¿Con qué lo acompaña?
—Eh, no me dijo nada de eso. Supongo que brownie.
—¿De cuál de los dos?
—El que no tenga marihuana —me precipito a responder y lo veo arqueando una ceja.
—No vendemos esas cosas acá... Te preguntaba si quería el mediano o el grande con dulce de leche.
Me quedo sin palabras, notando que él aprieta un poco el ceño al sonreírme. Dios, ¿por qué de la nada pensé en eso? Supongo que se me vino a la cabeza que él fuma porro, pero creí que estaba permitido. Siempre me pasa lo mismo.
—Perdón —digo en tono bajo y él hace un gesto desdeñoso mientras me muestra los dos brownies—. Dame ambos, nunca se sabe si tiene hambre voraz.
—¿Será que está en volumen?
—¿Volúmen?
—¿No me comentaste que ibas al gym? —me pregunta mientras empieza a preparar lo que le pido.
Es raro que alguien me preste atención... Suelo decir muchas cosas y Joel jamás se acordaba de una sola; mucho menos Flor que me sigue regalando pulseras para mis cumpleaños, a pesar de que no las uso.
—¿Lo?
—Ah, sí, perdón, me quedé en una. Eh, sí, voy al gym, pero no me familiarizo ni con el nombre de las máquinas.
—Ojo con la rutina que hagas. Yo me hice una solo y terminé esguinzado.
—¿Vos vas al gym?
—Ya sé que no se nota. Soy un flacucho, está bien.
Me río en cuanto dice eso y después recibo lo que le pedí junto a otro batido de frutilla. Lo miro, planeando decirle que es un error y él me dice que me lo lleve. Supongo que me lo está dando. Qué atento. Amo los batidos de frutilla. Así que le sonrío como respuesta y lo dejo con sus otros clientes.
Llego a la oficina y la veo plagada de un montón de gente, con voces altas, intentando mostrar papeles, hablando una por encima de la otra, abalanzándose un poco más a mi jefe y lo noto irritado. Irritado como Matías, no como Emanuel. Lo noto porque se muerde el labio de forma bastante disimulada, aprieta el puño izquierdo un poco atrás de la espalda, la mano derecha esta moviéndose de forma rara, como si le temblara, y está tomando mucho aire. Se va a poner a gritar. Va a volver a pasar eso, lo que pasó un año antes de que se fuera. Si lo hubiera detenido en el momento...
Pero lo puedo frenar ahora. Por eso mismo dejo la bandeja sobre la mesa donde está la cafetera y paso rápido entre la gente. Si hay algo que me enseñó mi papá a ser es descarada, y por eso no me afecta empujar para llegar hasta Emanuel.
—¡Váyanse ya mismo de la oficina del jefe! —elevo la voz, notándome un poco chillona y consiguiendo que todos me miren, perplejos. Ahora mismo me estoy muriendo de la vergüenza. Solo soy un poquito descarada.
—Ya la escucharon —escucho que él dice con un tono suave y todos se van retirando, pidiendo disculpas. Si hay algo que tienen acá es mucho respeto.
Noto que sus ojos se clavan en los míos, pero yo bajo la mirada hacia su puño. Sigue apretado. Lo miro hasta que se relaja y solo ahí levanto la cabeza. Me va a cagar a pedo a mí.
—Disculpe señor Aguirre, yo lo vi...
—Lo hiciste bien.
Me quedo sin palabras y parece que doy a entender mucho, porque se tira el pelo para atrás y sonríe.
—Sos mi asistente, vos organizás todas estas cosas. Cuando alguien entra acá, cuando es hora de que se vaya. Mis horarios los manejás vos. Es bueno que hayas notado que no era el momento.
Suspiro ante sus palabras y me tiro un poco para atrás, siendo sostenida con su mano en mi brazo y un «cuidado» entre risas. La verdad es que me esperé que se terminara desquitando conmigo. Tal como esa vez. Qué bueno que pude ayudarlo.
Me suelta cuando recobro la postura y casi me parece raro su tacto, por eso toco con mi mano donde estaba la suya. Es raro.
—Igual, una cosa —dice, volviéndose a sentar, no viéndome a la cara—, no vuelvas a gritar así, fue bastante irrespetuoso.
—Disculpe —vuelvo a decir, desde mi lugar.
—¿Y por qué no me traés acá mi batido? ¡Ah! ¿Me pediste brownie? Me encantan los dos.
En realidad, estaba planeando comerme uno, pero mejor no le digo nada. Le alcanzo rápido la bandeja y él mira extrañado el otro batido, como si también lo hubiera traído para él. Pero ese yo lo compré, así que no voy a permitir que se lo tome.
—El otro batido es mío.
¿Soné muy posesiva? Bueno, da lo mismo ahora.
—No sabía que también te gustaba el de frutilla.
—Y eso que me gustaba desde primaria —me río con cierta incomodidad mientras lo tomo.
—¿Sí? Mirá...
Lo dice sin mucho interés, empezando a tomar su batido y mirando su computadora de nuevo. Supongo que no estoy en la posición de decir más nada, así que me voy de nuevo a mi sillón y me pongo a leer de nuevo los manuales; en realidad ya le agarré la mano y sé cómo actuar ante todas las situaciones posibles, pero no tengo nada mejor que hacer.
—Lola, ¿no estás interesada en saber qué pasa hoy?
—Algo —murmuro, levantando la vista. Supongo que no hay necesidad de mentir, tendría que saber lo que pasa.
—Mañana hay una reunión con Nike.
¿Escuché mal? ¡¿Dijo con Nike?! ¿Y hace cuánto que la tienen planeada? ¿Será que esas camisetas que estuvo dibujando y que algunos diseñadores traían son la idea?
Tengo muchas dudas ahora mismo y por eso mismo él debe estar sonriendo. Mi expresión debe ser tonta, muy tonta. ¿Cómo puede ser que soy su asistente y recién ahora me entero?
—Tuve que contratarte como asistente porque no llegaba con los tiempos.
—Pero yo no hice nada.
—No, pero empezarás a hacer. Paciencia.
Hace un gesto de paz con la mano y me dan ganas de darle la cabeza contra la mesa. ¡Cómo no me va a decir nada! Ni siquiera sé que me voy a poner, tengo poca ropa formal. ¿Cuál es el estilo que se usa para una reunión tan importante? No, peor aún, ¿qué voy a hacer? Es muy fuerte comenzar con Nike y no con... no sé, ¿17 Streets? ¿Las Moreiros? ¡Algo diferente a un lugar que me inspira mucho más temor!
Pero supongo que le da lo mismo avisarme a última hora, porque ni siquiera nota que estoy temblando de los nervios. No me gusta los planeas instantáneos. A mí me toma mucho tiempo organizarme las ideas.
Aparte el único amigo que hice acá es Humberto. Él no debe saber cómo me tengo que vestir. Flor, por otro lado, nunca fue muy formal, pero, quizás pueda pedirle algo de ropa, lo suyo está mejor que mis propios diseños; ella fue alguna vez oficinista. ¡Sí! Perfecto, voy a hablar a ella y estoy hecha.
Le mando un mensaje rápido, preguntándole a qué hora va a estar en su casa, pero ella no me responde rápido. Por favor, Flor, sos la única amiga que me quedó gracias a Joel...
No tuve que haberme alejado de todas las demás.
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