Capítulo 29
Me siento un poco más relajada desde que hablé con Taylor anoche. En serio tengo mucho miedo de que nuestra relación se desgaste por la distancia, pero el hecho de que me dijera que me ama me hizo sentir más segura. Todo lo que tengo que hacer es confiar en él y calmar mi temperamento un poco. No hay nada de que preocuparse.
Con esto claro me dispongo a entrar en el edificio de la aerolínea. Es viernes y los viernes no hay vuelos locales, pero los pilotos y copilotos exclusivos de esa división debemos asistir a una reunión semanal para discutir cosas como comentarios de los clientes, nuevos horarios, protocolos y otros temas. Son bastante aburridas, pero es lo que hay.
Mientras Maxine habla yo hago lo posible por no reírme de las caras gracias que hace Joe cuando ella se voltea, pero es prácticamente imposible. Después de que carraspea y nos mira a ambos simultáneamente, decidimos parar. Una vez que la reunión acaba ella nos llama a su oficina.
—Creo que estamos en problemas —le susurré a Joe.
Al entrar nos pide que tomemos asiento frente a su escritorio y luego ella se sienta frente a nosotros.
—¡Kat, Joe! ¿Cómo están hoy? Los vi muy animados en la reunión. —Nos saluda. Nos miramos el uno al otro visiblemente nerviosos—. Tranquilos chicos, no voy a regañarlos. Tengo buenas noticias para ustedes.
—Así, ¿cuáles? —pregunto curiosa.
—Pues, lo he discutido con la junta directiva y creemos que están listos para los viajes internacionales.
Abro los ojos como plato y volteó a ver a Joe, quien tiene la misma expresión. Esto es algo que no esperaba oír tan pronto. Cuando acepté el empleo fue con esa finalidad, por supuesto, pero Maxine me había explicado que tendría que pasar un periodo de prueba que talvez tardaría muchos meses antes de obtener los vuelos internacionales. No pensé que sería tan pronto.
—¿Hablas en serio? —pregunté aún incrédula.
—Por supuesto. Tengo que hacerles oficialmente la propuesta y, si aceptan, tendrán que firmar un nuevo contrato que incluirá un aumento y nuevos horarios. ¿Qué dicen?
—Por supuesto que sí, esto maravilloso —contesté de inmediato.
—¿Qué tal tú Joe?
—Claro que sí —responde él.
—Perfecto, quédense aquí mientras hago el papeleo.
Se pone de pie y sale de la oficina dejándonos solos. No puedo esperar para contarle a Taylor lo que acababa de pasar, sé que se emocionará tanto como yo. Poco tiempo después Maxine vuelve a entrar, tarareando una pegajosa melodía. Pone los papeles frente a nosotros, los leemos rápido, y sin pensarlo dos veces, firmamos todos los documentos.
Pasamos unas cuantas horas ultimando detalles hasta que por fin terminamos y salimos del edificio.
—¿Quieres ir a un bar para celebrar? —inquiere Joe.
—Prefiero ir a casa a darle la noticia a mi novio. ¿Te parece otro día?
—Sí, claro. Nos vemos mañana. —Parece un poco decepcionado por mi rechazo, pero al final me muestra una media sonrisa y toma un taxi.
Yo también tomo un taxi para llegar a casa. En cuanto llego lo primero que hago es ir a mi cuarto y llamar a Taylor. El teléfono me envía hacia el buzón de voz después de que nadie contesta. Cuelgo y lo intento una vez más; ahora si contesta al segundo timbrazo.
—Hola cariño. —Apenas si puedo escucharlo por el ruido que hay de fondo—. Ahora no puedo hablar, estoy con Rebecca supervisando algo en el hotel. Te llamo luego. —Me cuelga el teléfono sin siquiera darme tiempo a responder.
Una triste profunda se apodera de mí. Me quedo sentada en la cama mirando el teléfono con ganas de arrojarlo por la ventana, pero me reprimo ya que eso no solucionará nada. Peguie se acerca a mí, llamando mi atención con los ruidos que salen de su hocico. La tomo entre mis brazos y la subo a la cama conmigo para poder acariciarla.
—¿Qué debo hacer Peguie? Se supone que tengo que entender que Taylor ahora es un hombre ocupado y no tiene tiempo para mí. No es que esté tomando margaritas con esa tal Rebecca ¿Verdad? —me cuestiono. Me levanto de la cama y empiezo a caminar de un lado a otro ante la mirada inquisitiva de mi cerdita—. Solo son negocios. Con una ex que seguro está casa y tiene hijos. No debo pensar lo peor, todo está bien. Esto es totalmente normal en todas las parejas —intento convencerme.
Mi Amelia imaginaria hace acto de presencia en mi mente. Desde que estoy en Nueva York he estado tan ocupada que no había pensado en ella. Está vestida con su traje clásico de aviadora y con mucha prisa emprende el vuelo en su antiguo avión con destino a Londres.
¡Eso es! Grito en mi mente.
Voy de prisa a buscar el nuevo itinerario de vuelo y lo leo desesperadamente hasta que encuentro lo que necesito. En dos semanas tendré un viaje a Londres. No le diré nada a Taylor y lo sorprenderé en su apartamento, haremos cosas románticas como... no sé, él es el experto en eso. Lo importante es lo feliz que estará cuando me vea.
Con esta esplendida idea que se me acaba de ocurrir me siento mucho más animada. Tomo el teléfono de nuevo pero esta vez llamo a papá.
—Cariño, eres tú. ¿Cómo estás? —contesta dulcemente.
—Estoy bien papá, y tengo grandes noticias para ti, ¿estás listo?
—A ver cuenta.
—¡Voy a empezar hacer vuelos internacionales!
—Vaya, no puedo creerlo. Estoy tan orgulloso de ti mi pequeña —me dice en un tono muy dulce.
—Gracias papá.
—Sabes hija yo… creo que te debo una disculpa. Siempre supe lo talentosa que eras como piloto, lo heredaste de mi por supuesto —se interrumpe—, pero por sobreprotegerte intenté arruinar tu sueño. ¿Podrías perdonarme?
Me conmueve mucho escuchar a mi padre decir esas palabras, tanto que los ojos me lagrimean.
—Papá, no tengo nada que perdonarte. Siempre has querido lo mejor para mí y hoy soy quien soy gracias a ti.
—Te quiero princesa.
—Y yo a ti papá.
Los viajes internacionales son mucho más desafiantes que los viajes locales: la turbulencia es las prolongada y fuerte; los pasajeros son mas irritantes y los protocolos son mucho más estrictos, pero en verdad no me quejo. En menos de dos semanas he ido a lugares que jamás pensé conocer en toda mi vida. He estado en Dubai, Marruecos, España, Japón y muchos más países increíbles.
Le he enviado a Stephanie una postal de cada sitio en que he estado junto con un suvenir, ya que me hizo prometérselo cuando le conté de mi ascenso. También le envió fotos de las vistas panorámicas que casi siempre tengo en las habitaciones de los hoteles dónde me toca hospedarme.
También he aprovechado para probar comida exótica con Joe y las azafatas cuando tenemos tiempo libre y podemos salir a pasear. No puedo creer que diré esto, pero pollo frito japonés es mejor que el americano.
Todo ha sido maravilloso, pero lo mejor es que en una horas estaré en Londres. Taylor aún no sabe nada, me he sabido guardar muy bien el secreto… aunque ha ayudado el hecho de que casi no hemos hablado en todo este tiempo.
Me preparo para aterrizar el avión, dio el anuncio para que todos se pongan sus cinturones y me comunico con la central del aeropuerto para que preparen la pista. En menos de treinta minutos estoy estacionada en mi estación y los pasajeros empiezan a viajar.
En cuanto termino me voy a mi hotel para prepararme. Son las 8 de la noche aquí, tengo un hermoso vestido que compré en España y, según la dirección que me dio la Ursula, la secretaria del padre de Taylor, la casa donde se está quedando queda a dos horas y media de mi hotel. Debo darme prisa.
Me miró al espejo antes de salir. Hice un gran esfuerzo por verme sexy y elegante, así que espero que Taylor lo aprecie. Mi Amelia imaginaria me da el visto bueno lanzándome silbidos de forma caricaturesca y eso me da más confianza. Salgo al lobby a esperar mi taxi y vislumbro a Joe en el bar tomando una de cerveza. Le sonrío y agito la mano antes de abordar el taxi que acaba de llegar.
Mientras voy en el taxi me dio cuenta de que el clima es más frío de lo que esperaba y lamento no haber traído un abrigo, ya me mi vestido es escotado. El conductor me dice que estamos a cuarenta y cinco minutos de mi destino final, lo cual me hace sentir muy nerviosa, es más estoy prácticamente temblando. No puedo evitarlo, es la primera vez que veré a Taylor en persona en meses.
Por fin llegamos a la casa, es bonita y enorme, aunque no tan impresionante como la de sus padres en Austin. Le pagó las veinte libras al taxista y me desmonto del auto. Camino hacia la entrada y tocó el timbre. Debo haberme confundido de casa porque quien me abre la puerta es una mujer con el pelo castaño mojada envuelta en una bata de baño, pero ver a Taylor detrás de ella despeinado y sin camisa confirma el peor de mis temores.
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